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Parásitos (Bong Joon-ho, 2019)

Corto, medio, largo, serie, miniserie (no importa el formato)... en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Parásitos
Gisaengchung / 기생충 / Parasite (título internacional)
Bong Joon-ho (Corea del Sur, 2019) [132 min]

Portada
IMDb
(wikipedia | filmaffinity)


Sinopsis:

    [fuente] Tanto Gi Taek (Song Kang Ho) como su familia están sin trabajo. Cuando su hijo mayor, Gi Woo (Choi Woo Shik), empieza a dar clases particulares en casa de Park (Lee Sun Gyun), las dos familias, que tienen mucho en común pese a pertenecer a dos mundos totalmente distintos, comienzan una interrelación de resultados imprevisibles.

Jorge Alemán, en facebook, el 7 de diciembre de 2019, escribió:Esta película coreana vuelve a mostrar que se puede hacer un cine social y político con un gran rigor narrativo y formal. Además, de un modo ejemplar muestra lo que las oligarquías capitalistas realizan como nuevo plan de exterminio. Volver a los sectores excluidos en "parásitos" que ensayan una supervivencia sobrecogedora y cruel como una inundación en un pueblo sin defensa.

Fernando Broncano, en facebook, el 11 de enero de 2020, escribió:Con mucha diferencia, la película que más me ha impresionado del año pasado es "Parásitos" de Bong Joon-ho. Trata de muchas cosas, pero en particular, desde mi punto de vista, de la inteligencia y sabiduría de los de abajo, y de la capacidad de los que están en las zonas de exclusión para comprender la sociedad. Dejando a un lado el que es una obra maestra como comedia negra o comedia de horror, u otras varias clasificaciones posibles, para mí es una obra maestra del cine como filosofía. No es que trate un problema filosófico, sino que hace cine y construye un relato que es en sí mismo una forma filosófica de explorar la realidad: la hipótesis es que la parte dominante de la sociedad puede vivir en el autoengaño y la ignorancia de todo lo que les rodea, desde aquella gente que les sirve hasta los sótanos de su propia arquitectura, y esta ignorancia abre una posibilidad de existencia a quienes no tienen otra cosa que perder que su ignorancia. "Parásitos" es una obra maestra de la epistemología política. Como en su día "El club de la lucha", de David Fincher, una obra maestra de la condición posmoderna, "Parásitos" en un signo de los tiempos y de la cultura del presente. No debería perdérsela quien ame la intersección entre literatura-cine-filosofía.

Fernando Broncano, en facebook, el 10 de febrero de 2020, escribió:"Parásitos" es la mejor metáfora de la lucha de clases y del capitalismo en el siglo XXI que pueda haberse rodado. Merecía este premio y muchos más. Ha creado un nuevo mito: la ocupación del espacio. Es la metáfora del anti-desahucio y de los okupas emigrantes como imagen de la forma esencial de la tensión social en un mundo globalizado.

No es perfecta dramáticamente. Juan Mayorga me convenció de que la historia de la segunda familia en el sótano le hace perder un poco de audacia y radicalismo en la propuesta (está pensada más para explicar al espectador que la cosa va de bancos y empobrecimiento. Si se hubiese limitado a una familia habría sido simplemente shakespeariana), pero aún así es una de las cumbres de la cinematografía.

Coincido con ella en que es ahora el espacio (físico, de la vivienda; metafórico, del poder; fenoménico, de la exclusión), el territorio (disculpas por la redundancia), donde se manifiesta de modo más explícito en qué consiste la desigualdad (escribo últimamente sobre ello, muy Lefebvre y Harvey). El final (sin spoilers) deja muy claro cuál es la naturaleza del naufragio social.

A veces Hollywood acierta de lleno. Bueno, a medias: que no haya estado Greta Gerwig entre las nominadas (no había ninguna) por su pasmosa dirección en "Mujercitas" habla de lo que aún falta por recorrer.

Luis Roca Jusmet, en "Una métafora inquietante", en Filmaffinity, el 17 de noviembre de 2019, escribió:"Parásitos" es una película producida en Corea del Sur tan arrebatadora como desconcertante. Pero, sobre todo, una película inquietante. Metáfora de la sociedad tardocapitalista nos presenta el abismo que separa las clases sociales en su versión asiática. Separación de clases que es, a la vez, tan explícita como metafórica. Visible es el contraste de espacios, la gestualidad, la forma de vida, el abismo entre lo que le sobra a una y le falta a otra. Incluso algo que no vemos pero que se dice: el olor. Metafórico es el espacio de los que viven arriba y los que viven abajo y la falta de una escalera para ascender socialmente.

