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HITCHENS, Christopher (1949-2011)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Christopher Hitchens

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

En Wikipedia se escribió:Christopher Eric Hitchens (Portsmouth, 13 de abril de 1949-Houston, 15 de diciembre de 2011)​ fue un escritor, periodista, ensayista, orador, crítico literario y polemista angloestadounidense, que residió en Estados Unidos. Contribuyó en publicaciones como New Statesman, The Nation, The Atlantic, London Review of Books, The Times Literary Supplement, Slate y Vanity Fair. Era conocido por muchos por su estilo de argumento ingenioso y directo. Hitchens fue el autor, coautor, editor o coeditor de más de treinta libros, entre ellos cinco colecciones de ensayos, en una gama de temas, incluyendo la política, la literatura y la religión. También fue conocido por sus críticas hacia la historia oculta de varias figuras públicas o populares como la Madre Teresa, Bill Clinton, Henry Kissinger y la princesa Diana.

Fue un notable crítico de la religión y antiteísta. Según Hitchens, el concepto de un dios o un ser supremo es una creencia totalitaria que destruye la libertad individual; la libre expresión y el descubrimiento científico deben sustituir a la religión como un medio de enseñanza de la ética y la definición de la civilización humana. Hitchens fue autor de Dios no es bueno (God Is Not Great: How Religion Poisons Everything), incluido en la lista de libros mejor vendidos del New York Times.





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo





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Re: HITCHENS, Christopher

Nota Jue May 13, 2021 1:45 am
Daniel Gascón, en "Christopher Hitchens (1949-2011)", en Letras Libres, el 4 de enero de 2012, escribió:Christopher Hitchens ha sido uno de los grandes ensayistas de las últimas décadas. Combinaba amplios conocimientos históricos y literarios, una perspicacia infatigable, indignación moral, humor y descaro para defender la libertad individual y la democracia, y para combatir la superstición y la mentalidad totalitaria. Nació en Portsmouth en 1949; su padre era comandante de la Marina británica. Su madre, que se suicidó en Atenas, ocultó a sus hijos que era judía. Hitchens era un hombre del 68; estudió en Oxford y militó en un grupúsculo trotskista. Creía que era bueno viajar a países “en los que hay demasiada ley y orden, o demasiada poca” y en su juventud visitó la Cuba castrista, la Polonia comunista, la Argentina de la dictadura militar. Comenzó a trabajar como periodista y formaba parte de un grupo de amigos que incluye a Martin Amis, Salman Rushdie, James Fenton e Ian McEwan. A principios de los ochenta se trasladó a Estados Unidos, donde se convirtió en una figura importante del periodismo de izquierdas. Pero nunca se encontró cómodo en ningún campo: no le pareció mal la victoria de Thatcher, escribió un libro contra Clinton, se sintió asqueado al ver la tibia reacción de muchos izquierdistas ante la fetua de Jomeini a Rushdie y apoyó la intervención de la OTAN en Kosovo. La ruptura con muchos viejos camaradas se produjo a raíz de los atentados del 11-S. Frente a quienes buscaban las “causas” de los ataques, escribió: "Este es un momento tan bueno como cualquier otro para revisar la historia de las Cruzadas, o la triste historia de la partición de Cachemira, o las penas de los chechenos y los kosovares. Pero los terroristas de Manhattan representan el fascismo con un rostro islámico, y no tiene sentido emplear ningún eufemismo sobre eso. Lo que abominan de “Occidente”, por decirlo en una frase, no es aquello que los progresistas occidentales rechazan y no pueden defender de su propio sistema, sino lo que sí les gusta y deben defender: sus mujeres emancipadas, su investigación científica, su separación entre religión y Estado".

