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VIDAL, Gore (1925-2012)

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VIDAL, Gore (1925-2012)

Nota Sab May 29, 2010 5:03 pm
Eugene Luther Gore Vidal


(wikipedia | dialnet)


Introducción

Eugene Luther Gore Vidal (n. 3 de octubre de 1925, West Point, Nueva York - 31 de julio de 2012, Los Ángeles), más conocido como Gore Vidal, es un escritor estadounidense.

Eugene nació en West Point, Nueva York, hijo de Eugene Vidal y Nina Gore, considerados miembros de la llamada aristocracia norteamericana, y vinculados al Partido Demócrata. Nació en la famosa academia militar de los Estados Unidos donde su padre era instructor aeronáutico. Posteriormente, Vidal adoptaría como nombre propio el apellido de su abuelo materno, Thomas P. Gore, quien fuera senador demócrata por Oklahoma.

De niño lo llevaron a Washington D.C., donde estudió en el colegio St. Albans. Su abuelo Gore estaba por entonces ciego, y el joven Vidal le leía en voz alta, además de ejercer frecuentemente como su guía, lo que le dio acceso a los corredores del poder (algo poco usual para un muchacho). El no-intervencionismo del senador Gore ha sido desde entonces una de las bases fundamentales de la filosofía política de Vidal, quien siempre ha sido un disidente frente a lo que él mismo denomina imperialismo norteamericano.

Tras su graduación en la Phillips Exeter Academy, Gore se alistó en la reserva del ejército norteamericano en 1943.

Durante gran parte de los últimos años del siglo XX, Vidal ha dividido su tiempo entre Ravello (Italia), en la Costa Amalfitana y Los Ángeles (California, EE.UU.). En 2003 vendió su casa de Ravello, y ahora pasa la mayor parte de su tiempo en Los Ángeles. En noviembre de 2003 murió su pareja de toda la vida, Howard Austen. Fueron de hecho su homosexualidad, así como sus ideas políticas progresistas, las causas principales de la animadversión que generó en las distintas administraciones norteamericanas, siendo objetivo marcado de la época de la "caza de brujas".

Gore Vidal es socio honorario de la National Secular Society.





Bibliografía compilada (fuente)





Narrativa





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Nota Sab May 29, 2010 5:04 pm
Lisandro Otero, en "Gore Vidal, profeta y rebelde. EE.UU., barco en naufragio", en Rebelión, el 30 de octubre de 2006, escribió:Quizás la única nación vencedora en la Primera Guerra Mundial fue Estados Unidos. Intervino tarde y el costo material fue muy inferior al de sus aliados. Emergió, en cambio, por primera vez en el escenario mundial, como una potencia influyente. Al victorioso Wilson lo sucedieron los aislacionistas Harding y Coolidge, que asumían el nuevo liderazgo casi como un embarazoso e indeseable compromiso. El gobierno republicano de Hoover llevó al país a un frágil auge con su política de laisser-faire. Los especuladores se enriquecieron en Wall Street con un ascenso espectacular de los valores de bolsa. En 1929 la pompa se desinfló. La depresión económica y el desempleo ensombrecieron el panorama norteamericano hasta que Franklin Delano Roosevelt lanzó el New Deal.

Ese período produjo una generación de intelectuales conscientes que se preguntaban en qué país vivían, por tanto en la literatura estadounidense no han faltado los escritores comprometidos con la crítica social y el análisis político. Edmund Wilson, Susan Sontag, Lionel Trilling, Joan Didion, Arthur Miller, James Baldwin, Norman Mailer y Lillian Hellman han sido algunos de los más prominentes. Pero quizás el que más ha ejercido el criterio ha sido Gore Vidal. Durante muchos años vivió en la costa napolitana de Amalfi, en una hermosa villa sobre un acantilado nombrada “La Rondinaia”, el nido de golondrinas, donde acumuló página tras página que fueron consolidándole como uno de los intelectuales más prestigiosos de su país y del mundo.

Gore pertenecía a una encumbrada familia. Su abuelo había sido senador y su madre casó, en segundas nupcias, con un rico jurista y hacendado, Hugh D. Auchincloss, que también era el padrastro de Jacqueline Bouvier, lo cual hacía a ambos medio hermanos. Cuando Jacqueline se casó con John F. Kennedy, que llegó a ser Presidente de la nación, Vidal fue un comensal frecuente de la Casa Blanca.

