RebeldeMule

DE SAMOS, Epicuro (341-271/270 a.C.)

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...
Epicuro de Samos

Portada
(wikipedia)


Introducción

En Wikipedia se escribió:Epicuro (en griego, Ἐπίκουρος Epikouros, «aliado» o «camarada»), también conocido como Epicuro de Samos, (1 de noviembre de 341 a. C.,​ quizás en Atenas o en Samos, y falleció en Atenas en 271/270 a. C.)​ fue un filósofo griego, fundador de la escuela que lleva su nombre (epicureísmo). Los aspectos más destacados de su doctrina son el hedonismo racional y el atomismo. Influido por Demócrito, Aristóteles y los cínicos, se volvió contra el platonismo y estableció su propia escuela, conocida como "El Jardín", en Atenas, donde permitió la entrada de mujeres, prostitutas y esclavos a la escuela

En el diccionario filosófico soviético (rev. 1984) se escribió:Filósofo materialista y ateísta griego de la época helenística. Epicuro negaba la injerencia de los dioses en los asuntos del mundo y partía del reconocimiento de la eternidad de la materia, poseedora de fuente interna del movimiento. Haciendo resurgir el atomismo de Leucipo y Demócrito, Epicuro introduce en el mismo cambios originales: para explicar la posibilidad de choque de los átomos que se desplazan en el espacio vacío con igual velocidad, introduce el concepto de “desviación” espontánea (condicionada interiormente) del átomo de la línea recta. Esto sirvió de base a un enfoque más profundo de la correlación entre la necesidad y la casualidad, y significó un paso adelante en comparación con el determinismo mecánico de Demócrito. En la teoría del conocimiento, Epicuro es sensualista. Las sensaciones de por sí siempre son auténticas, pues parten de la realidad objetiva; los errores surgen de la interpretación de las sensaciones. Epicuro explica el surgimiento de las sensaciones de modo materialista ingenuo: la superficie de los cuerpos da origen a un flujo ininterrumpido de partículas minúsculas, emanaciones, que penetran en los órganos de los sentidos y forman las imágenes de las cosas. El conocimiento persigue el fin de liberar al hombre de la ignorancia y la superstición, del temor ante los dioses y la muerte, sin lo cual es imposible la felicidad. En la ética, Epicuro fundamenta el placer razonable, basado en el ideal individualista de eludir los sufrimientos y conseguir un estado tranquilo y alegre del espíritu. Lo más razonable para el hombre no es la actividad, sino la quietud (Ataraxia). La filosofía idealista (por ejemplo, la de Hegel) desfiguraba la doctrina materialista de Epicuro.





Bibliografía compilada (fuente)





Ensayo





Recursos de apoyo



[ Add all 2 links to your ed2k client ]

Luis Roca Jusmet, en "La actualidad de Epicuro", en Materiales para Pensar, el 4 de febrero de 2020, escribió:Epicuro nació en Samos (costa de Asia Menor) en el año 341 a.J.C. en pleno imperio alejandrino. Viajó a Atenas y allí fundó su escuela, abierta a cualquiera (incluso mujeres y esclavos) en el Jardín de su casa, donde explicaba y conversaba con los que querían escucharle.

De sus enseñanzas conservamos los textos recopilados un siglo después por Diógenes Laercio. Son las tres cartas a sus amigos (a Heródoto, a Pítocles y a Meneceo) y algunos fragmentos con aforismos (de los que destacan sus “máximas capitales”).

