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SÁNCHEZ, Israel

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SÁNCHEZ, Israel

Nota Mar Oct 17, 2023 10:07 am


Introducción

El propio autor escribió:Madrid, 1973. Licenciado en Bellas Artes y graduado en Psicología. Apareció en 2011 en el panorama de la crítica relacional con el blog Contra el Amor, desde donde desarrolló su crítica radical al amor (sano o romántico) y lanzó en 2014 su propuesta relacional: la agamia, recogida esquemáticamente en (h)amor (ed. Continta Me Tienes), que lleva a las últimas consecuencias la crítica feminista a las instituciones sexoafectivas patriarcales y recoge las formulaciones de Bourdieu para señalar el veneno de la competencia sexual dentro de los colectivos políticos.

En 2020 publica la formulación completa de este modelo relacional en Agamia: programa para la emancipación relacional colectiva (ed. Antorcha).





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo





Recursos de apoyo





Relacionado:


Nota Mar Oct 17, 2023 10:15 am
Óscar Sánchez Vadillo, en "Reseña de Agamia. Día uno de Israel Sánchez", el 3 de octubre de 2023, escribió:
    [...] La agamia no es, pues, la posición completamente opuesta a la monogamia, no es pasarse al chemsex o a la anarquía relacional, es distanciarse de ambas alternativas para ni jugar el juego de poder y desgaste a que se refieren los Pantomima respecto de la monogamia ni resignarse a considerar al prójimo como cachos de carne consumibles en serie, sea en plan festín en una orgía o sea secuencialmente en el Donjuanismo. La agamia es, como reza el título del libro -libro como una caja de herramientas, como querían Foucault y Deleuze-, un «programa para la emancipación relacional colectiva», lo que significa, a mi juicio, quedarse con lo mejor de la monogamia, que era la lealtad y la responsabilidad en las relaciones sexoafectivas, y al tiempo quedarse también con lo mejor de las relaciones libres, sin ataduras, que es vivir al margen del dolor y los reproches de convertir la atracción en algo así como encerrarse en una cárcel sentimental y tirar la llave.

Nota Mar Oct 17, 2023 10:15 am
Israel Sánchez, en "Texto fundacional", el 1 de enero de 2014, escribió:


    Llamo “gamos” a la unión o casamiento sobrentendidos inspirados en el matrimonio objetivo y formal. Llamo “relación gámica” a aquélla cuya sustancia es un gamos. El sexo es el sacramento del gamos.

    Lo que llamamos “relación de pareja”, “noviazgo” o, simplemente, “relación”, no es otra cosa que una relación gámica. Los términos “compañer@”, “amig@ especial” o “persona especial” son otros tantos sinónimos de “relación gámica”. El uso del concepto “relación” es subordinado por nuestra cultura a la relación gámica. Cualquier otra relación necesita ser especificada para dar a entender correctamente su naturaleza. Necesita además, y por ello, definirse, en primera instancia, en función de la presencia o ausencia de gamos. Se habla de “amistad” o “relación de amistad” allí donde existe una relación inespecífica sin gamos. Se habla de “relación laboral” allí donde hay una relación laboral sin gamos (mientras que, en presencia de gamos, se hablará de “relación con compañer@ de trabaj@”). Se habla de “amante” allí donde existe una relación sexual clandestina, en tanto que el sexo, o sacramento del gamos, es conculcado al evitar el establecimiento de gamos.

    La agamia es un modelo de relación consistente en la eliminación del gamos y la relación gámica, mediante la reconsideración y redistribución de los componentes de la relación gámica para su utilización libre en las relaciones. Según la terminología de la agamia, el significado de “relación” se remite a su significado genérico de “vínculo o conexión entre seres”. De manera más o menos estrecha, todos los seres están vinculados. La relación o vínculo entre seres humanos es un término completamente inespecífico con respecto a las características de dicha relación. Cualquier determinación de la naturaleza de una relación deberá ser descrita por añadidura mediante la descripción de dichas características.

    La agamia es, por tanto, el abandono del elemento sustancial de la estructura de nuestras relaciones actuales; un modelo diferente y opuesto al sistema monógamo heteronormativo, así como a cualquiera de sus alternativas, todas ellas gámicas.

    La agamia es contraria al establecimiento de estándares de relaciones cuyo objetivo sea determinar los comportamientos que a dichos estándares les son propios. Entre esos estándares, la agamia rechaza con especial determinación el modelo de finalidad reproductiva centrado en la actividad sexual llamado “pareja”, y preconizado por la filosofía del amor. La agamia considera las relaciones como fenómenos dinámicos cuyo análisis sólo puede ser descriptivo y circunstancial, y cuyos objetivos sólo se preestablecerán en el entorno de la realización de un bien. La agamia es la evitación activa de que un determinado estereotipo de relación, tradicionalmente llamada “amorosa”, subsuma al resto bajo su patrón. La agamia no establece modelos de relación, y los protocolos que puede generar son siempre manejables y quedan subordinados a su eficacia.

