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Cinco lobitos
Alauda Ruiz de Azúa (España, 2022) [104 min]



(wikipedia | filmaffinity)

[propia] Amaia estudió y estudió hasta alcanzar el sello de alta cualificación, y siempre trabajó con la devoción del cerdito ingeniero. Se buscó una pareja desconstruida y moderna; nada que ver con el tronco seco que es su padre. Es con él, con Javi, con quien ahora ha tenido un bebé, la pequeña Ione. Amaia ha seguido la línea de puntos. Nada puede salir mal. Se lo prometieron.

Un lienzo naturalista sobre la incapacidad de la clasemedia para reproducirse a sí misma en la estructura social poscrisis 2008. Esas clases de inglés privadas son "una inversión" (min 30) que no rinden si eres madre, si la pareja no cuenta con un oficio retribuido a la par (ser un botarate va aparte) y si la familia nuclear como formato empieza a estar más gastada que la suela de un zapato. Tenemos entre manos la instantánea de un cambio social y el augurio de un descenso.

Maravilla de ritmo, atención a los detalles e interpretación, aunque promete mucho más la secuela: "veinte años más tarde...". ¿Qué será? ¿Drama social? ¿Terror psicológico? ¿Posapocalíptico? La autoconfianza de esta fracción en su propio futuro no dejará nunca de asombrarme. Antes eran las hipotecas, ahora los hijos. Que son otra hipoteca. La peña razona como si viviéramos en los 80-90, quizá porque tener hijos es recrear la propia infancia, el lugar seguro, tramoya de refugio nuclear. Como si seguir cumpliendo los mandatos clásicos fuera un talismán para hacer que las cosas fueran como eran antes. Por lo que he apreciado en mi entorno, tener hijos ha sido una forma de evitar soltar el acelerador, una tarea a acometer con la misma urgencia con la que se obtenía un título habilitante para el mercado laboral, se estudiaba inglés en horas extraescolares o se inauguraba la turbopolítica milenial ("democracia real ya", blitzkrieg electoral).

Eso es lo que me transmiten Amaia y su pareja: coherencia generacional. Una huida loca hacia adelante detrás de otra. Un constante "esto ya está, ¿ahora qué toca?", que deja atrás una cola de tullidos emocionales. La secuencia inicial en la que ambos reconocen haber planificado lo justito (min 4) y los mutuos reproches posteriores (min 12) es esclarecedora. Nos hemos acostumbrado a que nos venzan, una y otra vez, los narradores, los publicistas. Apelar a la sensatez es predicar en el desierto de lo irreal, pero tenemos la obligación antiheroica de intentarlo. Por ejemplo, con propuestas que satisfagan varias necesidades sin autoengaños ni faltar a la justicia. Si a uno le aprieta esta necesidad no esencial de trascender, y sus condiciones sociales le favorecen, le animaría a cuidar de los hijos de los demás. No los fines de semana, sino sosteniendo un compromiso sólido razonado, no emotivista, como pueden ser la adopción y "la tribu". Es una posibilidad no útil sólo para clasemedianos que quieren proyectarse en una descendencia, sino para un proletariado común para el que los hijos son la seguridad -en apariencia- de un sostén en la vejez cuando no se cuenta con ahorro y pensión suficientes.

Ejercicio: contrástese esta película con "Asignatura pendiente" (1977), en tanto nos desafía sobre con quién embarcarse en el proyecto de la maternidad, y "El colapso" (2019), en tanto nos previene sobre nuestra responsabilidad en la madurez y vejez de quienes están naciendo ahora. ¿Tendrían carneros las vacas si supieran que su destino es el matadero? No es una cuestión de voluntad de lucha, sino de ángulo de incertidumbre con atención a la trayectoria histórica de los agentes implicados. Se puede esperar una elipsis, pero... ¿una parábola? Ojalá.

Qué bonita es "Txoria txori" en la voz de cualquiera.

Amaia en el guion, interpretada por Laia Costa con tal estilo que lo hace parecer un documental, escribió:

Tú dijiste que no cambiaba nada por tener un bebé. Que la gente seguía haciendo cosas. Que la vida no cambia. ¡Mentira, Javi! ¡Mentiroso de mierda!