En las dos primeras cartas vemos que la concepción de Epicuro sobre la Physis (Naturaleza) era atomista. Era por tanto seguidor de Demócrito, contemporáneo de Sócrates. La naturaleza se entiende como agregaciones de átomos (invisibles) que forman cuerpos (visibles) que interaccionan entre sí moviéndose en el vacío. Los átomos tienen una determinada forma, con un tamaño y un peso específico. Esta interacción provoca encuentros por azar que generan necesariamente unas consecuencias en función de la naturaleza de los cuerpos. Incluso las mentes o almas deben entenderse así. Todo se transforma: el nacimiento y la muerte son producto de estos cambios en los que se forman y se diluyen los cuerpos. Es por tanto una ontología materialista. Los dioses, si existen, están en otras esferas y no tienen nada que ver con nosotros. Plantea igualmente una epistemología empirista que entiende las ideas como representaciones en nuestra mente a partir de las sensaciones. Van quedando en nuestra mente, por la memoria, restos de estas sensaciones, en forma de imágenes. Forman un conjunto, nuestro imaginario, a partir de ideas e imágenes conectadas entre sí, que nos permiten interpretar y anticipar los hechos. El sabio debe distanciarse al máximo de las opiniones que genera y no dejarse condicionar por ellas.

En la “carta a Meceneo” y en algunos fragmentos (entre los cuales sus “Máximas capitales”) es donde aparece lo fundamental de la filosofía de Epicuro, que es su ética, entendida como una terapia del alma. La filosofía, por tanto, es necesaria siempre, ya que es la garantía de la libertad y felicidad. Las causas de la infelicidad (o enfermedades del alma) son el miedo y las pasiones (o deseos inmoderados y vanos que nos atrapan). Hay que meditar sobre los principios y aplicarlos.

Estos principios son básicamente cuatro (el quatrifármaco):

    - El primero es entender que la muerte no existe (cuando existimos estamos vivos, cuando estamos muertos no existimos). No hay que preocuparse ni temer la muerte.

    - El segundo es que los dioses o no existen o, si existen, no tienen nada que ver con nosotros: por lo tanto hay que perder el miedo a los dioses.

    - El tercero es que vivir bien es fácil. Hemos de ser autónomos, no depender de nadie ni casi de nada, porque lo único que hemos de desear son los deseos naturales y necesarios (eliminar los artificiales y los naturales no necesarios). Hay que ser autosuficiente al máximo. El bien es el placer y hemos de basarlo en el mero hecho de existir y saber disfrutar de ello. Para ello es fundamental trabajar internamente para llegar al estado de la ataraxia, que es esta tranquilidad de ánimo, esta serenidad que nos permite disfrutar de la vida sin depender de elementos externos que nos perturben. Basar el placer en lo que tenemos y no en lo que nos falta. Recordar lo bueno y disfrutar de ello como si estuviera presente. La búsqueda del placer ha de ser racional, hemos de calcular los efectos de nuestros actos, porque algo doloroso puede ser benéfico y algo placentero puedo acabar siendo doloroso.

    - El cuarto es que podemos evitar el sufrimiento. El dolor físico es inevitable, pero es la actitud que tenemos delante de él y de otras cosas que nos ocurren la que genera sufrimiento. Las relaciones amorosas deben evitarse porque nos hacen dependientes y provocan sufrimiento. No así la amistad, que es una fuente de placer y que no implica necesariamente dependencia. El sabio debe huir de la política, fuente de vanos deseos. Entender que la justicia es algo convencional y que hemos de defenderla en la medida en que es útil, es decir, que se basa en una idea de pacto humano cuya finalidad es garantizar una convivencia sin daños.

Epicuro tiene una gran actualidad. Es una propuesta ética que deja una herencia muy rica. No hablo de seguirle, sino de lo que ha inspirado. Hay resonancias de Epicuro en filósofos tan dispares como Spinoza, Mill, Marx y Nietzsche. En la filosofía más contemporánea tanto Pierre Hadot como Michel Foucault lo reivindican en su defensa de la filosofía como forma de vida o como práctica de sí.

Frente a la desmesura consumista, Epicuro siempre es una buena terapia.

