RebeldeMule

TOLLER, Ernst (1893-1939)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...

TOLLER, Ernst (1893-1939)

Nota Vie May 21, 2021 4:38 pm
Ernst Toller


(wikipedia | alasbarricadas | ecured)


Introducción

En Ecured se escribió:Poeta, dramaturgo, político y revolucionario judío-alemán cuya obra se inscribe dentro de la vertiente expresionista.

En Pepitas de Calabaza se escribió:Como otros jóvenes de su generación, Ernst Toller (Samotschin, Polonia, 1893 - Nueva York, 1939) se vio encandilado por una fugaz euforia nacionalista que le llevó a enrolarse en el ejército y participar en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, la experiencia de la guerra lo convirtió en un ferviente pacifista y en un socialista revolucionario.

Al final de la contienda participó en la revolución alemana de 1918 que dio paso a la República de los Consejos de Baviera, donde llegó a ocupar la presidencia. Derrotada la revolución, Toller pasó cinco años en prisión, hasta junio de 1924. Algunas de sus obras de teatro más relevantes fueron escritas en este periodo. Una vez libre, prosiguió con éxito su carrera de dramaturgo y colaboró con Erwin Piscator.

La victoria de Hitler en las elecciones y el ascenso del nazismo le obligaron a exiliarse en Inglaterra, primero, y en EE. UU. después. A partir de ese momento consagró su vida a la lucha contra el fascismo y a la causa de la humanidad.

En 1938 viajó a España. Impresionado por las condiciones de vida en la zona republicana («Nunca olvidaré los rostros de aquellos depauperados niños españoles», confesó a su amigo Hermann Kesten), fundó el Spanish Relief Plan para canalizar la ayuda a los hijos de los combatientes republicanos. Toller dedicó al Plan todos sus recursos económicos y sus energías. Sin embargo, el imparable avance del fascismo en Europa —que tuvo en la derrota de la República española uno de sus momentos clave— supuso para Toller un golpe irreparable; poco después de la entrada de las tropas de Franco en Barcelona, el 22 de mayo de 1939, se suicidó en un hotel de Nueva York.





Bibliografía compilada





Teatro





Relacionado:


Jesús Aller, en "Biografía de un protagonista de la República de los Consejos de Baviera", en Rebelión, el 9 de octubre de 2017, escribió:Ernst Toller nació el año 1893 en Samotschin, en una Polonia que era alemana entonces, de familia judía y bien a tiempo para que el fervor nacionalista, contagiado como un mal virus, lo llevara voluntario a las trincheras de la I guerra mundial. Ellas forjaron su carácter, y de ellas salió rebelde en cuerpo y alma contra la desidia de dios y la infamia de los hombres, y contra la servidumbre en que el miedo nos ata. En 1918 participó en la constitución de la República de los Consejos de Baviera, tras cuya derrota fue condenado a cinco años de prisión que cumplió íntegramente.

A partir de 1919 Ernst Toller alcanzó cierto éxito como autor de piezas teatrales expresionistas, cuyos personajes trataban de mostrar arquetipos del devenir social, pero su carrera se vio interrumpida por el acceso de los nazis al poder en 1933, que lo llevó al exilio en Inglaterra y luego en los Estados Unidos, y a volcar sus energías en la tarea de alertar a sus contemporáneos de la necesidad de plantar cara al fascismo. En los años 30 viajó varias veces a España y desarrolló una solidaridad con el torturado pueblo español como para hacerle quitarse la vida tras la derrota definitiva de éste, el 22 de mayo de 1939 en un hotel de Nueva York. Una juventud en Alemania fue publicado en 1933 y aparece ahora en castellano (Pepitas de calabaza, 2017) recuperando una traducción de Pablo Sorozábal Serrano y con prólogo de Carlos García Velasco.