    Si bien es sencillo participar de la agamia desde el punto de vista teórico, pues constituye con respecto a las relaciones amorosas una forma de libertad, a nivel práctico el sistema encauza la vida privada y sexosentimental con tal rigidez que llega a obstaculizar y ocultar las alternativas hasta el punto de que el amor logra mostrarse a sí mismo como posibilidad única. Para ser ágamx y disfrutar de ello es necesario entender el funcionamiento de algunas de las trampas del amor y desactivarlas.

    La agamia, que implica una completa transformación de la vida privada y, con ella, de la vida social, se enriquece mediante la reflexión y la experimentación reflexiva, expuesta, como está, al ataque propagandístico del discurso sistémico del amor. Por ello, es útil determinar las líneas principales de su propuesta, cuyas implicaciones se extienden por todos los ámbitos de nuestra cultura:
  1. Rechazo al amor.
  2. Restablecimiento de la razón como máxima autoridad decisoria.
  3. Reintegración de las relaciones al ámbito de la ética.
  4. Rechazo radical del género.
  5. Rechazo al concepto natural de belleza. Uso de un concepto cultural construible de belleza.
  6. Sustitución de la sexualidad por el "erotismo".
  7. Sustitución de los celos por la "indignación".
  8. Sustitución de la familia por la “agrupación libre”.

Nota Mar Oct 17, 2023 10:16 am
Israel Sánchez, en "Agamia, más allá del amor", en Hipérbole, en marzo de 2014, escribió:


    Son muchas las razones por las que merece la pena someter al amor a un juicio serio e inclemente. Sin embargo, la mayoría de ellas necesitan, para ser reconocidas como tales, de cierta cooperación por parte del interlocutor. El amor está protegido por una corteza de dogmas de fe, flexible y resistente, que acaba agotando la moral de prácticamente cualquier proyecto de crítica.

    Hay dos argumentos, sin embargo, cuya evidencia no puede pasar por alto forma alguna de sentido común.

    El primero es que el amor, paradójicamente, es una caudalosa fuente de desamor. Llámesele odio, conflicto o distancia, el amor parece uno de esos productos raros y valiosos cuya importancia para el mercado normalizara una montaña de deshechos en su elaboración. Si los sopesamos llegaremos a la conclusión de que sólo para un mercado irreflexivo tiene razón de ser responder a esta demanda. Además del odio que regularmente acompaña a la relación misma de amor, debe hacerse balance del daño causado al resto de los lazos sociales. En la nómina de los damnificados habituales del amor aparece prácticamente el conjunto de las relaciones consideradas no amorosas, en tanto que se definen, precisamente, por diferencia con respecto a la pareja. El caso más evidente es el de las relaciones de pareja anteriores, cuya incompatibilidad es de todos sabida. Pero debemos pensar también en las posibles relaciones futuras que quedan descabezadas para no amenazar al amor. Junto con ellas, el resto de las relaciones consideradas no sexuales sufren una limitación que hemos aceptado como naturalísima, pero que resulta aberrante a todas luces si consideramos la distancia en cuanto a intimidad que existe entre la relación de pareja y la que ocupa la posición inmediatamente inferior.

    En definitiva: más que relaciones de amor, lo que vivimos son deforestaciones afectivas en torno a una persona a la que consideramos pareja.

    Sólo obviando el recuerdo de cada una de las barreras afectivas que hemos creado o encontrado para defender nuestra relación de pareja o para no perjudicar otras, podremos pensar que el amor es una dinámica afectiva cordial.

    Pero si resultara insuficiente para someter al amor a reconsideración, dispondríamos aún de un hecho mucho más persuasivo, por ser mucho más inaceptable. El amor, lejos de ofrecerse a las personas de manera indistinta e igualitaria, establece una jerarquía arbitraria pero estricta que convierte a unos cuantos en privilegiados consumidores perpetuos de sus mieles, a muchos en famélicos obsesionados, que deben conformarse con lo mínimo para su subsistencia afectiva, y a demasiados en desterrados completos, apartados del más mínimo contacto con lo que parece unánimemente reconocido como la causa de felicidad más importante que conocemos.

    Si miramos con valentía a nuestro alrededor veremos que el amor nos somete a una discriminación de clase transversal a la económica, rodeándonos de unos pocos privilegiados y de un gran número de desgraciados, avergonzados de su fracaso e, incluso, de su sufrimiento.

