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LORDE, Audre (1934-1992)

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LORDE, Audre (1934-1992)

Nota Vie May 14, 2021 6:49 pm
Audre Lorde

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

En Traficantes de Sueños se escribió:Audre Geraldine Lorde (18 de febrero de 1934 en Harlem, Nueva York - 17 de noviembre de 1992 en Saint Croix) fue una escritora y activista multifacética. Autoidentificada como "una guerrera poeta feminista negra y lesbiana", Lorde escribió para empoderar a sus lectoras y lectores pertenecientes a categorías marginalizadas por el capitalismo, el racismo y el heterosexismo. Su obra fundamental de consulta es Sister Outsider, un libro de ensayos que contiene varios de sus textos más influyentes de las luchas contra el racismo, el machismo y la opresión heteronormativa. Tales son los textos "No hay jerarquías en la opresión" y "Las herramientas del amo no destruirán la casa del amo". Escribió también Los diarios del cáncer luego de pasar por la experiencia del cáncer de mama y de reflexionar sobre las discriminaciones sufridas por las mujeres, que se superponen a las de raza y de orientación sexual y que se suman a la dolorosa enfermedad. Un texto imprescindible tanto para quienes han vivido o viven esta experiencia como para quienes acompañan a otras en este doloroso trance. Sus padres provenían de Grenada, y en su libro Sister Outsider incluye un par de ensayos sobre sus viajes al pueblo natal de ellos. Falleció en 1992, tras 15 años de lucha contra el cáncer. Su poesía fecunda y combativa también la ha posicionado como una intelectual de dimensión universal, con 18 libros publicados.





Bibliografía compilada (fuente | fuente)





Ensayo





Recursos de apoyo



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María Ptqk, en "La hermana outsider Audre Lorde", en Píkara magazine, el 18 de junio de 2013, escribió:Suya es la cita tal vez más repetida de la historia del activismo: “las herramientas del amo nunca destruirán la casa del amo”. Pero también otras, más incómodas, que cuestionan los cimientos de un feminismo construido sobre los restos de una supremacía racial de la que aún no nos hemos acabado de desprender. “Porque soy una poeta negra que hace su trabajo, vengo aquí a preguntarte: ¿Estás tú haciendo el tuyo?”

Imagen
Audre Lorde, Meridel Lesueur y Adrienne Rich en 1980 en Austian, Texas (foto: K. Kendall).

La figura de Audre Lorde ocupa, por varias razones, un lugar central en el feminismo contemporáneo. Primero porque es, junto con Angela Davis y bell hooks, una de las voces fundamentales del feminismo afroamericano, precursora, desde los márgenes de la academia, desde la legitimidad que le da su propia historia, de la llamada crítica decolonial. Segundo porque, pese a estar firmemente arraigada en los acontecimientos que convulsionaron la sociedad norteamericana en las décadas de los sesenta y setenta (el movimiento de los derechos civiles, las revueltas raciales, la aparición de los Black Panthers, de Malcolm X y Martin Luther King, la emergencia de la contracultura y el despertar de la segunda ola feminista), la suya es una voz imperecedera. Una voz que va al centro del conflicto, para nombrarlo.

“Como mujeres, algunos de nuestros problemas son comunes, otros no. Vosotras, las blancas, temeis que al crecer vuestros hijos varones se sumen al patriarcado y testifiquen contra vosotras. Nosotras, en cambio, tememos que a los nuestros los saquen de un coche y les disparen a bocajarro en plena calle, mientras vosotras dais la espalda a las razones por las que están muriendo”.

Ante todo poeta pero también ensayista, profesora de literatura y conferenciante, Lorde es autora de una docena de libros. Creció en Harlem en la década de los treinta, trabajó de bibliotecaria, fue madre de dos hijos, se divorció, empezó a escribir. “Tenía que encontrar una forma de expresar mis sentimientos. Solía memorizar mis poemas. Los decía en voz alta, no los escribía.” Se enamoró de la mujer que sería su pareja para el resto de la vida en una residencia para escritores en Mississipi, a la que llegó aterrorizada y de la que regresó convertida en autora. Murió en 1992 tras una década de lucha contra el cáncer, dejando tras de sí una obra profunda y cercana, de alcance multiplicador.