Boong Joon-Ha realiza una articulada y al mismo tiempo inesperada progresión que va de la comedia a la tragedia. Los actores, especialmente Boong Joon-Ho borda su papel, lleno de matices y registros. Como todo el reparto. La música, la fotografía, todo sabe envolver el clima cada vez más asfixiante.

El único fallo, aunque no invalida en absoluto la fuerza expresiva del conjunto, es una parte excesiva. Y no me refiero al final de la película, que me parece que sintetiza de manera brutal el mensaje nihilista de la película. Nihilista porque no es una metáfora sobre la lucha de clases, como en algún lugar he leído, sino sobre el abismo entre las clases. No hay lucha de clases porque los "de abajo" quieren ser como los "de arriba" y la picaresca de los pobres no difiere en el fondo del egoísmo competitivo del de los ricos. Es la ley de la selva, cada cuál con sus recursos. Y esto sí es una metáfora del neoliberalismo. Nihilista, finalmente, porque a la estupidez de los "de arriba" se contrapone "la cutrez" de los de abajo. Compartiendo todos la misma miseria moral. Aunque algún punto de humanidad y de indignación en algún momento manifiestan de "los de abajo".


Ficha técnica


Reparto:


Premios:

    2019: Festival de Cannes: Palma de Oro al Mejor largometraje.
    2019: British Independent Film Awards (BIFA): Nom. Mejor película intern. independiente.




Secuencias






HD 720p VO - MKV [1.13 Gb] (fuente)
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HDRip VE - AVI [1.95 Gb]
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Película/País : Corea del Sur
Intérprete : Song Kang-ho, Lee Seon-gyun, Jang Hye-jin, Cho Yeo-jeong, Choi Woo-sik, Park So-dam, Park Seo-joon, Lee Jeong-eun, Park Keun-rok, Hyun Seung-Min, Andreas Fronk, Park Myeong-hoon, Jung Hyun-jun, Ji-hye Lee, Joo-hyung Lee, Jeong Esuz, Ik-han Jung, Seong-Bong Ahn, Dong-yong Lee, Hyo-shin Pak
Director : Bong Joon-ho
Director de fotografía : Kyung-Pyo Hong
Diseño de producción : Ha-jun Lee
Diseñador de vestuario : Se-yeon Choi
Escrito por : Bong Joon-ho, Jin Won Han
Editado por : Laxa
Productor : Min Heoi Heo, Bong Joon Ho, Miky Lee, Kwak Sin Ae, Moon Yang Kwon, Jang Young Hwan
Música por : Jaeil Jung
Distribuido por : Emule
Formulario fuente original/Distribuido p : Laxa
Estudio de producción : Barunson / CJ Entertainment / TMS Comics / Tokyo Movie Shinsha (TMS) / CJ E&M Film Financing & Investment Entertainment & Comics
Género : intriga / comedia
Asunto : Gisaengchung
Fecha de grabación : 2019
Formulario fuente original/Nombre : pelicula
Comentarios : Ki-taek es el patriarca de una familia pobre que malvive en un piso bajo en Seúl, pagando las facturas a base de trabajos precarios y robando el wi-fi de los vecinos. Su situación cambia un día en el que su hijo logra que le recomienden para dar clases particulares de inglés en casa de los Park, una familia acaudalada. Utilizando su ingenio, el joven conseguirá ganarse la confianza de la señora de la casa, y así irá introduciendo, poco a poco, al resto de sus familiares en distintos trabajos del servicio doméstico. Será el comienzo de un engranaje incontrolable, del cual nadie saldrá realmente indemne.
IMIU : https://www.curzonartificialeye.com/parasite

Vídeo
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Audio
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Idioma : Español
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General
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Vídeo
ID : 1
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Duración : 2 h 12 min
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Francesc Miró, en "'Parásitos': la lucha de clases siempre fue una retorcida comedia negra", en El Diario.es, el 25 de octubre de 2019, escribió:

Bong Joon-ho siempre supo que el fantástico, la ciencia ficción y la comedia hundían más que ningún otro género sus raíces en lo sociopolítico. Los dos primeros porque al proponer realidades que no existían siempre ofrecían lecturas políticas sobre realidades que sí lo hacían. Y el tercero porque para reírse de un objeto, el sujeto cómico siempre adopta una posición ya sea complaciente o crítica sobre el mismo.