    Que un mecanismo tan universal chirríe de esta manera, y que su chirrido resulte, a pesar de todo, inaudible para una parte mayoritaria de la sociedad, parece el cuadro sintomático de una patología muy concreta y muy conocida: el sistema.

    Si el amor no nos funciona y, a pesar de ello, defendemos su prestigio y asumimos con alegría su opresión, es porque alguna otra función debe de estar desempeñando, seguramente mucho más importante.

    No dispongo aquí de espacio suficiente para desarrollar mi tesis al respecto, de modo que sólo la indicaré: el amor es la ideología que permite al sistema persuadirnos para realizar el trabajo reproductivo en el tiempo que nos deja libre del trabajo productivo. Esta optimización de nuestra fuerza productiva sería difícilmente alcanzable sin una maquinaria demagógica que nos convenciera sistemáticamente de que lo mejor que todos y cada uno de nosotros podemos hacer con nuestra libertad es construir una familia. Al amor le importa muy poco cumplir con lo que nos promete a nosotros. Su cometido se origina en otro lugar, y lo lleva a cabo con ejemplar eficacia.

    Los cambios socioculturales de las últimas décadas han obligado al amor a adaptarse. El ateísmo, el feminismo o la revolución sexual han forzado al amor a flexibilizar su discurso. Hoy es un junco dramáticamente inclinado que, sin embargo, nos sigue conduciendo, sorprendentemente, a la misma vieja raíz reproductiva y socialmente atomizadora.

    Es esta raíz la que debe ser eliminada si queremos poner nuestras relaciones al servicio de nuestra felicidad, y no a nosotros al servicio de unas relaciones que, como hemos visto, beben de fuentes muy insanas.

    Con este fin nace la agamia.

    La agamia es un modelo de relación aparecido el 1 de enero de este año 2014. Su presupuesto principal, aquél que le da nombre, es la renuncia a establecer el “gamos”, o vínculo matrimonial que, en nuestra cultura, recibe un sinnúmero de nombres englobables todos bajo la categoría de “pareja”.

    Así, la agamia sería el libre crecimiento del conjunto de las relaciones sociales del individuo, una vez que éstas no son coartadas por la relación de pareja. La agamia entiende la vida socio-afectiva del individuo como un entramado que va creciendo e intensificándose a lo largo de su existencia, estableciendo lazos cada vez más ricos y sólidos con el entorno.

    Factor clave constituyen las relaciones sexuales, que son para las parejas “gámicas” el sacramento fundacional. La pareja queda establecida por la relación sexual misma. Tras ella podrá empezar a utilizarse el lenguaje del amor. Tras ella se habrá firmado un contrato consuetudinario que cualquiera de los miembros de la pareja podrá reivindicar en su camino hacia la formación de una familia. Vivimos el sexo como un símbolo del plan familiar o de cualquiera de sus sublimaciones contemporáneas.

    La agamia libera al sexo de esta función sagrada y lo devuelve al uso cotidiano, reintegrado con el resto de las actividades y diversificado libremente según el criterio personal. Lejos de trivializar el sexo, la agamia trascendentaliza las relaciones, cuya importancia no depende ya de su componente sexual. El amor sexualizaba nuestras relaciones, confundiendo y frustrando con ello nuestra vida afectiva y sexual. Para la agamia “relacionarse es relacionarse”, es decir, no un sinónimo de sexo.

    Pero en una cultura cuyo ámbito privado está dominado sin resquicios por la ideología del amor, un modelo alternativo de relaciones se enfrenta con una importante cantidad de aparentes paradojas cuya resolución le conviene manejar con soltura.

    A este fin se especifican para la agamia ocho presupuestos ideológicos, que son también líneas de reflexión, desarrollo y experimentación, y que pueden enunciarse así:
  1. Renuncia al amor. La agamia entiende el amor como un subsistema ideológico que sirve a los intereses patriarcales y de clase. Tras su promesa de felicidad, espera la esclavitud psíquica y social.

  2. Reivindicación de la razón. El dogma transversal utilizado en toda democracia que se desea convertir en sociedad de la desinformación es la sustitución de la razón consciente por la intuición, que acaba siendo pura voluntad sensual. Recuperar la razón es recuperar la libertad. La agamia devuelve el corazón a la caja torácica y pone al cerebro al volante.

  3. Reivindicación de las relaciones éticas. “En el amor como en la guerra” no debería ser un aforismo que nos liberara de responsabilidad, sino el que nos abriera los ojos sobre la depravación moral del amor. Desde el momento en que el amor empieza a asumir responsabilidades al nivel de cualquier otra forma de relación social, deja de ser amor.

  4. Abolición del género. Aunque sea un concepto profundamente desprestigiado, poco importa si mujeres y hombres presentamos diferencias sustanciales. Lo único que verdaderamente nos concierne es que las diferencias, sustanciales o no hoy, deben dejar de serlo. El género o el sexo son categorías tan triviales que dan absolutamente igual.

