Miguel García Vega, en "Hildegart, la hija imperfecta", en El Blog Insostenible, el 20 de mayo de 2012, escribió:El 9 de junio de 1933, Aurora Rodríguez Carballeira le mete cuatro balazos a su hija Hildegart mientras dormía. Tres en la cabeza y uno en el corazón. No es un asesinato cualquiera, es un escándalo que conmociona a la España efervescente de la
II República.
La víctima fue bautizada como Hildegart Leocadia Georgina Hermenegilda María del Pilar Rodríguez Carballeira (1914-1933), aunque ha pasado a la pequeña historia de España simplemente como Hildegart, nombre escogido por la madre porque, según ella, significa “jardín de la sabiduría”, aunque nadie más esté de acuerdo con tal afirmación. Hildegart había sido una niña prodigio: aprendió a escribir con tres años, con ocho hablaba ya varios idiomas, siendo diplomada en inglés, francés y alemán. A los 11 años impartía conferencias sobre
sexualidad y
feminismo, temas en las que se convirtió en una de las voces más autorizadas del país. Se licenció en Derecho con 17 años y cuando murió, un año más tarde, estaba estudiando Medicina. Todo esto siendo mujer en la España de 1933, un verdadero erial cultural (salvo una destacada crema intelectual y artística) y un país ferozmente machista. Por su conocimiento en idiomas, además de por su talla intelectual, fue traductora y mantuvo relación con personalidades como
Havelock Ellis y
H.G. Wells, y era la sensación de los salones intelectuales del Madrid prerepublicano.
Hildegart fue también figura política. Militó en las
juventudes socialistas, hasta que sus críticas a la dirección hicieron que se separase (se va y la echan a la vez) del PSOE, declarándose “marxista sin partido” y enemiga del “socialenchufismo” del que culpaba a los dirigentes socialistas.
Es también (no olviden su edad, por favor) una de las principales personalidades del feminismo español y una de las pioneras en el campo de la sexología, escribiendo varios libros sobre el tema. Junto al doctor
Gregorio Marañón funda la
Liga para la Reforma Sexual Española, movimiento que aboga por la emancipación de la mujer en todos los órdenes. Preconiza la libertad sexual y el derecho de la mujer a gozar del sexo al igual que el hombre. La paradoja es que todos sus conocimientos sobre el tema son teóricos ya que su madre, perro guardián, desprecia “el placer animal de la carne” y le impide tener relaciones. Hildegart defiende una sexualidad libre pero vive como una dama victoriana. Por eso Havelock Ellis la bautiza como La Virgen Roja.
Produce vértigo relatar toda la actividad de una vida truncada a tan tierna edad. Hildegart fue, en poco tiempo, un montón de cosas. Pero, sobre todo, Hildegart fue un ‘experimento fallido’.
La directora del experimento es su madre, Aurora Rodríguez Carballeira. Pongámonos en situación. En los primeros años del siglo XX el feminismo moderno vive una ola de agitación que nace en Gran Bretaña y Estados Unidos y se extiende al resto de Europa. En España, aunque con menos fuerza, surgen figuras como
Margarita Nelken,
Teresa Claramunt,
Clara Campoamor o
Victoria Kent. En 1918 se crea la
Asociación Nacional de Mujeres Españolas y en 1921 tiene lugar en Madrid la primera manifestación callejera en favor del sufragio femenino. Ni quiero imaginar lo que diría
La Razón de la época de esas perroflautas. Pero a lo que vamos, que me pierdo en el presente.
Eugenesia, la mejora de la razaTambién están de moda las ideas
eugenésicas, la mejora de la raza humana por métodos científicos para conseguir un mundo mejor. Por aquel entonces, dichas ideas seducen tanto a la derecha (por ejemplo,
Winston Churchill) como a determinados círculos socialistas y anarquistas. Dichas ideas recibirán más tarde su sentencia de muerte al ser adoptadas y
llevadas a la práctica por los nazis con los resultados conocidos.