Ocurre que la mayoría de sus películas parecían haberse mantenido en el culto por abrazar el cine de género de forma tan directa, oficiosa y -por momentos-, absolutamente genial. Su cine y su perspicaz voz no saltó al mainstream reconocido hasta el estreno de "Rompenieves" -de la cual TNT prepara una adaptación en formato serie- y "Okja" -una de las últimas películas de Netflix en competir en Cannes-. Ambas, instrumentos nada sutiles de una crítica al capitalismo deshumanizante.

Con "Parásitos", sin embargo, el realizador surcoreano logra un delicadísimo equilibrio entre su vocación de hacedor de películas ante todo aplicadas en lo lúdico, con la mordaz crítica que ha sustendado su carrera. Y esa armonía produce una de las películas con más enjundia y más divertidas del año.


Vivimos en una sociedad

Su debut, "Perro ladrador, poco mordedor" (2000), ya planteaba retorcidos gags resultado de encontronazos entre vecinos de una comunidad con distintas concepciones sobre lo que importa y lo que no. "Memories of Murder" (2003), por ahora su mejor película, abundaba en lo complejo de superar un trauma colectivo y enfrentarlo cuando carece de rostro y de culpables.

Con "The Host" (2006) y "Mother" (2009), el realizador se adentraba en las pantanosas aguas del retrato de los inadadaptados -vendedores ambulantes en la primera, familias disfuncionales en la segunda-, ante hechos aparentemente fortuitos y catastróficos siempre generados, de una u otra forma, por lógicas capitalistas.

Y en las antedichas "Rompenieves" (2013) y "Okja" (2017) el retrato social era siempre de evidentes contrastes. En la primera narraba una revolución social en un tren bala en el que los últimos vagones ocupados por las clases más bajas se enfrentaban a los primeros, habitados por una élite que vivía con todas las comodidades que les eran privadas. Y en la segunda, relataba la epopeya de una joven campesina en lucha contra una megacorporación cárnica por la custodia de un cerdo monísimo y gigante.

Bong Joon-ho parece haber reflexionado siempre sobre las consecuencias de un capitalismo desmedido y deshumanizante, que interfiere en las relaciones familiares y afectivas de todos sus ciudadanos, pero se ceba especialmente con quien menos debiera.

De ahí que "Parásitos" se pueda entender como la joya de la corona de su cine: es una síntesis de todas sus consideraciones, aderezada con una dosis extra de mala uva recolectada con buen humor.

La ganadora de la Palma de Oro en Cannes narra la historia de una familia de menesterosos surcoreanos que viven hacinados en un bajo y ganan lo poco que pueden trabajando como dobladores de cartones de pizza para un restaurante de la zona.

Un día, el hijo mayor consigue trabajo como profesor particular de una joven de familia rica. Pronto, la necesidad y la ambición harán que el joven mienta para colocar progresivamente al resto de su familia como trabajadores de la mansión, interfiriendo cada vez más en la vida del clan pudiente. Las cosas, cómo no, terminan por desmadrarse.


La arquitectura de la desigualdad

Justamente en este desmadre es posible rastrear la debilidad principal de una película por lo demás magnífica. El retrato que Joon-ho ofrece de la clase obrera -voz y motor de todos sus relatos- no pretende ser realista. Pero en el camino de convertirles en entidades que soportan los abusos del sistema hasta rebelarse de forma desopilante, media una desproporción que les convierte en caricaturas malignas con las que es muy difícil empatizar. Por muy ocurrentes que resulten.

Dicho lo cual, conviene suscribir que "Parásitos" no pretende ser una crónica pegada a la realidad ni tomarle el pulso a la actualidad política surcoreana. Trabaja el terreno de la alegoría, construyendo una propuesta que alcanza mayor resonancia cuanto más cafre se sabe. Cuánto más libre y desproporcionado resulta lo narrado.

Juega así a un baile de máscaras en el que la familia protagonista debe interpretar papeles para sobrevivir: debe ejercer la pantomima para parecer remilgados, y así ser aceptados en la esfera pija en la que pretenden encajar. Como de una forma u otra hacemos todos.

Encajar como sirvientes, eso sí. Porque ese es otro debate que habita el laureado filme: el único objetivo de la clase obrera es progresar, pero este progreso conseguido con malas artes no tiene por qué conducir a una subversión del orden establecido.

Lo más interesante, con todo, es la absoluta perspicacia con la que Joon-ho plantea estos debates. "Parásitos" es un fascinante estudio del espacio y las formas mediante las que operan la desigualdades más crudas. Un exquisito fresco de fuertes contrastes que se antoja tan cruel como ingenioso.

