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CELAN, Paul (1920-1970)

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CELAN, Paul (1920-1970)

Nota Jue Oct 22, 2020 8:01 pm
Paul Celan

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

I. Hernández, en "Celan, Paul (1920-1970)", en 2013, escribió:Escritor alemán nacido en Czernowitz en 1920 y muerto en París en 1970. Su verdadero nombre era Paul Anczel. Originario de una familia judía, comenzó en Tours (Francia) estudios de Medicina en el año 1938, pero tan sólo un año después los abandonó para comenzar a estudiar Lenguas y Literaturas Románicas en la Universidad de Czernowitz. Tras la ocupación de su ciudad natal por tropas alemanas y rumanas y la deportación de sus padres a un campo de concentración en 1942, intentó huir de allí sin éxito y fue retenido en un campo de trabajo en Rumanía. En 1944, un año después de que la Bucovina hubiera pasado a manos soviéticas, reanudó sus estudios. Temporalmente trabajó como traductor y lector de una editorial. En 1947 abandonó Rumanía y, tras pasar un año en Viena, se instaló definitivamente en París. A partir de 1950 fue lector de Lengua y literatura alemanas en la École Normale Supérieure y contrajo matrimonio con la dibujante Gisèle Lestrange, quien ilustró una buena parte de sus poemas. Celan publicó en 1948 su primera colección de poemas, Der Sand aus den Urnen (La arena de las urnas). Debido a las numerosas erratas con las que se editó, decidió destruirla, rescatando de ella tan sólo 25 poemas que publicó con ese mismo título en la colección Mohn und Gedächtnis (Amapola y recuerdo) de 1952. A esta colección le siguieron otras cinco, y póstumamente aparecieron tres más con los siguientes títulos: Von Schwelle zu Schwelle (De umbral a umbral; 1955), Sprachgitter (Rejas lingüísticas, 1959), Die Niemandsrose (La rosa de nadie, 1963), Atemwende (Cambio de alientos, 1967), Fadensonnen (Soles de hilos, 1968), Lichtzwang (Fuerza luminosa, 1970), Schneepart (Papel de nieve, 1971) y Zeitgehöft (Esperanza del tiempo, 1976). En sus poemas se encuentran influencias de autores como F. Hölderlin, R. M. Rilke, G. Trakl y S. Mallarmé, así como del Simbolismo y del Surrealismo. Su obra presenta, como característica fundamental, un carácter hermético. Según los diferentes métodos y concepciones poetológicas, así se interpreta la obra de Celan, criticada también por algunos debido a sus dificultades de comprensión. Su lenguaje poético intenta en cierto modo la negación de la mera expresión y el reflejo de las cosas, de los acontecimientos; se compone de espacios vacíos y de palabras arrancadas al silencio. El punto de partida de la mayoría de sus composiciones es, sin duda, la muerte y la destrucción provocadas por la muerte y la devastación que la guerra trae consigo, así como el intento constante de buscar una comprensión del propio yo, un intento tristemente fallido.

Celan obtuvo el Premio de Literatura de la ciudad de Bremen en 1958 y el Georg Büchner en 1960. El discurso que pronunció tras recoger este último fue publicado en 1961 bajo el título Der Meridian (El meridiano): este texto, junto con el único que Celan publicó en prosa titulado Gespräch im Gebirg (Conversación en la montaña, 1960), se considera como su credo poético y como su propia interpretación de la poesía. Algunos intérpretes de su obra explican a partir de estos textos su suicidio como una declaración de su incapacidad para comprender la controversia entre lenguaje y existencia, disuelta en multitud de perspectivas a lo largo de toda su producción. Por lo que respecta a la forma, también ella representa esta división de perspectivas: junto a poemas de largos versos y carácter de himno como la conocida Todesfuge (Fuga de la muerte,1952) aparecen construcciones muy reducidas, a menudo con una palabra por verso; en lugar de las habituales estrofas aparecen secuencias en forma de columnas que más bien parecen meros listados.