Algunos obituarios ofrecen explicaciones caricaturescas del apoyo de Hitchens a las guerras de Afganistán e Iraq: se habría convertido en un instrumento de Bush, por oportunismo o para compensar no haberse enrolado en la Marina. Pero el propio Hitchens veía la guerra de Iraq como una extensión de sus ideas internacionalistas –que le llevaban a interesarse por conflictos de todo el mundo– y como parte de la lucha contra el despotismo. Podría haber dicho que se equivocó por las razones correctas, pero no se retractó, aunque criticó la ejecución de la invasión y el recorte de libertades civiles en Estados Unidos y denunció la tortura. Se convirtió en un autor de éxito con un libro contra la religión, Dios no es bueno (Debate, 2008). En 2010, cuando acababa de publicar su autobiografía Hitch-22 (Debate, 2011), le diagnosticaron el cáncer de esófago que terminó con él en diciembre pasado.

Solía decir que la escritura no era su forma de vida, sino su vida. Escribió hasta el final, en decenas de publicaciones (entre ellas Letras Libres), y abordó una gran cantidad de temas: desde Churchill a Victor Serge, pasando por multitud de asuntos de actualidad, Proust, Nabokov, Obama, Rosa Luxemburgo, Pakistán, Corea del Norte, la metafísica de la palabra blowjob, la pena de muerte, el antisemitismo, la Biblia del rey Jacobo o su enfermedad. Su escritura está llena de información y observaciones brillantes, y de anécdotas y formulaciones inolvidables: “El mayor triunfo que pueden ofrecer las relaciones públicas modernas es el éxito trascendente de que tus palabras y acciones sean juzgadas por tu reputación, en vez de al revés”; “No puedes ser solo un poco herético durante mucho tiempo”; “Nunca olvidaré dónde estaba y qué estaba haciendo el día en que el presidente Kennedy estuvo a punto de matarme”. Algunos de sus mejores textos son ataques devastadores contra la hipocresía de Bill Clinton, el fanatismo de la madre Teresa, la demagogia de Michael Moore, los crímenes de Kissinger o la idea de Dios (un crítico escribió: “Hitchens por fin ha encontrado un adversario a su altura”). En YouTube hay muchas demostraciones de su habilidad retórica, que a veces dirigía contra antiguos aliados, como Gore Vidal o Edward Said.

Como su afición por el alcohol, el tabaco y la conversación, su faceta de polemista es célebre: el Vaticano lo llamó para que testificara contra la madre Teresa en su proceso de canonización. Pero también dedicó muchas páginas a celebrar la amistad, la libertad, la razón y los libros, tanto en sus memorias como en Amor, pobreza y guerra, Unacknowledged Legislation o Arguably. En su obra surge constantemente una tradición, en buena medida británica y literaria, que a menudo parecía su instrumento para entender el mundo. Además de Shakespeare, en ella figuran iconoclastas como Byron y Wilde, y autores de posiciones ideológicas muy distintas de las suyas, como Kipling, Auden, Waugh, Wodehouse, Powell o Larkin. Por encima de todos está George Orwell, al que dedicó un ensayo iluminador y que fue una referencia constante. Trotski, Marx y los debates de la extrema izquierda, decía, habían sido una escuela argumentativa, y le apasionaban los disidentes y los apóstatas: de Sócrates a Ayaan Hirsi Ali, pasando por Spinoza y Voltaire. Su antología "Dios no existe" es casi una historia de la libertad de pensamiento, y defendía a Estados Unidos como república ilustrada, basada en la libertad, la ley y la separación entre Iglesia y Estado: criticó las traiciones a ese ideal y escribió varios ensayos sobre los Padres Fundadores y dos hermosas biografías breves de Thomas Jefferson y de Tom Paine.