La mansión de la familia para la que los protagonistas empiezan a trabajar se vuelve escenario perfecto de la contienda por el poder, al tiempo que se enmarca en un país que, según Joon-ho, está con el agua al cuello.

En "Rompenieves", la lucha por una mejora de condiciones materiales se daba no de abajo arriba, sino de atrás hacia delante. En "Parásitos", la batalla plantea la conquista de espacios, figurados y no figurados, y en todas direcciones. Por mucho que el fin justifique los medios.

Así, el realizador consigue convertir "Parásitos" en una elegante estampa sobre la arquitectura de la desigualdad. Una que mantiene al 99% de la población en sótanos en los que abundan los trastos, los secretos y el servilismo y donde rara vez alcanza a llegar un rayo luz. Mientras un 1% pasea por espacios diáfanos en los que deslumbra el sol, se respira el aire limpio y en los que, mal que nos pese, sí es oro todo lo que reluce.

Roberto R. Aramayo, en "¿Quiénes son los verdaderos ‘parásitos’? La ganadora de los Oscar y la lucha de clases", en Spanish Revolution, el 17 de febrero de 2020, escribió:

"Parásitos", la gran ganadora de la noche de los Oscar, es una original parábola sobre la la lucha de clases. El largometraje surcoreano ha hecho historia en los premios de la Academia del Cine de Hollywood con cuatro premios, entre ellos el de mejor película dos veces (como película internacional y como mejor película de la propia industria estadounidense). Pero más allá de sus cualidades cinematográficas, que son muchas, merece la pena detenerse a analizar el mensaje que oculta su guión.

Se trata de un tema que se padece por doquier y nos confronta con el fenómeno de la globalización: la brecha social entre la opulencia y la miseria. Al ir extinguiéndose la clase media, los contrastes tienen lugar entre gente harto adinerada y otra con recursos muy limitados. En su exploración de esta relación entre los que tienen demasiado y los que tienen demasiado poco, "Parásitos" enlaza con algunas películas y series del pasado y con ideas que nos llevan hasta la Revolución Francesa.


Upstairs, Downstairs

En la película de Bong Joon Ho, ambos mundos, el adinerado y el de escasos recursos, entran en contacto a través de una relación laboral. Como estos últimos acaban trabajando para los primeros, podríamos decir que nos encontramos también ante una especie de Arriba y abajo convenientemente actualizada.

La famosa serie británica retrata toda una época. Nos hace ver cómo los empleados domésticos defienden escaleras abajo idénticos valores que quienes habitan arriba de la escalera. E incluso reproducen una escala social harto jerarquizada en sus dominios de la planta baja. Bajo el mando del mayordomo y el ama de llaves, quedan el chófer, la cocinera, las doncellas y los lacayos. El primero preside las colaciones e imparte disciplina o dispensa felicitaciones y ascensos.


El olor de la pobreza

El genial director surcoreano traslada ese argumento a nuestros días. Nos plantea, dejándolo a juicio de cada espectador, una pregunta clave: ¿Quién es en realidad el que merecería el calificativo de parásito social? ¿Esa familia que sobrevive a duras penas en medio de la penuria, aprovechándose de la credulidad de otros más afortunados? ¿O el empresario que gana dinero a espuertas, manteniendo a su mujer y a sus hijos en un limbo completamente ajeno al mundo real? Un personaje que, además, desprecia cuanto queda fuera de su burbuja, hasta el punto de que le huele mal.

Este detalle del hedor de la miseria se apunta en varias ocasiones y alcanza todo su protagonismo al final. Como nos advierte Adela Cortina con su concepto de aporofobia, no tememos al extraño salvo si está contaminado por la pobreza. Y, tras visionar "Parásitos", cabe añadir que los pobres pueden resultar ofensivos incluso para nuestro sentido del olfato.


"El sirviente" de Joseph Losey

El comienzo de este largometraje surcoreano nos hace recordar la magnífica cinta de Joseph Losey "El sirviente". En ella, una pareja se hace pasar por hermanos para engañar a su empleador. Ahora, en el guión de Bog Joon-ho, son dos hermanos los que fingen ser novios y luego llevan a sus padres como empleados domésticos de una misma familia con grandes recursos económicos. A partir de ahí todo cambia. No en vano le han premiado con el mejor guión original.