  5. Sustitución de la sexualidad por el erotismo. La sexualidad es esclava de la reproducción, de la expresión de afecto, de la fusión espiritual y, sobre todo, de la objetualización posesiva. Soltemos todo este lastre y, si algo queda, veamos en qué consiste.

  6. Sustitución de los celos por la indignación. Los celos son la cárcel del amor. Sin encontrar escapatoria, cualquier paso es imposible. Sobreponerse por la fuerza es algo que sólo puede lograrse en situaciones de privilegio. Sólo entendiendo cuándo nuestra indignación es justa y cuándo es injusta, podremos transformar una emoción ineficaz en una importante herramienta de socialización.

  7. Redefinición de la belleza según criterios libres y justos. No es cierto que los criterios de belleza sean imposiciones naturales, como no es cierto que el oro sea más hermoso que el cobre. Determinamos nuestro gusto según funcionalidades que manejamos de modo consciente o inconsciente. Si nos hacemos cargo de ella, veremos como algo hermoso lo que es bueno, precisamente porque es bueno.

  8. Sustitución de la familia por la agrupación libre. El más mezquino de los argumentos a favor del amor es que no hay otro medio que la pareja tradicional para lograr compañías estables y pactos de crianza. Las figuras “madre” y “padre” son arbitrarias y generalizables bajo la categoría de “tutor” o “tutores”, y éstos pueden ser quienes quiera que se comprometan a satisfacer las necesidades de los hijos. En cuanto a la compañía, de cara al final de la vida, hay que recordar que al menos uno de cada dos monógamos muere viudo y solo.
    La agamia no es una utopía: ante todo es una declaración ideológica. Ser ágam@ no implica ejercer de ágam@, porque el trato con otr@s y con nuestro propio contexto establecerá límites. Pero la comprensión de esos límites, así como la extensión del consenso alrededor de los principios de la agamia, hará accesible su superación. A diferencia de la adhesión a una ideología política utópica, la agamia no se vive a la espera de una gran transformación, sino construyendo cotidianamente esa transformación en torno nuestro.

    Ser ágam@ es ir desarrollando las ideas, herramientas y relaciones que acercan la vida a una vida ágama. Es entender que la eliminación de los lazos amorosos nos permite construir otros más coherentes, integradores y estables; que era precisamente dentro del amor, y no fuera de él, donde estábamos solos.

Nota Mar Oct 17, 2023 10:16 am
Israel Sánchez, en "Los mitos del buen amor. Más allá de la crítica al amor romántico", en Contra el amor, el 11 de abril de 2016, escribió:


    La Crítica a los Mitos del Amor Romántico (CalMAR) es un acuerdo de conveniencia entre intereses antagónicos que se plasma, como documento, en la lista de mitos del amor romántico. Asumida esa crítica, la naturaleza del amor queda modificada, pero ni cuestionada, ni transformada, ni subvertida. La CalMAR aborda los síntomas más visibles de la crisis del gamos y de la masculinidad (patriarcal) proponiendo una colección de términos medios entre los derechos de las mujeres, la liberación sexual y la tradición monógama, heteronormativa y patriarcal. No es una crítica a lo criticable, sino a aquello que no se puede dejar de criticar, de modo que esto pueda extirparse del conjunto de la ideología del amor, dada después de alta y devuelta a la sociedad para que siga realizando su trabajo.

    Ésa es la razón por la que se acuña el concepto “amor romántico”, que funcionará como cubo de basura en el que introducir los restos de la poda realizada al amor para que éste, una vez podado, crezca aún más fuerte.

    Nada tendría eso de malo si el amor fuera, como él afirma de sí mismo, bueno en sí. Pero un análisis desacomplejado de la ideología del amor nos mostrará enseguida no sólo que el problema es el amor mismo, en lo más hondo de su sustancia, sino que la CalMAR apenas le araña la superficie.

    A fin de poder establecer paralelismos, utilizaré también el formato de catálogo de mitos criticables que, para mi vergüenza y después de mostrarme suspicaz ante el redondo decálogo de la CalMAR, me han resultado también diez. En cualquier caso, ni la lista ni la jerarquía interna que propongo pretenden ser exhaustivas, aunque sí orientativas. Así, los mitos del amor, intactos a día de hoy y, como veremos, nada recomendables, son:
  1. Sustancialidad. El amor es. El amor es indivisible en partes simples e inagregable en un compuesto superior. El amor es universal y atemporal. El amor es aquello de lo que hablamos cuando hablamos de amor.