Su faceta como traductor la ocupó con autores como A. Rimbaud, G. Ungaretti, A. Blok, O.E. Mandelstam o S.A. Jessenin.





Bibliografía compilada





Poesía





sobre P. Celan (artículos)





sobre P. Celan (ensayos)



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Iñaki Urdanibia, en "Desde el puente Mirabeau", en Kaos en la Red, en el 21 de abril de 2020, escribió:
«Esta palabra que se ha de circuncidar, que se ha de circuncidar por alguien, a alguien, esta palabra que hay pues que dar, y dar una vez circuncidada, entendámosla como abierta. Como una herida, diréis. Sí y no. Abierta ante todo como una puerta abierta al extranjero, al otro, al prójimo, al huésped o a cualquiera»
- Jacques Derrida, Schibboleth

«Con los perseguidos en tardía, no / silenciada, / radiante / alianza»
- Paul Celan


Un día como hoy, 20 de abril, de hace cincuenta años, el poeta Paul Celan puso fin a su vida en el XV arrondissement parisino… en noviembre, el 23, de este año hubiese cumplido cien años.

Y el silencio tomó cuerpo cuando el poeta acabó arrojando su desasosiego al Sena en un lluvioso mes de abril… ¿“Autoadivinación” como dijo alguien, premonición, larga rumia, pudiera decirse tal vez? Ahí está su poema escrito en 1962 que parece adelantar lo que de hecho sucedió años después: «Del sillar / del puente, del que / él rebotó / hacia la vida, en vuelo / de heridas, del / puente Mirabeau». Hay profundas heridas que el tiempo no cura, afirmación que parece confirmada por la decisión del poeta quien puso fin a una existencia salpicada de altibajos depresivos, puso fin a una vida mutilada. Y Henri Michaux escribió a modo de kadish: «Paul Celan se encontró en el camino de la vida con grandes obstáculos, muy grandes obstáculos, algunos casi insuperables […] En él lo que era grave, era demasiado grave[…] una sonrisa que había pasado por mil naufragios […] La cura que la escritura le proporcionaba no era suficiente […]. Se nos ha ido. Claro que podía escoger. El fin no será tan largo. A flor de agua, el cadáver tranquilo».

Ya había servido el puente a los poetas: así, Guillaume Apollinaire: «Bajo el Pont Mirabeau discurre el Sena / Con mis amores / Por qué me lo recuerda / Primero era el placer alegría después la pena / La noche va trayendo su momento / Van pasando los días yo me quedo».

Una poesía, la de Celan, hecha del balbuceos, de tanteos, de onomatopeyas que hizo desdecirse a Adorno acerca de la imposibilidad de escribir poesías después de Auschwitz; habla Derrida de «errancia espectral de las palabras. Esta retornancia no viene a las palabras por accidente, tras una muerte que les llegase a unas o se les ahorrase a otras».

En recuerdo de este aniversario, reúno varios artículos publicados sobre el poeta, que pueden servir de acercamiento a su vida y a su obra, amén de sentido homenaje.


¿Poesía después de Auschwitz?

Célebre resulta la repetida admonición de Adorno de que escribir poesía después de aquel acontecimiento sin respuesta (del que hablaba Maurice Blanchot) que quedó unido al nombre de Auschwitz («refutación de la doctrina especulativa hegeliana: todo lo que es real es racional, todo lo que es racional es real», en palabras de Jean-François Lyotard), el hacerlo, decía el pensador frankfortiano, era una impostura, recordando en su parecido a la prohibición camusiana de escribir sobre flores en los tiempos que corrían… Luego hubo de rectificar el autor de la Dialéctica negativa, y no sería aventurado afirmar que mucha culpa de ello la tuvo el poeta que traigo a estas páginas: Paul Celan.

