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Stonewall (Roland Emmerich, 2015)

Corto, medio, largo, serie, miniserie (no importa el formato)... en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Stonewall
Roland Emmerich (EE.UU. de América, 2015) [123 min]


IMDb
(wikipedia | filmaffinity)


Sinopsis:

    [propia] EE.UU., 1969. Daniel Winters estaba enfilado hacia un futuro prometedor. Clasemediano en el Medio Oeste, en una ciudad de provincias en la que "nunca pasa nada", hijo del entrenador de fútbol del instituto y de una "mujer de su casa", buen expediente y con un pie en la elitista Universidad de Columbia, en Nueva York, para asegurarse no sólo la reproducción, sino la promoción social. ¿Cómo es posible que haya terminado en Christopher Street, en el desaconsejable Greenwich Village, barrio de renta baja para homosexuales, artistas "à la bohème", disidentes políticos, profesionales del delito y otros grupos desechados?

Comentario personal:

    Pretende ser una recreación microsocial del momento histórico en el que se disparó el motín LGBT más icónico de la memoria colectiva euroestadounidense, la revuelta de Stonewall; punto de inflexión simbólico por el que el movimiento acusaría patente como vector de pleno derecho del ciclo del 68.

    La película es una espectacularización superficial de los hechos (Roland Emmerich al volante); mal narrada, políticamente cazurra y sistémicamente integrada. En su favor, tiene un buen arranque en la sociología de barrio y de adolescencias lgbt atormentadas que se esfuma en su meridiano, pero servirá de aliento a quien pelee en su Kansas particular. Y eso ya es algo.

Francis Riena Corbacho, en "De Stonewall a Mérida", en El Salto, el 27 de junio de 2018, escribió:[...] Los años de la contracultura terminaron en Norteamérica con las revueltas (Stonewall, 1969) que pusieron fin al ataque sistemático de la policía (en connivencia con el Gobierno y las autoridades públicas) contra la comunidad LGTBI+ en la primera respuesta del colectivo como sujeto político.

En "La Policía de Nueva York se disculpa por primera vez por la redada de Stonewall", en Público, el 7 de junio de 2019, se escribió:[...] La policía irrumpió el Stonewall, una taberna de Greenwich Village, a primera hora del 28 de junio de 1969. En ese momento, la homosexualidad estaba tipificada como delito y la mayoría de los bares gay, incluido el de Stonewall, eran regentados por el crimen organizado. Los clientes del bar se defendieron esa noche y varios días después, lo que llevó a manifestaciones sin precedentes de los derechos de las personas lesbianas, gays, bisexuales y transgénero (LGBT). Los activistas conmemoraron el primer aniversario de la rebelión de Stonewall con lo que llamaron el Día de la Liberación de Christopher Street, comenzando una tradición anual de orgullo gay que ahora se celebra en todo el mundo.

En "'Stonewall': donde nació el Orgullo", en Infolibre, el 10 de agosto de 2016, se escribió:[...] En 2006, el guionista, productor y director –un conocido activista gay–, donó 150.000 dólares para el Legacy Project, una campaña dedicada a la preservación del cine homosexual en EEUU, para el cual llevó a cabo numerosas campañas con el fin de recaudar fondos –como la que llevó a cabo en su propia casa para apoyar la primera candidatura de Hillary Clinton al Partido Demócrata–. Finalmente, su compromiso le llevó a rodar esta narración sobre el acto de rebelión de la comunidad queer que se convirtió el inicio del Orgullo.

[...] A pesar de que el local de ambiente estaba situado en pleno corazón de Nueva York, la película se rodó en Canadá, donde se construyó toda la localización y se recreó el Greenwich Village inspirado en la década de los sesenta.

[...] El estreno del primer tráiler de la proyección levantó crispación en Internet, cuyos usuarios incluso llamaron a un boicot. Las principales críticas hacían alusión a que el epicentro de la historia del movimiento era el personaje de Danny Winters, que además aparece en la película lanzando el primer ladrillo a la fachada del local al que le sigue la revolución, y que no representa, según los detractores, el liderazgo real que tuvo esta. A partir del tráiler se iniciaron campañas en la red que pedían firmas para exigir a la industria cinematográfica una visión certera del hito histórico, y que se lleve a cabo otra producción que reconozca el papel que la comunidad trans y afroamericana tuvieron en esa lucha.