  2. Fin supremo. Todo es peor que el amor. Tú eliges.

  3. Bondad. El amor es bien en sí mismo, para el mundo, para lxs demás y para mí. Más amor siempre es mejor. Ningún amor sobra.

  4. Inasequibilidad a / inviolabilidad por la razón. El amor posee una naturaleza única que lo hace incomprensible. La razón no entiende las razones del amor porque superan su raciocinio. El amor es la mejor de las razones.

  5. Correlación entre sexo y afecto. El mejor sexo es el más afectuoso. El mejor afecto es el más sexual. El sexo y el afecto son los dos gametos del amor. Por separado están incompletos; juntos son otra cosa. Unirlos es la actividad humana por excelencia. Se llama “hacer el amor”.

  6. Mitos menores. Frente a los anteriores, a los que llamo “mitos mayores”, que estructuran la mitología amorosa y sobreviven a la CalMAR con envidiable salud, llamo “mitos menores” a aquellas producciones ideológicas que han venido a apuntalar circunstancialmente el ruinoso edificio del amor. Son de aparición reciente o de aplicación no universal (sólo para aquellos grupos sociales que los requieren), pero imprescindibles para evitar que la crisis del amor desborde su capacidad de resistencia.

      6.1. El amor no es gratis. A quien madruga, el amor le ayuda. Quien siembra, recoge. Conservarás el amor con el sudor de tu frente. El enamoramiento es una embriaguez. Quien de joven no se ha enamorado no tiene corazón. Quien de adultx sigue enamoradx no tiene cabeza.

      6.2. El amor te ama y tiene un amor para ti. El amor siempre toca. Pasa a recoger tu premio.

      6.3. El alma gemela es nuestro amor. Nada es más digno de amor que tu reflejo sobre el agua.

      6.4. Que puedes amar a más de una persona es la prueba irrefutable de que puedes amar a infinitas personas.

      6.5. El amor es siempre diferente. Cada amor es la reinvención del amor. Lo que es amor también es amor.

Nota Mar Oct 17, 2023 10:16 am
Israel Sánchez, en "¿Cómo es una relación ágama?", en Contra el amor, el 20 de enero de 2021, escribió:


    ¿En qué consisten exactamente estas relaciones? ¿Qué condiciones deben cumplir? ¿Cuándo se es verdaderamente ágamx? ¿Son ágamas las relaciones o lo son las personas? ¿Hay que seguir los principios relacionales, leerse el libro, pertenecer a alguna comunidad, aprobar un examen? Y, si nadie me va a contestar a estas preguntas, ¿dónde puedo encontrar ejemplos para contestarme yo?

    La agamia trata, como no puede ser de otra manera (o en realidad debería tratar, y esa es mi aspiración), todos los temas vinculados en alguna medida con las relaciones. Y como son muchos, y como en la mayoría se proponen nuevas prácticas, llega un momento en el que da la impresión de que para ser una persona ágama hubiera que prepararse como para ser astronauta.

    Nada más lejos de la realidad. Una cosa es que tengamos muchos caminos que recorrer, muchas posibilidades, muchas vías desbloqueadas que podemos explorar, y otra que tengamos que rellenar un álbum de cupones para que nos den el carnet. Ser una persona ágama es infinitamente más simple e inmediato, y tengo la intención de persuadir de ello con este texto.

    ¿Cuándo se es una persona ágama? Sencillo: cuando se es una persona más ágama que, por ejemplo, monógama. Cuando se es, sobre todo, ágama. ¿Verdad que para que una persona sea definida como monógama no se le suele pasar ningún test de idoneidad, o mirar si en su currículum hay manchas? Se es monógamx casi por defecto, si no se es claramente otra cosa, si esa persona se declara monógama o si cumple con unas prácticas mínimas.

    En realidad en monogamia también se podría publicar un decálogo de prácticas perfectas, y podríamos señalar como no monógamxs a quienes no lo siguen a rajatabla. Pero eso sería un engaño. Cuando en alguna ocasión he dicho que hay mucha más gente no monógama de lo que parece no ha sido porque piense que incumplen uno o dos mandatos del catecismo monógamo, sino porque incumplen tantos que, si se pudiera cotejar, habría que acabar diciendo que caen claramente del lado de la no monogamia.

    Vamos a ver cuándo se cae del lado de la agamia. Gracias a ello conseguiremos eso que buscábamos desde el post anterior: encontrar multitud de pseudoejemplos (definiciones, relatos, metáforas...). Pero sobre todo encontraremos multitud de ejemplos verdaderos, que constituirán un gran bagaje común sobre el que apoyarnos tanto para desarrollarnos relacionalmente como para desarrollar la agamia como propuesta colectiva. Todo lo que, en efecto, cae del lado de la agamia es ya un ejemplo. Podrá mejorarse, claro, pero es que servir para ello, para punto de referencia desde el que mejorar, es una de las funciones de un ejemplo.