El libro echa a andar con una nota fechada el día de 1933 en que las obras de Toller son quemadas en Alemania. En ella constata la urgencia de comprender el pasado si se quiere descifrar el presente, y de analizar los errores que han traído el triunfo de la barbarie. Se trata de percibir, sobre todo, que no es que la razón haya fracasado; en realidad nunca tuvo poder y sólo un simulacro suyo fue venerado. Con este espíritu, Toller rememora su infancia en un país en el que alemanes y judíos, solidarios en su germanidad, rivalizaban con polacos por lo general más pobres. Él, un niño rico y judío, conoce pronto el placer de «colocar las palabras una tras otra», progresa en sus estudios y los continúa en Francia tras la muerte de su padre. En Grenoble acude a la universidad y viaja luego por Provenza.

Regresa a Alemania con el comienzo de la Gran Guerra y en Múnich se presenta voluntario. Es admitido en artillería y tras unos meses de instrucción, en marzo de 1915 se ofrece para ir al frente. Cerca de Metz participa en el cañoneo de posiciones francesas y siente por primera vez el soplo helado de la muerte. En otro destino al este de Verdún es ascendido a suboficial. Sus impresiones son las de tantos que sufrieron aquello: «El infierno sería mejor que esto; los cadáveres provocan pavor pero no piedad». Después de trece meses en las trincheras, enferma y es declarado inútil. En Múnich estudia y escribe con ahínco y se une al círculo donde brillaban Thomas Mann y Frank Wedekind, pero es incapaz de olvidar. Piensa que se debería hacer algo para tratar de detener la matanza e interviene en la creación de una asociación pacifista. Entre virulentos ataques reciben cartas de apoyo de Albert Einstein y Gustav Landauer.

Cuando Toller tiene acceso a documentos que ponen de manifiesto la responsabilidad de las autoridades alemanas en el comienzo de la guerra, no tarda en comprender que tras ella se esconde sólo el afán de lucro y que es un movimiento más de la máquina infernal del capitalismo. Por entonces conoce además a Kurt Eisner, líder de los socialistas independientes que luchan por poner fin al conflicto, y toma contacto con unas masas obreras pujantes y pletóricas de ideas. En Múnich, apoya los huelguistas que exigen un armisticio y es encarcelado. Cuando el maltrato hace que su salud se resienta lo llevan al hospital militar y sólo en el verano de 1918 está libre por fin. Pronto, la revuelta se extiende por el país; el 9 de noviembre Karl Liebknecht proclama en Berlín la República Socialista Alemana, mientras el káiser huye a Holanda.

Ernst Toller desgrana sus recuerdos de aquellos días. En Múnich colabora con el gobierno revolucionario del Estado Libre de Baviera, que preside su amigo Eisner, y en diciembre viaja a Berlín para asistir al congreso de consejos. Éste toma la desastrosa decisión de renunciar a asumir el control total de la situación y da con ello el golpe de gracia a la revolución, mientras la reacción, con la inestimable ayuda de los socialdemócratas, se envalentona y los empresarios arman fuerzas paramilitares. Sus hazañas llegan pronto; Karl Liebnecht y Rosa Luxemburg son apaleados y asesinados el 15 de enero de 1919 y Kurt Eisner recibe un disparo por la espalda el 21 de febrero. Es entonces cuando, con las masas en efervescencia, el 7 de abril de 1919 (no el 17 como se dice en el libro) en el muniqués palacio Wittelsbach el Comité Central de los consejos y los delegados de los partidos proclaman la República de los Consejos de Baviera.

Las medidas revolucionarias no se hacen esperar: socialización de la prensa, confiscación de viviendas para paliar su escasez, creación del Ejército Rojo… Toller, que es nombrado presidente del Comité Central poco después, nos acerca a los desvelos de aquellos días en los que ha de enfrentarse a la incompetencia de sus propios colaboradores y a las intrigas de socialdemócratas y comunistas, por no hablar de la reacción, que se apresta desde Bamberg para derrotar militarmente a los consejistas. Los comunistas toman pronto el control y Toller queda marginado de la dirección del proceso, pero participa en combates contra los blancos y a petición de sus compañeros asume el mando militar de las fuerzas revolucionarias. Interviene después en el asalto y conquista de Dachau, donde desobedece la orden de fusilar a los oficiales capturados.