Otras quejas también apuntaban a que algunos de los protagonistas de la película son personajes ficticios –con excepción de Ray Castro, en el que se basa de manera muy libre el personaje de Ray, y Marsha P. Johnson, activista transgénero reconocida como la que comenzó el enfrentamiento la noche del 28 de junio–, algo que consideraban innecesario cuando podrían haber incluido a líderes reales de la revuelta como las activistas transexuales Tammy Novak o Sylvia Rivera, que cumplieron un papel primordial.


Ficha técnica


Reparto:


Idioma original: Inglés.





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General
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Nota Mié Ene 03, 2024 9:21 pm
Álvaro Sánchez Castrillo, en "La redada policial que despertó el Orgullo Gay", en Infolibre, el 21 de agosto de 2015, escribió:¿Qué pasó?

“La multitud comenzó a agarrarse de la mano, según dijeron testigos oculares. Entonces, sin previo aviso, Queen Power explotó con toda la furia de una bomba atómica gay”. Con estas palabras relató en su crónica el periodista Jerry Lisker, del diario The New York Daily News, los disturbios ocurridos en el pub Stonewall Inn, situado en el barrio neoyorquino de Greenwich Village, aquella noche del mes de junio de 1969. Entre una lluvia de ladrillos y monedas, lanzadas contra los agentes de policía, esta revuelta marcó el inicio de la lucha del movimiento LGTB en Estados Unidos. Empezaba en el país una dura batalla por la igualdad de lesbianas, gais, transexuales y bisexuales.


¿Cuándo pasó?

Sobre la 1.20 horas del 28 de junio de 1969, varios policías accedieron al bar Stonewall Inn, un pub situado en el número 53 de la calle Christopher Street en el que se reunía parte de la comunidad homosexual neoyorquina. Una vez dentro encendieron las luces, pararon la música y ordenaron a los clientes a ponerse en fila para ir identificándoles. Parecía que la redada —constantes en los lugares donde se reunía la comunidad LGTB— iba a transcurrir con normalidad, que entregarían su documentación a los agentes y se irían del bar sin resistencia, como hasta entonces. Pero aquella vez no. La gente se negó a identificarse y rechazó categóricamente irse de la zona en la que se encontraba el local.

Así, en poco tiempo se fue concentrando frente al pub más de un centenar de personas, algunos de ellos viandantes que se acercaron a la puerta del bar impresionados por despliegue policial. La tensión fue aumentando por segundos. El trato a una muchacha por parte de los agentes, que la acababan de sacar del Stonewall Inn y se la llevaban detenida, desató la ira de la muchedumbre, que lanzó ladrillos y trató de volcar el furgón policial.

De pronto, la masa enfurecida empezó a quemar contenedores y a intentar entrar en el local donde continuaba la redada. Cuarenta y cinco minutos después de la entrada de la policía en el pub, la muchedumbre accedió al Stonewall Inn y rodeó entre gritos a unos agentes que se encontraban en clara minoría y algo asustados por los tintes que había adquirido la revuelta.

Finalmente, tuvo que intervenir la Tactical Police Force (TPF) –fuerzas antidisturbios– para conseguir liberar a los policías, algunos de ellos heridos. Sin embargo, los enfrentamientos en las calles aledañas se repitieron hasta bien entrada la madrugada. El enfrentamiento se saldó con más de una decena de detenidos y algunos manifestantes hospitalizados. “De pronto la policía se enfrentaba a algo que no había visto jamás. Los homosexuales no debían ser una amenaza para los agentes de la ley porque se suponía que eran débiles y sin coraje, incapaces de hacer nada”, apuntó uno de los manifestantes durante un reportaje emitido en el programa "La noche temática".