    Voy a hablar de tres grados de participación en la agamia que determinan si una relación es ágama o una persona se relaciona de manera ágama. Recordad, de todos modos, que hay otra forma, paralela y complementaria a esta, de saber quién es ágamx, y que consiste en la autodesignación: es ágama toda persona que se considera ágama.

    Veréis qué fácil.


1. Una relación es ágama si no es una pareja

    ¡Impresionantemente fácil! Efectivamente, dos personas que no forman una pareja son, de alguna manera, en alguna medida, un espacio ágamo en el que es difícil impedir que aparezcan prácticas ágamas. El único modo de evitarlas sería que ambas personas tuvieran siempre presentes a sus respectivas parejas, para que esa conciencia condicionara todo lo que hicieren entre sí. Sabemos que ese condicionamiento existe, especialmente cuando la relación entra en los espacios que son más propios de la pareja (si hay contacto físico, por ejemplo), pero también sabemos que en otros muchos momentos la relación discurre libremente dentro de sus límites. Sabemos que, para que se rompiera la barrera del gamos, a una relación como esta solo habría que decirle: “¡Seguid así! ¡Seguid así en todo!”. Esa relación, por más condicionada que esté por el gamos, ya es, en alguna medida, un ejemplo, un precedente para sí misma. Si un día quisiera ser ágama ya se tendría a ella de referente.

    Del mismo modo, una persona es ágama si no tiene pareja. Sin más.

2. Una relación es ágama si las personas que la forman no tienen pareja

    Esto está siendo demasiado cuesta abajo, ¿no crees? Pero es así. El presente es determinante.

    Cuando no hay un gamos que temer, cuando no hay cuentas que rendir o un contrato de posesión que deba ser cumplido, los límites a la agamia se sostienen solo por factores subjetivos, como los hábitos o los proyectos. Todas las posibilidades están abiertas y todas se encuentran en pie de igualdad. Ninguna va acompañada de un coste particular añadido. Por eso cuando las personas que forman una relación no tienen pareja tienden espontáneamente a transitar por prácticas ágamas que les resultan nuevas y liberadoras. Ese espacio experimental que se abre es típicamente ágamo. Seguro que identificáis ese pensamiento que viene de vez en cuando a la cabeza: “Esto no podría hacerlo si tuviera pareja”. Y no solo en referencia al sexo.

    Gran parte, si no la mayoría, de nuestras relaciones y de nuestra vida relacional es ágama. Podemos definirnos como monógamxs, pero somos monógamxs que, dado que no encontramos el camino de la monogamia, debemos “conformarnos” con la agamia. Es eso mismo lo que experimentan quienes desearían ser ágamxs y no saben (no sabían), cómo llevarlo a la práctica. Ya se ve que estamos casi siempre mucho más cerca de la agamia de lo que solemos creernos.

    Siguiendo esta segunda condición, una persona es ágama cuando, además de no tener pareja, en su entorno relacional más cercano no prevalece en ese momento el tener pareja. Eso no le pasa a todo el mundo. Pero todo el mundo puede encontrarse con que, de repente, le está pasando.

3. Una relación es ágama si las personas que la forman no aspiran a tener pareja

    Y ya está. Tercera y última. La primera que tiene que ver con la subjetividad.

    Hay que entender que se trata solo de una determinación consciente. No nos interesan ahora las profundidades de la psique. Con que ese sea nuestro proyecto manifiesto es suficiente. Después lo lograremos o no, nos desviaremos más o menos, pero le habremos puesto forma a la materia. La ausencia de pareja era la base material, y ahora ponemos el mantenernos así como objetivo, es decir, como arquetipo, como molde, como horizonte. Hemos atrapado el camino por sus dos puntas: el principio y el final. Lo tenemos casi todo. Es más que suficiente.

    Está claro lo que viene ahora: ¿en qué consiste ser una persona ágama según esta tercera condición? En no querer pareja (de no quererla nosotrxs, independientemente de que la quieran las personas con las que nos relacionamos). Esto casi la traíamos de serie.


Dos condiciones añadidas

    Quizá se diga que estas condiciones son escasas, e incluso que no recogen el espíritu de la agamia. Mi respuesta es que hay algo de razón en eso, pero que el espíritu de la agamia es materialista, es decir, que se fundamenta en las condiciones materiales. Lo que se ha descrito son las más básicas de esas condiciones (no son, como se ve, condiciones estrictamente económicas, pero sí materiales dado que generan una base relacional que necesariamente tendrá que tomar nuevas formas). Partiendo de ellas el campo está abonado para la agamia, es un verdadero jardín ágamo al que le vendrán bien los cuidados, pero que dará flores abundantes y variadas con toda seguridad. Recordemos que buscábamos ejemplos. Si estas condiciones se cumplen total, o incluso parcialmente, estamos ante ejemplos a los que podemos referirnos con toda propiedad para seguir entendiendo, construyendo y desarrollando.