El aristócrata de Losey se ve seducido por la doncella y acaba esclavizado por ella, en teoría la sirviente. En el caso de "Parásitos", la adolescente adinerada se prenda de quien han contratado para darle clases y éste le hace caso por el horizonte de una mejora social. En realidad los indigentes resultan ser muy espabilados y tener amplios recursos. Mientras que los habitantes de la mansión son ingenuos y fáciles de convencer. La necesidad parece aguzar el ingenio. Se pone de manifiesto que no escasea el talento, sino más bien la falta de oportunidades, como bien sabemos en otras latitudes. Al final se da una terrible competitividad entre los desfavorecidos por la fortuna y el tono humorístico de comedia da paso a una inconmensurable tragedia.


Conexión en el retrete

En esta cuidada película de Bong Joon Ho, cada detalle de cada escena cuenta. Las expresiones de la cara, los planos filmados en el interior de un coche, el ventanal de un salón, los entresijos del sótano camuflado. Hay cuadros escénicos memorables que nuestra retina retiene para siempre, como cuando el cuarteto se ve amenazado por un vídeo telefónico y muchos otros que no conviene desvelar.

Especialmente mordaz es la secuencia del comienzo. Aunque no pueden pagar la factura de teléfono, todos los miembros de la familia pobre tienen sus móviles y recorren su húmedo sótano en busca de un wifi en abierto para poder utilizarlos. Esa cobertura la encuentran en el retrete, donde todos deben apiñarse para poder navegar por internet o llamar gratis.


La gran brecha social de una desigualdad globalizada

Quien vea esta película, queda bien motivado para leer a Thomas Piketty. E igualmente para releer el Discurso sobre el origen de la desigualdad de Rousseau. Para no alargarme les remito al tercer capítulo de mi libro Rousseau: Y la política hizo al hombre -tal como es-, titulado "Desigualdad, educación y política".

Bajo los malos gobiernos –advierte Rousseau– la igualdad proclamada por las leyes no pasa de ser aparente e ilusoria. No debería consentirse –nos dice– que un puñado de gentes rebose de superfluidades mientras la multitud hambrienta carece de lo necesario.

Los asertos de Rousseau, precursores de la Revolución Francesa, parecen describir el mundo de hoy, donde la precariedad laboral y la incertidumbre son el horizonte común de una juventud a la que se le hurta poder planificar sus vidas con un trabajo digno. Desde un país muy lejano al nuestro, "Parásitos" aborda este problema compartido. La enorme brecha económica y social que se agrava cada día en todas partes.

Nota Mar Feb 07, 2023 8:44 pm
Ana Useros, en "El olor de los pobres", en El País, el 17 de febrero de 2020, escribió:La noticia cinéfila de la semana es que "Parásitos", una película surcoreana, ha obtenido el mayor galardón cinematográfico de Estados Unidos. Hasta la saciedad se ha comentado que es la primera vez que una producción con diálogos en una lengua diferente a la inglesa se ha impuesto a los pesos pesados de la industria más poderosa del mundo. Aún es pronto para saber si esto será un hecho aislado o un síntoma de una tendencia nueva, así como para saber de qué tendencia hablamos, aunque seguramente tendrá algo que ver con la nueva hegemonía propiciada por las plataformas globales de producción y distribución por streaming. El año pasado, otra película “extranjera” (ahora se ha cambiado oficialmente la denominación a película “internacional”), "Roma", centrada en una trabajadora doméstica sumisa y sufriente, subyugada por la familia rica a la que sirve, estuvo a punto de ganar ese premio. Es tentador señalar el paralelismo y forzar ligeramente la metáfora, pues los personajes de "Parásitos" acceden al universo codiciado de la clase alta (¿Hollywood?) por la puerta de servicio, si bien lo hacen con una actitud completamente opuesta.

Esa actitud, ese descaro, es sin duda una de las causas por las que, a diferencia de la película de Cuarón, al hablar de "Parásitos" la crítica mencione no solamente la enorme desigualdad social y la división de clases, sino esa expresión casi proscrita: “lucha de clases”. Y sin embargo poco tiene que ver "Parásitos" con la reivindicación colectiva de un mundo diferente y sí tiene mucho que ver, en cambio, con otra venerable tradición social, con ese impulso individual(ista) por medrar, por integrarse en una clase social superior y disfrutar de sus privilegios, lo que de toda la vida se ha llamado arribismo.