Su primera novela, Williwaw (1946), estaba basada en sus experiencias en la II Guerra Mundial, pero en su segundo relato, El pilar y la ciudad (1948), trataba la cuestión prohibida de la homosexualidad, en una época en que era difícil hacerlo y el público no toleraba ventilar abiertamente las propuestas temáticas espinosas. El rechazo que esta obra suscitó lo obligó durante algún tiempo a dedicarse a escribir libretos para la televisión, en los cuales sí tuvo mucho éxito. Sin duda, sus novelas históricas sobre la evolución de Estados Unidos fueron las que solidificaron su posición: Washington DC (1967), Burr (1974), 1876 (1976) y “Lincoln (1984), que le permitieron ofrecer a sus lectores una visión de la epopeya independentista y los entretelones de la vida gubernativa de años más recientes.

En esas páginas había afirmaciones como ésta: “Para el norteamericano medio, la libertad de expresión es sencillamente la libertad de repetir lo que todo el mundo anda diciendo y punto”. Y también: “Siempre me ha parecido extraño que una nación cuya prosperidad se base en la mano de obra barata de los emigrantes practique la xenofobia tan implacablemente”. Y más aún: “No existe un periódico popular en todo Estados Unidos que merezca la atención de un hombre inteligente”.

Gore Vidal escribió varios libros de ensayo y en ellos desarrolló la tesis de que Estados Unidos prosperaron gracias a la II Guerra Mundial, después de doce años de recesión, tras la cual los magnates de la industria del armamento que gobiernan los Estados Unidos ─quienes habían multiplicado sus riquezas por el conflicto─, decidieron que lo mejor para sus intereses era mantener a su país como un gendarme universal y las finanzas debían ser inscritas en una permanente economía de guerra.

John Foster Dulles estimaba que en una carrera armamentística perpetua los rusos quebrarían primero. Albert Einstein ya se había percatado, en tan temprana fecha como 1950, que la clase dirigente de Estados Unidos no estaba interesada en concluir la Guerra Fría. Vidal atribuyó a Teodoro Roosevelt el papel originario de matón universal por su apoderamiento de Cuba, Filipinas y Puerto Rico. Seguidor de las teorías de Alfred Thayer Manhan ─tomadas de la historia británica─, que postulaban que sólo serían una gran potencia si disponían de una poderosa flota de guerra y adquirían posesiones en ultramar. Gore recordaba que a partir de ese instante Mark Twain había propuesto que la bandera de las barras y las estrellas debía ser sustituida por un nuevo pendón que ostentase una calavera con dos tibias cruzadas debajo.

Gore Vidal es uno de los más lúcidos cerebros de Estados Unidos y su visión estratégica de su país como un barco en naufragio le ha otorgado una justa reputación y una inmensa influencia en las mentes de sus conciudadanos.

Nota Sab May 29, 2010 5:04 pm
Manuel Vázquez Montalbán, en "Gore Vidal. La escritura del exiliado interior", prólogo a Patria e imperio, una selección de artículos de Vidal, editados por Edhasa, Barcelona, 2001, escribió:José María Valverde, el poeta, catedrático e historiador literario, despacha a Gore Vidal como un escritor norteamericano, más o menos perteneciente a la generación de Norman Mailer, nacido en 1925, capaz de escribir un excelente libro, Williwaw, sobre el tema de la guerra y publicarlo en 1946, a los veintiún años de edad: "... luego se ha dedicado a versátiles experimentos de personajes extraños o remotos, en novelas históricas como Juliano (1964) o de indecente verosimilitud... Myra Breckinridge (1968) sobre una transexual...". Valverde glosa la pieza teatral de Vidal Visita a un pequeño planeta, representada en 1957, en plena década de desvelamiento de autores como Miller, Tennessee Williams o Albee.

La década de los veinte se dedicó a engendrar una pléyade de literatos norteamericanos llamados a suceder la hegemonía de la llamada "generación perdida" y si Gore Vidal como autor teatral tuvo que ganarse un espacio entre autores como los citados, en novela no lo tuvo más fácil. Son sus compañeros de promoción: Mailer, Updike, Capote, Burroughs, Bellow, Carson McCullers o Salinger. En casi todos estos novelistas domina la exposición o el análisis del conflicto entre el yo y el nosotros, entre lo subjetivo y lo objetivo y el reconocimiento melancólico de la impotencia para controlar las relaciones de dependencia, sean interpersonales, sean sociales. Gore Vidal explicita su voluntad de combate contra lo que le disgusta, no lo padece, lo convierte en un arma arrojadiza. Comparte con Mailer la voluntad de diagnóstico sobre el presente de la vida y la política norteamericana y una cierta aspiración a transgredir arremetiendo contra los tópicos del canon virtual e histórico, aunque Vidal frente a Mailer aparece más convocado por el efectismo irónico provocador que por la transgresión ensimismada que trata de convocar insumisión civil.

