Immanuel Wallerstein, en "Charles Wright Mills", en Enciclopedia Internacional de las Ciencias Sociales, Madrid: Aguilar, 1975, vol. VII, pp. 132-134, escribió:Charles Wright Mills (1916-1962) era a su muerte profesor de sociología en la Universidad de Columbia y una de las figuras más discutidas de la ciencia social estadounidense. Se consideraba a si mismo, y era considerado por sus colegas, como una especie de rebelde contra el
establishment de las ciencias sociales y esta actitud le atrajo por igual admiradores y críticos. Poco después de su muerte se publicó una especie de ensayos en su honor, con el título
The New Sociology.
Todos los ensayos giraban en torno a la idea de que Mills personificaba ese espíritu de preocupación social que, a su juicio, era el deber fundamental del intelectual moderno y, en particular, de los dedicados a las ciencias sociales; deber, dicho sea de paso, que él consideraba que no se cumplía en la mayoría de los científicos sociales estadounidenses contemporáneos. Sus escritos constituyen un intento de abrir nuevos caminos de investigación y análisis que permitieran combatir lo que él llamaba la «marcada tendencia» de la sociedad moderna hacia la «racionalidad sin razón», es decir, el empleo de medios racionales para fines básicamente irracionales. Aunque estimaba que los teóricos clásicos más útiles eran
Marx y
Weber, quería superarlos para llegar a una nueva sociología mundial comparada que tratara de explicar nuestra época en función de su especificidad histórica, renovando así la posibilidad de lograr la libertad humana. Vemos, pues, que se asignó una tarea de considerables proporciones, que hacía necesaria la investigación en toda la trama de la historia humana (en particular, la moderna); no obstante, falleció antes de que pudiera presentar una síntesis completa de sus ideas.
Veía el presente como una transición de la Edad Moderna a un periodo posmoderno que denominó la Cuarta Época. Su obra, aunque recorrida toda ella por una corriente de esperanza final, está también llena de pesimismo acerca del futuro más inmediato. Mills hablaba del «desasosiego moral de nuestra época», consecuencia en todo el mundo occidental (incluida la URSS) de la que él llamó la «inmoralidad superior», inmoralidad incrustada en las estructuras y las normas de la sociedad y, a su modo de ver, particularmente manifiesta en Estado Unidos.
Según Mills, el problema básico de nuestra era estriba en que, a diferencia de los siglos XVIII y XIX, la racionalidad no produce ya libertad, y como las dos ideologías se desarrollaron en el Occidente moderno, el liberalismo y el marxismo, suponen que sí la produce, ya no bastan para explicar, y por ende controlar, el cambio social. El liberalismo, que depende en mayor grado de este supuesto, está hoy fuera de lugar, y el marxismo resulta inadecuado.
Aún más perturbador para Mills era la «negligencia» o el «fracaso» de los intelectuales libres, especialmente deplorable en un momento en que el poder del intelectual ha llegado a ser potencialmente muy grande. Su énfasis en el papel y el fracaso de los intelectuales se deriva de su supuesto básico de que existe una gran diferencia entre las posibilidades de acción de las «masas» y las posibilidades de acción de lo que él denominaba «la elite». Los hombres hacen su propia historia, pero algunos son más libres para hacerla que otros. Si los relativamente libres intelectuales no consiguen hacer valer su liderazgo moral, otros miembros de la elite, menos cualificados y menos desinteresados, lo harán inevitablemente en su lugar. Esto, según Mills, ya ha sucedido.
Dicho fracaso se refleja en el tipo de problemas que estudian los especialistas en ciencias sociales y más aún en la inadecuada teoría y metodología que informa su labor, una falta de adecuación debida a la deliberada abdicación de su responsabilidad social. Mills opina que la teoría social, para ser utilizable, debe de ocuparse de categorías cuyo nivel de abstracción no sea tan elevado que las despoje de todo contenido o relevancia histórica. Ha de incluir la investigación de las causas de secuencias históricas específicas, explicando así las fluctuaciones de la importancia y las relaciones entre diversos «órdenes institucionales» político, económico, militar, religioso y familiar. Mills adoptó una firme actitud contra el «monismo o pluralismo por principio y declaró que el simple criterio del determinismo económico debía perfeccionarse» con el determinismo político y militar.
Pero no se trataba de la teoría. Mills opinaba que el modo de en que se emplea la teoría —la metodología de la investigación social— es esencial para los resultados. No se oponía a la investigación empírica (es más, realizó un considerable número de investigaciones de este tipo), pero sí al «empirismo abstracto», al que contraponía el ideal de la «maestría en el oficio». Constituye al tiempo una ética y un ideal que solo es posible en una «sociedad que se desarrolla adecuadamente», pero también conduce a la creación de dicha sociedad. Si bien Mills propugnó constantemente este concepto de la función del intelectual, prefirió dar ejemplos de tal maestría y no una definición operativa de ella. Quizá a esta falta de una definición se debe el que la discusión de las críticas que Mills hacía de sus colegas se parezca a veces a un debate teológico.