La coincidencia de una sociedad industrializada y de una cultura obsesionada no solamente por la clase social, sino por los signos externos de pertenencia a esa clase, propició que la figura del arribista tuviera su representación más sólida en la literatura anglosajona a partir de la segunda mitad del siglo XIX. La desazón social producida por la revolución industrial tuvo primero en Dickens a un cronista del movimiento inverso, del desclasamiento, de la súbita caída en la pobreza por razones fuera del control de sus personajes (David Copperfield, La pequeña Dorrit, los protagonistas de Casa desolada). Cuando Dickens retrata a un arribista, como Pip en Grandes esperanzas, lo hace con tal ternura que apenas nos atrevemos a darle ese apelativo, y su ascensión por la escala social está tan fuera de su control como el descenso por la misma escala de los otros personajes. Totalmente opuesto es el otro gran personaje arribista de la primera época victoriana, el Barry Lyn­don de W. M. Thackeray, este sí, cínico y calculador.

A medida que los ejércitos de mano de obra asalariada invaden los cinturones urbanos, el temor a contaminarse por la irrupción de esa humanidad que la clase alta conceptualiza como impenetrable y animal adopta varias formas literarias, desde el mito de Frankenstein (que Franco Moretti dice que simboliza el miedo de la burguesía hacia el proletariado) hasta la novela policiaca, que nace como género en ese momento. Y la fascinación, surgida del temor y la curiosidad, alimenta la figura del arribista, un hombre del pueblo con talentos excepcionales (por supuesto, todo talento de un proletario, campesino, etcétera, será excepcional por definición), que aspira a ocupar un lugar que no le corresponde por nacimiento (como Jude el oscuro, de Thomas Hardy).

Esa fascinación se codifica a menudo como erótica: el arribista ingresa en la clase alta mediante una relación sexual con una mujer a la que seduce, no por su adecuación a los nuevos códigos, sino por sus “errores”. El ejemplo clásico es Una tragedia americana, de Theodore Dreiser, lo que nos recuerda que la novela estadounidense hereda este tema del arribismo y lo resitúa en la gran burguesía industrial, en lugar de la aristocracia.

En este mundo incierto, en el que un huérfano como Heathcliff puede acabar siendo el dueño de Cumbres Borrascosas, se vigilan continuamente las marcas culturales de la pertenencia a una clase. Los arribistas están en riesgo permanente de ser descubiertos, ridiculizados o expuestos. Los delata su piel morena, sus modales toscos, las patadas a la gramática (el protagonista epónimo de Martin Eden), la pronunciación incorrecta del alemán (Leonard Bast en "Howards End"), la ropa desgastada o inadecuada.

Los protagonistas de "Parásitos", ayudados por la tecnología moderna y por la permeabilidad moderna de las costumbres, son prácticamente infalibles y no cometen ninguno de los errores de sus predecesores. Solo su olor corporal los delata, el “olor a pobre”, como se define sucintamente en la película, sin ninguna referencia a sus connotaciones de enfermedad, falta de higiene, hacinamiento. No solamente es un “error” imposible de subsanar, sino que probablemente sea el único error que nunca será un instrumento de seducción. Impedirá la integración perfecta de los perfectos arribistas, lo que no desencadenará una lucha de clases, pero sí una masacre colectiva.

Enraizada en la tradición cinematográfica y literaria del arribista o del trepa, "Parásitos" se separa de películas claramente emparentadas con ella, como "El sirviente", de Joseph Losey, porque no trata de un “trepa”, sino de varios. El que todos los miembros de la familia se sumen uno a uno a la trama es una de las claves del humor de la película y de la incomodidad que suscita. Da la sensación de que podrían multiplicarse hasta el infinito, de que cualquier persona, pariente o no, podría participar con la misma destreza en el engaño. Y eso quizá sea lo más subversivo y novedoso de la película. En el relato clásico, un arribista individual trata de alcanzar una posición que admira. Para ello debe imitarla con su talento, y esa imitación es el mejor elogio y legitimación posible del orden social. La suerte del arribista se justifica por una meritocracia que a su vez ratifica los valores que sostienen la jerarquía. Bien decía Orwell que no se creería nunca a nadie que dijera admirar a la clase obrera hasta que no lo viera adoptar los modales del proletariado en la mesa.

Si cualquiera puede imitar el objeto de deseo y si la diferencia entre el original y la copia es algo tan intangible como un olor que solo perciben los privilegiados, la exclusividad y el aura se devalúan. Eso podría conducir, como soñaba Walter Benjamin, a un cambio social radical. Pero, por mucho que la crítica la invoque, si la lucha de clases no está presente, esa devaluación quizá sea solamente un síntoma más de la nueva hegemonía audiovisual.


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