El próximo 20 de junio se presenta en el Ladyfest de Madrid el documental “Audre Lorde. The Berlin Years, 1984 to 1992” de Dagmar Schultz, que retrata los últimos años de su vida y su influencia en toda una generación de feministas negras europeas. Pero aquí, y en general en los círculos feministas de tradición occidental, su obra sigue siendo poco conocida. Las citas recogidas a continuación provienen todas de Sister Outsider, su emblemática recopilación de artículos y discursos publicada por primera vez en 1984 y re-editada en 2007 (traducido al español por María Corniero Fernández: La hermana, la extranjera, editorial Horas y horas, 2003)


“Muchas mujeres blancas están empeñadas en ignorar lo que nos distingue”

En uno de los texto centrales de Sister Outsider, Age, Race, Class and Sex: Women Redefining Differences de 1980, Lorde da su particular visión de la teoría de la interseccionalidad. “Cuando las mujeres blancas ignoran el privilegio que supone ser blanca en una sociedad racista y definen a todas las mujeres únicamente en base a su propia experiencia, las mujeres de Color[1] nos convertimos en “las otras”, unas extrañas cuya experiencia es demasiado ajena para ser comprendida. Un ejemplo es la significativa ausencia de la experiencia de las mujeres de Color en los estudios de género. A menudo, la excusa es que la literatura de las mujeres de Color solo puede ser enseñada por mujeres de Color y que es difícil de entender porque proviene de experiencias “demasiado diferentes”. He escuchado este argumento en boca de mujeres blancas que, sin embargo, no tienen ningún problema en enseñar el trabajo proveniente de experiencias de vida tan dispares como las de Shakespeare, Molière, Dostoievsky o Aristófanes”.

Al analizar las diferentes experiencias de las mujeres negras y blancas en la sociedad estadounidense, Lorde insiste en la necesidad de pensar las divisiones de género en conjunción con otras categorías de exclusión, que den cuenta de las muchas variables que definen la posición de cada una de nosotras. “La palabra sororidad”, dice, “presupone una homogeneidad de la experiencia que en realidad no existe. En el sistema patriarcal, los mecanismos que nos neutralizan no son iguales. Para las mujeres Negras es fácil verse utilizadas en contra de los hombres Negros, no por su condición de hombres, sino por su condición de Negros. Nosotras debemos en todo momento distinguir entre las necesidades de nuestros opresores y nuestros propios y legítimos conflictos, como mujeres, al interior de nuestras comunidades. Este problema no existe para las blancas”.

Además, a las mujeres blancas se les ofrece “un gran abanico de opciones y recompensas a cambio su identificación con el poder patriarcal”. Para ellas, dice Lorde, es más fácil creer que “si eres lo bastante buena, lo bastante guapa, lo bastante dulce, lo bastante discreta, si enseñas a los niños a comportarse, si odias a las personas adecuadas y te casas con el hombres adecuado, te será permitido co-existir en el patriarcado en relativa paz; al menos hasta que un hombre necesite tu trabajo o haga su aparición el violador de la esquina.” Pero, insiste, esta posibilidad tampoco se da para las mujeres negras “Para nosotras, la vida entera está teñida de violencia. No solo nos enfrentamos a ella en la primera línea de frente, o a medianoche en callejuelas oscuras, o en los lugares donde nos atrevemos a expresar nuestra resistencia. La violencia es el tejido de nuestra vida”.

¿Pero qué implica entonces la diferencia entre las mujeres para la lucha de las mujeres? ¿Cómo construir un espacio común si el lugar que ocupamos no es, ni puede ser, el mismo? ¿Cómo pueden las herramientas de una sociedad patriarcal y racista servir para examinar los frutos de ese mismo patriarcado racista? Estas son las grandes preguntas que atraviesan la obra de Lorde. “Lo que no separa no son nuestras diferencias, sino la resistencia a reconocer esas diferencias y enfrentarnos a las distorsiones que resultan de ignorarlas y malinterpretarlas. Cuando nos definimos, cuando yo me defino a mí misma, cuando defino el espacio en el que soy como tú y el espacio en el que no lo soy, no estoy negando el contacto entre nosotras, ni te estoy excluyendo del contacto – estoy ampliando nuestro espacio de contacto.”


“Una opresión no puede justificar otra”.

Pero no solo está el racismo de las mujeres blancas. También el sexismo de los hombres negros, que acusan a sus hermanas de debilitar su lucha común, la lucha por la igualdad racial. En Sexism: An American Disease in Blackface de 1979, Lorde articula su respuesta a los ataques provenientes de la propia comunidad afroamericana:

«Las mujeres negras hablamos como mujeres porque somos mujeres y no necesitamos a nadie que hable en nuestro nombre. Hay cuestiones particulares que afectan a nuestras vidas como mujeres negras, y hablar de ellas no nos hace menos negras. ¿Por qué debemos absorber la rabia de los hombres negros en silencio? ¿Por qué su rabia es más legítima que la nuestra? La ausencia de un punto de vista razonable y articulado de los hombres negros sobre estas cuestiones no es responsabilidad nuestra. Son los hombres negros quienes deben tomar conciencia de que el sexismo y la misoginia son disfuncionales para su liberación porque provienen de la misma constelación que el racismo y la homofobia».