Iñaki Urdanibia, en "Las presencias de Epicuro", en Kaos en la Red, el 5 de enero de 2015, escribió:
Es la clase de vida que llevamos, no su duración. No ganaríamos nada viviendo eternamente, pero lo ganamos todo viviendo rectamente
- Epicuro

El filósofo que se rebeló contra la miseria y la supersitición
- Karl Marx (1)


Hay pensadores, filósofos, cuyas posturas intempestivas han hecho que no conste, o lo hagan de pasada, en las historias oficiales de la disciplina (2); es el caso de Epicuro (Samos, 341 - Atenas, 270 / antes de nuestra era común). Fueron sus posicionamientos materialistas (por la senda atomista de su maestro Demócrito), la mirada centrada en el más acá, y más concretamente en el cuerpo, su elogio del placer como fin a perseguir por parte de los humanos para lograr la felicidad. Cabe añadir a lo anterior el que anduviese a su bola, es decir, alejado de los pensamientos filosóficos dominantes que se reunían en torno a la Academia platónica, y sus instituciones sucesoras, o el Liceo aristotélico, tampoco le granjeó las simpatías de los diferentes maestros; la fundación del célebre Jardín en las afueras de Atenas en el que eran admitidos esclavos, mujeres, extranjeros y niños, como seres susceptibles de alcanzar el dominio sobre sí mismos, soliviantaban a las comunidades existentes que funcionaban con otros criterios más restrictivos. Estas son algunas de las señas de identidad que hicieron que el pensador fuese marginado y denostado con el recurso a las más demenciales falsedades que sin embargo colaron en la gente: papel destacado tuvo san Jerónimo (uno de los primeros padres de la iglesia) que no se cortó ni un pelo (caridad y amor al prójimo mediante) al calificar a Epicuro y a sus seguidores de «puercos», por la defensa que estos hacían del placer. Dichas las cosas de tal modo daría por pensar que en el Jardín mentado se entregaban a todo tipo de comportamientos desfasados, a bacanales sin fin y… a partouzes salvajes. Nada más alejado del fin de la comunidad y del pensamiento de su fundador.

Frente a las enseñanzas de Platón y Aristóteles (cúspide del pensamiento clásico griego) y con posterioridad del segundo de los nombrados surgieron unas corrientes de pensamiento que desplazaban el centro de gravedad de la filosofía, que pasaba de las preocupaciones físicas (por denominarlos al modo habitual: los presocráticos) o políticas (tanto Platón como su discípulo, el estagirita, dieron enorme importancia a la polis en sus La República o Las Leyes, respectivamente), a la búsqueda de la felicidad ya que si la polis (con Alejandro) había devenido cosmópolis, y esta amplitud era pura locura tratar de abarcarla con la razón, el repliegue hacia pensar medidas más alcanzables parecía cobrar absoluta pertinencia, y éste se ciñó fundamentalmente a los humanos; así pues el paso de la polis a la cosmópolis dio lugar al tránsito del conocimiento de sí mismo (gnóthi seauton) al cuidado de sí, al gobierno de sí (epimeleia heautou) y las muestras son las escuelas que se pueden encuadrar en el llamado "helenismo" (escépticos, estoicos, epicúreos y cínicos). En ellas de daba un punto común (si exceptuamos a los nombrados en primer lugar cuyo pensamiento conducía, vía directa, hacia la disolución) que era el empeño por hallar el camino de la buena vida, del vivir mejor, consistiendo este objetivo en alcanzar la serenidad, hacer que los humanos lograsen una vida armoniosa, con la clara conciencia de que la vida es corta y que el tiempo que se vive es incierto.

