Carmen Guiralt Gomar, en "Hollywood y la guerra civil española: análisis de sus tres únicas cintas de ficción coetáneas", en Estudios Humanísticos, nº 39, en 2017, pp. 79-83, escribió:[...] Tras lo sucedido con "The siege of the Alcazar", "The last train from Madrid" estuvo en el punto de mira desde su mismo arranque, a finales de noviembre de 1936, como una película de inclinaciones franquistas. Así, mientras que en esas fechas el semanario especializado
Variety confiaba en que la película sería neutral (“Anti-Fascist”, 1936: 3), el 19 de enero de 1937, meses antes de que se hubiera rodado una sola toma, la revista
marxista New Masses la tildaba ya de fascista:
«Se planean otras películas fascistas. A los estudios Columbia de Hollywood (el Sr. Harry Cohn, por si le interesa escribirle) también les gustaría presentar una película del Alcázar. Probablemente sobre el mismo tema: la “valentía personal”, sin “ninguna toma de partido”. Paramount, igualmente inmune a la valentía del pueblo español, anuncia una película llamada "The last train from Madrid" [sic], sin duda un drama más “imparcial” de la invasión. Obviamente, se hace necesaria una vigilancia atenta. La defensa del derecho del público a ser protegido contra las ideas viciosas antidemocráticas del celuloide solo puede llevarse a cabo de manera organizativa (Boone, 1937: 21) [5]».
Basada en una historia original de
Paul Hervey Fox y
Elsie Fox, matrimonio de guionistas, los trámites de Paramount con la PCA para lograr la aprobación del material fueron largos y minuciosos, hasta el punto de que la fecha fijada para el inicio de rodaje –15 de marzo de 1937, publicada por la prensa de la época (“2 Spanish Pix”, 1937: 2) y que, por ello, consta equivocada en
AFI Catalog– tuvo que postergarse. El 9 de marzo de 1937 la productora remitía una sinopsis argumental a la PCA, donde aseguraba que “La guerra civil se presenta solo como un contexto en el que se esbozan estas narraciones personales”
[6]. E insistía en que “Solo los [personajes] que poseen derechos legales y morales para salir de Madrid están en el tren cuando se produce el último fundido en negro”
[7]. Pero dos días más tarde
Joseph I. Breen contestaba al estudio una larga misiva con la siguiente advertencia:
«El material presentado hasta ahora sugiere la posibilidad de dificultades en conexión con vuestros estrenos extranjeros, y nos urge que consultéis con vuestro Departamento de Exteriores con respecto a esta historia. Especialmente, recomendaríamos tener mucho cuidado de no incluir material en la película que pudiera ser ofensivo para cualquiera de los bandos que están luchando ahora en España. Esto es importante no solo desde el punto de vista del estreno en este país, sino también en otros países de Europa y en toda Latinoamérica en general [8]».
La respuesta incluía también toda una serie de escenas objetables que debían modificarse y/o eliminarse. Entre ellas figuraba específicamente: “Secuencia F: La indicación para esta secuencia de ejecución en masa de prisioneros que hacen los Leales podría ser peligrosa, ya que caracteriza a este bando bajo una luz desfavorable”
[9]. Sin embargo, como se verá, la aludida secuencia se mantuvo en la película definitiva.
Tras realizar algunos cambios, y a pesar de que la PCA aún no había dado su consentimiento al guion definitivo, Paramount inició el rodaje entre el 7 y el 9 de abril (“Production Holds”, 1937: 1; “Advance Production”, 1937a: 24), con
James Hogan como director y toda una serie de astros en declive –
Lew Ayres,
Gilbert Roland,
Karen Morley–, conocidos secundarios –
Lionel Atwill– y jóvenes actores emergentes de la compañía –
Dorothy Lamour,
Robert Cummings,
Anthony Quinn y
Olympe Bradna– en los papeles principales.
El 24 de mayo Breen comunicaba al estudio que acababa de visionar el largometraje finalizado, se ajustaba a los requerimientos del
Código y, por tanto, le otorgaba el certificado de la PCA nº 3359
[10]. El día 31 del mismo mes escribía a
Will Hays y justificaba su concesión del “sello de pureza” de la PCA al indicar que “El estudio ha ejercido numerosas medidas para evitar cualquier toma de partido por alguno de los bandos”
[11]. Así fue y, además, la PCA instó a la productora a que incluyera el siguiente alegato de neutralidad en el
pressbook de la película, destinado principalmente a los exhibidores:
«Durante la producción de "The Last Train from Madrid", Paramount puso mucho empeño en evitar la toma de partido por cualquiera de los bandos de este país desgarrado por la guerra, de modo que sería una buena política a seguir, evitando así cualquier posible ofensa a los espectadores. "The Last Train from Madrid" es estrictamente neutral en las cuestiones que se relacionan con el actual conflicto español. Si ustedes llevan a cabo una campaña en español, asegúrense de que la copia es simple y directa y “no toma partido en el actual conflicto del país” (Valleau, 1982: 12-13)».
Esta posición oficial de imparcialidad se extendió al largometraje, que se inicia con tres rótulos superpuestos sobre las ruinas de una ciudad española devastada por la guerra
[12], donde se dice:
«De la guerra han surgido los dramas más grandes del mundo —dramas que desafían a la imaginación porque su base es real.