Los enfrentamientos continuaron hasta el miércoles 2 de julio, cuando se produjo la última y violenta concentración. El ambiente estaba caldeado debido a la publicación en The Village Voice de reportajes sobre la revuelta del sábado en el Stonewall que incluían expresiones ofensivas contra la comunidad LGTB –“locas domingueras”, por ejemplo–. Así, algo más de medio millar de personas recorrieron de nuevo Christopher Street, enfrentándose a la policía durante más de una hora.


¿Quiénes fueron los protagonistas?

Los principales protagonistas de las revueltas de Stonewall fueron transexuales negras y latinas, como Marsha P. Johnson o Sylvia Rivera, que más tarde fueron muy activas en la fundación de las primeras asociaciones LGTB. Las primeras crónicas del suceso apenas reconocían la presencia de hombres homosexuales, y estaban plagadas de burlas o juegos de palabras en torno a la transexualidad de esas primeras rebeldes.

La década de 1950 y 1960 fue realmente dura para el colectivo LGTB en Estados Unidos. Tenían que ocultar sus preferencias sexuales ante la constante posibilidad de ser humillados públicamente, acosados físicamente, detenidos o incluso despedidos de sus puestos de trabajo. La homosexualidad era considerada una enfermedad mental que necesitaba tratamiento a base de descargas eléctricas, lobotomías o castraciones. Era lo que se conocía como "terapias de reorientación sexual".

En 1952, la Asociación Americana de Psiquiatría (APA, por sus siglas en inglés) la catalogó en su Diagnostic and Statistical Manual como un “trastorno sociopático de la personalidad”. Por ello, un gran número de homosexuales acabaron internados en hospitales psiquiátricos donde eran sometidos a duros procedimientos para tratar de curar su “desviación sexual”, tal y como la calificaba la APA.

Además, la comunidad LGTB también era controlada, perseguida y estigmatizada por las propias instituciones y autoridades estadounidenses. Los homosexuales incluso fueron incluidos como “elementos subversivos” en la cruzada que el senador conservador Joseph McCarthy instigó contra el comunismo en la década de 1950. El temor a que hubiese “un movimiento clandestino homosexual” en el Departamento de Estado, en palabras del entonces subsecretario de Estado, John Puerifory, provocó el despido de 91 empleados homosexuales.

La policía, por su parte, también permanecía muy atenta a los pasos del movimiento LGTB. Así, en algunos condados, tenían incluso su propia Unidad Juvenil y de Moral, que daba charlas en los colegios y grababa cortos para “prevenir a los niños de la homosexualidad”. “Es algo grave, no os engañéis. Pueden estar en cualquier parte. Pueden ser jueces o abogados, lo sabemos bien porque hemos arrestado a muchos. Si alguno de vosotros se ha permitido relaciones con algún homosexual (…), más vale que lo dejéis enseguida porque uno de cada tres de vosotros se volverá marica”, es un ejemplo de las intervenciones que se realizaban en colegios ante la atenta mirada de alumnos que apenas llegaban a los 12 años de edad.

Antes de la explosión en el Stonewall Inn, la comunidad LGTB estadounidense ya se encontraba ligeramente organizada. En 1950 se creó Mattachine Society, una importante organización que luchó durante años por los derechos de los homosexuales en el país anglosajón. Sin embargo, algunos de sus fundadores discreparon de la violencia empleada por los manifestantes aquel histórico 28 de junio.


¿Qué fue de sus protagonistas?

El movimiento LGTB en Estados Unidos fue ganando terreno y fuerza tras los acontecimientos en Christopher Street. Se crearon nuevas asociaciones como el Frente de Liberación Gay (GLF, por sus siglas en inglés) –primera organización que incluía en su nombre el término “gay”– o Alianza de Activistas Gays (GAA) y se empezaron a imprimir periódicos alternativos.

Actualmente la homosexualidad no es considerada una enfermedad —al menos en la mayor parte de países occidentales—. La Organización Mundial de la Salud (OMS) la excluyó en 1990 de su lista de trastornos mentales, casi dos décadas después de que la Asociación Americana de Psiquiatría retirase esta consideración tras una nueva investigación sobre el tema. La transexualidad, sin embargo, sigue siendo considerada como una patología para la Organización Mundial de la Salud, aunque el manual de referencia de psiquiatría (el DSM-5, editado por la APA), la sacó de la lista de enfermedades en 2012. Sí se conserva la categoría de "disforia de género", la angustia que sufre el paciente que no se identifica con el sexo que le asignaron al nacer. Es eso lo que permite, por ahora, acceder al tratamiento necesario.