A Hitchens le gustaba encontrar las contradicciones de los demás y disfrutaba señalando las suyas. Se equivocó en algunas cosas, pero supo cambiar de opinión y acertó en aspectos esenciales: en su apología del individuo y la razón frente a las tiranías celestiales y terrenales, en su rechazo a la hipocresía y el dogmatismo, en su determinación de “combatir a los absolutistas y a los relativistas al mismo tiempo: sostener que no existe una solución totalitaria e insistir al mismo tiempo en que, sí, los de nuestro lado también tenemos convicciones inalterables y estamos dispuestos a luchar por ellas”. Acertó al señalar que es más importante cómo se piensa que lo que se piensa; que, cuando uno defiende una causa, debe correr el riesgo de ser un pesado, o de verse lejos de su tribu y en compañía poco recomendable. Esa defensa de la libertad de pensamiento va unida a una idea de la responsabilidad: «La labor habitual del “intelectual” es defender la complejidad e insistir en que los fenómenos del mundo de las ideas no deberían convertirse en eslóganes ni reducirse a fórmulas fáciles de repetir. Pero existe otra responsabilidad: decir que hay cosas sencillas y que no habría que oscurecerlas».

Bill Keller ha escrito que Hitchens tendía a tomarse el extremismo islámico como algo personal. Ese tono de implicación y cercanía, que lograba a través de una escritura extrañamente conversacional y de un narcisismo mitigado por la capacidad de reírse de sí mismo, estaba en muchos de los temas que trataba y era una de sus grandes virtudes. Contagiaba el entusiasmo, transmitía un horror casi físico por el totalitarismo y creaba complicidad con el lector. Se nota en algunos tributos que se han escrito después de su muerte: muchos esperábamos conocer la opinión vehemente y lúcida de Hitchens sobre lo que pasaba en el mundo. Para mí, leer y traducir sus textos ha sido un gran placer, pero sobre todo una educación.

Re: HITCHENS, Christopher

Nota Jue May 13, 2021 1:46 am
Juan Ángel Juristo, en "Christopher Hitchens, el niño malo del periodismo", en Cuarto Poder, el 24 de septiembre de 2011, escribió:Es curioso saber de los escasos comentarios que la publicación este verano de las memorias de Christopher Hitchens han suscitado entre nosotros, lo que muestra, de nuevo, cierta desidia o, lo que es peor, cierto desconocimiento de las figuras y las cuestiones candentes que mueven hoy día el universo de la comunicación. Hitch 22, que ha publicado entre nosotros Debate, es, de entrada, un libro escrito para provocar cierta complacencia en la memoria de uno de los enfants terribles del periodismo anglosajón de los últimos años. De ahí el remedo en el título, en realidad un bello homenaje que Hitchens se hace a sí mismo, con aquella terrible y magnífica novela, Catch 22, de Joseph Heller, que se convirtió en una suerte de símbolo de los movimientos antibelicistas de los años sesenta. Pero a Hithchens lo del antibelicismo le trae sin cuidado, más bien todo lo contrario: el homenaje nada velado a la novela de Heller se dirige más a la crítica sin tapujos de la burocracia y, sobre todo, a dar cuenta de las situaciones absurdas a que nos conducen los líderes políticos de nuestras sociedades occidentales, amén de defender sin tapujos los distintos puntos de vista que hay que arrostrar cuando se quiere informar de cualquier suceso o, sencillamente, opinar sin ser un mojigato, son palabras certeras de Evelyn Waugh, es decir, sin partir de los propios prejuicios, sino teniendo en cuenta las opiniones, o prejuicios, del otro. El relativismo existencial, casi metafísico, del punto de vista de la novela de Heller se ve aquí capidisminuido por una adopción de los distintos enfoques a que toda noticia debe someterse, algo que remite a cualquier manual de periodismo elemental y que, sin embargo, nos habla de la profunda coherencia de nuestro autor, pues no hay que olvidar que, fustigador de cualquier tipo de religión, no solamente de las monoteístas, ha hecho de la libertad individual su particular batalla contra todo tipo de imposición intelectual. En Hitch 22 nuestro hombre juega con la idea de la libertad de conciencia ante cualquier tipo de poder, y no solamente nos lo dice sino que nos lo ilustra con anécdotas vividas por él. En este sentido el libro es una muestra cabal de lo mejor del género, algo en que los anglosajones mantienen una excelencia probada desde hace siglos.

