Como nuestro alegre Dorado, yo también recordé el 11-S la primera vez que vi esta película; en aquel momento, poco después de los atentados, me parecía imposible que se volviera a hacer una película como ésta, en la que el director se niega a caer en maniqueísmos, y, de manera mucho más destacable, a pagar el peaje casi inevitable cuando se pretende hablar acerca de la lucha armada en el centro del sistema-mundo capitalista.
En efecto, Rita no es un ser abyecto. Tampoco es alguien que haya tomado el camino de las armas de manera frívola, digan lo que digan las sinopsis al uso. Ni siquiera es una ex-
terrorista de película española que se martiriza con la imagen de los hijos de la gente a la que ha dado muerte, ni una alienada social que necesite "reinserción" (de hecho, podemos verla más inserta en la sociedad de la RDA que sus propias compañeras de trabajo en su
segunda vida). No señores, Schlöndorff no nos presenta lo que tantos están esperando ver (no hay más que repasar las estúpidas opiniones que aparecen en imdb), sino algo mucho más sencillo: un ser humano comprometido con la revolución socialista. Como escribió Joseba Sarrionandia, probablemente el mejor escritor en euskara de la actualidad, y él mismo militante clandestino:
para unos son héroes, para otros, en cambio, criminales. Pero no son ni héroes ni criminales, sino muchachas y muchachos de tamaño humano. Lo que no es poco (cito de memoria, supongo que no será exacto). Esto es lo que más me gustó de la película, que presente los hechos desde la perspectiva de Rita, sin glorificarla.
Erwin también es un personaje interesante y, desde luego, atrevido. Que en una película aparezca un miembro de los aparatos de seguridad de la RDA sin cuernos ni rabo, o sin ser un cínico, es otra muestra de valentía. Relacionado con esto, y en un plano más general, se agradece también que no se caiga en el cliché de la internacional del terror apadrinada por Moscú, absolutamente falso (véase The Power of Nightmares para más información sobre esta cuestión concreta). De hecho, en los años 70 la URSS ejerció una influencia moderadora sobre las organizaciones armadas con las que mantenía una relación cercana (el caso del FDLP es, probablemente, el más espectacular).
Uno de los aspectos más interesantes es el que plantea Nueve Maletas acerca de la pérdida de conciencia de clase. Hombre, yo no tengo datos ni referencias directas sobre la RDA, pero no sé hasta qué punto pudo haber estado extendida la legitimación social del régimen, habida cuenta de que no fue el producto de una revolución sino de una invasión extranjera. Junto a esto, está el hecho de que Alemania había sido ya toda una potencia capitalista, lo que seguramente facilitó que el pensamiento burgués se encontrase profundamente arraigado en las masas desde antes de la proclamación de la propia RDA. Tal vez rubiera, en su doble condición de residente en Alemania y oriundo de un país socialista, pueda hacer aportaciones interesantes, si se lo permiten sus obligaciones
.
Por último (de momento) estaría el "gran tema" que subyace en la película: el de las organizaciones armadas occidentales de los 70 y su fracaso histórico, y, sobre todo, el por qué de este fracaso. En mi opinión, y no quiero extenderme para dejar que fluya el debate, hay dos grupos principales de razones. El primero tiene más que ver con las condiciones objetivas, esto es, la dificultad de conseguir en la sociedad de la opulencia el colchón social de apoyo efectivo y continuado que es imprescindible para poder desarrollar y mantener una estrategia de lucha armada. La experiencia de grupos como las BR o la RAF nos dice que la lucha social por sí misma es incapaz de conseguir ese apoyo social (sobre todo si contrastamos su historia con la de grupos como ETA o IRA).
En cuanto a las condiciones subjetivas, estos grupos fallaron a la hora de crear estructuras civiles que canalizasen sus apoyos sociales, por limitados que fueran éstos, sin exigir el enorme grado de compromiso que requiere la lucha armada (como se reconoce, por ejemplo, en el pequeño libro
Fuimos tan terriblemente consecuentes). Así, se juntaron el hambre y las ganas de comer, en una sinergia suicida, que obligaba al simpatizante a elegir entre ser colaborador material o espectador pasivo. Pero bueno, esto es sólo una opinión, ya diréis. Un saludov
.