Amaia en el guion, a su bebé, escribió:

¿Vas a ser feliz? ¿Me lo prometes? Prométemelo. [...] Tienes que ser feliz. Tienes que ser feliz.

Guion: Alauda Ruiz de Azúa.
Música: Aránzazu Calleja.
Fotografía: Jon D. Domínguez.
Productora: Encanta Films, Sayaka Producciones, Buena Pinta Media, RTVE.

• Laia Costa (Amaia).
• Susi Sánchez (Begoña).
• Ramón Barea (Koldo).
• Mikel Bustamante (Javi).

2022: Premios Goya: 11 noms. incluyendo mejor película, guion y dirección novel
2022: Premios Feroz: 7 nominaciones incl. mejor película drama y dirección.
2022: Festival de Málaga: 5 premios, incluyendo Mejor película y guion.
2022: Premios Gaudí: Mejor película europea.
XXVIII: Premios Forqué: 2 premios, inc. mejor actriz (Laia Costa). 4 nominaciones.

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Cristina García Casado, en "Madres invisibles", en Infolibre, el 21 de noviembre de 2022, escribió:[...] "Cinco lobitos" no cuenta nada que no supiéramos, pero nos sienta durante una hora y cuarenta y cuatro minutos frente a todo lo que el frenesí de producir y consumir quiere que olvidemos. Que somos interdependientes, que la vida es muy frágil, que alguien tiene que cuidar a quien cuida. "Cinco lobitos" es una película excelente, pero creo que la conmoción que deja revela también lo invisibles que son las tareas que sostienen la vida y quienes las desempeñan. El sistema nos pinta jóvenes y sanos, trabajando y consumiendo, y todo lo que queda fuera de ese marco no existe. Creo que nosotros tendemos a hacer lo mismo.

Alauda Ruiz de Azúa, en entrevista con Begoña Piña, con el título "Cuidar a los mayores se vive como un problema, cuando debería ser más natural", en Público, el 19 de mayo de 2022, escribió:[...] Empecé a fantasear con esta idea de qué pasaría si una madre primeriza de mi generación se viera por las circunstancias a vivir de nuevo la vida de su madre, de otra generación, con un bebé, al cuidado de lo doméstico, cuidando a una persona mayor... Y con esta premisa y viviendo las experiencias propias y las de amigos, empecé a construir la película. [...] se vive como un problema cuidar de los mayores y deberíamos vivirlo como algo más natural, que va a pasar y forma parte del ciclo de la vida. Deberíamos tener herramientas de todo tipo, emocionales, sociales..., para gestionar esto. Es verdad que, no sé si por cómo se ha configurado la sociedad, el trabajo de los cuidadores, la mayoría cuidadoras, no lo ponemos en valor. Es curioso porque es un trabajo imprescindible, cada vez más en una sociedad envejecida, y sin embargo, no le damos el valor que tiene, no tiene un reconocimiento. [...] Yo llego al cine enamorada del cine refugio, de emociones. Quería hacer una película que se enmarcara en eso. [...]

Otras referencias
Pantomima Full: "La vida no hay por qué vivirla", 24 de marzo de 2023.

Pablo Malo, en twitter, el 26 de agosto de 2022, escribió:La gente siente que está más obligada a ayudar a sus familiares, luego menos a sus amigos y vecinos y, por fin, menos a los extraños. Estos nuevos estudios sugieren que esta creencia es aprendida culturalmente y no innata.

Israel Sánchez, en instagram, en abril de 2022, escribió:En nuestra última sesión sobre maternidad y crianza hablamos de uno de los temas que más inquietan a las personas ágamas: ¿cómo organizar una crianza desde la agamia? Descubrimos, sin embargo, que gran parte de esta preocupación no hay que referirla a la crianza, sino a la maternidad: ¿cómo llevo a cabo mi proyecto de ser madre?