Nacido en Nueva York, escritor de éxito desde los veintiún años, dedicó una parte de su producción a escribir novelas policíacas con el seudónimo Edgar Box, exceso paracultural que no se hubieran atrevido a asumir otros escritores de cejas altas, como no hubieran osado presentarse como candidatos demócratas al Congreso en 1960. Gore Vidal lo hizo, consiguió 70.000 votos más que el futuro presidente Kennedy, y utilizó la experiencia para escribir una farsa teatral, The best man (1963), y algún ensayo recogido en sus compilaciones continuadas. El análisis del poder y sus excesos constituye una de las materias primas de este escritor, así como la defensa de la homosexualidad, a veces en directo, otras mediante la satirización de la cultura reproductiva y la moral de las apariencias: City and the Pillar (1948) o Myra Breckinridge (1968) o el libro Pink Triangle and Yellow Star and Other Essays (1982).

A pesar de esta militancia por la homosexualidad, el imaginario de Gore Vidal que se tiene en todo el mercado literario universal está muy condicionado por Raquel Welch. La presentada como sex symbol femenino máximo después de la muerte de Marilyn Monroe fue la intérprete de la versión cinematográfica de Myra Breckinridge y un factor importante para conseguir transmitir a millones de espectadores de todo el mundo la propuesta ambigua de la novela y el nombre de su autor. Su literatura va por un camino diferente de la calificada como comprometida y podría connotarse como literatura de intervención, condicionada por las provocaciones directas del desorden de las conductas, disfrazado de orden por el establishment, aunque a veces el autor recurra a la fabulación de personajes históricos, pero siempre con la voluntad de llamar la atención sobre algo que le provoca y le obsesiona en la contemporaneidad. Esta escritura de intervención es un valor obvio ya añadido a la propuesta literaria, y tal vez por eso Vidal padece la maldición de lo pretextual, es decir, ser leído desde una información previa sobre la finalidad denunciatoria o concienciadora de su escritura. Si esta característica de Vidal se percibe en sus novelas o en sus piezas teatrales, son casi consustanciales a sus ensayos que, desde Rocking the boat (1962) hasta compilaciones publicadas treinta años después, nos lo revelan como un formidable expositor de agravios y de crítica a la sociedad norteamericana, crítica ejercida hasta el punto de su larga residencia en Italia, a la manera de los exiliados morales de la generación perdida y que ha provocado que muchas veces los periodistas norteamericanos le hayan preguntado: "¿Cómo puede usted decir cosas tan terribles de Estados Unidos viviendo en Italia?". Vidal suele responder que paga sus impuestos en Estados Unidos y que el cincuenta por ciento de lo que gana contribuye, por ejemplo, a pagarle el sueldo al general Brown del Pentágono, estadista y militar, así como celoso estudiante del panfleto antijudío El protocolo de los sabios de Sión.