Si había comenzado estas líneas refiriéndome a Epicuro y su Jardín, vuelvo a él. Decía Spinoza que «nadie hasta ahora ha descubierto hasta donde llega un cuerpo», pues bien, el filósofo griego del que hablo reclamó los derechos al cuerpo, haciendo descender el placer de las nebulosas espirituales a la satisfacción de las necesidades del cuerpo… «de los deseos unos son naturales y necesarios. Otros naturales y no necesarios. Otros no son naturales ni necesarios, sino que nacen de la vana opinión»; los primeros son «aquellos que eliminan el dolor, como la bebida para la sed. Naturales pero no necesarios los que sólo colorean el placer, pero no extirpan el dolor, como los alimentos refinados. Ni naturales ni necesarios, por ejemplo, las coronas y la dedicación de estatuas». Basta lo dicho, siempre que la mente receptora del mensaje no esté retorcida por ejemplo con las prédicas jeronimianas, para ver que el "hedonismo" propuesto por Epicuro no era el propio de "sexo, droga y rock and roll", que diría el bueno de Ian Dury, sino una ascética cuyos ejes serían la frugalidad, la sencillez, la huida del lujo y las gratuitas sofisticaciones, para ceñirse a la satisfacción de las necesidades corporales... que a la vez irían unidas a las espirituales (racionales), en la medida en que el sujeto que conoce lo que depende de sí o lo que depende de causas externas cobra ventaja para domar sus vanas pretensiones y mantener a raya sus desbordantes pasiones. Al fin y a la postre, la meta sería alcanzar la imperturbabilidad (la ataraxia, como única vía posible para alcanzar la paz del alma; la supresión de los temores y de los deseos y lograr el acceso al verdadero placer), en los límites de la autonomía personal, no encerrada en unos límites egoístas, complementada por los lazos de amistad y compañerismo... De ahí el papel esencial que debía jugar la comunidad en la travesía hacia el bienestar y la vida mejor.

Para Epicuro los filósofos eran "médicos del alma", y en su labor no podían olvidar «el cuadrifármaco: dios no se ha de temer; la muerte es insensible; el bien es fácil de procurar; el mal, fácil de soportar»; «vacío es el argumento de aquel filósofo que no permite curar ningún sufrimiento humano. Opues de la misma manera que de nada sirve un arte médica que no erradique la enfermedad de los cuerpos, tampoco hay utilidad ninguna en la filosofía si no erradica el sufrimiento del alma». Señalaba Diógenes Laercio en su inevitable Vida, doctrinas y sentencias de los filósofos ilustres que la filosofía epicúrea se dividía en tres partes: la parte canónica, que capta las reglas de lo verdadero, permitiendo fundar la ciencia; la parte física, que explica la naturaleza; y la parte ética... entrelazándose y complementándose las tres, y haciendo las dos primeras sean condición necesaria para el éxito de la tercera.

En un muy interesante libro que acaba de ser publicado, Filosofía para la felicidad (Errata Naturae, 2014), quedan expuestas las tesis nombradas (que pivotan sobre la afirmación de que no se ha de temer a los dioses, el atenerse a los deseos naturales y necesarios, y en los ejercicios de meditación y concentración); no se han de ignorar de ninguna de las maneras las lecciones de absoluta actualidad que se pueden hallar en las páginas presentadas con respecto a la correlación que debe darse entre teoría y práctica (y como muestra de flagrante incoherencia el comportamiento de los políticos que exigen resignación e ímprobos esfuerzos, por el bien común, a los ciudadanos, mientras ellos llevan unas existencias de verdaderos pacas…). Ha de sumarse al interés del propio texto del sabio griego, los ensayos francamente contextualizadores de Carlos García Gual (que a la vez es el traductor de los textos presentados), Emilio Lledó y de Pierre Hadot. No hace falta presentar a los tres nombrados, consumados especialistas en el tema: tanto el primero como el segundo autores de unos libros sobre el autor presentado (3), y el tercero cuyo estudios se centraron en los "ejercicios espirituales" de las escuelas post-aristotélicas y de sus derivas en el cristianismo y el pensamiento neoplatónico de Plotino. Por cierto, este último fue profesor en el Collége de France al igual que Michel Foucault, siendo ambos responsables, en cierta medida, del revival del helenismo y de su actualidad; con respecto al epicureísmo, Foucault en el curso 1981-1982, se refirió con amplitud a él (Hérméneutique du sujet).

«Nadie por ser joven dude en filosofar ni por ser viejo de filosofar se hastíe. Pues nadie es joven o viejo para la salud de su alma. El que dice que áun no es edad de filosofar o que la edad ya pasó es como el que dice que áun no ha llegado o que ya pasó el momento oportuno para la felicidad. De modo que deben filosofar tanto el joven como el viejo», se lee en uno de los textos traducidos, "Carta a Meneceo" [4].