Hoy en día, la comunidad LGTB goza de un amplio abanico de derechos y libertades en la mayoría de los países europeos y americanos. Sin ir más lejos, el pasado 27 de junio el Tribunal Supremo de Estados Unidos declaró constitucional el matrimonio homosexual en todo el país. Sin embargo, en gran cantidad de Estados africanos, de Oriente Medio y algunos países asiáticos, la homosexualidad está castigada con penas de prisión y, en algunos casos, de muerte —Sudán, Arabia Saudí, Irak, Irán, por poner algunos ejemplos—, según los datos de la Asociación Internacional de Gays, Lesbianas, Bisexuales, Transexuales e Intersexuales (ILGA, por sus siglas en inglés).


¿Por qué fue importante?

Las revueltas en Stonewall fueron el germen de las manifestaciones reivindicativas del movimie. Un año después de lo acontecido en las calles de Nueva York, el 28 de junio de 1970, “miles de personas”, tal y como recogió The New York Times, marcharon desde Christopher Street hasta Central Park en lo que se consideró la primera marcha del Orgullo Gay de la historia. El colectivo LGTB también recorrió las calles en ciudades como Los Ángeles y Chicago.

Durante los dos años siguientes se sumaron a la fiesta Boston, Dallas, Londres, París, Berlín Oeste, Estocolmo, Miami, Filadelfia o Atlanta, entre otras. Además, en 1972 había grupos LGTB en cada ciudad importante estadounidense, según cuenta el historiador Barry Adam en su libro The Rise of a Gay and Lesbian Movement. Desde entonces, la comunidad homosexual ha continuado escribiendo su historia, peleando por unos derechos y libertades todavía en disputa. Aún queda mucho camino por recorrer.

Nota Mié Ene 03, 2024 10:27 pm
Rubén Caravaca Fernández, en "50 años de la revuelta LGTBI de Stonewall: ¿qué fue realmente lo que pasó?", en Público, el 29 de junio de 2019, escribió:En todo el mundo se celebra a finales de junio el Orgullo LGTBI, como recordatorio de Stonewall, una de las primeras revueltas en las que este colectivo se plantó ante la policía y dijo: ¡ya basta! En cabeza, las drag queens. Mucho se ha escrito y manipulado sobre estos sucesos. Para entenderlos bien, dos libros de editorial Imperdible resultan imprescindibles: Stonewall. El origen de la revuelta y Acción Travesti Callejera Revolucionaria.

El 22 de junio de 1969 se suicidaba en Londres, a los 47 años de edad, Judy Garland. A Sylvia Rivera, transexual puertorriqueña, la noticia no la dejó indiferente. Al contrario. La protagonista de "El mago de Oz" se había convertido en un icono de la comunidad LGTBI, cuya canción "Over the rainbow" se transformó en el himno no oficial del movimiento.

Cinco días más tarde, su amiga y cómplice Marsha P. Johnson, mujer trans afroamericana, organizaba una fiesta. Sylvia no pensaba acudir, estaba agotada por su trabajo en una cadena de tiendas de Jersey City que la tenía ocupada de 11 de la noche a 7 de la mañana; además, no creía apropiado ni bailar ni festejar cuando se acababa de sepultar a Garland.

Tammy Novak, mujer trans que habitualmente actuaba en el Eighty Two Club, llamó a Sylvia para que esa noche acudiera al Stonewall Inn, bar situado en el número 53 de Christopher Street; un local regentado por la mafia, punto de encuentro para todo tipo de reinas, tan venerado como vilipendiando. No era ni mucho menos uno de los lugares favoritos de la puertorriqueña, aunque allí acudía a pillar drogas que la permitían aumentar sus ingresos pasándolas en el Washington Square Bar, que, según ella misma, “era el bar de draq queens tercermundistas”. Al final decidió acudir a la convocatoria de Novak.

