RebeldeMule

El camino de la fuerza y de la belleza (1925)

Largometraje documental, corto documental, reportaje, documental sonoro (no importa el formato)... ya sea en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
El camino de la fuerza y de la belleza
Wege zu Kraft und Schönheit - Ein Film über moderne Körperkultur
Nicholas Kaufmann, Wilhelm Prager (Alemania, 1925) [100 min]


IMDb
(wikipedia | filmaffinity)


Sinopsis:

    [fuente; traducción propia] El cuerpo perfecto es objeto de culto. Esta película fomenta la disciplina física y muestra, en estilizadas secuencias documentales, pormenores de la higiene física, la gimnasia, el deporte y el baile, así como escenas en las que figurantes recrean a deportistas de la antigüedad [grecolatina] posando desnudos.

Comentario personal:

    Ejercitar el cuerpo es requisito para una vida saludable. En soledad y en grupo, fundamental. Sobreexigirle, como hace por ejemplo el deporte de élite, no es saludable, es una forma de maltrato físico y desemboca a menudo en lesiones. No obstante, allá cada cuál, hay gente que disfruta probando sus límites, o contrastando con los límites de otros; un juego. Pero si ese juego se malgasta en jerarquizar socialmente a los sujetos que lo practican respecto a quienes no lo practican, y también entre ellos, hemos violado la delgada línea roja de la salud social. Este documental eleva a aspiración universal a los sujetos que han decidido forzar sus propios límites, y lo hace en el marco de unas relaciones sociales, las capitalistas, donde la competición incrementa la producción y la producción depende de los sujetos producidos por ella (los trabajadores).

    Es un lugar común que los fascismos y los liberalismos no guardan relación entre sí, que el fascismo alemán rompe la República de Weimar para decretar una realidad completamente nueva. En "¿Vencedores o vencidos?" ya vimos que eso se sostenía muy mal. No sólo nosotros lo pensamos, tampoco Leni Riefenstahl veía clara esa discontinuidad. Ella participó como actriz en este docu liberal con la misma naturalidad con que más adelante lo hará en el enaltecimiento fílmico de los cuerpos arios. Son distintas ejecuciones del mismo fin. El fin es siempre un cuerpo productivo. ¿Qué es un cuerpo productivo? Pues el que mejor se acopla a la cadena de producción. La cadena que ensambla los productos requiere, tanto de la máquina como del componente humano, cada vez mayor fortaleza, mayor velocidad y mayor precisión para soportar una demanda indefinidamente creciente. Ya hoy con la "sociedad del rendimiento" consolidada, con la moda y sus cánones como signo de estatus del mayor celo, no se puede dudar acerca de qué cuerpos, qué fuerza, qué belleza estaban celebrando Kaufman, Prager y Riefenstahl. El ideal contemporáneo que atormenta mayoritariamente a mujeres no ha existido siempre, parte del XIX y se consolida en este momento.

    / Me acuerdo de un papafrita que le dijo ¡en conferencia universitaria! a la generación previa a esta de la UJCE que había que ser normal, y que ser normal era ser los mejores en todo (ligando, jugando al fútbol, estudiando), y no unos bichos raros. «Ganar, ganar, hay que ganar». El napoleón de la new left. Papafrita no. Hay más calidad humana en un saco de patatas.

Román Gubern, en Historia del cine, ed. Anagrama, 2014, escribió:[...] "El camino de la fuerza y de la belleza" ("Wege zu Kraft und Schonheit", 1925), de Wilhelm Prager, en donde más que exaltar la belleza del desnudo humano parece querer reafirmarse la superioridad biológica de la orgullosa raza indoeuropea. Son películas que anuncian, aún sin quererlo, los tiempos de Buchenwald, Auschwitz, Dachau y Belsen.


