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ERIBON, Didier

Libros, autores, cómics, publicaciones, colecciones...

ERIBON, Didier

Nota Vie Nov 06, 2020 10:05 pm


Introducción

Ignacio Nicolas Fiejoo, en "Didier Eribon", en El Cuenco de Plata, escribió:(Reims, 1953) Es filósofo y sociólogo, profesor en la Facultad de Filosofía y Ciencias Sociales de la Universidad de Amiens (Francia) y en prestigiosas universidades extrajeras. Sus reflexiones sobre la cuestión gay, contra el psicoanálisis y en torno a la condición minoritaria se inscriben en la continuidad de la sociología crítica de la dominación social, de su mentor y amigo Pierre Bourdieu.

henryavery92, en "Didier Eribon", en Banco de Lecturas, el 10 abril de 2018, escribió:Didier Eribon (Reims, 10 de julio de 1953) es un filósofo francés y un historiador de la vida cultural de su país.

Didier Eribon, que estudió filosofía en París, ha dirigido durante varios años seminarios en la École des hautes études en sciences sociales de París, ciudad donde reside. Ha enseñado además en diversas instituciones estadounidenses, como The New School, University of Chicago, Harvard University, Yale University, New York University, University of Michigan en Ann Arbor, y University of Virginia en Charlottesville. Desde 1984 hasta hace poco ha venido colaborando en Le Nouvel Observateur.

Eribon es profesor de filosofía, ciencias humanas y sociales de la Universidad Jules Verne de Amiens, y profesor visitante en la Universidad de California, Berkeley.

Fue conocido por dos libros importantes de entrevistas, con Georges Dumézil, 1987, y Claude Lévi-Strauss, 1988. Destacó a continuación por su biografía de Michel Foucault aparecida en 1989, que se tradujo a varios idiomas de inmediato (al inglés en 1991, al español en 1992) y fue alabada por Pierre Bourdieu, Paul Veyne y Hayden White, entre otros.

Es autor de varios libros, ya clásicos: Réflexions sur la question gay de 1999, Une morale du minoritaire de 2001 y Echapper à la psychanalyse, 2005. En Retour à Reims, de 2009, reflexiona (a partir de la muerte de su padre, el que estaba distanciado por tres décadas), sobre el determinismo colectivo del medio obrero de su infancia.





Bibliografía compilada





Ensayo





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Re: ERIBON, Didier

Nota Vie Nov 06, 2020 10:15 pm
En "Regreso a Reims", en Todo por Hacer, en noviembre de 2017, se escribió:No todos los/as admiradores/as del sociólogo francés Michel Foucault pueden presumir de provenir de un entorno de clase trabajadora, pero su biógrafo y heredero Didier Eribon es uno de los pocos que sin duda se puede definir como vástago de la classe ouvrière. En Regreso a Reims, Eribon (asentado en París desde hace años) vuelve a su ciudad tras la muerte de su padre, viaje que aprovecha para leer el funcionamiento del entorno social en el que creció, analizar su lento declive y reflexionar sobre su propio derrotero para convertirse en sociólogo, intelectual (algo que se hace notar con su lenguaje en ocasiones excesivamente técnico) y militante.

Sorprende y sobrecoge su lucidez y honestidad cuando se plantea la disyuntiva entre su odio visceral al mundo obrero real en el que se crió y su defensa y sentimiento de pertenencia (al menos a un nivel intelectual) a ese mismo grupo en tanto hombre de izquierdas. Su rechazo tiene que ver con su situación como persona homosexual que sufrió ataques homófobos durante toda su infancia y con la lenta deriva hacia la extrema derecha de la clase obrera, especialmente en Francia. Eribon explora así las contradicciones de la clase obrera: de ser dominados/as, los/as obreros/as pasan a alimentar la ilusión de dominar al recién llegado, al extranjero. El ojo clínico de este adepto de Pierre Bourdieu, Jean-Paul Sartre y Frantz Fanon cruza conceptos con vivencias y halla en sus recuerdos los exabruptos que ha oído (y hasta repetido) en su infancia para explicar cómo se perpetúa la exclusión.

En estos puentes que Didier Eribon establece entre los mecanismos de exclusión de los/as homosexuales y de los/as inmigrantes, describe un mundo caracterizado por la pobreza, la homofobia y la xenofobia, del que decidió escapar.