Además de al enemigo, Toller ha de combatir la desmoralización, episodios de brutalidad que se dan en sus propias filas, y el sectarismo y arbitrariedad de las órdenes que recibe. A finales de abril, Múnich está rodeado por los blancos, que inventan atrocidades de los rojos para excitar contra ellos a los campesinos, al tiempo que les ofrecen generosas soldadas. Son cien mil contra unos pocos miles, y cuando los comunistas insisten en la solución militar, Toller dimite de su cargo de comandante de las tropas. No obstante resiste en la ciudad hasta el final, tratando de hacer lo posible para paliar lo que se avecina. Sabe que el fracaso de la revolución se saldará con un baño de sangre, pero se niega a estar entre los que huyen dejando atrás a las masas indefensas a punto de ser masacradas. Su destino está sellado al suyo.

El gobierno ofrece 10000 marcos de recompensa por Ernst Toller, que es escondido por buenas gentes dispuestas a arriesgar su vida. Al fin el 4 de junio es detenido y enviado a la prisión de Stadelheim, donde convive con las huellas macabras de los recientes asesinatos de sus compañeros y amigos, y sólo se salva de que le apliquen la ley de fugas por la ayuda de unos guardianes benevolentes. Viene luego el juicio sumarísimo, en el que es condenado a cinco años de reclusión en una fortaleza. Habían pasado ya las semanas del terror blanco en que cientos de personas fueron exterminadas, como detallan los testimonios estremecedores que se presentan en el libro. Éste concluye con los recuerdos del presidio, donde Toller comienza su carrera de dramaturgo, y con apéndices que recogen su declaración tras ser detenido y la noticia periodística de su arresto.

Toller nunca deja de ser un poeta expresionista y en seguida nos damos cuenta de que siente predilección por los individuos que desafinan, sea en la brutal orquesta wagneriana de la guerra o en el coro violento y alucinante de la revolución. Ellos quiere que sean los protagonistas, porque reflejan mejor que nadie las contradicciones de aquel tiempo, y ponen en evidencia a los que tienen la desfachatez de seguir el guión sin inmutarse. El propio Toller es uno de aquellos sin duda, y su compromiso con la revolución, es decir, con la liberación del ser humano de la máquina despiadada que lo aplasta, no es óbice para que sienta la necesidad de detenerse a contemplar cada momento, con infinita tristeza, las flores trituradas por la operación liberadora.

Una juventud en Alemania nos trae imágenes en sepia de la Europa que se dejaba caer en el desastre y una crónica del infierno de las trincheras en el frente occidental. Después, su relato a flor de piel de la República de los Consejos de Baviera nos acerca a una revolución con amplia base popular y casi incruenta, que pecó de improvisación, se envenenó en rencillas muy de aquellos años y fue ahogada al fin en un baño de sangre. Toller fue de los que sobrevivieron, pero sólo para ver el ascenso del fascismo y rumiar una esperanza que se rompió definitivamente cuando España cayó bajo sus garras.

Alejandro Luque, en "Toller, el pacifista alemán que quiso erradicar el hambre en la Guerra Civil y al que hoy nadie recuerda en España", en El Diario.es, el 20 de diciembre de 2019, escribió:El 22 de mayo de 1939, apenas dos días después de la entrada triunfal del general Franco en Madrid, Ernst Toller se suicidaba ahorcándose con su propio cinturón en la habitación de su hotel neoyorkino. Allí moría también su sueño de erradicar el hambre en una España arrasada por tres años de Guerra Civil, empeño en el que había invertido todas sus energías y hasta el último céntimo de su bolsillo. Hoy, su nombre es perfectamente desconocido para los descendientes de aquella población desgraciada: ni un rótulo, ni un busto en bronce, ni una mención en los libros de Historia. Un olvido lamentable que la profesora Ana Pérez ha querido paliar en el libro Ernst Toller. Entre la II República y la Guerra Civil Española, publicado por Comares.

