Vida y muerte en un almacén (A. Rafaele, J. Bullman, 2022) : Filmoteca de ficción

Vida y muerte en un almacén
Life and death in the warehouse
Aysha Rafaele, Joseph Bullman (Reino Unido, 2022) [60 min]

Sinopsis:

En el prólogo de la película, en el guion, se escribió:
El auge de las compras en internet ha creado un ejército invisible de cerca de un millón de trabajadores de almacén. Algunas de estas empresas son conocidas. De otras, jamás hemos oído hablar. Esta película está inspirada en cientos de historias reales.

Comentario personal:

Una clase magistral de sociología de la cadena de montaje en tiempos de la distribución computerizada y el salario emocional.

Neolengua para recalibrar la autopercepción del asalariado. No son obreros, son "asociados". No trabajan para la empresa, trabajan para "clientes", como el falso autónomo que se acaba creyendo empresario.
La reformulación de los contratos laborales como mercantiles, la conmutación de los convenios generales por los convenios de empresa y el consecuente deterioro de la capacidad de negociación: «no estamos en contra del sindicato, pero preferimos un trato de tú a tú con nuestros asociados», dicen los "coordinadores" (los capataces).
La traición inherente a la figura del capataz, el "encargao", el manijero; el cuadro medio esquizoide, con un ojo en una clase y un pie en la otra. El cuerpo de capataces siempre ha rebosado de trepas, gente que busca los privilegios de estar un grado por encima de la base. Es el kapo del campo del concentración.
El control social mediante videovigilancia (panóptico) y prohibición de los dispositivos electrónicos propios (secuestro de los sentidos), para el ajuste del tiempo del trabajo al reloj de la empresa. Y mediante el coaching en tanto terrorismo emocional, el "buen rollo" obligatorio para invisibilizar las violencias; subordinación de los apetitos, creencias y necesidades individuales a una "empresa total".
La ludificación y la medicalización para el incremento de la productividad. El casco "gamer" de voz robotizada/enlatada, la interfaz de seguimiento individualizado de los operarios por ordenador (estética "sim"), la puntuación ("tasa de recogida") con su sistema de gratificaciones ("el chaleco verde", símbolo de contrato fijo), las pastillas "energéticas" para aguantar la jornada... contrastan con fórmulas disciplinarias clásicas, como los altavoces orwellianos anunciando los récords de producción.
La familia como órgano de contención de la lucha obrera. Sin el padre desempleado como prioridad de Megan por el apego, no hay chantaje, no hay presión autoimpuesta, y sí mayor simetría respecto al resto de la clase.
La inoperancia de la legislación laboral con perspectiva de género si no es respaldada por órganos independientes del proletariado (el sindicato). Se desnuda la falacia socialdemócrata de que bastan los resortes del estado para unas buenas condiciones de trabajo si hay mayoría legislativa progresista. El estado moderno es burgués y las conquistas son eso: conquistas, no regalos; beneficios cedidos por presión externa que sin presión tampoco se aplicarían.
Los servicios "toyotistas" de la empresa tales como el seguro médico privado para separarla en un plano paralelo del resto del mundo, como una microsociedad aparte con usos y ordenanzas propias que "fuera" no gozarían de la aceptación general por su crueldad. Es aquello de "la democracia acaba en la puerta de los centros de trabajo".
Se contabiliza y normaliza como "accidente" lo que en realidad es violencia laboral incidental. Un accidente es un riesgo no evaluado en la casuística habitual. Se nos escapa de las previsiones. Un incidente violento lo es porque se ve venir, emite un "gruñido" cíclico; ocurrió, sabemos que volverá a ocurrir y, aún así, no se hace lo suficiente para evitarlo, porque en el saldo de costes sale positivo no hacerlo. En las relaciones laborales hay pocos accidentes y mucha violencia incidental. Por eso, en caso de siniestro en el trabajo, para hablar con propiedad deberíamos resignificarlo como homicidio involuntario. Para los casos más masivos con matriz empresarial compartida, habría que hablar de delito de lesa humanidad. Ha llegado el momento de asumir programáticamente un Nuremberg 2.0. La clase entera está necesitando ese procedimiento terapéutico.