Pero, ¿es posible dejar definitivamente atrás su propio pasado? ¿Es posible no ser prisionero de su propia historia?

Re: ERIBON, Didier

Nota Vie Nov 06, 2020 11:30 pm
Silvina Friera, en entrevista con Didier Eribon, con el título “La pertenencia de clase duele en el cuerpo”, en Página/12, el 1 de julio de 2015, escribió:El filósofo y sociólogo francés habla de su libro Regreso a Reims, que acaba de publicarse en Argentina y donde el autor de Escapar del psicoanálisis repasa su adolescencia en su pueblo natal, donde tuvo una relación conflictiva con su padre, un hombre violento y homofóbico.

“Cuando uno es hijo de obreros, la pertenencia de clase se siente en el cuerpo”, afirma Didier Eribon en Regreso a Reims (Libros del Zorzal), una exploración íntima y sociológica del itinerario de los que comúnmente se denominan “tránsfugas de clase”. El filósofo y sociólogo francés regresa al pueblo de provincia donde nació, después de la muerte de su padre, un obrero que siempre fue un extraño con quien no pudo hablar, un hombre violento y homofóbico que tuvo una vida difícil. Eribon fue el único que pudo estudiar y que se fue a París para vivir plenamente su homosexualidad y convertirse en un intelectual. “La escolarización exitosa instalaba en mí, como una de sus condiciones de posibilidad, un corte, un exilio, incluso cada vez más profundos, que poco a poco iban separándome del mundo del que venía y en donde aún vivía. Y como todo exilio, éste contenía una forma de violencia. Yo no podía percibirla, pues se ejercía sobre mí con mi consentimiento. No excluirme –o no ser excluido– del sistema escolar exigía excluirme de mi propia familia, mi propio universo. Sostener las dos esferas, pertenecer sin fricciones a esos dos mundos era casi imposible. Durante varios años, tuve que pasar de un registro a otro, de un universo a otro, pero ese tironeo entre las dos personas que yo era, los dos papeles que debía representar, entre mis dos identidades sociales, cada vez menos relacionadas una con otra, menos compatibles entre sí, me causaba una tensión realmente difícil de soportar y, en todo caso, muy desestabilizadora”, confiesa en un fragmento de este formidable libro –publicado en Francia en 2009– en el que reflexiona sobre cómo los destinos sociales están definidos y delimitados por el pasado familiar y el entorno de nacimiento.

“En mi trayectoria personal hubo dos modalidades de la vergüenza: la vergüenza sexual y la vergüenza social –explica Eribon a Página/12–. Cuando empecé a escribir libros, el universo social del marxismo de a poco había desaparecido del paisaje intelectual francés. El orgullo de pertenecer a la clase obrera también había desaparecido mientras las reflexiones sobre las cuestiones sexuales comenzaban a desarrollarse. La categoría contemporánea de lo político me permitía pensarme en el pasado como un chico gay miedoso que tenía mucha dificultad en asumir su sexualidad, más que un hijo de obrero, porque esa categoría había desaparecido de la escena pública. Cuando comencé a escribir, me instalé inmediatamente en un espacio de debate internacional en el cual la cuestión de la sexualidad y el género eran importantes. La cuestión de la vergüenza, que según mi punto de vista es un efecto estructurador de la vida de los grupos dominados, ha sido uno de los puntos de arraigo de mi reflexión teórica y política”.


- Pregunta: Hay un momento muy significativo en el libro, cuando ya está viviendo en París y se cruza con su abuelo, que limpia vidrios, y teme que alguien de su entorno parisino lo vea con él y le pregunte quién es ese hombre. Pocas veces se ha escrito con una honestidad tan brutal sobre lo que implica la vergüenza social. ¿Le costó trabajar con este aspecto tan íntimo y filoso?