Estamos en presencia de Patria e Imperio, selección de siete ensayos políticos a cargo de Eduardo Iriarte Goñi, que alcanza escrituras de Vidal hasta de 1994 y por lo tanto un balance suficiente de sus obsesiones y su estrategia expositora: "El estado de la Unión, 1975", "El estado de la Unión, 1980", "La segunda revolución americana", "El día en que el imperio americano se quedó sin gasolina", "El Estado para la Seguridad Nacional", "Patriotismo", "La unión del Estado". En cada uno de estos ensayos hay ideas fuerza dominantes y en todos ellos queda implícita o explícita la obsesión dominante en Gore Vidal: la crítica de la democracia norteamericana y el papel de Estados Unidos en el mundo, sea según la tónica de los McKinley y Theodore Roosevelt a fines del siglo XIX, sea según el espíritu de Guerra Fría contra la URSS que iniciara un presidente en teoría tan anodino como Harry Truman. Si se lee el primer ensayo propuesto, "El estado de la Unión, 1975", se toma contacto con el estilo de Vidal desde siempre y para siempre. Recoge sus experiencias como conferenciante por diferentes lugares de Estados Unidos predicando contra el doble orden establecido, la doble verdad y la doble moral: "...cerca del ochenta por ciento de la actividad policial en Estados Unidos tiene que ver con la regulación de nuestra moral privada. Con eso me refiero a controlar lo que bebemos, comemos, fumamos y nos metemos en vena: por no hablar de regular con quién y cómo mantenemos relaciones sexuales, con quién y cómo nos acostamos. De resultas de ello nuestra policía se encuentra entre las más corruptas del mundo occidental". Provocador donde los haya, pero moviendo con solvencia la brida del sentido del humor, Vidal es capaz de proponer la liquidación de la brigada antivicio, legalizar el juego, también las drogas siempre que se vendan previa receta médica y a precio de coste, revisar la política imperial que empezó con la anexión virtual de Cuba y la factual de Filipinas: "El pueblo filipino no quería que lo gobernáramos, de modo que matamos a tres millones de filipinos, el mayor acto de genocidio hasta Hitler". Al tiempo que Gore Vidal nos explica cómo se bombardea a un público adicto o no, revela sus trucos y en ocasiones sus angustias de profeta. Por ejemplo, cuando en una conferencia está cuestionando el derecho social a tener muchos hijos, introduce la reflexión: "Recurro al truco barato de sacar a colación a la señora Burton para mitigar la tensión que se está creando. La mayor parte del público cree en el derecho a tener cuantos hijos le parezca y que limitar la población por ley resulta una imposición terrible...", apenas un breve descanso para dejar al público K.O. al decirles que probablemente el fascismo sólo aparece como una palabra sin sentido para cualquier norteamericano, pero el concepto real, añade, está presente en Estados Unidos y con su intento de dominación mundial está frenando o usurpando libertades reales en todo el mundo.

Si de la lectura del primer trabajo ofrecido se pueden extraer las constantes de Vidal, más interesante me parece, en éste y en los demás ensayos, el inteligente juego que establece entre lo que afirma y cómo razona o relativiza lo que afirma en función de lo que considera que haya podido metabolizar la conciencia de sus receptores. Es como si estuviera construyendo un discurso sin dar concesiones, pero teniendo en cuenta, sobre la marcha, el feedback que supone en el sujeto cocreador, el público. Vidal ensaya sus trucos y nos explica la eficacia de la compensación mediante alivios retóricos como la ironía y la búsqueda de la complicidad in situ con el receptor. Vayámonos del primer trabajo antologado al último, que se titula precisamente "La unión del Estado", puesto que el autor explica que si ha escrito con tanta abundancia sobre el estado de la Unión, es legítimo que ahora lo haga sobre la unión del Estado, proposición que podría llevarnos a la perplejidad tras comprobar el radicalismo crítico antiestatalista, entre el anarquismo y Jefferson, que connota la ideología de Vidal. No. Gore no se ha vuelto estatalista, al contrario, ofrece como una posible solución a los problemas de Estados Unidos la descapitalización de Washington y dispersar los centros de poder para acercarlo a la ciudadanía. Llega a proponer la supresión del impuesto sobre la renta y de Washington como capital federal, y transmitir la responsabilidad de cómo administrar lo recaudado desde las regiones autónomas. El título del artículo se convierte en un bumerán, porque Vidal descalifica la posibilidad de esa Unión de Estado que sólo se ha conseguido, históricamente, mediante la fuerza, desde el principio de que el Estado es quien tiene el monopolio de la violencia.

