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Tiqqun / Comité Invisible / Partido Imaginario

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Tiqqun / Comité Invisible

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(wikipedia | página)


Introducción

Tiqqun es el nombre de una publicación francesa sobre filosofía, fundada en 1999 con el fin de "recrear las condiciones de una comunidad otra". Creada por varios autores, se disolvió en Venecia en 2001 tras los atentados del 11 de septiembre. La revista ha tenido un cierto seguimiento por parte de los medios de comunicación desde noviembre de 2008 tras el arresto de Julien Coupat, uno de sus fundadores.

Tiqqun es también un concepto filosófico, emanado de los textos publicados en la revista del mismo nombre, y el nombre bajo el cual han sido publicados diversos libros con textos seleccionados de la publicación filosófica para designar no tanto un autor colectivo como "el lugar del espíritu del cual provienen estos escritos".

Sobre este "espíritu" o tendencia, leemos en mesetas.net: "Tiqqun parte de la evidencia de la catástrofe, del mundo como catástrofe. Ante ella, dicen, están los que se indignan y los que toman nota, los que denuncian y los que se organizan. Tiqqun está al lado de los que se organizan. [...] ¿Qué significa, pues, organizarse para Tiqqun? En primer lugar: partir de la situación, no recusarla (en nombre de un pasado idealizado o del porvenir). Tomar partido en su seno. Tejer ahí las solidaridades necesarias: materiales, afectivas, políticas. Inventar prácticas habitables para cuerpos con mundo, organizarnos según nuestras necesidades: amar, dormir, pensar, estudiar, reposar, etc.

[...] ¿Quién se organiza, quién hace política? Tiqqun escapa voluntariamente de la identificación de un sujeto político con una clase social dada, con un segmento de la sociedad (cognitariado, excluidos). Y para escapar a la dialéctica que plantea un antagonismo interior a una totalidad escindida (clase contra clase), vuelven a la reflexión de Foucault sobre la plebe, a la reflexión de Marcuse sobre los desclasados, a la reflexión de Bataille sobre la sociedad heterogénea. No hay identidad o sujeto revolucionario: es un oxímoron. Se trata de devenir cualquiera, devenir imperceptible, des-subjetivarse. Tiqqun llama a la secesión de cada uno con respecto a su papel (jóvenes, obreros, mujeres, víctimas), a un movimiento de deserción interior con respecto a las identidades impuestas. Desertar significa crear otra cosa. Autonomía es un movimiento de separ/acción. Federar esas deserciones interiores en un plano de consistencia es la tarea. Sin totalizar ni unificar. A la multiplicidad de prácticas que agujerean el Imperio (a veces dicen Espectáculo, a veces Biopoder) Tiqqun las llama el Partido Imaginario. Tiqqun es la fracción consciente de ese Partido".





Ensayo





Sobre Tiqqun (artículos)



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Nota Jue Abr 08, 2010 10:00 pm
Recursos de apoyo

    y la guerra apenas ha comenzado ('et la guerre est a peine comencée', anónimo, 2009, v.o.s.e.)


Nota Jue Abr 08, 2010 10:01 pm
fuentes: http://www.rebelion.org/noticia.php?id=76718 y http://www.ignaciocastrorey.com/tiqqun.htm



¿Existe una política de la singularidad cualquiera? [1]



Ignacio Castro Rey

ignaciocastrorey.com // 23 de octubre de 2008




    "Queda la inevitable inquietud que creemos apaciguar exigiéndonos unos a otros la rigurosa ausencia de sí, ignorando esa potencia común que, por ser anónima, se ha vuelto incalificable. El Bloom es el nombre de ese anonimato...

    No existe el problema social del desempleo, sino sólo el hecho metafísico de nuestra desocupación.

    No existe el problema social de la inmigración, sino sólo el hecho metafísico de nuestra extranjería.

    No existe la cuestión social de la precariedad o de la marginación, sino esta realidad existencial inexorable: que estamos completamente solos, solos para diñarla ante la muerte,

    que todos somos, desde la eternidad, seres finitos".
    [/align]

    Tiqqun, Teoría del Bloom, pp. 13-15.