¿Tan frívolo resulta escribir poesía que, ya desde Platón, fue actividad fue desterrada de la polis por dañar a ésta? La poesía de Celan, marcada por «una clara tendencia al enmudecimiento» (según su propia expresión) está en las antípodas de cualquier forma de formalismo preciosista y querubínico, o de cualquier modo de huida con respecto a los intereses de los humanos. Sus versos están hechos de la voz entrecortada del silencio y el dolor. Las palabras son buscadas con ahínco, hasta el punto de que podría decirse que el poeta espera a que lleguen, y las pule, retoca y hasta maltrata diría, con el propósito de hacerlas expresar con precisión el estado de un ser tensionado que quiere expresar lo inexpresable. Dos tensiones le fuerzan: por un lado, el horror impuesto por los nazis, que tan de cerca le hirió (su familia casi en su totalidad quedó diezmada, y él hubo de padecer los lager); y, por otro, la utilización de la lengua de los verdugos (el alemán) (lenguaje que por otra parte era el materno), pero tratando de huir de sus redes, de ahí los versos entrecortados, balbuceantes, sincopados… hasta la onomatopeya. La poesía de Celan refleja esta sequedad, plasmada con carencia de sintaxis, y en permanente búsqueda, ensayo, tanteos, hablando sin separar «el no del sí», ya que «verdad dice quien sombra dice» (cercano está el verso de J. V. Foix que hablaba de ir a la oscuridad para ver claro, o el machadiano). ¿Cómo encontrar palabras para expresar el horror? ¿Cuáles para escapar de la lengua usada por quienes cometieron semejantes atrocidades? ¡Poesía del silencio!

Un verdadero acontecimiento supone la publicación de la Obra completa del poeta. Edición completa en todos los sentidos: una presentación de Carlos Ortega plenamente medida, la traducción impecable de José Luis Reina Palazón recoge (salvando las innúmeras dificultades del verbo celaniano) el espíritu de los versos (sin desmerecer para nada las parciales versiones de Valverde, Siles, Valente, Fernández-Palacios o Sánchez Pascual), el carácter bilingüe del libro, los textos en prosa que tan bien sirven para conocer los entresijos de la poética del autor (en especial, el Meridiano).

Ahora tenemos la ocasión de paladear («¡Toma esta palabra – mi ojo la dice al tuyo! / ¡Tómala, dila como la digo, / dila como yo, dila despacio, / dila despacio, demórala, / y tu ojo -mantenlo abierto en tanto todavía!») la desconocida poesía de ese ser atormentado que no veía la poesía como reflejo especular de la realidad, sino que la complejidad de ésta había de ser como una botella arrojada al mar. Poesía no explícita, si se exceptúan algunos de sus primeros poemas, pero tampoco hermética; poesía que (¿desgraciadamente?) tiene siempre un sentido, muchas veces difícil de captar y muchas también ligado a anécdotas o acontecimientos, objetos, etc. que se cruzaron en la vida del poeta. Cada palabra tiene su sentido –simbólico o no-, cuyo problema consiste en saber interpretar, de ahí el desamparo y la ardua tarea del lector. Versos raspados, exprimidos, retorcidos, sin adornos, plenos de simbolismos varios, pegados a la vida, a los hombres (Hölderlin, Adorno, Heidegger, Éluard, republicanos españoles, anarquistas, socialistas, judíos…) y a sus heridas, y… a la muerte.


