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LUNACHARSKI, Anatoli (1875-1933)

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Anatoli Lunacharski
Anatoli Vasílievich Lunacharski | Анатолий Васильевич Луначарский


(wikipedia | marxists internet archive)


Introducción

    [propia] Militante comunista. Primer comisario para la instrucción pública de la Unión Soviética.

M. Ruiza, T. Fernández y E. Tamaro, en "Biografía de Anatoli Lunacharski", en Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea, en 2004, escribió:(Anatoly Vasílievich Lunacharsky; Poltava, 1875 - Mentone, 1933) Político, crítico, publicista y dramaturgo ruso. Su actividad intelectual se centró en su adhesión al marxismo y en el intento de proporcionar una base filosófica a las teorías de Marx, mientras que su actividad política se desarrolló en la socialdemocracia rusa y, posteriormente, en su ala bolchevique, hasta coronar su carrera con el cargo de comisario del pueblo para la educación (1917-1929).

Anatoli Lunacharski se afilió en 1892 al Partido Socialdemócrata Ruso. En 1894-1895 estudió en la Universidad de Zúrich; allí asistió a las clases de Richard Avenarius, que le dejaron una profunda marca, hasta el punto de que su filosofía le pareció "la mejor escalera hacia los baluartes erigidos por Marx". En Zúrich estableció contacto con los socialdemócratas rusos exiliados, como Pável Axelrod y Georgi Plejánov. Con este último inició inmediatamente un debate sobre Avenarius, ya que se trataba de un materialista histórico y dialéctico ortodoxo, hostil a cualquier revisionismo, incluso filosófico.

Plejanov le invitó a leer a los idealistas alemanes Fichte y Schelling para llegar al verdadero Marx, pero en realidad el autor extrajo de aquellas lecturas materia e inspiración para una nueva interpretación de la obra de Marx, divulgada en los dos volúmenes de su trabajo más importante, Religión y socialismo (Religiya i socialism, 1908-1911), en las que interpretaba el pensamiento marxista como "filosofía religiosa", como base de una nueva religión de la humanidad, laica, socialista y colectivista, conocida como bogostroyelstvo ("construcción de Dios").

En el II Congreso del Partido (1903), Lunacharski se alineó con los bolcheviques, pero después entró a formar parte del grupo disidente de los bolcheviques de izquierdas Vperiod (Adelante), creado en 1909 por otro seguidor de Avenarius y Marx, Aleksandr Bogdanov. Esta actitud fue criticada por Lenin. En el grupo Vperiod se elaboró el ideal de una "cultura proletaria", de la que surgió en 1917 el Proletkult. Cuando el autor reivindicó la autonomía de esta organización, fue nuevamente criticado por Lenin; ocurrió lo mismo al apoyar a los futuristas y, en especial, a Maiakovski.

Estas divergencias no le impidieron mantener durante diez años más el cargo de ministro (comisario) de educación, cargo del que dimitió cuando los viejos bolcheviques como él empezaron a ser sustituidos por personas cercanas a la nueva línea de Stalin. Entonces fue nombrado representante diplomático en España, y murió durante su viaje a Madrid.

Su obra la constituyen ensayos y artículos sobre problemas estéticos, literarios y artísticos, a los cuales hay que añadir varias obras teatrales de tendencia melodramática y romántica, dedicados a figuras emblemáticas de la historia (Oliver Cromwell, Tommaso Campanella) o de la literatura (como los protagonistas de Fausto y de Don Quijote de la Mancha). Lenin lo definió de forma muy precisa, ya que a pesar de sus divergencias, decía tener "una debilidad" por el autor: "Hay en él un brío muy francés, una ligereza que deriva de su estetismo".

Sin entrar en el grupo de los teóricos del marxismo, moderadamente "liberal" pero corresponsable de la política cultural soviética hasta el comienzo del realismo socialista, y sumamente culto y versátil, Anatoli Lunacharski fue una figura vivaz e interesante del primer grupo de dirigentes soviéticos. Sus principales obras son Iskustvo i revoliuciya (Arte y revolución, 1924), Teatro e rivoluzione (Teatro y revolución, 1924), Ot Spinozy do Marska (De Spinoza a Marx, 1925) y Escritos críticos.