“De lo que más me arrepiento es de mis silencios”, declaraba Lorde a finales de los setenta, desde la tribuna de una conferencia sobre literatura y lesbianismo que más tarde daría pie a su texto The Transformation of Silence Into Language And Action. “En la causa del silencio, cada una de nosotras lleva en la cara la imagen de su propio temor: temor al desprecio, a la censura, a los juicios, a la aniquilación. Pero sobre todo, temor a la visibilidad. Las mujeres negras siempre hemos sido, por un lado, muy visibles, y por otro, hemos estado invisibilizadas como consecuencia de la despersonalización del racismo”.

“Hay muchas formas en las que soy vulnerable y no puedo evitarlo. No voy a hacerme aún más vulnerable poniendo armas de silencio en manos de mis enemigos”. Y al otro lado del silencio, para Lorde, está la poesía. “La calidad de la luz con la que analizamos nuestras vidas tiene un impacto directo en lo que vivimos. En esa luz se forman nuestras ideas. Eso es lo poético, entendido como iluminación. Por eso debemos aprender a respetar nuestros sentimientos y trasladarlos a un lenguaje en el que puedan ser compartidos”.

En una entrevista con Adrienne Rich, Lorde confesará que, hasta la publicación de Poetry is not a luxury, uno de sus textos más bellos, en 1977, no había sido capaz de escribir en prosa. “No podía. Comunicar pensamientos profundos en bloques lineales, sólidos, era superior a mí. Veía el pensamiento como un proceso misterioso, del que desconfiaba, pues había visto cometer muchos errores en su nombre, y había llegado a no respetarlo. Además, me daba miedo porque había convicciones incuestionables, a las que había llegado en relación con mi vida y mis sentimientos, que desafiaban la razón. No quería perderlas porque eran demasiado preciosas para mí, eran mi vida. Pero tampoco podía analizarlas porque no producían el tipo de sentido que me habían enseñado a esperar de los procesos de entendimiento. Eran cosas que yo sabía pero que no podía nombrar”.

“La poesía ha sido la voz de los pobres, de la clase trabajadora y de las mujeres de Color. Para escribir prosa se necesita una habitación propia, pero también grandes cantidades de papel, una máquina de escribir y mucho tiempo. Cuando hablamos de una gran cultura de mujeres, debemos ser conscientes del efecto que la clase y las diferencias económicas tienen en el arte que producimos”. En Poetry is not a luxury, Lorde se enfrenta por fin a esos “bloques de pensamiento lineal” y se explica a sí misma su particular posición como poeta. “Los padres blancos nos dicen: pienso, luego existo. Pero la madre negra que llevamos dentro -la poeta- nos susurra en nuestros sueños: siento, luego puedo ser libre. La poesía es esa destilación de la experiencia, con la que damos nombre a lo que aún no lo tiene, para poderlo pensar”.





Notas al pie de página

    - Audre Lorde, Sister Outsider, Crossing Press, Feminist Series, 2007 (primera edición en 1984).

    [1] Se ha mantenido el uso de las mayúsculas y minúsculas características de la prosa de Lorde (Negra/o y de Color en mayúsculas, blanca/o en minúsculas) así como el uso exacto de las palabras Negra/o y de Color.

    Un agradecimiento especial de la autora de este artículo al blog: http://elbosqueenelquevivo.blogspot.com.es

Carmen Sigüenza, en “El unicornio negro, el feminismo antirracista de Audre Lorde”, en Efemenista, el 30 de mayo de 2020, escribió:“He venido hoy como negra, lesbiana, madre, guerrera, poeta...”. Así iniciaba sus discursos Audre Lorde, nacida en Harlem, icono del feminismo afroamericano, luchadora incansable por los derechos civiles, contra el racismo y la opresión. La editorial Torremozas publica El Unicornio negro, en edición bilingüe. Un libro que se edita por primera vez en español.

Audre Lorde (Nueva York, 1934-Saint Croix, 1992) se consideraba ante todo poeta, pero en la actualidad se la reconoce más por sus ensayos que son los que la llevaron a ser “una voz excepcionalmente lúcida del feminismo contemporáneo”, como recuerda la traductora del libro, Jimena Jiménez Real.