El ambiente de esa noche era aceptable, nada exagerado como en otras ocasiones. Pero de repente las luces se encendieron. Todas sabían lo que significaba, otra redada policial. Algo no concordaba; esa misma semana la policía ya había pasado por allí, pero en esta ocasión se presentó sin avisar. Habitualmente lo hacía, fingían un poco de paripé, todas a las calles, cierre del local, la mafia rompía los candados de precinto, reponían el alcohol de garrafa y, minutos más tarde, vuelta la normalidad. Como contaba la propia Rivera, “maricones aquí, bolleras aquí, bichos raros allí” era la orden habitual. Las raras eran las que no tenían tres piezas de ropa masculina, los calcetines no contaban, acabando por tal motivo en el calabozo.

Esa noche, todas fueron expulsadas del local. Según salían, se encontraron con un buen número de personas observando lo que ocurría. Las más provocativas al salir empezaron a posar en plan estrellonas, al estilo de las actrices de Hollywood. La cosa se complicó cuando la policía intentó introducir a algunas en las furgonas policiales. Una de ellas era Novak. Otra lesbiana vestida con ropa de hombre se resistió a la detención huyendo y tirando piedras a la policía. Otra de las presentes comentó que el primer incidente saltó cuando una de las detenidas, esposada, protestó por el dolor que le hacían las esposas, recibiendo como respuesta un porrazo en plena cara. Lo que parece claro es que fueron varios incidentes lo que precipitaron los acontecimientos. En vista de la aceleración de lances, casi simultáneos, la policía volvió a refugiarse en el interior del local.

Desde fuera, un grupo de unas 50 drag queens empezaron a lanzarles monedas de 1, 5, 10 centavos. Los agentes atrincherados utilizaron a algunos de los detenidos como escudos humanos. Alguien cortó las líneas de teléfono. La policía estaba aislada. El inspector Pine, al mando, no muy bien visto por la policía del distrito ya que era el responsable de luchar contra la corrupción, especialmente la relacionada entre bares nocturnos, autoridad y pagos bajo cuerda, tenía que afrontar una realidad desconocida. Por primera vez las expulsadas no se habían dispersado por las calles próximas, estaban plantando cara a la represión. Uno de los agazapados en el interior del bar era el periodista Howard Smith, de la publicación local The Village Voice, que recibió una pistola de la policía: “Tendremos que luchar a nuestra manera para salir de aquí”. Tras el primer lanzamiento de monedas, la situación empezó a complicarse cuando se disparó el primer cóctel molotov. Aunque algunas afirmaron que Rivera fue la protagonista de esa acción, ella lo desmentiría argumentando que lanzó el segundo; tenía entonces 17 años.

Del resto del relato hay diversas versiones. Posiblemente la que quizá más se aproxima a la realidad, por los pormenores, la aportación documental y las entrevistas contrastadas, sea la de Martin Duberman: Stonewall. El origen de una revuelta, publicación de imprescindible lectura ante los relatos mayormente desvirtuados y manipulados sobre lo acaecido en aquellas noches.

Aunque se ha relatado hasta el infinito que la revuelta de Stonewall fue la primera revuelta transgénero, no es realmente así. La primera de la que se tiene referencia tuvo lugar en Cafetería Compton’s, en el barrio Tenderloin de San Francisco, donde en 1966 unas reinas plantaron cara a la represión policial y provocaron diferentes altercados, casi tres años antes de los sucesos de Stonewall. El documental "Screaming Queens", de Susan Stryker, fundadora del grupo de acción directa Transgender Nation, es referencia obligada para conocer lo ocurrido.

Los sucesos de Stonewall no pueden considerarse casuales. Tuvieron lugar en una zona significativa: el Greenwich Village neoyorkino, un lugar donde la homosexualidad se podía expresar más o menos libremente. Barrio que limitaba con otros donde la mayoría de la población era pobre, racializada, diversa y frecuentemente prostituida. Momento de gran impulso en las luchas por las libertades civiles, periodo histórico muy determinado. Rock and roll, generación beat. Guerra de Vietnam. Martín Lutero King asesinado, Robert Kennedy también. Toma de diversas universidades. Estudiantes negros armados ocupando el campus de Cornell. Las feministas invadiendo el concurso de Miss América. Panteras Negras y policía protagonizando enfrentamientos armados en Oakland.