Hay en estos dos libros otros cien pasajes intrincados como estos, afirmaciones de una simplicidad que bordea lo intolerable. ¿No les parece suficiente motivo para perseverar en unos libros que no nos han elegido, que posiblemente no están escritos para nosotros? La religión de la democracia, la del aislamiento individual comunicado a distancia, ha muerto. Esto es lo que se anuncia en estos textos casi esotéricos. Una trascendencia negativa se ancla en el corazón mismo de una subjetividad que ahora, con el nombre de Bloom, se fuga de toda determinación externa. Tal vez dotados de la característica primordial de lo que podríamos llamar "pensamiento judío", los de Tiqqun piensan como si no fueran de aquí, como si fueran extranjeros al imperio global de la mediación y no estuvieran comprometidos con su religión técnica. Cerca de Marx o Debord, Tiqqun intenta convertir directamente en arma política el discurso filosófico. Lo hacen a veces con el espesor de Ser y tiempo, de las Tesis de filosofía de la historia, de El Único y su propiedad, aunque impregnados con un desgarro, una furia existencial que hace tiempo no encontrábamos en las librerías. Tiqqun se ocupa del Uno que gobierna Occidente, ese invisible integrismo que nos hace temibles bajo nuestra radiante multiplicidad y la no menos radiante alternancia de izquierda y derecha. Y en este camino no se facilitan las cosas, tengámoslo claro. Según ellos no estamos frente al poder, en un cara a cara que nos libraría del mal. Igual que el Bloom es una modificación del On, un posible eco del Se heideggeriano, el devenir-real del mundo que llaman Tiqqun es una modificación del Bloom. El bien que proponen, esa resurrección de la política en forma de "guerra civil", no es más que el resultado de usar de otro modo nuestra más íntima impropiedad. Reapropiándonos de la violencia nuclear a vivir, toda nuda vida ha de devenir forma de vida.

La ideología dominante, mientras tanto, hace pasar por bárbaro a todo lo que se oponga resueltamente al imperio de la comunicación, por místico a quienquiera que tome su propia presencia como materia prima de su revuelta, por fascista a cualquiera que busque una consecuencia directa del pensamiento (IGC, 80). Bajo este debilitamiento del sujeto todos los fantasmas regresan, una nueva impotencia ante el mundo como sector global del riesgo. El voluntarismo de la identidad se alía con la parálisis de la decisión. Atenuando nuestra "forma de vida" hasta hacerla íntegramente compatible con el imperio social, hemos llegado gradualmente a la anulación, a la seguridad flotante de una ausencia de lugar y compromiso con nada fijo. Nadie daría ya su vida por nada -excepto por desaparecer. Analfabetos emocionales, no hallamos en parte alguna el sostén de la duda, el miedo o la certeza. Cada vez nos parecemos más al exiliado, que nunca está seguro de entender lo que ocurre alrededor (TB, 22). Esta ruina de lo político, derivada de un ciudadano que renuncia a disputar al Estado el monopolio de la decisión, ha llevado a la hipertrofia de la ética, a la protesta sin fin de un consumidor que no se atreve a existir de otra manera (IGC, 44).

La pretendida integración social y la cobertura técnica del sujeto coinciden con su desintegración anímica. También esto es el Bloom. El sujeto de derechos universal, que pretende integrar a todos los seres antes marginales, coincide con la disolución de la subjetividad en un sinfín de datos, informaciones y normativas. Sin embargo, como no estamos tan despersonalizados como para conducir perfectamente los flujos sociales, siempre estamos en falta con respecto a la norma (IGC, 83). El antiguo complejo de culpa se ha sustituido por una inseguridad generalizada. El silencio de los fines, esta pasmosa interpasividad, se ha convertido en la otra cara del estruendo "interactivo" de los medios. A cambio de ser plenamente actuales, con el beneficio de integración social y visibilidad, hemos dilapidado la experiencia, el diálogo con nuestro fondo traumático. Como si poco a poco se desarrollase en nosotros una especie de "tolerancia cero" hacia la existencia en estado bruto, sin cobertura técnica.

Estas y otras lindezas parecidas constituyen la materia prima de estos libros raros que no entrarán en nuestra biblioteca a menos que un amigo vehemente insista. Esto se debe a que sus autores hablan como si fueran libres, pensando desde lo que se ha vivido, sin estar sujetos a ninguna norma, a ninguna escuela. Si uno supera la impresión inicial de estar ante un libro incomprensible, se encontrará con una textura endiabladamente difícil, pero casi hipnótica, que pueden conectar con la ceniza de cualquier experiencia. Despiadadamente occidentales, ambos libros poseen la virtud mística de arrojar una duda radical acerca del mundo en el que vivimos. Trastocan el "Usted está aquí" habitual en nuestros mapas. Ya el hecho de que unos libros así puedan ser escritos, aunque no pudiéramos tomar en serio ninguna de sus osadas tesis, indica que posiblemente hemos errado acerca del lugar histórico en que nos encontramos.