    De todos modos voy a añadir otras dos condiciones para recoger con más claridad ese espíritu de la agamia al que me refería. Pero son condiciones extra. Bien entendidas son prácticamente consecuencia natural de las anteriores; son el camino por donde las anteriores nos van a conducir si se llevan a la práctica con un poco de sentido común y criterio moral.

  1. Deconstruir el deseo de formar pareja

    ¡Claro! La voluntad profunda, inconsciente, los hábitos inscritos en el cuerpo, la escalera mecánica de las relaciones, el gamos que no queríamos y de repente ahí está, las dinámicas posesivas… Es lo que se echa de menos en el punto tres, y donde fracasan muchos proyectos ágamos.

    Pero, ¿sabéis qué tipo de proyectos ágamos fracasan cuando no se ha deconstruido el deseo de formar pareja? Los primeros intentos. Solo los primeros. El primero nos sale mal comparado con lo que nos habíamos imaginado. Y el segundo, a veces, tampoco nos termina de salir del todo bien. ¿Es eso un fracaso? ¿Eso indica que es difícil? Al contrario: indica que era posible y que lo hemos conseguido. Aunque, claro, teníamos que recorrer un camino. El camino de deconstrucción que se recorre para llegar a tener relaciones ágamas no tiene nada que ver con el polidrama. En poliamor este aparece desde el principio y, normalmente, se perpetúa. La agamia, como digo, puede generarnos una o dos tentativas insatisfactorias. Pero os aseguro que, cuando hacemos valoración tras ellas, ¡el progreso suele resultar asombroso!

  2. Construir relaciones

    Ni la follamistad, ni la polisoltería, ni ninguna forma de neoliberalismo relacional nos vale. Eso ya lo sabemos. La agamia no va de eliminar vínculos. Va de eliminar una forma de vincularnos, el gamos, que atrofia todas las demás, para que estas puedan crecer plenamente.

    Pero, ¿veis? Ahí está de nuevo el valor de las condiciones materiales (podemos decir, si lo preferimos, “estructurales”). Cuando el gamos no está, cuando realizamos la primera tarea, el resto tiende a pasar por sí solo. Por supuesto que nos vamos a seguir relacionando y que lo haremos de forma mucho más profunda y diversa que cuando el gamos lo impedía. ¿Cómo podemos evitar eso si nos necesitamos imperiosamente?

    Es cierto que la individualización estéril es una amenaza, y que suprimir el gamos produce vértigo en un mundo neoliberal y socialmente fragmentado. Pero para que la supresión no vaya seguida de la aparición de mejores relaciones hace falta algo más que vuelva a limitarlas. Ese algo, en la mayoría de las ocasiones, no es otra cosa que gamos restante; un puñado de jirones de gamos, de restos de gamos, de souvenirs de gamos expuestos para el envío y consumo inmediato en alguna tienda on-line de reformas amorosas.

Nota Mar Oct 17, 2023 10:17 am
Israel Sánchez, en "Agamia: recopilación de materiales y recursos", en Contra el amor, el 3 de noviembre de 2020, escribió:


    ¿Estáis dando vuestros primeros pasos en agamia? ¿Necesitáis un texto introductorio? ¿Os gustaría disponer de todo el material existente para realizar una investigación? Aquí tenéis una recopilación muy completa de los recursos generados hasta ahora que va a ser útil para todo el mundo, curiosxs o convencidxs, dummies o expertxs.

    Quienes os acercáis por primera vez a la agamia no encontráis siempre un camino claro u ordenado que os ayude a descubrirla paso a paso. A veces dais con un texto algo complejo; otras con uno más sencillo, pero centrado en un tema muy específico; otras, simplemente, podéis encontrar demasiado y no saber por dónde empezar.

    Son ya más de 6 años hablando de agamia y se ha formado un buen bosque. Me gusta la idea de que exista ese bosque, pero no a todo el mundo puede apetecerle perderse en él.

    Quizás sea un momento adecuado para hacer una entrada compilando y organizando al menos la parte más significativa del material existente.

    Este sería nuestro mapa.

El libro

    Es, sin duda, el mejor recurso disponible a día de hoy. No solo por lo completo, sino también por lo actualizado, ordenado, novedoso y profundo. Quien quiera toda la agamia la tiene ahí, en su mejor expresión. Es un texto amplio, que te sumerge sin ahogarte, pero apto también para quienes prefieran aguas poco profundas.