Hitchens es inglés, de Portsmouth, y estudió Filosofía y Ciencias Políticas y Económicas en Balliol College, Oxford, pero ha desarrollado casi toda su labor profesional en Estados Unidos, hace muchos años que se trasladó a Washington, donde actualmente vive y donde ha realizado gran parte de su labor profesional. En el libro no escatima recuerdos a su infancia en el Reino Unido, es emotiva la historia que nos cuenta de su madre, una historia dramática, de especial interés el retrato que hace del Oxford de ribetes revolucionarios de finales de los años sesenta y del ambiente de la izquierda en aquellos años en Inglaterra, el espíritu combativo contra la guerra del Vietnam y la ilusión con la que se vivieron después los acontecimientos de Portugal y España hacia una transición democrática. Pero anécdotas históricas aparte, hay que reconocer que cuando uno adopta en sus memorias el aire hegeliano de la historia todos los recuerdos de sus coetáneos se parecen como gotas de agua, lo que interesa de este libro es la armazón intelectual de que está hecho Hitchens, una armazón que recuerda por su apasionamiento las figuras de los viejos ilustrados, una mezcla de la acidez de Voltaire con la actitud de no ceder un paso que suponemos en un personaje anterior como John Milton. Lo que quiero decir es que en el libro hallamos pasión por las cosas que acaecen en el mundo y, sobre todo, por la actitud de feroz independencia de que hace gala su autor. Hitchens, que ha publicado en los más prestigiosos diarios y revistas anglosajonas, desde The New York Review of Books, The Times Literary Supplement, The Nation, donde colaboró durante veinte años, desde sus páginas fustigó la politica de Reagan y de Bush padre, criticando la entada en la primera guerra del golfo, y que abandonó en 2003 por causa de un desacuerdo editorial, en fin, Slate, adquirió fama mundial cuando en su libro Juicio a Kissinger, abogó para que se acusara al político norteamericano de crímenes contra la humanidad o, luego, cuando se puso del lado de los que quisieron invadir Afganistán e Irak, habiendo supuesto para él una quiebra emocional los sucesos del 11 de septiembre de 2001. Esta independencia la ha llevado a un extremo curioso en su cruzada contra la religión, Dios no es bueno y Dios no existe son sus dos libros más famosos, en contra de lo que considera, como buen ilustrado de otras épocas, una superstición, e incluye ahí religiones como el budismo y el hinduismo, hay ahí reflexiones de sutil calado como cuando crítica a los judíos por no haberse impregnado de la filosofía griega en su momento y haberse sometido a las directrices de los Macabeos ultraortodoxos, pero donde Hitchens logró polémica, y hasta escándalo, fue el escrito que dirigió contra la Madre Teresa de Calcuta en La postura del misionero: la Madre Teresa en la teoría y en la práctica, donde acusa a la misionera de tener una visión más encauzada hacia los mass media que a otra cosa y donde crítica también “La casa de los moribundos” de Calcuta. Una bomba mediática en el corazón de un mito mediático de nuestro tiempo.

Todo ello está de nuevo contado en este libro, con menos espíritu polémico, pero con igual apasionamiento. Aquí destacan las amistades de uno y otro lado del Atlántico, los escritores Martin Amis, Ian McEwan o James Fenton, su trato con los grandes de este mundo, pero sobre todo sus amores, sus equivocaciones, sus triunfos, sus deseos, cumplidos y sin cumplir, y todo ello contado con gracia, humor, inteligencia y sutil honradez. Es el retrato de un polemista de nuestro tipo como hay pocos, pero también, de manera sesgada, un repaso por los ideales y frustraciones de una generación, la suya, que vivió el paso de la creencia en una revolución sin fisuras a tomas de posición incluso conservadoras para un mundo como el de hoy que es profundamente conservador, y eso a pesar de la cita de Karl Marx al final del libro cuando reivindica la autocrítica constante de uno mismo y la defensa de la ciencia y la razón como algo inherente a nuestro tiempo.