Poesía y vida

Como ya ha quedado señalado, en nadie como en Celan se da una unión muy estrecha entre vivencias existenciales y obra poética. Nacido el 23 de noviembre de 1920 en Czernowitz (Rumanía), su país cayó primero en manos de los rusos, después de los nazis. Uno de los episodios que no le abandonó durante toda su vida fue la barbarie que estos últimos impusieron, a causa de la cual murieron sus padres, ambos en campos de concentración nacionalsocialistas (él a causa del tifus, ella de un tiro en la nuca). Paul se culpabilizó por no haber forzado a sus padres a esconderse, él lo hizo y logró escapar. Uno de sus más célebres poemas da cuenta de la maldad ("Fuga de la muerte"): de noche, de día… siempre el hombre que juega con las serpientes silba a los perros y a sus judíos… la muerte (negra leche). Desde joven plurilingüe, lector empedernido, y preocupado por causas solidarias. Todo lo dicho le marcó mucho en lo personal (heridas del alma que no curarán a pesar de la psiquiatría dura), en lo profesional (traductor y profesor) y en lo temático que reflejaba los aspectos recién señalados (la barbarie, la lengua, el exilio…).

Tras huir de su país e instalado en París, este permanente exiliado, siempre acosado por sus persistentes obsesiones, acepta, en 1967, verse con su admirado Heidegger (filósofo de la poesía) con la pretensión de preguntarle sobre su actitud ante el exterminio nazi. El silencio del filósofo, lo recoge un poema (Todtnauberg) en el que describe el insatisfactorio encuentro en la cabaña de la Selva Negra.

Su solidaridad con los antifascistas hispanos, hace que varios "¡No pasarán!" salpiquen sus versos. Siempre la vida y… los versos. Hasta que su vida se unió con la muerte en las aguas del Sena, al que se arrojó desde el puente ya nombrado (Mirabeau) en un poema; poema que está encabezado por la frase de Marina Tsvietáieva: «Todos los poetas son judíos».


Paul Celan, hermeneuta de la noche

Con la bella expresión que consta en el encabezamiento de este comentario calificaba Ricardo Forster al poeta galitziano junto a Walter Benjamin y otros. Ya antes del desastre de los lager, en los que conocieron el fin prácticamente todos sus familiares, y que él padeció en varios campos de trabajo, Paul Antschel (nombre original y real antes de pasar a llamarse) Paul Celan (1920-1970) vivió la noche, bajo distintas caras, desde su niñez: nacido en un país periférico (austro-húngaro, rumano, ruso, germano) que casi no era, utilizando una lengua que se movía en los márgenes minoritarios… nada auguraba grandes alegrías ni esperanzas en la vida del futuro poeta.

Mucho dio que hablar este poeta que fue quien con sus entrecortados versos hizo desdecirse a Adorno sobre la imposibilidad de escribir poesía después de Auschwitz, él que visitó a Heidegger en su borda de la Selva Negra no hallando más que silencio por parte del maestro alemán, él que se arrojase al Sena desde el parisino puente de Mirabeau…que hizo que pensadores (Lévinas, Derrida, Deleuze…) dedicasen páginas a su oscura poesía, al encarnar «la realización de lo imposible, no solamente la escritura de la poesía después de Auschwitz, sino la escritura en sus cenizas llegando a “ablandar este aniquilamiento absoluto”».


Los comienzos

Fue temprana la vocación literaria de Celan. Su empeño por dar cuenta de la vida por medio de la escritura se inició a la sombra de Rilke, Hofmannsthal, Trakl, Hölderlin, Goethe, para luego ir adoptando un estilo propio que se iba adecuando de un poema a otro, como si cada uno de ellos tuviese su propio código; escritura de la vida. Hundiendo las raíces poéticas en su familia, en su tierra y en su lengua materna, combinada con el rumano, como si estuviese enredado con los cabellos de su hermana, de su madre, en una relación que constituyese una continuidad, y una estrecha comunicación que se da entre el yo que escribe y el tú que recibe la palabra; «hablo alternando la primera y la segunda persona; utilizando tanto una como otra, digo lo mismo… El Más-extraño es, en tanto que desconocido, lo sencillamente amistoso; y en el poema, lo más próximo, lo inmediato, entrando en el Más-extraño, deviniendo así lo absolutamente próximo». De este modo el lector se convierte en receptor de una botella lanzada a la mar, a las olas del alma.