- Respuesta: Quise escribir un libro en el cual algunas cuestiones se abordaran directamente, sin dar muchas vueltas. Esta escena que me quedó en la memoria es muy significativa y la conté tal cual la viví. Tenía vergüenza de mi abuelo, pero hubiese tenido mucho más vergüenza si la gente me hubiese preguntado: “¿Con quién estás hablando?”. Hoy tengo mucha vergüenza de haber tenido vergüenza en ese momento. Pero no se trata sólo de una confesión de culpabilidad. Los personajes de Regreso a Reims son mi madre, mi padre, mis abuelos, mis hermanos y yo, pero son personajes colectivos. Yo estoy determinado socialmente y soy producto de lo que la sociedad hizo de mí. Lo mismo vale para mi familia, para mi padre, mi abuelo, para mi mamá, que son figuras sociales. Contar esta escena con tanta brutalidad me permitía mostrar la violencia de las relaciones de clase que estructura la vida que vivimos. Quería mostrar que la movilidad social, el ascenso social, son palabras vacías si uno no plantea lo que esa movilidad social produce al interior de la misma familia. Yo describo la estructura de un sistema social en que la pertenencia de clase juega un rol determinante. Es una escena muy polémica contra mí mismo por ese sentimiento de vergüenza que tuve, pero además es una escena polémica que enfrenta la idea de que ya no existen las clases.


- Pregunta: En el libro cuestiona fuertemente a Raymond Aron precisamente por intentar borrar la idea de que existen clases sociales, pero también por la “moderación ideológica” que representa, ¿no?

- Respuesta: Me acuerdo de un texto de Raymond Aron que decía que no se acordaba de haber pertenecido a una clase social. Yo pensé que realmente hay que pertenecer a la burguesía para no sentir la pertenencia de clase. Cuando acompañaba a mi mamá a las casas en las que limpiaba, sentía que había diferencias que se notaban en la manera de hablar, en la vestimenta, en la comida. Mi madre trabajó también en una fábrica y su cuerpo quedó tullido... Raymond Aron nunca conoció esas realidades, ¿pero acaso no tenía una mucama en su casa que limpiaba el baño mientras él jugaba al tenis? Como se convirtió en el pensador francés al cual todo el mundo se remitía para decir que no existían las clases sociales, entonces escribí esas líneas para advertirle a la gente que dice que lo que Aron escribía era ciencia y que el marxismo, la sociología crítica y la idea del intelectual comprometido es ideología. Esta supuesta ciencia de Aron es ideología burguesa celebrada como ciencia. Es interesante que plantees esta pregunta sobre una página del libro que ha sido criticada en Francia. Pero también ha sido la más aplaudida y celebrada. En la adaptación teatral que se hizo de Regreso a Reims, el actor que me representa en la obra lee esa página sobre Aron. Y justo en ese momento el público aplaude. ¿La cuestión es que solamente hay desigualdad y diferencia de ingresos o realmente, más allá de eso, hay una opresión de clase, hay explotación y violencia social? Cuando me acuerdo de mis padres, que iban a trabajar a la fábrica, la respuesta a esta pregunta es obvia: sí, hay una opresión de clase. Sí, hay una explotación. Sí hay una violencia ejercida por un sistema que se aprovecha de la explotación de los trabajadores.


- Pregunta: ¿Escribió este libro para luchar contra el fantasma del Alzheimer de su padre?

- Respuesta: Sí, pero es muy extraño porque no fui a ver mi padre y sabía que él iba a morir a causa del Alzheimer. Ni siquiera reconocía a mi mamá... Después de su muerte me obsesionó el espectro de la enfermedad. Le pregunté varias veces a mi médico si era un mal hereditario, si era genético. Mi padre se convirtió en un fantasma después de su muerte; cada vez que yo me olvidaba algo, un código para entrar en un edificio, un teléfono, una fecha, pensaba que la enfermedad estaba empezando: ya estoy enfermo, me voy a morir.


- Pregunta: ¿Ese temor sigue?

- Respuesta: Sí, el miedo está y sigo releyendo los poemas que temo olvidar y me preocupo cuando ya no puedo citar una escena de una tragedia de (Jean) Racine o un poema de (Paul) Verlaine.


- Pregunta: Otra escena significativa del libro es durante un paseo en París, cuando ve que unos chicos le pegan a un hombre mayor. Usted pide ayuda a la policía y le contestan: “¡No tenemos tiempo para perderlo con putos!”. ¿Qué implica esta modalidad del insulto y la agresión?