En estos tiempos de auto-ayudas, de lecturas piadosas y curativas de los dolores del alma (Bucay, Rojas, Coelho o… yo qué sé), de coachings y demás gaitas que exigen que seamos felices (como un deber) y que denuncian a quienes no lo sean ya que ellos mismos serían los únicos culpables de su infelicidad( hasta llegado el caso de ciertas enfermedades), parece de indudable mayor interés, y eso sí menos milagroso, recurrir a los clásicos... huyendo igualmente de los tíogilitos que venden soluciones con discursos del tipo Más Platón y menos Prozac.





Notas

    (1) Quede constancia de que la tesis doctoral de Marx versó sobre «Diferenca de la filosofía de la naturaleza en Demócrito y Epicuro».

    (2) He consultado algunas historias clásicas de la filosofía y he constatado el espacio dedicado a Epicuro y su escuela. En la de La Pléyade (dirigida por Brice Parain), 15 páginas dedica Graziano Arrighetti al tema. Frederick Copleston, diez. En la de François Châtelet, Pierre Aubenque dedica 12 páginas. En la historia cuya compilación corre a cargo de D.J. O'Connor, 10 páginas; Johannes Hirschberger, 10; y en la de Henri Bréhier se dedican 20.

    Puede señalarse, como contrapunto, las 50 páginas que se dedican al autor en el primer tomo de la Contre-histoire de Michel Onfray, quien reivindica la figura del pensador griego en otras de sus obras.

    (3) Carlos García Gual, Epicuro (Alianza, 1981). En colaboración con María Jesús Ímaz, La filosofía helenística (Síntesis, 2007 / que anteriormente, 1987, había sido editada por Cincel).

    Emilio Lledó, «El epicureísmo, una sabiduría del cuerpo, del gozo y de la amistad» (Montesinos, 1984).

    (4) Siempre es de saludar la publicación de tal tipo de obras, más teniendo en cuenta que se trata de autores cuyos textos no fueron conservados, y hasta destruidos, y en consecuencia no están al alcance de los lectores. Ha de tenerse en cuenta además que algunas ediciones de textos epicúreos estarán descatalogados: una edición de Tecnos / Altaya de 1991 y otra de Temas de Hoy, de 1994.

    Igualmente alguna presentación del autor y /o de su época son recomendables aunque me temo que estén fuera del alcance librero: «La rebelión de Epicuro» de Benjamin Farrington o «La filosofía helenística» de Anthony A. Long, que dedica unas jugosas páginas al pensador.

Iñaki Urdanibia, en "Epicuro, hoy", en Kaos en la Red, el 14 de abril de 2020, escribió:
    «Y por eso decimos que el placer es principio y culminación de la vida feliz. Al placer, en efecto, reconocemos como el bien primero, a nosotros connatural; de él partimos para toda elección y rechazo, y a él llegamos juzgando todo todo bien con la sensación como norma»
    (Carta a Meneceo)