En ese ambiente vive Aurora Rodríguez Carballeira, una gallega de familia adinerada que se establece en Madrid. La mujer se relaciona en los ambientes culturales, con ideas muy avanzadas para la época y una amplia educación recibida en casa, ya que nunca estudió oficialmente. Sus lecturas de los socialistas utópicos y las teorías eugenésicas de moda hacen un cóctel revolucionario en la cabeza de Aurora del que extrae una clara conclusión: ella va a salvar al mundo. ¿Cómo? Concibiendo y educando el nuevo prototipo humano que conduciría a todos a un orden social superior.
Pepito ArriolaEl experimento empieza con su sobrino,
Pepito Arriola, al que su hermana Josefa (16 años, soltera y sin compromiso) había tenido por accidente. La educación intensiva de Aurora, la hermana mayor, consigue hacer de él un niño prodigio virtuoso del piano. Con 3 años, cuando todavía no sabía leer, toca en el
Palacio Real de Madrid ante el rey unas composiciones propias. Deja a todos boquiabiertos, la reina madre lo apadrinará y pagará sus estudios musicales. Así que Pepito (que coge su apellido artístico de un abuelo) y su madre Josefa inician un periplo por Europa, arrebatándoselo a Aurora y dejándole así sin su juguete de cuatro años. Por cierto, Josefa, la madre de Pepito, será diagnosticada años más tarde enferma mental, al igual que su hermana Aurora.
Tras el primer intento fallido, Aurora no se desanima y mantiene su proyecto de crear un ser superior. Esta vez será mujer y lo concebirá ella misma, así no se lo podrán quitar. Tiene relaciones con un medio escritor medio aventurero gallego (al que ella se refiere como “colaborador biológico”) y una vez embarazada se traslada a Madrid, donde da a luz a Hildegart en diciembre de 1914. Ni me imagino qué hubiera pasado si en lugar de ser una niña hubiera tenido un varón. Nada más nacer empieza el martirio de la pequeña Hilde que, según sus propias declaraciones a un periodista, nunca fue niña: “no he tenido infancia, la necesité íntegra para estudiar día y noche”.
Según declaraciones de la asistenta de la casa, Hilde se pasaba el día aporreando su máquina de escribir. “¡Trabaja, hija, trabaja!”, ordenaba Aurora cada vez que se detenía el tecleo, aunque fuera un instante.
Cuando Hildegart sale al mundo Aurora no ceja en su control asfixiante. La acompaña a las conferencias, a la universidad, a entregar sus trabajos en la prensa política de la la época. Además de educadora, Aurora es su mánager. Cuando Hildegart empieza a publicar, su madre inicia una campaña de imagen en varios diarios para dar difusión pública a la figura de su hija, consiguiendo entrevistas y artículos sobre ella.
Es la madre de la artista. Controla especialmente la relación de su Hilde con los hombres. Aurora sentía repulsión por el sexo. Ambas van vestidas casi siempre de negro para evitar el pecado de la coquetería, que podría apartar a Hildegart de su labor sagrada. Aunque, poniéndolo en contexto, ¿qué madre no protegería a una hija de 14 años que se relaciona con hombres mucho mayores que ella? Pero Aurora va más allá, ella vigila que su obra no se eche a perder. Hildegart, a pesar de todo, fue madurando y al final quiso, como cualquier persona de su edad, separarse un poco de la asfixiante vigilancia de su madre. Eso fue lo que la mató. Aurora no podía consentir que su creación tuviera vida propia, era su “muñeca de carne y hueso”, como ella mismo dijo.
Los últimos días de HildegartLos últimos días antes del asesinato son de tensión en el ático de la madrileña calle Galileo en el que viven. La madre, literalmente, la encierra bajo llave, cortándole incluso el teléfono para que no se comunique con el exterior. Cada vendedor ambulante que toca a su puerta le parece a Aurora un espía, todo es una conspiración contra su obra. Aurora está en una tremenda crisis esquizofrénica y tiene una pistola para defenderse. Lloros, gritos, discusiones durante casi una semana. Al final Aurora accede a que su hija se mude a casa de una amiga de la familia.