- Respuesta: En un libro anterior, Reflexiones sobre la cuestión gay, trabajé mucho sobre la injuria, sobre la manera en que el orden social asigna posiciones minoritarias a ciertas categorías de la población. No se trata sólo de que te injurian y te insultan en plena calle, sino que hay un sistema institucionalizado de injuria. El hecho de que la policía no quiere proteger a un hombre gay que está siendo atacado en un parque es una imagen muy fuerte de ese mecanismo institucional de inferiorización. Es una escena sintomática del odio hacia los que se “desvían” del orden sexual.


- Pregunta: Cuando su madre le muestra las fotos de sus sobrinos, señala a uno y dice: “Es como tú”. ¿Por qué le cuesta decir la palabra homosexual o gay?

- Respuesta: Mi madre no sabe cuáles son las palabras que tiene que usar para no herir, no tiene idea de qué vocabulario puede utilizar, por lo tanto no utiliza ninguna palabra. Y dice: “Es como tú”. Cuando me dijo eso, no entendía nada. ¿Qué está diciendo? (risas). Hoy ha cambiado el vocabulario y dice, hablando de tal o cual persona: “Es gay, como se dice hoy”. Mi madre por fin encontró la palabra.


- Pregunta: El libro rescata mucho la figura de esa madre que, más allá de su conservadurismo, trabajó muy duro para que usted pueda estudiar, ¿no?

- Respuesta: Sí, tengo una deuda enorme con mi madre. Si estoy hoy en la Argentina, presentando un libro que ha sido traducido y editado acá, es porque mi madre trabajó en una fábrica para que yo pudiera estudiar. En aquel momento lo único que me interesaba era estudiar y no me preocupaba realmente la condición dentro de la cual se podía cumplir esa posibilidad. Mis padres no eran obreros revolucionarios, aunque entonces votaban por el Partido Comunista. Pero para mí, que era trotskista, era un voto conservador. En el libro cuento cuando mi madre me recuerda que yo les decía a ellos que eran burgueses, que decía pavadas por el estilo. Esa escena es un homenaje a mi madre y a las mujeres de la clase obrera, pero también, una vez más, es una escena emblemática de una experiencia colectiva. Yo soy un “tránsfuga de clase” que deja el medio obrero para cambiar de clase. Lo que tiene ese derrotero, esa trayectoria, mientras se está dentro de ese proceso, es que uno no se da cuenta del esfuerzo que están haciendo los padres para posibilitar ese cambio.


- Pregunta: Hay una tensión irresoluble entre el origen de clase y la adquisición de la cultura letrada, ¿no?

- Respuesta: Tengo conciencia de que el hecho de haber adquirido la cultura y la teoría que me permite pensar todo esto es lo que me separa de mi familia, lo que me ha permitido ser diferente, escapar de ese medio. Pero más allá de la voluntad individual, la cultura es un marcador de diferencia social y por lo tanto un instrumento de violencia social, dado que la frontera de las clases sociales no es solamente por la posesión del capital económico, sino también de lo que Pierre Bourdieu llamaba “capital cultural”. La cultura es a menudo el punto de referencia del desprecio de clase. Yo sé que la cultura ha sido muy importante para mí, pero sé que la ausencia de la cultura es lo que legitima la exclusión de los hijos de las clases populares. La cultura legitima la existencia de una estructura social que es una estructura de clases.


- Pregunta: ¿Qué significó en su vida afectiva e intelectual Pierre Bourdieu?

- Respuesta: El encuentro primero con su obra y después con él ha sido fundamental para mí. Yo les debo mucho a sus consejos y su amistad... y le debo haber llegado a ser lo que soy hoy en día. Más allá de la amistad que me unió a él durante más de veinte años, Pierre Bourdieu es sin dudas el pensador más importante del siglo XX. Para mí una obra es importante por el aporte teórico, pero también por la generosidad. Una obra generosa te hace sentir algo. San Genet de (Jean-Paul) Sartre, El segundo sexo de Simone de Beauvoir, Historia de la locura en la época clásica de Michel Foucault y Distinción: una crítica social del juicio de Pierre Bourdieu son libros generosos, son construcciones teóricas importantes y vectores de transformación personal.


- Pregunta: Regreso a Reims es una obra muy generosa.

- Respuesta: Me alegra saberlo. Yo quiero ser un autor de obras generosas que puedan cambiar la vida de los lectores.