Greenwich Village era un territorio tan diverso como solidario, allí se encontraba el Stonewall. La rebelión de aquella noche del 28 de junio fue protagonizada por personas trans, travestis, gays racializados y lesbianas. En días posteriores se unirían Panteras Negras, prostitutas, parte de la población marginada por la población blanca y gais procedentes de otras zonas de la ciudad.

Dos de aquellas protagonistas fueron las ya mencionadas Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, revolucionarias transexuales con un activismo tan impactante como desconocido. Pusieron en marcha S.T.A.R, Street Transvestite Action Revolutionaries (Acción de Travestis Callejeras Revolucionarias), y crearon las Casas Star, lugares de acogida para la comunidad trans. Apostaron por la auto-organización frente a la represión, practicando la solidaridad. No dudaron en prostituirse para que sus hermanas menores de 10, 11, 12 años no tuvieran que hacerlo, como la vida les obligó a ellas.

El cadáver de Marsah apareció flotando en las aguas del río Hudson en 1992. Rivera murió de cáncer en 2002. Esta última sufrió un ataque de un grupo segregacionista de lesbianas durante el Día de Liberación Gay de 1973. En el año 2000, participó junto a su novia Julia, también trans, en el primer Orgullo Mundial celebrado en Roma. Ante más de 500.000 personas, fue reconocida como “la madre del movimiento LGTBI”. En 2005 el ayuntamiento de Nueva York le puso su nombre a una calle.

Han pasado 50 años desde aquellas noches. Momentos e historias complejas, controvertidas, dignas de conocer, para entender que todo ni fue ni es como mayoritariamente se cuenta y que tampoco pueden ni deben patrimonializarse. Para acercarnos a ello, dos lecturas imprescindibles, publicadas por Editorial Imperdible: la ya comentada Stonewall. El origen de la revuelta, de Martin Duberman, y Acción Travesti Callejera Revolucionaria, de Sylvia Rivera y Marsha P. Johnson, teniendo presente las palabras de Paco Vidarte (1970-2008): “Si algo así como una ética LGTBQ es pensable y deseable, ha de partir del hecho de que la lucha contra la homofobia no puede darse aisladamente haciendo abstracción del resto de injusticias sociales y de discriminaciones, sino que la lucha contra la homofobia sólo es posible y realmente eficaz dentro de una constelación de luchas conjuntas solidarias en contra de cualquier forma de opresión, marginación, persecución y discriminación. Repito, no por caridad. No porque se nos exija ser más buena gente que nadie. No porque tengamos que ser Supermaricas. Sino porque la homofobia, como forma sistémica de opresión, forma un entramado muy tupido con el resto de formas de opresión, está imbricada con ellas, articulada con ellas de tal modo que, si tiras de un extremo, el nudo se aprieta por el otro, y si aflojas un cabo, tensas otro (…) ¿Con qué derecho vamos a exigirle a un hetero que no sea homófobo si nosotras somos tránsfobas o racistas?

Nota Vie Ene 19, 2024 5:57 pm
Clara Morales, en "Stonewall, medio siglo de revuelta", en Infolibre, el 29 de junio de 2019, escribió:En la madrugada del 27 al 28 de junio, en Christopher Street, la calle más antigua del West Village neoyorquino, alguien arrojó una piedra. Pudo ser una mujer trans, pudo ser un chico homosexual, pudo ser una butch, pudo ser una drag queen, pudo ser cualquier miembro del heterogéneo grupo de personas queer que se congregaba, a la una y veinte de la madrugada, en torno al bar Stonewall, el epicentro de la noche gay en esta entonces zona marginal de la ciudad. Quizás nunca se sepa quién, en medio de aquella redada, se agachó, encontró un guijarro y la arrojó con todas sus fuerzas contra el coche de la policía. En ese gesto —o quizás en otro: la mujer que se resistió a ser detenida, aquel que propuso volcar el vehículo— prendió algo. La revuelta. El acto fundacional sobre el que se construiría el movimiento LGTBI estadounidense, un movimiento que se contagió con rapidez al resto de Occidente. Hace medio siglo de esa mano, de esa piedra, de ese cristal roto.