“El unicornio negro” explora las opresiones de una mujer lesbiana negra

En español se pueden encontrar sus obras en prosa más destacadas como Los diarios del cáncer, escritos desde la perspectiva que le dio pasar por esa enfermedad para ayudar a otras mujeres. Zami: una nueva forma de escribir mi nombre, su autobiografía, o La hermana, la extranjera: artículos y conferencias.

Pero ahora aparece El unicornio negro, publicado en 1978, que es uno de libro más míticos de la poeta, y en el que explora las diferentes identidades y las opresiones de una mujer lesbiana negra en los Estados Unidos en la década de los 70.

“Escribo sobre todo para las mujeres que no pueden hablar, que no pueden verbalizar porque están, porque estamos aterrorizadas, pues se nos ha enseñado a respetar el miedo en lugar de respetarnos a nosotras mismas. Se nos ha enseñado a respetar nuestros miedos, pero debemos aprender a respetarnos a nosotras mismas y a nuestras necesidades”, escribe Lorde.


Luchadora por los derechos de la mujer afroamericana

“Lorde es es una mujer interesantísima, luchadora por los derechos de la mujer afroamericana e icono feminista en Estados Unidos, pero todavía no se había publicado su poesía en español. Este libro es el único poemario completo que se publica en español. Hubo alguna publicación de ella en alguna antología en Argentina, pero aquí no.

En el último 8 de marzo su dibujo con su rostro también fue muy importante en las manifestaciones”, señala la responsable de la editorial Toremozas, Marta Porpetta, quien subraya también la dificultad de traduccir la obra de la poeta. Es una poesía muy autobiográfica y complicada también en inglés, porque, además, no utiliza ni puntos ni comas. El unicornio negro es un libro impresionante”, añade.

“Precisamente -advierte la traductora de El unicornio negro en la introducción-, la falta de puntuación y el uso de las mayúsculas (entre otros: negro/a con mayúscula inicial, gentilicios o nombres que designan países sin máyusculas inicial…) esta gramática tan particular apunta, por supuesto, a subvertir una estructuras discursivas y gramaticales cuya conexión con la opresión política y social de las mujeres afroamericanas es evidente para la autora.

“Como mujeres, algunos de nuestros problemas son comunes, otros no. Vosotras, las blancas, teméis que al crecer vuestros hijos varones se sumen al patriarcado y testifiquen contra vosotras. Nosotras, en cambio, tememos que a los nuestros los saquen de un coche y les disparen a bocajarro en plena calle, mientras vosotras dais la espalda a las razones por las que están muriendo”, escribió también Lorde, quien publicó once poemarios.


Lorde hizo poesía con el material de su propia existencia

“El unicornio negro'” está en entera consonancia con la vida y pensamiento de Lorde quien hizo poesía con el material de su propia existencia. “En el centro de una ciudad cruel y espectral/todo lo natural resulta extraño. Crecí en una auténtica confusión / entre pasto, hierbajos y flores / y nada era ‘de color’ / salvo la ropa en la que no debían usar lejía / y nadie me llamó negra /hasta cumplir los trece. Nadie linchó a mamá / pero lo que ella no fue/ había blanqueado todo en su cara / menos furias muy privadas/ y eso hizo que los otros niños / me llamaran mocosa amarilla en la escuela/ y cuantas veces me he llamado negra / en la confusión de mis huesos / negra…”, escribe Orde en el poema “Outside” ("Afuera").

Lorde, que también escribió “Somos personas negras a quienes les toca vivir en un época en la que se percibe el propósito de eliminarnos” o “Las herramientas del amo nunca destruirán la casa del amo”, tuvo una relación tensa con sus padres y fue la menor de tres hijas.

En 1951, tras el suicidio de su mejor amiga y probablemente su primer amor, Genevieve Thompson, se marchó de casa con 17 años, como recuerda la traductora en el prólogo del libro. Desempeño múltiples empleos para costearse sus estudios. Se casó en 1962 con el abogado Edward Rollins, fue madre de dos hijas, se divorció en 1970.

Trabajó como bibliotecaria durante siete años, hasta que publicó su primer libro. Después se enamoró de la que fue pudo ser el amor de su vida, Frances Louis, con quien vivió diecinueve años tras luchar contra el cáncer diez años. Audre Lorde murió el 17 de noviembre de 1992, a los cincuenta y ocho años, en la isla caribeña de Saint Croix, acompañada por la escritora y activista Gloria I. Josep, su pareja.


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