Lo más provocador en este mundo pactado es que alguien diga lo que piensa. Lo más subversivo, emplear el sentido común. Los de Tiqqun se declaran comunistas, así que no debe extrañarnos mucho esa táctica. Apoltronados como estamos en nuestra empresa del prestigio nominal, Tiqqun causa una embarazosa extrañeza. Defienden una especie de comunismo postnietzscheano, como el de Foucault, una política que busca su programa partiendo de la singularidad cualquiera, de la metafísica crítica de una individuación que para Marx estaba vedada como burguesa. Desde ahí se ponen en marcha, asegurando que un nuevo periodo se abre, rebasando en apariencia el horizonte microfísico, puramente resistente, de Foucault y Deleuze. Surgiendo desde la violencia de lo impolítico, aspiran a un nuevo programa que podría servir incluso para los que no son como nosotros. Y esto en una vía que por fin no tiene pelos en la lengua: hay que ver cómo tratan a Negri (IGC, 89-90), a los antiglobalización, a Castoriadis, a la deconstrucción (IGC, 79-80). Es realmente divertido asistir a esa destrucción neohegeliana de nuestras penúltimas convicciones. ¿Se trata de una nueva dialéctica negativa? Como si hubiera resucitado un Hegel apocalíptico que repiensa lo político y la historia desde algo que resiste a toda superación, una singularidad incompatible con nuestra sacralización del Estado-mercado.

Si uno los lee, enseguida es preciso reconocer que nos han puesto a la espera. Demasiado militantes, demasiado "hegelianos" para utilizar a Baudrillard, intentan pensar una política después de haber tomado en serio a Agamben y esa forma-de-vida, esa individuación por indeterminación que constituiría el punto de partida de un espinosismo actual. A años luz de lo que se puede pensar en "América", estos jóvenes parten del virus de la existencia, trenzan una dialéctica entre lo histórico y lo ahistórico. Incluso plantean lo ahistórico de la forma de vida, esa excepción de Schmitt, como motor del enfrentamiento que debe ser la historia. Se trata, en efecto, de un comunismo más cercano al "otro estado" de Musil que a Jruchov. Algunos extraños conceptos de la filosofía contemporánea no les resultan ajenos: Caducidad incorruptible, existencia cualsea, bíos que quiere ser solamente zoé. No hay resto, pues todo lo que sea "nuda vida" ha sido puesto a producir otra historia. De ahí la proximidad a Agamben y a Deleuze, una proximidad que ahorra la cita continua. No es que oculten el lugar desde el que hablan, es que lo dan por común, esto es, indecidible. El resultado es esta textura difícil, intrincada, densa, a veces en el borde nuestra inteligencia. Durante páginas y páginas no entendemos nada. Y sin embargo, los dos textos pueden tener un efecto magnético y que al final no resulte fácil cerrarlos.

La cuestión para ellos es volver a empezar, cómo empezar otra vez desde cero sin reservas ni garantías, sin esperanza teleológica alguna. ¿Qué enseñan estos dos libros? Que el pensamiento, la vida misma, es algo para siempre clandestino, pues ha de desprenderse una y otra vez de la cáscara de lo que se ha convertido en consigna visible. Igual que si dijeran, siguiendo a Heráclito: la naturaleza, en este caso la de la historia, ama ocultarse. Su verdad recorre entonces los bajos de un mundo que jamás la acogerá en su seno, que no puede aceptarla. Con la brutalidad de un pensamiento que se limita a darle forma a lo que irrumpe, esa trémula universalidad de lo intempestivo, Tiqqun tantea un rumor de fondo que restalló a comienzo del siglo XX y vuelve a recorrer el espinazo de la época. Por eso son extremadamente peligrosos, aunque rocen la incomprensión de cualquiera. No se ve fácilmente qué hacer con ellos, dónde colocarles, cómo sacarles partido. Y sin embargo, minan lentamente nuestra conciencia moderna.