Bibliografía compilada





Ensayo


Ad Absurdum, en "Cuando la URSS sentó a Dios en el banquillo de los acusados", en Público, el 15 de septiembre de 2018, escribió:Al poco tiempo del triunfo de la Revolución Rusa, a principios de 1918, Anatoli Lunacharski vio pertinente abrir uno de los procesos judiciales más estrambóticos de la historia.

Hay que tener en cuenta que el anticlericalismo fue uno de los grandes protagonistas en los primeros años tras el triunfo de la revolución. La gente no podía ni oler a religión en unos tiempos en los que se señalaba a la Iglesia como un gran mal de la historia. Los nervios estaban de punta en toda la URSS, así que, dada esta situación, Lunacharski tuvo la gran idea, por aquello de echar más gasolina al fuego, de sentar a Dios en el banquillo de los acusados.

Las rebeliones iconoclastas de esta época fueron de lo más variadas, pero desde luego esta de querer juzgar a Dios por sus crímenes contra la humanidad se lleva el primer premio. El mismísimo Lunacharski se puso al frente del proceso, para lo que preparó en Moscú un tribunal. Con el lío que debía tener Dios y ahí estaba, esperando una notificación judicial para ser juzgado.

Pocos días después comenzó el juicio con la tediosa y maratoniana lectura de todos los cargos que el pueblo ruso (que se había presentado como acusación particular) asignaba a la trina deidad. De todas formas, nosotros os resumimos esa gran turra en forma de larguísima acusación en un cargo: Dios era acusado de genocidio.

Se intentó plantear el juicio con las características propias de un juicio normal y corriente, procurando para ello darle un ambiente lo más real posible. Los fiscales contaban con "pruebas" que inculpaban al Altísimo en crímenes contra la humanidad y, como no podía ser de otra forma conforme a derecho, el acusado contaba con su defensa: una serie de abogados de oficio que el Estado le había asignado, tal y como le correspondía.

La cuestión es… ¿Quién cojones se sentó en el banquillo de los acusados? Como Dios en persona no pasaba ese día por ahí, colocaron una Biblia en su lugar, porque bueno… no todo podía ser calcado a un juicio real. Los abogados tuvieron que hacer de abogados del diablo (bueno, no, en realidad aquí era precisamente al revés) defendiendo a Dios.

Pero como suele ocurrir cuando tienes que defender algo indefendible, que sabes que tienes las de perder y más vale asegurar la opción menos mala, recurrieron a lo típico: alegaron que Dios padecía una demencia y trastornos psíquicos. Como vemos, la táctica de alegar enajenación ha sido utilizada desde siempre y por todo dios, nunca mejor dicho.

Tras otras cincos horas de apelaciones y protestas, se declaró a Dios culpable de los delitos de genocidio y crímenes contra la humanidad. Y se dictaminó la pena: Dios debía morir fusilado al amanecer del día siguiente. Y así se hizo, pero en esta ocasión dispararon al cielo, no a la Biblia que habían utilizado como personificación divina. No sabemos exactamente cuándo decidieron que ya estaba bien de disparar, pero seguro que se tiraron un buen rato por si acaso. Jaque mate, Nietzsche.

Lo más curioso de todo es que el mismísimo promotor del juicio era un gran estudioso de la historia de las religiones y las relaciones entre teología y política, de hecho, Anatoli Lunacharski se encontró con más de un problema dentro del partido (ni más ni menos que con Lenin topó) por querer aplicar los conceptos religiosos del dogma cristiano a la revolución y al sistema comunista (especialmente el concepto de ideología de la salvación). La utilización de los principios salvacionales cristianos aplicados al marxismo queda reflejada en su obra Religión y socialismo, y no fue el único que planteó cosas por el estilo.

En los últimos años de su vida, tuvo una actitud crítica ante este periodo de exaltación antirreligiosa, y en los años posteriores a 1929 se rebajó el nivel de violencia en este aspecto en la URSS. Posiblemente porque ya no quedaba nada que reprimir, pero bueno, algo es algo.

Lunacharski, el hombre que pasó a la historia por haber juzgado a Dios, acabó muriendo en 1933, cuando se dirigía a ocupar su puesto como embajador en la España de la II República.


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