Dijimos que esta pregunta es errónea por dos razones:

1. La primera es la incondicionalidad patriarcal. Si las mujeres deben ser madres, sea cual sea la circunstancia, el modelo relacional y el contexto político, no solo están esencializadas como madres, sino que están desempoderadas para negociar sus condiciones de realización como ciudadanas. Solo en la medida en que no ser madre sea una opción se podrá obligar a los hombres a ofrecer buenas condiciones para la maternidad.
   
2. La segunda es que la agamia no es la entidad a la que preguntar. La agamia es una propuesta relacional cuya idea principal consiste en acabar con el gamos. Y ¿qué es el gamos? El gamos es la gestión patriarcal de la crianza a través de una institución relacional como la pareja. Es decir, es la subordinación de las relaciones entre adultos a la obligación de criar.

Para que la agamia sea una verdadera emancipación relacional lo primero que debe hacer es desembarazarse de la crianza. La crianza es una cuestión relacional, sí, pero es una cuestión, sobre todo, perteneciente a muchos otros ámbitos (economía, política, demografía, pedagogía...). La crianza es un tema con entidad propia, no dependiente de las relaciones. Las relaciones también lo son. La crianza, en primer término, debe quedar fuera.

Este es el soporte teórico de mi comentario personal. Si vas a tener hijos, hazlo con amigos de fiabilidad muy probada, y no con una pareja, institución muy sujeta a vacilaciones afectivas que pueden comprometer la buena evolución de la crianza. La de parejas que hay que se obligan a seguir juntas hasta tener a los niños "independizados", ¿verdad?

Javier P. Martín, en "‘Cinco lobitos’: nacemos, nos damos golpes y morimos", en Infolibre, el 19 de mayo de 2022, escribió:Dice Carla Simón (aún en cartelera con "Alcarràs") que le gusta pensar que está pasando algo a nivel colectivo en el cine español. “Está siendo muy diverso, hay gente con mucho talento y está subiendo una nueva generación”, opinaba recientemente en su conversación con Desirée de Fez en el podcast Reinas del grito.

La directora de "Verano 1993" forma parte de esa revolución a la que podríamos llamar la generación del amuleto, haciendo referencia a la tradición que comparten algunas de las directoras que han ganado el Goya a la mejor dirección novel en los últimos años. Dicho amuleto es la foto de una estatuilla que Paula Ortiz le mandó por whatsapp a Arantxa Echevarría, y esta a Belén Funes, quien a su vez se la trasladaría a Pilar Palomero. La última en recibir la foto en su móvil fue Clara Roquet, que en febrero ganó el cabezón como ya habían hecho todas las mujeres receptoras de tan misterioso regalo (curiosamente Ortiz, dueña del amuleto físico, no tiene ningún Goya).

Alauda Ruiz de Azúa podría ser la próxima en recibir esa foto (y por ende, el premio de la Academia). Su ópera prima, Cinco lobitos, entra dentro de esta corriente que nos ha dado algunas de las mejores películas españolas recientes ("Carmen y Lola", "Viaje al cuarto de una madre", "La inocencia", "La hija de un ladrón", "Las niñas"…). ¿El verdadero amuleto? La apuesta decidida, valiente y con presupuestos dignos por un cine actual, personal y femenino por parte de productoras y distribuidoras independientes como Avalon y BTeam Pictures.

"Cinco lobitos", la historia de una madre primeriza de 35 años (Laia Costa) que recurre a la ayuda de sus padres (Susi Sánchez y Ramón Barea), tiene cosas en común con muchas de esas óperas primas: es una película profundamente intimista, basada en las vivencias reales de la directora, que también firma el guion, y lo novedoso está no tanto en su mirada, deudora de muchos autores naturalistas, sino en dónde la sitúa. También hay un espíritu reparador que busca cerrar las heridas de la infancia y acercarse de alguna forma, aunque sea a través de la ficción, a los padres. Más concretamente aquí, como en las películas de Celia Rico Clavellino y Palomero, a la madre.

Hay dos partes muy diferenciadas en la película, tanto por los lugares donde ocurren como por los temas que se exploran en ellas. En la primera vemos a una mujer sobrepasada por las necesidades de su hija recién nacida, con el conflicto añadido de que quiere volver a trabajar cuanto antes para ser algo más que una madre. Aquí hay una mirada honesta y desidealizadora de la maternidad, aunque sin acercarse a la exploración venenosa de Maggie Gyllenhaal en "La hija oscura".