Escriben con una despreocupada violencia, una distancia crítica fuera de lo normal. Y lo peor es que se expresan muy bien, con la precisión sobria de la que otros carecemos. De ahí que este pensamiento tenga tal timbre sísmico, como si estuvieran hablando sin que ninguna tradición les frenase. Siguiendo a Benjamin, su tradición es la de una hora sin padres, una temporalidad interior a la historia que les permite relaciones anómalas. Tal parece que es la existencia misma, liberada de todo lo que se ha dicho de ella, la que se expresa de nuevo desde abajo. Se trata de dos libros que desbordan el lenguaje, y los problemas de traducción, porque no están escritos exactamente en ningún idioma, sino en el bajo de fondo que da lugar a nuestra comunicación. Facilitan la traducción al instalar la traición en la versión original, forzando cualquier lengua natal. Por eso también pueden conectar con posiciones e ideologías tan distintas. Quieren herir y lo logran. El hecho de que sean anónimos, y no precisamente "un grupo de intelectuales parisinos", facilita que los libros empleen sin pudor la primera persona -¿recuerdan aquí a Stirner?- y puedan impactar en ti o en mí. Quedamos entonces sin la habitual coartada de estar ante un texto que pertenece a un autor y al movimiento cultural que ha generado.

"Todas las situaciones en las que nos encontramos comprometidos llevan por igual el sello infinitamente repetido de un irrevocable 'como si'. Colaboramos en el mantenimiento de una 'sociedad' como si no perteneciéramos a ella, concebimos el mundo como si nosotros mismos no ocupáramos en él una posición determinada, y continuamos envejeciendo como si debiéramos seguir siendo siempre jóvenes. En pocas palabras: vivimos como si ya estuviésemos muertos" (TB, 24).

Los de Tiqqun ponen en marcha una práctica de la conspiración que se arraiga en lo que de inmaduro hay en nosotros, de infinitamente adolescente. Esa minoría de edad que hemos despreciado tantas veces ahora afirma que la autonomía jamás será compatible con la sociedad, que la vida nunca será de la historia, que el mundo jamás será de la mundialización. Tiqqun nos recuerda que nunca podremos descansar, pues no pisamos ninguna seguridad moderna, sino la áspera soledad de fuerzas anónimas. El Estado mismo es resultado de una violencia policial que es constante. En su delicioso descaro -tal vez el que tienen los tímidos-, se atreven a hablar de una ética de la guerra civil. La neutralización de esa guerra civil, libre juego de las formas-de-vida, supone el triunfo de la economía y el reino universal de la hostilidad (IGC, 47). ¿Puede una ética de la guerra civil detener la globalización de esa hostilidad? Uno mismo, que oscila entre la furia de la subversión y el taoísmo de la conservación, no deja de asombrarse de que estas preguntas puedan formularse todavía. A pesar de lo que se diga, ¡qué lejos estamos en España de este valor para el desamparo del pensamiento! Aquí todo lo minoritario que intentamos está corroído por la publicidad. Los filósofos repiten en privado los mismos clichés que funcionan ya en público, la cáscara muerta de lo que se ha oído por fuera, en ese escaparate mundial que admiramos y que ellos desprecian [2].

Entretanto vivimos la escisión radical entre la insignificancia de la vida cotidiana, un silencio privado donde no debe ocurrir nada, y el estruendo del espectáculo, al que sólo las víctimas o las estrellas tienen acceso. En suma, residimos entre la "forma sin vida" del espectáculo y la "vida sin forma" de los sujetos (TB, 48). Cada semana se representa la tragicomedia de la separación: cuanto más separados están los hombres más se parecen a un modelo normativo, cuanto más se parecen más se detestan y cuanto más se detestan más se aíslan (TB, 51). Nuestra deriva hacia la obesidad mórbida, la desaparición muda o la tragedia inesperada proviene de que hemos decidido esquivar el trauma de una violencia cuya configuración en lenguaje podría erigirnos en agentes de una guerra civil que no tiene más alternativa que la muerte a plazos.

Y no es que no quede, finalmente, algún resto de duda. Es posible que Tiqqun descarte una de las variaciones favoritas de la existencia cualsea, esa estoica indiferencia de la individuación a la historia, lo que es igual, su colaboracionismo con cualquier formación histórica. ¿Por eso no citan a Baudrillard, porque les parece demasiado "burgués"? Ya Kierkegaard había insistido en que la intensidad ontológica del "caballero de la fe", el Dasein que quebranta lo general al mantener una relación absoluta con la paradoja, puede muy bien confundirse con "un dominguero cualquiera". Si la singularidad se sostiene empuñando su desfondamiento interno, apropiándose de su desamparo, ¿por qué este encono en transformar lo histórico? Puestos a ser malos, diríamos: Hablan como si no supieran que van a morir y que la forma de vida tiene la única tarea de asumir lo irremediable, convirtiendo en tarea esa revolución violenta que es la muerte. Aunque parten de la singularidad deleuziana, pueden resultar penosamente occidentales y "hegelianos" en el sentido de que el horizonte para ellos es la Historia, no la vida. Como si la vida pudiese cambiar bajo la historia y la revolución que es la vida mortal no hiciera posibles las revoluciones políticas... y al mismo tiempo estériles, muy limitadas en su alcance.