Esta es una historia de este tipo —una representación de personajes de ficción atrapados en el Madrid asediado, con un único deseo común — — Escapar.
Ni defendemos ni condenamos ninguna de las facciones del conflicto español. Esta es una historia de personas —no de causas».
Con el protagonismo dividido entre nueve personajes, "The last train from Madrid" es una película coral, cuya acción tiene lugar en menos de 24 h. en el Madrid sitiado por los nacionales. A las doce de la noche saldrá un último tren con destino a Valencia, tras lo cual la metrópoli quedará totalmente incomunicada. Se deduce, pues, que los hechos se desarrollan el 6 de noviembre de 1936, con el inicio de la
Batalla de Madrid y la partida del gobierno republicano hacia esa ciudad del Levante español
[13]. Este momento histórico preciso, aunque notablemente falseado y distorsionado, permite dotar al film de abundantes dosis de aventura, emoción y suspense (junto con varias tramas románticas), con el consiguiente pánico de la población ante la inminente caída de la ciudad a manos de los insurrectos
[14].
Así, todos los implicados pretenden huir del terror y la amenaza que se avecina –las tropas franquistas– y conseguir pases especiales para el convoy que se dirige a la Valencia republicana, que queda asimilada, por tanto, con la libertad. Si a este respecto el film se decanta ideológicamente por el bando republicano, presenta muchos otros elementos que lo inclinan hacia los golpistas. Sin ir más lejos, varios de los protagonistas son desertores de la República y/o se niegan a luchar por ella; es el caso del capitán republicano Ricardo Álvarez (
Quinn), que libera a su amigo Eduardo de Soto (
Roland) de las tropas leales que se dirigen a una muerte segura en el frente (ficticio) de Cardozo
[15] y con ello se convierte en traidor, así como ambos en fugitivos del gobierno democrático; la miliciana Maria Ronda (
Bradna) abandona a sus camaradas femeninas en medio de la batalla y escapa; Juan Ramos (
Cummings) es un soldado republicano que rehúsa disparar a los presos nacionales y después deserta del ejército; y Álvarez es abatido al final por un miliciano. La cinta es completamente ininteligible desde el punto de vista histórico, pues no solo no se sabe ni se explica de qué guerra se trata, ni qué la ha provocado, ni quién combate, sino que además, entre numerosos aspectos incongruentes, no se entiende ni tiene ningún sentido que todos los desertores del bando republicano deseen huir a Valencia o que Maria se haya enrolado en la milicia cuando su padre es un prisionero de los republicanos al que van a fusilar
[16].
"The last train from Madrid" se estrenó el 18 de junio de 1937 en el Criterion Theatre de Nueva York
[17] y fue duramente atacada y tachada de fascista por la prensa norteamericana de izquierdas (Dexter, 1937: 10; Ellis, 1937: 29). De las tres películas rodadas en Hollywood sobre la Guerra Civil, fue la única que se distribuyó en la España republicana –como "El último tren de Madrid"– para gran indignación de los críticos, que llegaron a exigir la quema del negativo (Sala Noguer, 1993: 401-402; Crusells, 2006: 140). Estas apreciaciones se han transmitido a la historiografía posterior y, por ello, buena parte de las fuentes bibliográficas actuales consideran que el film es de tendencia nacional (Borde, 1977: 69-70; Gubern, 1986: 59; Oms, 1986: 113-117; Sala Noguer, 1993: 401-403; Doherty, 2013: 143-144).
Ahora bien, lo que no señalaron ni los críticos coetáneos ni estos historiadores es que el largometraje –tal y como notificó Breen a Hays– compensa en todo momento los actos censurables de un bando y de otro. De esta forma, primero muestra un fusilamiento de soldados nacionales llevado a cabo por los republicanos –se trata de la aludida con anterioridad Secuencia F del guion, donde Juan Ramos se niega a apretar el gatillo de su fusil– y poco después inserta tomas de los bombardeos de la aviación nazi sobre la población civil de Madrid, en los que se ve a mujeres, niños y ancianos corriendo por las calles hacia los refugios, intentando huir. Estas son imágenes reales de un noticiario cinematográfico. Varios autores han indicado su presencia en el film, aunque sin apuntar su origen o procedencia (Borde, 1977: 70; Valleau, 1982: 15; Gubern, 1986: 58; Oms, 1986: 115; Coma, 2002: 92). Mientras que otros las han atribuido erróneamente a material filmado por el estudio Paramount para sus noticiarios (Pastor Petit, 1998: 201; Doherty, 2013: 145). Lo cierto es que se identifican por primera vez a través de la presente investigación. Pertenecen al noticiario soviético
"K Sobitiyam v Ispanii" ("Sobre los sucesos de España"), de la productora Soiuzkinochronica, filmado por los operadores rusos
Roman Karmen y Boris Makasséiev, y concretamente se corresponden con el nº 10 del noticiario, rodado en noviembre de 1936 en Madrid, es decir, en el momento exacto que representa el largometraje
[18].
Sin duda, este fragmento de noticiario cinematográfico soviético motivó que "The last train from Madrid" fuera tajantemente prohibida en España durante la
dictadura franquista (Pastor Petit, 1998: 200; Requena Gallego, 1998: 92; Crusells, 2003: 104; Crusells, 2006: 140). Al mismo tiempo, estas imágenes corroboran la neutralidad de la cinta y refutan por completo las consideraciones de que la película es favorable al bando nacional.