En este último artículo de la antología, Vidal reseña que los tres candidatos a la presidencia de Estados Unidos en las elecciones de 1992, Clinton, Bush y Perot, han utilizado ideas suyas sobre el Estado y sobre la necesidad de relativizar el papel centrípeto de Washington. Algún candidato así lo ha reconocido y el autor lo administra en parte para dudar de la eficacia de sus ideas cuando son utilizadas como retórica para alcanzar el poder. Vidal se agarra al clavo ardiendo de la descentralización, utilizando a Jefferson como su profeta particular y entregándose a la esperanza de que "alguna vez veremos algo parecido a una democracia en nuestra sección de Norteamérica; tradicionalmente siempre hemos sido una república gobernada de arriba abajo por el dinero, pero, al menos, dentro de las regiones habrá más diversidad de la que hay en la actualidad y, sobre todo, el pueblo tendrá por fin la sensación de que ya no es víctima de un gobierno lejano, sino que tanto él como sus impuestos están por fin en casa". De la obsesión del dinero como factótum de poder operante de arriba abajo pasaríamos a la del dinero como posible factótum de libertad operante de abajo arriba. ¿Se pueden hacer experimentos con cosas tan serias como el dinero, sobre todo dentro de una sociedad construida según las pautas del capitalismo punta? Tal vez estas visiones un tanto desterradas de Gore Vidal traduzcan una vez más la tensión regeneracionista de los escritores norteamericanos que pasaron del exilio interior al exterior, ya que desde Henry James, la mejor literatura norteamericana buscó en el exilio exterior la resolución a los problemas creados por el exilio interior, y la diáspora fue una de las características de excelentes escritores posteriores, se llamaran Eliot, Hemingway o Kerouac. No es Vidal un crítico sistemático de Estados Unidos como podría serlo un marxista o un fascista, y es la suya una mirada a la vez ilustrada y regeneracionista. ¿Cómo puede usted criticar tan duramente Estados Unidos si vive en Italia? suelen preguntarle los periodistas más patrióticos, sin atender al hecho de que vivir en Italia es como habitar en una de las provincias más singulares del mismo imperio y que en el punto de vista distanciador de Vidal influye tanto la nostalgia de la pureza constitucional del origen de Estados Unidos, de ahí sus frecuentes citas de Jefferson, como la rebeldía de un personaje singular que exige el derecho a vivir su diferencia.

Re: VIDAL, Gore

Nota Mié Ago 01, 2012 2:09 pm
Amy Goodman, en "El icónico autor y crítico Gore Vidal muere a los 86 años", en Democracy Now!, el 1 de agosto de 2012, escribió:El escritor Gore Vidal murió a la edad de 86 años. Icono nacional y autor de más de veinte noveles y cinco obras de teatro, Vidal fue uno de los cronistas más conocidos de la historia y la política de Estados Unidos. Dedicó su trabajo a hacer análisis y escribir de las injusticias de la sociedad estadounidense. En una entrevista concedida en 2004 a Democracy Now!, Vidal habló sobre el papel de la democracia en Estados Unidos ya en la Constitución.

    Gore Vidal dijo: "La palabra 'democracia' no sólo no se menciona en la Constitución, sino que es algo que los padres fundadores odiaban. Esto es algo que en general no se sabe porque no debe saberse, pero es así. Escribí un librito sobre eso titulado Inventing A Nation [editado en español como “La invención de una nación”], que Yale publicó el año pasado. Nuestros fundadores les temían a dos cosas. Una era el gobierno del pueblo, que pensaban que sería un desorden. Y le temían a la tiranía, que habíamos padecido con el Rey Jorge III, y por eso querían una república, un lugar seguro para los hombres, hombres blancos con propiedades para hacer negocios. Esto no es lo ideal, pero es mejor que lo que tenemos. Entonces, aquí estamos llevándoles la democracia a los pobres afganos, pero la democracia real, por supuesto, sólo está en las cárceles, en las que nos hemos especializado en todas partes. Algo interesante que salió de todo este desorden es que ahora el mundo sabe cómo tratamos a los estadounidenses en las cárceles estadounidenses. Toda esa conducta, la humillación y la violencia y demás, eso es típico no tanto de las prisiones federales, sino de las prisiones estatales y municipales y los centros de detención. Esta es la nación de la tortura, y los que no estén de acuerdo conmigo, pueden escribir una carta indignada en este mismo momento, si es que en realidad pueden escribir. Siéntense y escriban una carta airada al Comandante en Jefe. Hagan que revise las cárceles".

    Amy Goodman: "Bueno, muchas gracias por estar con nosotros, Gore Vidal".

    Gore Vidal: "Acabo de empezar [risas]".

Para ver toda la serie de entrevistas realizadas con Gore Vida haz click aquí.

EFE Los Angeles, en "Muere Gore Vidal, uno de los mejores pensadores de EEUU", en Público, el 1 de agosto de 2012, escribió:
    El escritor, novelista y ensayista, crítico implacable de la sociedad estadounidense, fallece a los 86 años en su casa de Hollywood

El estadounidense Gore Vidal, escritor, novelista, ensayista y guionista cinematográfico, falleció la madrugada de este miércoles en Los Ángeles a los 86 años. Dedicó toda su vida a la literatura y al cine con sátiras como Myra Breckinridge (1968) y guiones como Caligula (1979) o ¿Arde París? (1966).