Las marchas del Orgullo, celebradas en todo el mundo entre finales de junio y principios de julio, conmemoran aquella respuesta. Y lo cierto es que la comunidad LGTBI vio muy pronto el potencial de aquella noche. Un año después, se celebró en Chicago la primera manifestación conmemorativa, el 27 de junio. Las organizaciones de Nueva York consideraron que asistiría más gente si lo organizaban en domingo, así que esperaron al 28 de junio, convirtiendo esa fecha en la referencia del colectivo con lo que entonces se llamó Christopher Street Liberation Day —de hecho, en ciudades como Berlín o Zúrich, mantuvo el nombre de Christopher Street Day—. Pese a la dictadura franquista, la oleada llegaría también a España, que celebraría la primera marcha de este tipo, ya con la nomenclatura de Día Internacional del Orgullo Homosexual, el 26 de junio de 1977, domingo. La organizaba el Front d'Alliberament Gai de Catalunya, cuyo líder, Armand de Fluvià, debía mantenerse aún en el anonimato. Acudieron, según las crónicas, unas 5.000 personas. Ninguna agitaba una bandera arcoiris aún: este símbolo sería creado un año más tarde por el activista Gilbert Baker, en San Francisco.

La prensa neoyorquina cubrió la revuelta desde su inicio, aunque no pudiera prever aún su relevancia. The New York Times le dedicó, por ejemplo, menos de media columna en la página 33 en su número del 29 de junio. "Cuatro agentes heridos en una redada en el Village", titulaba el diario, que hablaba de que "cientos de jóvenes" se habían levantado contra la policía después de que esta llevara a cabo una redada en el Stonewall Inn, un bar "conocido por su clientela homosexual". Según el artículo, estos chicos "lanzaron ladrillos, botellas, basura, monedas y un parquímetro contra la policía". Trece de ellos fueron detenidos. Al día siguiente, los disturbios del Village volvían a figurar en el diario, pero esta vez en la página 22, de nuevo a media columna, que informaba de que la policía había vuelto a necesitar refuerzos después de que los agentes de la comisaría cercana fueran incapaces de "controlar una muchedumbre de unos 400 jóvenes, algunos de los cuales estaban arrojando botellas y encendiendo pequeñas hogueras". En la fachada del Stonewall habían aparecido grafitis: "Apoya el poder gay", "Legalizad los bares gais".

Otras coberturas periodísticas, a lo largo de los siguientes días, fueron deontológicamente peores. El 6 de julio, The New York Daily News publicaba un artículo sobre los disturbios sucedidos a lo largo de la última semana. Su titular: "Redada en el nido homo, las abejas reinas pican con rabia". El artículo, escrito con un tono despreciativo que se hizo habitual en la cobertura de la revuelta, se burlaba de las mujeres trans y llamaba "niñitas" a los clientes gais del Stonewall. Los periódicos de la época no dudaban en referirse a los participantes en la protesta como queers, faggots o queensqueersfaggotsqueens —que podrían traducirse como "invertidos", "maricones" y "reinonas"—. Y, en el caso de Stonewall, las noticias a menudo criminalizaban a los manifestantes y disculpaban las redadas policiales, muy frecuentes en el barrio.