Pero tal vez esta impresión es equivoca y ellos tiene razón en que la singularidad de lo existente necesita que la historia salte hecha pedazos. La serenidad precisa el umbral de la cólera. En todo caso, este comunismo tardío no está a favor de una Revolución clásica, deudora del modelo trágico-soviético o del modelo cómico-grupuscular, sino de la máquina de guerra que es la singularidad dedicada en cuerpo y alma a darle forma a su abandono. Tal vez ellos se conforman con que logremos reapropiarnos de la violencia y encontremos una ética de la guerra civil que nos libre de este odio que se ha hecho global. Como ven, todo esto es extremadamente problemático. Les invito a que se asomen a este arduo desfiladero para que puedan tomar partido.





Notas al pie de página

    1. Tiqqun, Teoría del Bloom, Ed. Melusina, Barcelona, 2005. Tiqqun, Introducción a la guerra civil, Ed. Melusina, Barcelona, 2008. (En adelante los citaremos como TB e IGC, respectivamente). Junto con Dédalus, Bloom es el personaje central del Ulises de Joyce. Representa la existencia cualsea cuya insignificancia le permite asistir al devenir inmanente del mundo. Tomado el término de la Kabbalah de Luria, Tiqqun es otro nombre de ese devenir-práctico del mundo, el proceso de revelación de toda cosa como práctica, esto es, en la significación inmanente de sus límites. El Tiqqun es que cada acto, cada conducta, cada enunciado, en tanto acontecimiento dotado de sentido, se inscriba por sí mismo en su metafísica propia, en su comunidad, en su partido. "La guerra civil quiere decir solamente: el mundo es práctico; la vida, heroica, en todos sus detalles".

    2. Todo para nuestro almodovarismo es cultural, libresco, orgullosamente progresista frente a una versión maniquea del pasado. Estamos a años luz de Italia o Francia porque aquí seguimos encantados con la religión del pluralismo, la cultura democrática y la imagen, sin aspirar más que a ocupar un lugar "de culto" bajo ese sol que suponemos mundial. Y de esta idiotez ya no se le puede echar la culpa a Franco, ni a la Iglesia, ni siquiera a la Caspa Universitaria. Es el peso de lo tradicional, el efecto pringoso de los gremios, el brazo laico del caciquismo católico. Aún no estamos suficientemente solos, abandonados. Todo se andará, se dice, y es cierto. La pregunta es: ¿cuándo? ¿tendremos para entonces, todavía, sangre en las venas?

Nota Mié May 19, 2010 8:40 am
Algunas buenas respuestas a: Llamamiento y otros fogonazos del 2009

Por parte del Grupo Comunista Internacionalista en html en pdf

Por parte de Troploin en html en pdf

Fuente: http://www.comunizacion.xtreemhost.com/

Nota Vie Jun 17, 2011 5:59 pm
fuente: http://deugarte.com/la-insurreccion-que-viene



Reseña

La insurrección que viene



David de Ugarte

El correo de las Indias // 8 de agosto de 2009




Acabo de pasar a formato electrónico para libros de 9″ La insurrección que llega. También subo un editable por si alguien quiere hacerse su propia edición en otro formato. Use como base la versión pdf publicada por Rebelión. Por cierto, en su versión traducida en papel se titula La insurrección que viene.

Este libro saltó a la fama y se convirtió en libro de culto para una parte de la progresía a raíz de la detención de su inspirador, Joulien Coupat, y su comunidad por sabotear una línea de tren de alta velocidad. Un caso donde el estado francés les aplicó la ley antiterrorista por el sabotaje pero luego intentó juzgar a Coupat por dirección de una estructura de vocación terrorista. Dado que en esta segunda fase se le acusaba en realidad de intenciones se generó una tremenda polémica que convirtió a Coupat y a los textos de Tiqqun (la revista que precedió a la formación de su comunidad) en protagonista del debate sobre la política de seguridad en Europa.