Esta primera mitad es especialmente claustrofóbica y sofocante por el zulo típicamente madrileño, pequeño y oscuro, en el que viven la protagonista y su novio. Ruiz de Azúa también comparte con muchas de sus coetáneas una conciencia de clase que si bien no es explícita sí da forma al relato. Funes retrató con una precisión aplastante las consecuencias psicológicas de nacer en la clase obrera; el piso al que tenía que volver Anna Castillo en "Viaje al cuarto de una madre" era definitorio de un estatus, de clase media baja y de provincias; y en "Las niñas" a la protagonista no le faltaba de nada porque esa madre soltera interpretada por Natalia de Molina se mataba a trabajar. De la misma forma Amaia, el personaje que interpreta Laia Costa en "Cinco lobitos", es una joven autónoma que llega a duras penas a fin de mes traduciendo textos, cuyo novio trabaja en el teatro cuando puede, y tienen que contar cada euro que se gastan: ninguna de estas mujeres sería la misma, ni tendría los mismos problemas, si les sobrara el dinero.

Cuando Amaia se ve definitivamente arrasada por las circunstancias, acaba esa primera parte y Ruiz de Azúa nos saca del opresivo centro de Madrid; entonces le insufla a la película aire y luz gracias al traslado a ese pueblo costero del País Vasco. Un concepto, el de volver a lo rural y a la casa materna, que se nos ha pasado por la cabeza a muchos de la generación de Amaia, y más tras la pandemia.

Aquí empieza otra reflexión que ensancha las fronteras de lo que es maternidad, pues Amaia aprenderá a la vez a ser madre de su bebé y de sus padres. Hay en "Cinco lobitos" una idea interesantísima sobre la vida como un ciclo inevitable en el que están atrapados nuestros cuerpos. Cuerpos frágiles y falibles, tal y como los filma la directora: la primera imagen de la película muestra a una Laia Costa pequeña, impotente, con su hija en brazos. Al final, el cuerpo de otra madre es el que habrá sucumbido. Las personas empezamos dándonos hostias contra el suelo al caernos de la cuna, y acabamos en otro tipo de cuna, representada en el plano increíblemente lúcido de esa cama con paredes en la que acaba la abuela.

Es un placer que Laia Costa haya encontrado por fin en España una película a su altura, después de haber filmado en Alemania Victoria, una de las mayores locuras del cine europeo de la pasada década, e irse a intentar hacerse un sitio en el cine indie estadounidense. Pero son Susi Sánchez y Ramón Barea los que brillan interpretando a esos dos padres vascos que Ruiz de Azúa escribe con una vida interior tan compleja y tumultuosa.

En concreto, Begoña es un personaje secundario que acaba comiéndose la película, quizá en parte por “culpa” de la potencia interpretativa de Sánchez, una de nuestras mejores actrices vivas. Mientras la hija lucha por mantener su identidad y su vida cuando llega el huracán bebé, la madre le enseña que ser madre, al menos para ella, ha sido ceder y ceder, negarse una vida propia para dársela a su hija. Y eso es casi el punto de partida, porque el viaje de "Cinco lobitos" va mucho más allá, y nos lleva a lugares emocionantes y reveladores.

Cómo escribe Ruiz de Azúa este drama familiar, que se convierte en una tragicomedia llena de silencios dolorosos e incómodos y respuestas cortantes y graciosísimas, me recuerda a A dos metros bajo tierra, obra definitiva sobre la familia y la muerte. Temas, por otra parte, en los que "Cinco lobitos" se zambulle y bucea con gracilidad. Y la cineasta no se niega, ni a nosotros, el placer de escribir frases como esta: “Todas esas vidas que no vives son siempre perfectas, son ideales, pero en algún momento hay que vivir la que te ha tocado, hija”. Cuando uno la escucha suena sonrojante, quizá solo salvada porque la ha dicho Susi Sánchez. Pero después la recuerdas, cuando ya la película hace tiempo que acabó, y te arrasa repentinamente.