Pero el 9 de junio, cuando amanecía en Madrid, algo acaba de girarse en la cabeza de Aurora Rodríguez. Entra en el cuarto de su hija, que duerme, y la mata de cuatro disparos. ¿La razón? Hay quien afirma que su hija se había enamorado de un hombre, tabú entre los tabúes de Aurora. La teoría más extendida es que simplemente la hija maduraba y no veía ya el mundo con los ojos de su madre, que quería vivir su propia vida. Eso la llevó a la muerte. Personalmente, la inestabilidad mental creo que es una buena explicación para que Aurora matara de cuatro tiros su sueño, el proyecto al que había dedicado todas sus energías durante tantos años.
¿Sufrió Aurora al tener que hacerlo? Los que han estudiado el caso afirman que Aurora nunca quiso a su hija, era simplemente su obra. Tal vez
Miguel Ángel quiso más a su David que Aurora a Hildegart. Acto seguido de los disparos Aurora se pone su abrigo en pleno junio y acude a ver a su abogado; después se presenta en comisaría confesando el crimen y declarando que no estaba loca.
Durante el juicio,
prime time en la época, se muestra fría y altiva, en ningún momento se arrepiente del crimen: “le metí cuatro balazos en el cuerpo. Con uno hubiera tenido bastante, los otros tres me los podría haber dado yo. Decidí lo contrario. Yo necesitaba vivir, necesitaba vengarme de tanto hombre canalla y por otra parte continuar la obra de Hildegart. La maté conscientemente, estoy contenta de lo que hice. Vivo feliz, quiero ser vituperada y no compadecida”.
Batalla política en el estradoEl evidente desequilibrio mental de Aurora queda supeditado a una lucha política en el que los sectores más derechistas quieren demostrar que el crimen es el resultado de las perniciosas teorías socialistas de madre e hija. Hildegart había realizado una destacada labor política desde posiciones socialistas radicales, cercanas al
anarquismo. Así, el juicio es usado por las portadas más afines al gobierno derechista del momento para hostigar a la izquierda. El proceso se convierte en palestra de la batalla política. El psiquiatra de la fiscalía,
Vallejo Nájera, dictamina que Aurora está perfectamente cuerda y que la culpa está en sus ideas socialistas. Inciso: el señor Nájera Lobón fue aquel eminente psicólogo que buscaba el gen rojo, ya que su teoría era que el
marxismo se nutría de personas mentalmente inferiores. Los psiquiatras de la defensa, de corte progresista, usan las técnicas más avanzadas (como el
test de Rorschach) y dictaminan que es una enferma esquizofrénica. Triunfan las tesis de la fiscalía y se le condena a 26 años y ocho meses de reclusión.
Una vez en la cárcel sus delirios continúan. En su megalomanía Aurora declara que allí va a reformar el sistema de prisiones. Los problemas que crea en la cárcel su temperamento violento y su creciente paranoia acaban por validar el diagnóstico de los psiquiatras de la defensa. Declarada enferma mental es trasladada al manicomio de
Ciempozuelos, donde morirá completamente perturbada y sola en 1955. Es enterrada en una fosa común.
Libertad y posesiónHildegart muere con 18 años dejando una gran cantidad de artículos, libros y una intensa labor política y propagandística. Una especie de fenómeno, una joven admirada y brillante que iba a significar la llegada de la mujer moderna pero que nunca pudo realizarse porque su madre no se lo permitió. La paradoja es que su madre la educó en la idea de que la mujer moderna debía vivir sin depender de nadie pero la mató cuando Hildegart se proponía dejar el nido. “Actué como una gran artista que destruye su obra si le place porque un rayo de luz se la muestra imperfecta. Así hice con mi hija. Yo la había plasmado, era mi obra”.
El pensamiento público de Hildegart (no sabemos hasta qué punto influenciado por su madre) está ampliamente documentado; lo que ella pensaba y sentía en privado no lo sabemos, aunque podamos imaginar su sufrimiento, sobre todo hacia el final de su corta vida. De esa relación simbiótica entre madre e hija solo conocemos la versión de Aurora, la verdadera Hildegart no ha dejado de ser una sombra.
Es la historia, llevada al extremo, de la soberbia y paranoia de una madre controladora y la inocencia y el despertar de una hija que vivió su corta vida por delegación. La verdad es que después de darle vueltas no puedo decidirme sobre cuál de los dos personajes es más trágico y a la vez más interesante.