Los autores clásicos de la antigüedad y no de tanta antigüedad, muchas veces son convertidos en meros fósiles a lo que se les hace salir del panteón en las clases de filosofía; a lo más asoman en algunas palabras de uso cotidiano cuyo origen está en algunos de ellos, tergiversando radicalmente el espíritu y la letra de dichos pensadores: así, el estoicismo es convertido en mero conformismo, el epicureísmo es transformado en un hedonismo que roza el lema de Ian Dury, droga, sexo y rock and roll, o siguiendo a Jerónimo, me refiero al que se dice que era santo, se habla de ellos como los componentes del jardín de los puercos, para referirse el Jardín de Epicuro, ¡vaya por dios! De los cínicos y de su jefe de filas, Diógenes de Sínope, convertido en nombre de un síndrome… hoy no toca; con respecto al de Samos, expone con claridad su hedonismo. «Cuando, por tanto, decimos que el placer es fin no nos referimos los placeres de los disolutos o a los que se dan en el goce, como creen algunos que desconocen o no están de acuerdo o malinterpretan nuestra doctrina, sino al no sufrir dolor en el cuerpo ni turbación en el alma. Pues ni banquetes ni orgías constantes ni disfrutar de muchachos ni de mujeres ni de pescados ni de las demás cosas que ofrece una mesa lujosa engendran una vida feliz, sino un cálculo prudente que investigue las causas de toda elección y rechazo y disipe las falsas opiniones de las que nace la más grande turbación que se adueña del alma». Verdad es también que en la oleada de libros llamados de autoayuda, que no lo son tan si en cuenta se tiene que el auto tiene una dependencia de algún gurú( hetero) que señala la vía de la felicidad, la salvación o la existencia armónica…algunas citas lindas se cuelan, aclarando a quién pertenece o bien solapadamente por no decir birladas lisa y llanamente.

Ciñéndonos a la época del helenismo y a sus escuelas de clara vena ética, en busca de la felicidad guiada por el ideal del sabio, el cuidado de sí, el intento de lograr una vida buena, etc. tal vez las dos escuelas que más celebridad tiene n son el estoicismo y el epicureísmo. Sobre este último se ha publicado recientemente una obra de la profesora de filosofía en la Universidad de York, Catherine Wilson, publicada por Ariel: «Cómo ser epicúreo. Una filosofía para la vida moderna», que tiene en su enfoque un doble interés: acercarnos a los presupuestos y al modo de vida de Epicuro (342-270) y la sombra en algunos seguidores / continuadores de su legado, papel esencial jugó en su difusión Lucrecio ya en el primer siglo de la era común; al tiempo que se exponen las enseñanzas que en el presente se pueden extraer de tal pensador post-aristotélico, que elogiaba la sencillez, la serenidad de espíritu y evitar el dolor, al tiempo que no sufrir ante el hecho de la muerte (ya que cuando ella está…).

Contracorriente marchaba el pensador al negar la inmortalidad del alma y de la presencia divina, manteniéndose firme contra la religión y contra el Estado, en aquellos momentos históricos de cierta perplejidad ante los ideales que anteriormente habían funcionado de manera regular; en su pensamiento se daba un entreveramiento del materialismo y la propuesta de una ética individualista, que reivindicaba con fuerza la amistad como uno de los factores esenciales… «el hombre bien nacido se dedica principalmente a la sabiduría y a la amistad. De éstas, una es un bien mortal; la otra, inmortal».

Comienza el recorrido la autora presentándose y situándonos antes los males de esta época de despilfarro en todos los ámbitos de la existencia de los humanos para luego adentrarse y adentrarnos en el pensamiento del filósofo del Jardín (en su entrada estaba escritor: «Extranjero, aquí harás bien en demorarte; aquí el máximo bien es el placer»), desvelando las interpretaciones erróneas ya sea por ignorancia o por mala fe que de su filosofía se ha hecho. La austeridad, la sencillez, la evitación de los efímeros placeres, dominan se pensamiento que buscaba privilegiar el gozo, entendido como el recurso a los placeres, con moderación, ya que las dos caras de éstos, al menos de algunos es obvia, funciona a la manera del farmakon griego; cura y mata; así pues, el hedonismo epicúreo se centra en evitar el dolor, no temiendo a los dioses, no preocupándose de la muerte, apostando por la facilidad a la hora de conseguir lo bueno y siendo consciente que el soportar ciertos males no es una tarea ímproba.