Re: ERIBON, Didier

Nota Sab Nov 07, 2020 1:02 am
Víctor Lenore, en "El libro que te hará reconciliarte con tu familia y tu pueblo (aunque seas comunista)", en El Confidencial, el 25 de febrero de 2018, escribió:Pocos libros resultan tan cruciales para el actual debate sobre izquierda, clase social y burbujas culturales. Estos días se publica en España el catálogo de la editorial argentina Libros del Zorzal, una de cuyas joyas es Regreso a Reims, la autobiografía política que causó gran polémica en Francia. Se trata de un texto descarnado, que disparó el prestigio de Didier Eribon (1953), sociólogo de renombre y discípulo del influyente Pierre Bourdieu. ¿Sinopsis? Un adolescente de clase obrera se engancha a la Filosofía y consigue romper las barreras impuestas por el sistema educativo francés (una estructura rígida e hiperclasista). Al cumplir veinte años, se muda a París y decide cortar casi todos los vínculos con su entorno familiar. Influye un hecho particular, la condición gay de Eribon, que necesita tomar distancia del ambiente homófobo de cualquier población pequeña de Francia en los años sesenta.

Militante del trotskismo y de Mayo del 68, el sociólogo asiste con horror a la mutación social que lleva a su familia desde el voto comunista hasta apoyar al ultraderechista y xenófobo Frente Nacional. Como suele ocurrir, el fallecimiento de su padre, con quien nunca llegó a tener una verdadera relación, le hace lamentar la frialdad que dispensó a los suyos. Eribon usa el ensayo para disculparse, tanto en el plano político como en el humano.


Exaltar a los obreros para alejarse de ellos

Antes de la página cien, llega la primera confesión brutal: “Exaltaba la clase obrera para poder alejarme aún más de los obreros reales. Leyendo a Marx y Trotsky, creía estar a la vanguardia del pueblo. Pero en realidad estaba entrando en el mundo de los privilegiados, en su temporalidad, en su modo de subjetivación: el de los que los que disponen de tiempo para leer a Marx y Trotsky. Me apasionaba el Sartre, que escribía sobre la clase obrera, pero yo detestaba la clase obrera en la que estaba inserto, el ambiente obrero que delimitaba mi horizonte”.

Todo para el pueblo, pero sin el pueblo, decían los déspotas ilustrados. Algo parecido les pasó a muchos hijos de obreros que tuvieron la oportunidad de acudir a la universidad. “Interesarme por Marx, por Sartre, era la manera que tenía de salir de ese mundo, del mundo de mis padres, imaginando, por supuesto, que era más lúcido que ellos sobre sus propias vidas”, reconoce.
Explotación desnuda

Al llegar a la madurez, Eribon se reprocha no haber sido consciente del enorme esfuerzo que hicieron sus padres para que pudiera estudiar. “En aquella época, ese rigor implacable que domina el mundo del trabajo en las fábricas casi no me preocupaba, si no era de manera abstracta: estaba demasiado fascinado por el descubrimiento de la cultura, la literatura, la filosofía, como para inquietarme por las condiciones de mi acceso a ella”. El autor no exagera: su madre trabajó en una cadena de montaje tapando frascos de vidrio. Su jornada de ocho horas se desarrollaba de pie y solo le permitían diez minutos de descanso por la mañana y otros diez por la tarde. El propio Eribon, a pesar de su juventud, acabó extenuado el verano que trabajó en condiciones similares.

Ahora lamenta su actitud. “La palabra ‘desigualdad’ me parece un eufemismo, que le quita el carácter de realidad de lo que realmente es: la violencia desnuda de la explotación. El cuerpo de una obrera, cuando envejece, muestra, ante todas las miradas, la verdad de la existencia de las clases”, señala. Por si fuera poco, su madre soportaba doble jornada laboral, mientras el padre se iba los viernes de bares, volviendo a casa uno o dos días después. “Ella nunca estuvo enamorada”, recuerda. “Al poco tiempo de casados, ya no le unía a su marido más que un sentimiento de constante hostilidad”. El texto también funciona como recordatorio del machismo de los ambientes obreros franceses de la época, incluyendo los más rojos.