Los padres intelectuales de Mills en la teoría macrosociológica fueron evidentemente Marx y Weber, como él mismo reconocía, y en la psicología social,
Freud y
Mead. En ocasiones se le ha llamado el heredero de
Veblen. Pero si Mills dijo de Veblen que era «el mejor sociólogo que Norteamérica ha producido», no por ello dejó de criticarle abiertamente, incluso en la introducción que escribió para
The Theory of the Leisure Class (1953). Mills calificó las opiniones de Veblen de «simplificadas en exceso» e «inadecuadas» y consideraba que el fondo de su obra era menos útil que la forma. Desde Luego, en lo que más se parece Mills a Veblen es en el estilo y en la inclinación populista.
En sus propias investigaciones se preocupó más de restablecer y desarrollar la tradición de Marx-Weber que la Freud-Mead. Aceptó las dos revisiones más importantes, a su juicio, que hizo Weber de Marx: la extensión del concepto de determinismo económico a un determinismo social más amplio y el «perfeccionamiento» de la idea de clase mediante la adición de la categoría de estatus o prestigio. Mills pensaba que la principal esperanza política de Marx en relación con las sociedades capitalistas avanzadas —el papel cada vez más importante del proletariado— se había derrumbado, y denunció la «metafísica del trabajo», es decir, la fe en el papel progresivo de la clase obrera (1960), aunque una monografía que escribió en sus primeros tiempos,
The New Men of Power (1948), parece exponer la misma opinión.
La variación de enfoque y metodología de la obra empírica de Mills a lo largo de su vida refleja su creciente disconformidad con sus colegas en la sociología estadounidense.
The New Men of Power y
The Puerto Rican Journey (Mills et al. 1950) se basan en gran parte en datos de encuestas, sobre todo el último de los trabajos citados. Ambos trabajos se efectuaron con el apoyo del patrocinio del Departamento de Investigación Social Aplicada de la Universidad de Columbia, bajo la influencia metodológica de
Paul Lazarsfeld. Nos obstante, incluso en esos trabajos Mills utilizó los datos para experimentar los problemas del cambio social en toda la sociedad de Estados Unidos; esta es una característica de todos sus libros, sean cuales sean los problemas particulares a los que se refieren. En
White Collar (1951) los datos de entrevistas pasan a un segundo plano, cobrando más importancia los datos estadísticos oficiales; en este libro Mills trató explícitamente de situar los problemas de los individuos (aquí, la «nueva clase media») dentro de las tendencias de la época, exponiendo así una orientación metodológica en la que más tarde insistiría (
The Sociological Imagination, 1959).
The Power Elite (1956) representa un paso más en la evolución de esta tendencia. En este caso el problema consistía en explicar la estructura general del poder en Estados Unidos, no el papel de ciertos grupos que son relativamente más accesibles al estudio (dirigentes laborales, emigrantes, trabajadores no manuales). Para esta tarea, afirmaba Mills, las encuestas nacionales son inútiles, y él prefirió recurrir al procedimiento de «razonar juntos». Los datos eran en gran parte históricos, y el objetivo de la investigación explicar el «desasosiego moral de nuestra época».
En los tres libros que publicó a continuación,
The Causes of World War Three (1958),
The Sociological Imagination (1959) y
Listen Yankee (1960), Mills dio un paso más adelante. No aparecen en ellos para nada los métodos de encuesta. Ni siquiera apenas, al contrario que en
The Power Elite, la compilación sistemática de datos o la utilización de un diseño de organización de la investigación. Esos tres libros son interpretaciones históricas —del sistema mundial contemporáneo, de la evolución de las ciencias sociales en Estados Unidos y de la revolución social en Cuba— en forma de ensayos polémicos. Por entonces Mills parecía opinar que el rigor metodológico era una trampa que impediría, a él y otros estudiosos, ocuparse de problemas importantes. Así, pese a su opinión crítica de la teoría marxista, se interesó cada vez más por el marxismo como «método de trabajo», como indica en su último libro publicado,
The Marxist (1962). Ello sin duda fue debido, en gran parte, a su creciente insatisfacción ante lo que él consideraba una utilización ideológica de la metodología weberiana por parte de los estudiosos para defender el orden establecido. Mills llegó a poner énfasis en la ciencia, considerándola menos una ilusión que una desviación.
Mills acabó como había empezado, como un moralista que predicaba a sus iguales, los científicos sociales de todo el mundo, pero especialmente de Estado Unidos. Si bien siguió aceptando los fundamentos de las modificaciones weberianas de Marx, se negó a reconocer el «mundo pesimista de un liberal clásico» de Weber.
A su juicio, la tendencia apolítica o «libre de valores» imperante en la sociología estadounidense contemporánea es una máscara ideológica que oculta las preferencias de valor que él no compartía. En esencia, fue reformador utópico. Creía que el conocimiento, adecuadamente utilizado, puede crear una sociedad satisfactoria y que si esta sociedad satisfactoria no existe aún, es fundamentalmente por culpa de los hombres dedicados al conocimiento, al saber.