Ficha técnica


Intervenciones / reparto:


Idioma original: Alemán (silente)





Secuencias






HDTVRip 720p VO - MKV [3.29 Gb] (fuente)
detalles técnicos u otros: mostrar contenido
General
ID única : 200943056029561926928800271123821225908 (0x972C39913CDA655780E8448B059DE7B4)
Nombre completo : Wege zu Kraft und Schönheit (Nicholas Kaufmann & Wilhelm Prager 1924)HDTVRip PdB.mkv
Formato : Matroska
Formato de la versión : Version 4
Tamaño de archivo : 3,29 GiB
Duración : 1 h 52 min
Tasa de bits general : 4 193 kb/s
Fecha de codificación : UTC 2017-09-20 13:33:37
Aplicación de codifición : mkvmerge v14.0.0 ('Flow') 32bit
Librería de codificación : libebml v1.3.4 + libmatroska v1.4.5

Vídeo
ID : 1
Formato : AVC
Formato/Info : Advanced Video Codec
Formato del perfil : High@L4.1
Ajustes del formato : CABAC / 5 Ref Frames
Ajustes del formato, CABAC : Sí
Ajustes del formato, RefFrames : 5 fotogramas
ID códec : V_MPEG4/ISO/AVC
Duración : 1 h 52 min
Tasa de bits : 3 999 kb/s
Ancho : 960 píxeles
Alto : 720 píxeles
Relación de aspecto : 4:3
Modo velocidad fotogramas : Constante
Velocidad de fotogramas : 25,000 FPS
Espacio de color : YUV
Submuestreo croma : 4:2:0
Profundidad bits : 8 bits
Tipo barrido : Progresivo
Bits/(píxel*fotograma) : 0.231
Tamaño de pista : 3,14 GiB (95%)
Librería de codificación : x264 core 148 r2744 b97ae06
Opciones de codificación : cabac=1 / ref=5 / deblock=1:-1:-1 / analyse=0x3:0x113 / me=hex / subme=8 / psy=1 / psy_rd=1.00:0.15 / mixed_ref=1 / me_range=16 / chroma_me=1 / trellis=2 / 8x8dct=1 / cqm=0 / deadzone=21,11 / fast_pskip=1 / chroma_qp_offset=-3 / threads=9 / lookahead_threads=1 / sliced_threads=0 / nr=0 / decimate=1 / interlaced=0 / bluray_compat=0 / constrained_intra=0 / bframes=3 / b_pyramid=2 / b_adapt=1 / b_bias=0 / direct=3 / weightb=1 / open_gop=0 / weightp=2 / keyint=250 / keyint_min=25 / scenecut=40 / intra_refresh=0 / rc_lookahead=50 / rc=2pass / mbtree=1 / bitrate=3999 / ratetol=1.0 / qcomp=0.60 / qpmin=0 / qpmax=69 / qpstep=4 / cplxblur=20.0 / qblur=0.5 / vbv_maxrate=62500 / vbv_bufsize=78125 / nal_hrd=none / filler=0 / ip_ratio=1.40 / aq=1:1.00
Default : Sí
Forced : No

Audio
ID : 2
Formato : AC-3
Formato/Info : Audio Coding 3
Nombre comercial : Dolby Digital
ID códec : A_AC3
Duración : 1 h 52 min
Tipo de tasa de bits : Constante
Tasa de bits : 192 kb/s
Canal(es) : 2 canales
Channel layout : L R
Velocidad de muestreo : 48,0 kHz
Velocidad de fotogramas : 31,250 FPS (1536 SPF)
Modo de compresión : Con pérdida
Tamaño de pista : 154 MiB (5%)
Service kind : Complete Main
Default : Sí
Forced : No





Relacionado:


Nota Dom Abr 09, 2023 11:55 pm
Carlo Frabetti, en "El héroe guerrero: de la horda primitiva al equipo de fútbol", en Jot Down, el 11 de enero de 2022, escribió:El instinto de conservación regula nuestra conducta mediante dos pulsiones complementarias: el hambre y el miedo; la primera nos empuja hacia los alimentos que necesitamos para sobrevivir y la segunda nos induce a protegernos de los peligros que nos acechan. En un mundo doblemente hostil, nuestros remotos antepasados descubrieron una eficaz manera de satisfacer a la vez ambas exigencias: al cazar en grupo provistos de piedras y palos, no solo podían conseguir comida con más facilidad, sino que también eran menos vulnerables ante eventuales ataques de sus depredadores o de sus rivales. Organizar un grupo armado era la mejor manera de acallar simultáneamente las punzadas del hambre y del miedo, y, como todas las fórmulas de éxito, esta estrategia ofensivo-defensiva se consolidó y se difundió rápidamente. Con el tiempo, la primitiva horda de hombres armados de piedras y palos evolucionaría hasta convertirse en un ejército. Y en un equipo de fútbol.