Y si a algún europeo todo esto le suena a música positivista decimonónica, habría que recordarle que Hitchens escribe y es leído sobre todo en los Estados Unidos. Sabe de lo que habla. Son los tiempos que nos ha tocado vivir.

Re: HITCHENS, Christopher

Nota Jue May 13, 2021 1:46 am
David Torres, en "Hitchens: la fiesta continúa", en Público, el 26 de diciembre de 2012, escribió:El 15 de diciembre del pasado año moría Christopher Hitchens, uno de los intelectuales más brillantes de nuestra época, en palabras de Andrew Anthony: "quizá el mayor ensayista británico desde Orwell". En España acaba de salir a la luz su último libro, Mortalidad (ed. Debate), un texto de una lucidez implacable que cuenta el proceso de su enfermedad y su deterioro físico desde el día en que le diagnostican un cáncer de esófago hasta el momento en que los párrafos se truncan en epigramas y todo se corta en un silencio brusco y elocuente.

Hitchens, individualista feroz, ateo militante y polemista nato, nunca se hizo ilusiones acerca de nada, mucho menos del más allá, y se mofó de todas las utopías y espejismos que en el mundo han sido, desde el paraíso cristiano hasta el comunista, los cuales llegó a comparar en uno de sus característicos hachazos: "Una vez que se asume que hay un Creador y un Plan, nos transformamos en objetos de un cruel experimento por el cual somos creados enfermos y se nos ordena estar sanos. Y sobre nosotros, para supervisarnos, se instala una dictadura celestial, una especie de Corea del Norte divina, codiciosa, exigente, hambrienta de alabanza sin tacha desde el alba hasta el ocaso".

Hitchens creía que el humor era una defensa infalible contra los dogmas de cualquier clase y hacía gala de él siempre que podía. Orador incomparable, enfrentarse a él en un debate abierto, como los que participó en la última década junto a reverendos, científicos y creacionistas era exponerse a un auténtico y despiadado ridículo. Dios no es bueno (ed. Debate) probablemente sea el ataque más demoledor e inteligente contra la religión que se haya escrito nunca.

Leer a Hitchens es perder pie constantemente y trastabillar sobre cualquier certeza, ya sea espiritual, literaria o política. En el artículo que abre Amor, pobreza y guerra (ed. Debate), una extraordinaria recopilación de textos de todo tipo, va desmontando el mito ciclópeo de Churchill hasta dejarlo reducido a las cenizas de un puro con la misma saña con que, unos cientos de páginas más allá, desbarata los argumentos de Chomsky sobre el 11 de septiembre o torpedea la vacua retórica documental de Michael Moore. También revela cómo el Vaticano se equivocó al elegirlo precisamente a él como abogado del diablo en el proceso de canonización de la Madre Teresa, una pieza exquisitamente atroz que apenas es un aperitivo de un libro suyo todavía no traducido al español, me parece, y que lleva el formidable título The Missionary Position: Mother Teresa in Theory and Practice.

En su monumental autobiografía Hitch-22 (ed. Debate) Hitchens también ha contado sus pinitos ideológicos marxistas, su amistad a prueba de whiskies con Martin Amis o con Salman Rushdie, con quien compartió más de un escondite, sus andanzas entre los rebeldes kurdos, sus incansables diatribas contra Reagan, Bush y Kissinger. Mortalidad es, por desgracia, la última y definitiva entrega de este maestro de la sospecha, alguien que definió la muerte no como el momento en que la fiesta se acaba sino como el momento en que alguien te toca en el hombro para decirte que la fiesta sigue pero sin ti. Mucho peor, decía Hitch, es la otra opción: fingir que ocurre lo contrario, que alguien te toca en el hombro para darte la buena noticia de que la fiesta seguirá eternamente y que además no puedes marcharte. "El jefe lo dice y también insiste en que lo pases bien".


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