El libro tiene mucho del estilo situacionista de los sesenta: frases brillantes, descripciones mordaces y alguna intuición muy interesante. Sin embargo hay tres cosas que me hacen saltar en medio de la lectura y que en general me resultan odiosas:


1. El nacionalismo a la francesa, estos párrafos que comienzan indefectiblemente con un en Francia para -juegos de palabras mediante- llegar a una conclusión pretendidamente universal en la que el mundo sirve a lo más de ejemplo. Lo universal para el buen intelectual francés que al final demuestra ser el grupo Tiqqun, es la generalización de lo sociológica y auténticamente francés, algo que por cierto entendieron perfectamente los analistas de la defensa nacional francesa.


2. El canto al parasitismo del estado y la lumpenización propio de okupa de buena familia. Cito:

Hay que ganar dinero para la comuna, de ninguna manera por ganarse la vida. Todas las comunas tienen cajas negras. Las combinaciones son múltiples. Además del RMI, existen los subsidios, las bajas por enfermedad, las bolsas de estudios acumuladas, las primas obtenidas por los partos ficticios, los tráficos y muchos otros medios que nacen de cada cambio del control. (…) Lo que es importante cultivar, difundir, es esta necesaria disposición al fraude y a compartir las innovaciones

3. La exaltación nihilista del sabotaje por el sabotaje sin ninguna intención transformadora, sólo por disfrutar de la fraternidad adrenalínica del gamberro, del matón que en el acto de destrozar las infraestructuras cotidianas puede mirar por encima del hombro a los que van a trabajar en ellas y sentir, al ser rechazado, la confirmación de su superioridad político-moral:

La infraestructura técnica de la metrópolis es vulnerable: sus flujos no sólo consisten en el transporte de personas y mercancías, información y energía circulan a través de redes de cables y de canalizaciones, a las que es posible atacar. Sabotear con alguna consecuencia la máquina social implica hoy reconquistar y reinventar los medios para interrumpir sus redes. ¿Cómo inutilizar una línea del TGV, una red eléctrica? ¿Cómo encontrar los puntos débiles de las redes informáticas, como interferir las emisiones de radio y convertir en nieve la pequeña pantalla? (…) Destruir esta nada no es una tarea triste. Hacerlo devuelve una nueva juventud. Todo adquiere sentido, todo se ordena repentinamente, espacio, tiempo, amistad. No se repara en medios, se encuentra el uso – que no es sino la flecha. En la miseria de los tiempos, “joderlo todo” sirve como –no sin razón, es preciso admitirlo‐ la última seducción colectiva.

Al fin, este libro es una gran oportunidad perdida para haber actualizado de forma efectiva la tradición situacionista con la realidad del mundo red. Demuestra reflejos interesantes en su crítica del decrecionismo, de la organización de empresas y el discurso del management y sobre todo al entender cómo en la comuna las relaciones humanas superan la lógica de la defensa personal mediante la acumulación y competencia por el dinero:

Cualquier comuna no puede tender sino a la autosubsistencia y experimentar en su seno el dinero como algo insignificante y, por decirlo del todo, descolocado. El poder del dinero es el de fabricar un vínculo entre los que carecen de vínculos, el de vincular a los extranjeros en tanto que extranjeros y, de ese modo, poniendo cualquier cosa en equivalencia, poner todo en circulación. La capacidad del dinero de vincularlo todo se compensa por la superficialidad de este vínculo en el que la mentira es la regla. La desconfianza es el fondo de la relación crediticia. El reino del dinero debe ser siempre, por este hecho, el reino del control.

Vindica algo fundamental de la lógica interna de la filé pero se queda a un paso de entender su potencia real. Y es un paso que es crucial: al desconocer la ética hacker del trabajo y confundir el trabajo con el trabajo asalariado, su comunidad desmonetarizada no puede ser más que una comunidad de rapiña, vagos subvencionados por el pequeño fraude y el tráfico, soldados de fortuna de la descomposición social en las ruinas del banlieue.

Sin otra épica que la provocación violenta del sabotaje, sin la grandeza del revolucionario ni el coraje explorador del hacker o el kibbutzim, el llamamiento de Coupat y su entorno se queda, más allá de la exposición brillante, en justificación del nihilismo enrabietado y adolescente, soberbio y cómodo de los hijos rebeldes de la clase media intelectual.


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