Nuestro afán (tanto individual como colectivo) de poder y riquezas responde a las mismas pulsiones básicas: el hambre y el miedo (sin olvidar el sexo), y los ancestrales referentes del hombre con un palo en la mano y de la horda armada siguen vivos, de manera real o simbólica, en sus sucesores y sus metáforas: el soldado y el atleta, el ejército y el equipo deportivo. El gran arquetipo individual de la cultura patriarcal (es decir, de casi todas las culturas conocidas a lo largo de la historia) es el héroe guerrero (no en vano «protagonista» significa literalmente «primer luchador»); y el gran arquetipo colectivo es el grupo armado, el ejército. Los intrépidos héroes y los gloriosos ejércitos garantizan la prosperidad y la seguridad de las naciones, y todas los necesitan o creen necesitarlos. La primera gran epopeya occidental, la Ilíada, es un canto a la furia de un héroe, y por si cupiera alguna duda nos lo advierte desde el primer verso. Aquiles, Jasón y los argonautas, Roldán, el Cid, D’Artagnan y los mosqueteros, los caballeros jedi… Desde el más remoto pasado hasta el más lejano futuro imaginario, un héroe guerrero y un grupo armado son los referentes arquetípicos de la cultura patriarcal.

De entre los héroes de tiempos remotos que han sobrevivido hasta nuestros días, hay tres que se han abierto paso con fuerza (nunca mejor dicho) en la cultura de masas; son, por orden cronológico: Hércules, el rey Arturo y Robin Hood. Por orden cronológico y también por orden creciente de realidad: Hércules es un semidiós mitológico, Arturo es un rey arquetípico de dudosa existencia y Robin es un personaje folclórico inspirado, con toda probabilidad, en uno o varios proscritos de la Inglaterra medieval.

Los tres héroes son icónica y funcionalmente inseparables de sus armas emblemáticas: la maza de Hércules, la espada de Arturo y el arco de Robin (que, al igual que sus portadores, forman una secuencia significativa, pues representan, respectivamente, la demoledora fuerza bruta, la destreza en la lucha cuerpo a cuerpo y el dominio del ataque a distancia).

Otros héroes más o menos poderosos y más o menos reales han llegado hasta nosotros y sus nombres siguen vivos en nuestra cultura; a los ya citados cabría añadir a Ulises, Perseo, Eneas, Espartaco, Ricardo Corazón de León, Cyrano de Bergerac… Pero el nivel de popularidad del triunvirato Hércules-Arturo-Robin es muy superior al de sus inmediatos seguidores: los tres han protagonizado numerosas películas, series de televisión, cómics, parodias, adaptaciones infantiles… Y los tres han sido fagocitados, reinterpretados y edulcorados por la factoría Disney, la más poderosa e influyente fábrica de chucherías culturales.

Además de sus armas características, Hércules, Arturo y Robin portan sendas capas, no por atípicas menos significativas: una piel de león, un manto real y una capucha, respectivamente. En el caso de Robin, la reducción de la capa a su mínima expresión (la capucha medieval solo cubría los hombros, además de la cabeza) se ve compensada por su relevancia como distintivo, ya que da nombre a su portador (hood significa capucha en inglés).

La capa (como señalé en un artículo anterior) tiene uno de sus antecedentes más claros en la lacerna de los romanos, que los nobles teñían de púrpura para distinguirse de los plebeyos, y que con el tiempo se convertiría en el manto real. Así que, por una parte, es un símbolo de poder y majestad. Por otra parte, la capa es el complemento indispensable de la espada en todo un subgénero de novelas y películas de aventuras que no en vano se denominan «de capa y espada». La simbología de la espada no requiere muchas explicaciones: es el arma por antonomasia, instrumento primordial y emblema del guerrero; y la de la de la capa no es menos obvia: envuelve y oculta, a la vez que protege (a menudo, en cuentos y leyendas, otorga la invisibilidad).