    Su defecto en comparación con otros recursos es, lógicamente, que no es gratuito. Creo, eso sí, que para quienes tienen verdadero interés en la agamia se trata de la elección idónea y una inversión de lo más rentable.

El blog

    Tiene casi 10 años, y hoy es ya un laberinto de muchas capas en el que yo mismo empiezo a poder disfrutar del placer de descubrir lugares que me sorprenden, desde textos olvidados que valoro más que nunca, hasta ideas que no entiendo cómo pudieron gustarme alguna vez (algunas lo han pagado con su desaparición). Creo que es un buen lugar para jugar, para debatir con unx mismx o con las voces variadas desde las que he ido hablando a lo largo de distintos formatos y momentos, saltando de uno a otro texto a través de los vínculos, cada vez más abundantes, mediante los que voy introduciendo conexiones y relaciones entre ellos.

    De todos modos, si alguien quiere orientarse, al menos por encima, al menos para empezar a jugar, dispone no solo de la lista de etiquetas de la derecha, sino de estas dos entradas en las que hace un tiempo seleccioné los textos más representativos ordenados por temas: Recomendación de textos básicos I / Recomendación de textos básicos II.

El canal de youtube. Videoagamia

    Tengo una idea enormemente ambiciosa sobre lo que puede llegar a ser. De momento apenas la apunta y veremos cuánto soy capaz de desarrollarla, pero ya podéis encontrar en él un complemento verdaderamente interesante para los textos, como esta lista con la presentación de las secciones del libro.

    Además se encuentran en él algunas de las herramientas de divulgación que más útiles han resultado hasta la fecha, como estos dos primeros vídeos contando en qué consiste la agamia. Si quieres explicarle a alguien de qué va todo esto y no se te ocurre por dónde empezar, prueba con ellos: 1 / 2.

    Os recomiendo también este otro, hoy todavía el último (pronto dejará de serlo) sobre la relación entre no monogamias y feminismo radical. Os dejo, por último, estas dos presentaciones del libro: 1 / 2.

Las redes sociales

    Su interés está en el contacto cotidiano, la reflexiones breves, la cercanía y disponibilidad. Podéis encontrarme casi inmediatamente en cualquiera de ellas, y podéis encontrar en cualquiera de ellas, en cualquier momento, la reflexión, el meme o el comentario que aclare algún problema relacional enquistado o algún concepto que se resiste. Os servirán, además, para estar al tanto de eventos y noticias.

    Estas son algunas de ellas: facebook (agamia) / facebook (contra el amor) / instagram / twitter.

    Sin embargo, ya son muchas más las páginas y perfiles que incluyen la agamia en su temática o se dedican principalmente a ella. Estas dos merecen especialmente la pena y tienen más y son mucho más que páginas de memes: agamia, comunidad y memes / agamia y memes

    Pero ya sabemos que lo mejor que nos pueden ofrecer las redes sociales viene expresado en el nombre. Son el lugar en el que comprobar cómo la agamia ha ido materializándose en comunidades virtuales, pequeños grupos y vidas concretas. Son el lugar donde conocer no solo la teoría sino, sobre todo, a quienes se interesan por ella. El mejor sitio para todo ello sigue siendo este grupo: agamia (grupo).

Otros recursos

    - Publicaciones en papel. En la colección "(h)amor" de la editorial Con Tinta Me Tienes encontraréis dos de los textos sobre agamia que hasta ahora más han gustado. El primero está en el primer volumen. Es mío y es una exposición general de la idea en unas pocas páginas. Tenéis ahí lo elemental de principio a fin, con la ventaja muy particular de que aparece junto a textos de autorxs de referencia de otras propuestas relacionales. Es una buenísima oportunidad para comparar, que es algo a lo que yo siempre animo. El segundo está en el volumen 4, (h)amor propio. Está escrito por Raquel Manchado y es todo un viaje a la conciencia de quien opone la dignidad y la inteligencia a la constitución de nuestra identidad a través de la pareja. Sin duda uno de los testimonios ágamos más interesantes que podéis encontrar.

    - Publicaciones digitales. Hay numerosos reportajes generales, disparmente acertados, sobre agamia. Yo aquí pondré estas dos referencias que, nuevamente son mías. Este artículo en Youkali es una exposición general bastante completa. Esto es una entrevista a tres personas no monógamas, una de ellas ágama. Otra buena oportunidad para comparar.

    - Podcasts. Por muchas razones mi favorito es EPSA (pronto habrá un nuevo programa en torno a la publicación del libro), con Miguel Agnes, Millana y Fernando: "EPSA - especial agamia". Pero creo que también puede resultar muy interesante esta entrevista que me hizo Nadir Chacín: "Sersiendo - Agamia: cómo relacionarse sin formar parejas".


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