Abandono popular

Cuando Eribon se incorpora a la vida universitaria, comienza a sentir vergüenza por sus orígenes familiares, que oculta en lo posible a sus compañeros burgueses. La brecha con los suyos crece cuando descubre que han cambiado el voto comunista por el del Frente Nacional. Comienza a sentir rechazo a los barrios populares de Reims, que han cambiado el eje ‘obreros contra patrones’ por el de ‘franceses contra extranjeros’.

Con el paso del tiempo, sin cambiar de posición política, reconoce que en los juicios sumarios que dedicaba a su familia y su barrio había un elemento clasista. También admite que su padre, casi analfabeto, acertó en muchos análisis. “Se dice que cuando Marcel Jouhandeau -un escritor católico- vio pasar una comitiva de estudiantes durante Mayo del 68 les gritó ‘¡Váyanse a sus casas! ¡En veinte años todos serán notarios!’ Más o menos, eso es lo que mi padre pensaba o sentía, aunque por razones diametralmente opuestas. Y fue justo lo que sucedió. Quizá no notarios, pero sí notables, instalados política, intelectual y personalmente, al término de trayectorias en general pasmosas, en la comodidad del orden social y la defensa del mundo real tal cual es”, afirma.

Los izquierdistas esnobs, etiqueta en la que Eribon se incluye, tuvieron parte de culpa en el ascenso del partido de Le Pen. “Por más paradójico que pueda parecer, estoy convencido de que el voto por el Frente Nacional se puede interpretar, al menos en parte, como el último recurso con el que contaban los medios populares para defender su identidad colectiva y, en todo caso, una identidad que sentían igual de pisoteada que siempre, pero ahora también por quienes los habían defendido y representado en el pasado”, afirma.


¿Qué podemos aprender?

El conflicto está bien explicado por el ensayista alemán Raúl Zelik. “El libro de Eribon tuvo un eco tan grande porque su historia personal podría haber sido descrita de manera similar en muchos otros países. En la Austria de hoy, el partido ultraderechista FPÖ es, con diferencia, el partido más votado por la clase trabajadora. La racista Alternativa por Alemania llegó al 30% en algunos de los barrios más humildes de Magdeburg, Halle o Berlín. Y en Estados Unidos fue el cinturón del acero, duramente golpeado por la reconversión industrial, el que decidió las elecciones presidenciales de 2016 en favor de Donald Trump. Aunque el multimillonario racista, sexista y especulador (a diferencia de lo que informaron muchos medios) siguió obteniendo los mejores resultados entre personas con ingresos medios-altos, el avance electoral de la derecha republicana fue más fuerte entre la clase obrera”, señala.

El problema es conocido. “Tanto la izquierda parlamentaria como la movimentista prevalecen las clases medias académicas que se identifican más con la vida hipster que con la periferia urbana o rural”, señala Zelik. Se reseña recoge las críticas más crudas a los partidos del cambio: “Algunos críticos han defendido incluso que la constitución de Podemos puede ser interpretada como una estrategia de ascenso social de jóvenes de clase media que, a pesar de su formación profesional, ya no podían acceder a puestos de dirección de manera regular”. Seguramente se le ha pasado por la cabeza a más de uno.


Arrogancia roja

Eribon concluye que hemos asumido con demasiada naturalidad la relación entre los barrios pobres y el apoyo a la izquierda. En su época de máximo esplendor, el Partido Comunista Francés solo recogía un treinta por ciento de los votos de barrios populares, más o menos la misma proporción de obreros que optaba por la derecha. Las relaciones políticas no son algo natural, sino construido. El autor se atormenta por la actitud que mostró hacia su entorno, sobre todo respecto a sus dos hermanos pequeños. “Hoy me encuentro enfrentado a estos interrogantes. ¿Y si me hubiera interesado por ellos? ¿Si los hubiera ayudado en su escolaridad? ¿Si hubiera intentado que les gustara la lectura?”, lamenta. “¿Debería haberme dado cuenta de que un milagro como ese podría volver a producirse y que sería menos improbable que lo hiciera si ya había sucedido para alguno de nosotros, y que este último -¡yo!- podría transmitir a los que seguían todo lo que había aprendido, así como también el deseo de seguir aprendiendo?” Medio siglo después de Mayo del 68, gran parte de los militantes de la izquierda española siguen llamando “fachas”, “machirulos” y “cuñaos” a quien discrepa de alguna de sus posturas.


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