La espada es acción y la capa misterio, los dos ingredientes básicos de toda aventura. Un freudiano diría que la espada representa el falo agresivo y la capa el claustro protector. Y un lacaniano añadiría que la capa «cubre las espaldas» en sentido literal, y por tanto incorpora también, en el plano simbólico, el sentido figurado de la expresión. Por último, pero no menos importante, no hay que olvidar la función ornamental de la capa y su elocuencia cinética: puede desplegarse como la cola del pavo real y ondear al viento como una bandera, magnificando y embelleciendo la figura de su portador. Esto explica la anacrónica presencia de la capa en los uniformes de algunos superhéroes de la cultura de masas, como Superman, Batman o Thor.

Y hablando de superhéroes, no es difícil ver en ellos a los herederos directos nuestros tres arquetipos. Hércules no solo sobrevive en su versión disneyana, sino también en epígonos tan populares como Tarzán o Hulk (por no hablar del cuasidivino Superman, que merecería un capítulo aparte), cuya principal característica es su fuerza sobrehumana. El rey Arturo, su mítica espada Excalibur y sus caballeros de la Mesa Redonda perviven en los jedi y en innumerables héroes del manga y de la fantasía épica. Y Robin Hood es el evidente modelo de Flecha Verde y Ojo de Halcón, pero también de los pistoleros del wéstern y de tantos tiradores infalibles del cine de acción.


La falacia del deportista

Aunque, afortunadamente, el belicismo explícito tiene menos partidarios que antaño, seguimos aceptando con naturalidad, cuando no con alborozo, la grotesca parafernalia marcial. «Quienes disfrutan en un desfile militar solo por error han recibido un cerebro: con médula espinal habrían tenido bastante», decía Einstein. Y Cyrano deploraba que llevar colgada del cinto una espada, un instrumento de muerte, fuera un signo de distinción. Sin embargo, la gente sigue acudiendo en masa a los desfiles, y los militares siguen luciendo con orgullo sus anacrónicos sables.

Pero, más que de los guerreros propiamente dichos, el belicismo de la sociedad actual se nutre de sus sucedáneos: las estrellas del deporte y los grandes equipos deportivos, que libran sus incruentos combates para satisfacer (y alimentar) la agresividad latente de millones de espectadores. Y en este terreno (en el «terreno de juego»), la batalla dialéctica de la razón contra el mito aún está por librar. La patraña del «espíritu olímpico» ha calado tan hondo que la supuesta «nobleza» del deporte agonístico se ha convertido en algo incuestionable. Y, sin embargo, el deporte, tal como hoy se entiende y se practica, es belicismo sublimado, belicismo mitificado, es decir, convertido en mito, en mito justificador y sustentador de nuestra desdichada cultura.

Se supone que el deportista es el paradigma del hombre sano, cuando en realidad el deporte solo es sano si es puro juego profiláctico, si no tiene más objetivos que la diversión y el ejercicio. El deportista que se esfuerza hasta la extenuación para derrotar a un adversario o superar una marca, para llegar más alto, más lejos o más deprisa que los demás, es un enfermo, un pervertido, el pervertido emblemático de una sociedad perversa. Por eso se habla tanto de «juego limpio»: porque el deporte competitivo es el más sucio de los juegos. En nuestra atribulada sociedad, la vida consiste en competir para tener, en vez de colaborar para ser, y el mito del deporte santifica la competencia, la lucha sin cuartel por la superioridad y el poder. El tan cacareado espíritu olímpico es, en última instancia, tan aberrante como el ardor guerrero; si «lo importante es participar», como reza la hipócrita consigna, ¿por qué los deportistas de élite se esfuerzan tanto por ganar, hasta el extremo de arriesgar su salud e incluso su vida?

Los cazadores ancestrales no tuvieron elección: la escasez de alimentos los empujó a formar manadas de feroces depredadores; de ahí a la exaltación de la violencia y de la camaradería agonística no había más que un paso, y era inevitable que lo dieran. Pero ya va siendo hora de que demos el siguiente.


Volver a Filmoteca de no ficción

Antes de empezar, un par de cosas:

Puedes usar las redes sociales para enterarte de las novedades o ayudarnos a difundir lo que encuentres.
Si ahora no te apetece, puedes hacerlo cuando quieras con los botones de arriba.

Facebook Twitter
Telegram YouTube

Sí, usamos cookies. Puedes ver para qué las usamos y cómo quitarlas o simplemente puedes aceptarlo.