Detectar cuál es el motivo de nuestros pesares, supone un paso esencial de cara a ponerle remedio; como queda ya nombrado Epicuro señala el temor como un factor esencial que entorpece de la existencia humana, ya que el temor a algo provoca más dolor que el propio algo en sí, ya que provoca una tensión permanente que planea sobre nuestra mente; al igual que el deseo de metas inalcanzables conlleva la frustración segura. Juega un papel esencial en la visión epicúrea al conocimiento real de lo que nos rodea y en se sentido huye de las fantasmagorías del más allá o seres supuestamente creadores y similares, situándose en un más acá material que está compuesto de átomos (no es de extrañar que teniendo en cuenta estas posturas el filósofo resultase de gran interés para Marx –al que por cierto la profesora ni menta- que le dedicó su tesis, basándose en las diferencias con Demócrito, además de considerarle un bastión contra la miseria y la superstición). Estos presupuestos naturalmente se aplicaban tanto al mundo natural como al humano. Por este camino avanza, y nos guía, Catherine Wilson, introduciéndonos en aspectos de la vida cotidiana de hoy (amistades, miedos, cómo enfrentarse a las dificultades, la importancia de los sentidos y de las sensaciones, etc.), pensadas a través del filtro de las concepciones epicúreas sobre los sentidos, las creencias, el mundo y el lugar de los humanos en él, extendiendo las lecciones la actualidad y a algunos de los temas que preocupan a los hombres, y a las mujeres, de hoy: el hedonismo, el consumismo, las visiones sexistas y discriminatorias (por cierto, en el Jardín cabían los esclavos y las mujeres en pie de igualdad con los hombres).

Pierre Hadot se detenía el la figura de los ejercicios espirituales (heredados por el cristianismo de las filosofías del helenismo), actividad que tenía su importancia en particular en el seno del epicureísmo, ya que confiaban en la capacidad de dominar los sentimientos, las pasiones, y los deseos, cuestión en la que las divergencias con los estoicos eran de importancia: mientras que para los epicúreos la distinción entre nomos (convenciones y normas humanas) y phisis (leyes de la naturaleza) era esencial, los estoicos tenían tendencia a posicionarse del lado de un determinismo que convertía lo que acontecía como resultado de leyes naturales, salvo en las cuestiones de índole personal; de ahí se seguía la postura universalista de los estoicos frente al relativismo epicúreo que daba suma cabida e importancia a la libertad (en las últimas páginas de la obra, se expone de manera asequible y certera las diferencias entre ambas corrientes; cfr.: pp. 236-244). Placer frente a virtud como respectivos principios rectores.

P.S.: Sí quisiera señalar que en lo que hace a la bibliografía, la cosa deja bastante que desear. Usar ciertas ediciones como la que se menciona de De la naturaleza de las cosas, de Orbis, en edición de 1984, no sirve para orientar a nadie ya que: 1) tal edición no existe, del mismo modo que la editorial, y 2) hay versiones más actuales y conseguidas como la de Acantilado que publicó en 2012, De rerum natura / De la naturaleza, en traducción de Eduard Valentí Fiol ("Un poeta, filósofo y científico intempestivo", en Gara). En lo que hace a las indicaciones bibliográficas «para el lector que desee investigar más a fondo…» solamente aparecen obras en lengua inglesa; no hubiese estado de más añadir una somera bibliografía en castellano, como las ya clásicas de Benjamin Farrington (La rebelión de Epicuro), de Carlos García Gual (Epicuro o La ética de Epicuro) o la obra de este último en colaboración con María Jesús Imaz (La filosofía helenística) o el estudio de Emilio Lledó (El epicureísmo, una sabiduría del cuerpo, del gozo y de la amistad) por nombrar unos cuantos, o hasta el simpático librito de Maite Larrauri (La amistad según Epicuro). También podría nombrarse un libro que hace algún tiempo comenté en esta misma red: "Las presencias de Epicuro" (Kaos en la Red), artículo en el que por cierto se dan varias referencias bibliográficas.


Volver a Biblioteca

Antes de empezar, un par de cosas:

Puedes usar las redes sociales para enterarte de las novedades o ayudarnos a difundir lo que encuentres.
Si ahora no te apetece, puedes hacerlo cuando quieras con los botones de arriba.

Facebook Twitter
Telegram YouTube

Sí, usamos cookies. Puedes ver para qué las usamos y cómo quitarlas o simplemente puedes aceptarlo.