Pérez, estudiosa del exilio antifascista alemán, tropezó con Toller mientras preparaba un ensayo. La referencia a un Archivo de España del autor la llevó a Yale (Estados Unidos), donde estaba depositado dicho material. “Desde el departamento de Filología Alemana de la Universidad Complutense pedí una copia microfilmada de todo lo que tuviera que ver con España. Ahí supe que había estado en nuestro país entre 1931 y 1932, pero solo se conocían algunos de sus artículos”.

Tirando del hilo, Pérez empezó a familiarizarse con esta figura única. De origen judío, Toller nació en 1893 en la ciudad de Samotschin, provincia polaca del Imperio Alemán. Aceptado como voluntario en la I Guerra Mundial a pesar de sus problemas cardíacos, todo el horror que ve lo convierte en pacifista. Personalidad destacada en la República de Consejos de Baviera en 1919, es condenado a cinco años de prisión. Su tiempo de cautiverio lo dedica a escribir obras de teatro, que le dan una enorme popularidad.


La voz de una generación

Para los estudiosos, la vida de Toller acababa justo en ese punto, la salida dela cárcel, que es donde concluye su autobiografía, Una juventud en Alemania. Sin embargo, entre ese momento y su trágica muerte pasaron 15 años de actividad incesante. Para conocerlos, Ana Pérez hubo de bucear en el archivo del Ministerio de Asuntos Exteriores, en el general de Alcalá de Henares, en el de la Foreign Police, el Archivo Federal Alemán… Y contó con la amabilidad de la Sociedad Toller, la institución alemana que mantiene viva su memoria.

Lo que descubrió fue todavía más asombroso que su vida anterior: “Cuando sale de la cárcel, se dedica a viajar por todo el mundo”, explica la profesora. “Su fama internacional había llegado hasta España, y aunque no había pisado nunca el país, se sabe quién es, como político y como escritor. Era un poeta que estaba dando voz a toda una generación”.

Cuando en España se alza la bandera de la república en el año 31, Toller no es insensible al acontecimiento. “Él no estaba satisfecho con la república de Weimar. Criticó la parcialidad de la justicia, que había permitido que Hitler fuera encarcelado tras el putsch de Munich en una cárcel normalita, y a los nueve meses fuera puesto en libertad bajo palabra, mientras los revolucionarios habían sido encarcelados en condiciones penosas. En España, en cambio, ve una verdadera revolución”, añade Pérez.


Acción humanitaria

Viaja a España en octubre de 1931, y permanece hasta marzo del año siguiente. “Simpatiza de inmediato con el carácter español, estima mucho el sentimiento de dignidad de la clase obrera, y estudia con atención los sindicatos anarquistas”, prosigue la profesora, quien destaca ciertas cualidades visionarias del personaje. “En 1930 ya sabe que Hitler iba a ser canciller del Reich, y en 1931 augura que para España vendrán tiempos de fascismo”.

En sus artículos, narrará una conversación con Alcalá-Zamora y su encuentro con Victoria Kent, sus visitas al Ateneo de Madrid, describirá una corrida de toros y una estampa pintoresca de Sevilla. Pero también se hace patente la que será su gran preocupación: la justicia social. “El sufrimiento de los pobres le conmovía profundamente”, subraya Pérez. “Era un activista nato. Las ideas para él no eran solo ideas, tenían que ser acción. Desde muy joven, pensamiento, sentimiento y acción van en él íntimamente unidos”. Este rasgo de su carácter se pondrá especialmente de manifiesto cuando llegue la Guerra Civil, cuyo estallido le sorprende en Estados Unidos.