Aunque la homosexualidad se había descriminalizado en 1962, comportamientos como besarse, bailar o tratar de ligar podían considerarse "disorderly conduct", algo así como "escándalo público". Por otra parte, la legislación de algunos Estados negaba la licencia para servir alcohol a los locales que permitieran el escándalo público o que permitieran la entrada de "imitadores de mujeres" o "personas de mala reputación". El colectivo LGTBI, en la práctica, no podía comportarse libremente en los bares y discotecas. Conociendo esto, la mafia decidió sacar tajada y puso en pie una serie de locales considerados clubes privados, en los que supuestamente no se podía servir alcohol —por lo que debían, en teoría, librarse de los estrictos controles policiales— y que suponían un refugio para las personas queer. Pero de esta forma, el colectivo se vio atrapado en la persecución entre la mafia y la policía: cuando los sobornos no eran suficientemente altos o las bandas iban un poco más allá en sus actividades criminales, las redadas se hacían más frecuentes. Al entrar en los bares, y siguiendo la ley, los agentes detenían a cualquier persona que no tuviera al menos tres prendas que se correspondieran con su sexo.

Stonewall fue, en palabras de Eric Marcus, historiador que ha dedicado toda su carrera a documentar la memoria del movimiento LGTB en Estados Unidos, "un punto de inflexión". Pero esto no significa que no hubiera habido revueltas similares con anterioridad. En agosto de 1966, en la cafetería Compton's de San Francisco, un grupo de hombres gais y mujeres trans arrojaron botellas contra la policía cuando esta se aprestaba a hacer una de sus redadas, según cuenta Carlos J. Valdivia en Stonewall. El primer orgullo fue una revuelta, editado por Egales. En la noche de fin de año de 1967, un grupo de agentes de paisano se infiltró en la taberna The Black Cat de Los Ángeles y esperó a la medianoche para detener a quienes celebraron el año nuevo con un beso. Unas 200 personas se manifestaron frente al local durante toda la noche. Si esas respuestas organizadas tuvieron lugar, fue porque ya existían asociaciones como The Mattachine Society, fundada en 1950, o Daughters of Bilitis, grupo de mujeres lesbianas creado en 1955.

En 1969 la lucha era, desde luego, necesaria. Durante la caza de brujas anticomunista del macartismo, el Gobierno estadounidense desarrolló también una serie de leyes que buscaban perseguir a las personas homosexuales y alejarlas de la escena pública, una estrategia conocida como Lavender scare, frente al Red scare que criminalizaba las ideas de izquierdas. En 1953, la Orden Ejecutiva 10450 prohibió a los homosexuales trabajar para el Estado federal, algo que afectó a unos 5.000 empleados. Con esta estrategia, se consideraba a los comunistas y a la comunidad LGTB como elementos subversivos peligrosos para la seguridad de los Estados Unidos, una suerte de quintacolumnistas de la Guerra Fría. La película propagandística "Perversion for profit", estrenada en 1965, da una idea de la concepción que la sociedad americana tenía de la homosexualidad. En ella, se escuchaba al periodista George Putnam decir cosas como: "Debemos salvar a nuestra nación de la decadencia, y alejar a nuestros hijos de los horrores de la perversión. (...) ¿Quiere que su hijo sea seducido por el mundo de los homosexuales? ¿O que su hija sea atraída hacia el lesbianismo?".

Pero la revuelta de Stonewall agitó con fuerza y eficacia la sociedad estadounidense. Eric Marcus cuenta en su podcast "Making gay history" que, si antes de Stonewall había una 700 personas que militaban activamente por los derechos de las personas LGTBI, a finales de 1970 se podían contar unas 1.500 organizaciones en todo el país, 2.500 a finales de 1971.

Pese a los enormes esfuerzos realizados por los colectivos queer y la historiografía del movimiento, algunos detalles fundamentales de la revuelta de Stonewall han sido reivindicados solo en los últimos años. Es el caso de la presencia, en ese grupo fundacional, de mujeres trans racializadas como Marsha P. Johnson y Sylvia Rivera, o la figura de Stormé DeLarverie, una mujer lesbiana afroamericana muy combativa que también estaba en la taberna y podría haber sido, de hecho, aquella mujer esposada que se resistía a entrar en el coche policial. En los años ochenta y noventa, mientras parte del movimiento se desplazaba hacia posiciones ligadas a lo institucional, otra parte recuperaba el espíritu de aquella protesta. En 1987, una chapa distribuida por el partido Freedom Socialist Party rezaba: "Stonewall fue una revuelta... ¡ahora necesitamos una revolución!".


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