Candidato eterno al Nobel de Literatura, primo de Al Gore y hermanastro de Jacqueline Kennedy, Gore Vidal murió en su domicilio situado en las colinas de Hollywood por las complicaciones ocasionadas por una neumonía, según informó su sobrino Burr Steers al diario Los Angeles Times.

El autor de Juliano el apóstata, Hollywood o En directo del Gólgota, entre otras muchas obras o guiones cinematográficos y teatrales, se había instalado en Los Ángeles en 2003 después de residir un periodo de su vida en Ravello, Italia.

Gore Vidal fue uno de los intelectuales norteamericanos más críticos con la política oficial de su país, junto con Susan Sontag, Noam Chomsky, o Norman Mailer, con quien mantuvo sonados enfrentamientos.

Junto a Mailer y Truman Capote, Vidal, estaba considerado como uno de los mejores escritores y pensadores de Estados Unidos.

Vidal fue un ávido escritor y frustrado político cuya producción literaria giró en torno a la novela histórica, la sátira sobre la forma de vida de los estadounidenses y la ficción científica.

En el género histórico destacaron títulos como A Search for the King (1950), Julian (1964), Creation (1981), todas ellos ambientados en períodos que van desde la Persia del siglo V antes de Cristo hasta la Inglaterra de Ricardo I, así como obras sobre Estados Unidos como Washington D.C. (1967), Burr (1973), Lincoln (1984) e Imperio (1987).

En 1993 obtuvo el Premio Nacional del Libro de Estados Unidos por sus ensayos United States Essays, 1952-1992.

Sus sátiras más célebres fueron Myra Breckinridge, sobre un megalómano transexual, y Duluth, mientras que en el campo de la ciencia ficción escribió Mesías (1954) o Kalki (1978).


Apasionado

Nacido el 3 de octubre de 1935 en la academia militar de West Point (Nueva York), donde su padre era instructor de aviación, se sintió atraído desde niño por la literatura y la política, influido por su abuelo materno, Thomas P. Gore, que fue senador de Oklahoma, y con el que vivió desde los 10 años tras el divorcio de sus padres.

Cursó sus estudios en la Academia Phillips de Exeter de New Hampshire, en la que se graduó en 1943, y con diecisiete años se alistó en el Ejército, donde sirvió durante la II Guerra Mundial.

A los 19 años, cuando se encontraba destinado en el Pacífico, escribió su primera novela, Willawaw, que se publicó en 1946 y dos años más tarde logró el aplauso de la crítica por La ciudad y el Pilar de Sal, una obra que dio que hablar en aquellos años dado que su protagonista era homosexual.

En 1952 publicó la novela El juicio de París, después de la cual dejó de escribir relatos durante unos años para dedicarse a trabajar para los estudios de Hollywood.

Fue guionista de cintas como "De repente, el último verano" (1959) en la que Katharine Hepburn interpretaba a una mujer que quería lobotomizar a su prima, encarnada por Elizabeth Taylor, para encubrir las circunstancias en las que tuvo lugar la muerte de su único hijo.

Ese filme, con Montgomery Clift en el reparto, optó a tres Óscar, uno más que ¿Arde París? (1966), película sobre la ocupación alemana de la capital francesa en la Segunda Guerra Mundial que escribió Gore Vidal basándose en varias novelas y en colaboración con Francis Ford Coppola.

Vidal es autor de los guiones de largometrajes como "The Best Man" (1964) o el drama romano "Caligula" (1979) y esporádicamente trabajó como actor en proyectos como "Gattaca" (1997).

Gore Vidal fue igualmente un apasionado de la política, aunque sus intentos por abrirse camino en Washington no fructificaron.

En los años 60 tuvo un papel muy activo dentro de las filas más liberales del partido demócrata norteamericano y se presentó sin éxito para el puesto de congresista por el estado de Nueva York.

Se movió con más habilidad entre bambalinas y llegó a ser asesor del asesinado presidente John Fitzgerald Kennedy.

Entre 1970 y 1972 presidió el People's Party (de tendencia liberal) y en 1982 se presentó como senador por California y estuvo a punto de ganar al obtener más de medio millón de votos.


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