“Se solidariza desde allí con la República, hasta que no puede más y se viene a España. Como pacifista, pone el acento en la necesidad de ayudar a la población civil”. Sus contactos con el gobierno legítimo le permiten conocer la magnitud de la tragedia: escasez de carne, leche y huevos, malnutrición, enfermedades. Las pesadillas de la I Guerra Mundial vuelven a materializarse ante sus ojos. “Entonces decide iniciar una acción en la que participaran todos los gobiernos democráticos, Estados Unidos a la cabeza”, continúa la profesora. “Sabe que el pacto de no intervención impide la ayuda internacional solo para la España republicana, de modo que propugna una acción humanitaria para todo el país”.


Campaña de difamación

Pero Toller conoce el funcionamiento del poder lo bastante bien como para saber que nada se conseguirá si la población civil y la prensa no hacen una gran presión sobre los gobernantes. “Una época que traiciona la idea de humanidad”, escribe Toller, “nos obliga a denunciar la traición y a combatir allí donde la libertad está amenazada”. Emprende así una labor de agitación tenaz, visita a personalidades, busca adhesiones, se reúne con redacciones de periódicos, comités parlamentarios… “Era un gran orador que arrastraba a las masas. Era todo lo contrario de un intelectual ensimismado”, apunta Ana Pérez.

Las potencias europeas parecían convencidas con la idea, pero todas aducen que un plan así debe encabezarlo EEUU. Toller decide plantarse allí en persona. “Pero cuando llega, nadie sabe nada. Tiene que empezar de cero. Mientras tanto, los nazis reaccionan en contra, los agentes de Franco empiezan a presionar, sobre todo al gobierno inglés, diciendo que Toller es un revolucionario peligroso que pide dinero para quedárselo. Una campaña de difamación en toda regla”, añade la profesora.

Nada le impide, en cambio continuar su propósito: “Explica que todos los países destruyen alimentos para mantener artificialmente los precios. Él pretende que se adquieran a precio de coste y se envíen a España. Consigue convencer a los americanos, se aprueba el primer envío, pero cuando el comité se crea ya estamos en diciembre, y el primer envío no será hasta enero. Han pasado cinco meses, lo ha financiado todo por su cuenta, de manera altruista y generosa”. Poco después, caerá Madrid.


"No podía más"

La relación entre la victoria de los sublevados y el suicidio de Toller admite matices para la estudiosa: “Sufría depresiones, estaba enfermo, su mujer le había abandonado, solo tenía deudas y no sabía nada de sus hermanos que se habían quedado en Alemania, y que acabarían muriendo en un campo de concentración. Además, se hablaba de un posible pacto entre Hitler y Stalin y la inminencia de la II Guerra Mundial. Lo de Franco tal vez fue la puntilla, pero un amigo lo convenció de que volvieran a Europa, y en el bolsillo de su abrigo llevaba el pasaje que lo habría traído de vuelta. No podía más”.

En todo caso, Ana Pérez señala la injusticia del desconocimiento que rodea a su figura. Desde que sus estudios sobre Toller han visto la luz, la comunidad académica se ha hecho escaso eco de los resultados, con excepciones como la del profesor de Historia Contemporánea de la universidad de Sevilla, Alberto Carrillo Linares, Miguel Ángel del Arco, director de la colección de Historia de Comares, o el Centro de Estudios Andaluces, que patrocina la edición. “Tengo la sensación de que, sobre este periodo, siempre estamos dando vueltas a lo mismo”, concluye la profesora. “Pero todavía queda mucho por descubrir”.


Volver a Biblioteca

Antes de empezar, un par de cosas:

Puedes usar las redes sociales para enterarte de las novedades o ayudarnos a difundir lo que encuentres.
Si ahora no te apetece, puedes hacerlo cuando quieras con los botones de arriba.

Facebook Twitter
Telegram YouTube

Sí, usamos cookies. Puedes ver para qué las usamos y cómo quitarlas o simplemente puedes aceptarlo.