Ya se ve en los materiales que ahora acertadamente se publican algunas de las que van a ser constantes del quehacer de Celan; ven la luz muchos poemas y prosas poéticas que hasta ahora permanecían ocultos, si se exceptúa a los especialistas, y que pertenecen a textos escritos, entre 1938 y 1948, antes de que Celan se trasladase a París, tras ser pillado en Berlín por la nefasta Noche de los Cristales Rotos, como sangrienta expresión de un antisemitismo desatado.

Primeros versos teñidos de la experiencia del dolor acompañado de un desánimo sin límites o de una resignación desesperada… «palomas pulverizadas, potencias de las flores…» marchitadas con frecuencia por la inminente (y luego cumplida) amenaza de la Shoah, que se convierte en el eje fundamental sobre el que pivota toda su obra, toda su palabra, toda su vida y hasta su muerte -sin entrar en interpretaciones causales- a finales de abril en el río parisino (su cadáver fue hallado el primero de mayo). Metáforas oscuras, sombrías, en las que lo acuático es reflejo del desastre, y las derivaciones fluyen en una rumia permanente entre los humanos y los paisajes que les sirven de escenario.


Un desplazado

El poeta es expresión nítida de desplazamientos varios que van desde los geográficos y afectivos hasta los relacionados con las interpretaciones de sus poemas y el sentido que se traslada como él, políglota consumado (hablaba además de su materna lengua alemana, el yiddish, el rumano, el francés y el ruso) lo hacía de unos idiomas a otros en su extenso trabajo de traductor; en su correspondencia llegaba a habar de ser el único habitante del país llamado Celania, llegando a dudar de su si lengua poética no sería un idioma solamente suyo. El sentido, el tiempo, la lengua y la vida desplazadas en un continuo movimiento que muestra que siempre está en camino el poema y su autor. El desplazamiento le llegó hasta la pérdida desesperada de su firmeza, provocada por una calumniosa acusación de plagio que pretendía que Celan se había apoderado de unos versos que había traducido, desplazándolos a su propiedad,…no fue el menor de los dolores que acompañó al poeta, como expresa su amigo, y también gran poeta, Yves Bonnefoy.

En las ruinas de Babel se mueve Celan como espejo de la destrucción y al tiempo de la preservación; y será esto último lo que abre en su obra un horizonte ético y hermenéutico que se alza por encima de un nihilismo disolvente y ubica la mirada en una ruptura que permanece como profunda cicatriz en medio del siglo pasado. Tal herida no ha de interpretarse como una negación de sentido o anulación de toda temporalidad sino como una invitación a inventar una nueva temporalidad reconstruida con los materiales del pasado, a modo de receptáculo de momentos presentes cristalizados como lo intentase el «buscador de perlas» (la expresión es de Hannah Arendt) Walter Benjamin; Celan por su parte recupera voces -algunas deudoras de los libros bíblicos y de la lengua hebrea- y las entrega a un diálogo, reclamando atención a un vosotros, a la palabra dicha por un nosotros, llamando a prestar oídos a los muertos por parte de los vivos… buscando rescatar la lengua alemana (manipulada hasta las entretelas como mostrase Victor Klemperer) de manos de los verdugos, de los asesinos, evitando así que deviniese lenguaje de la barbarie. Poesía que en vez de mostrarse con una apabullante positividad, titubea y trata de penetrar en lo más hondo de los poetas que le antecedieron y prepararon el camino, en cierto modo, al desastre que llegó («lo que ha pasado»)…

«Levantamiento de palabras, volcánico / recubierto por el bramido de la mar».

Si Marcel Proust decía que los grandes libros están escritos en una especie de lengua extranjera, Deleuze afirmaba algo que se adapta como un guante a la poesía celaniana: «lo que hacen, es inventar un uso menor de la lengua mayor en la que se expresan… Un gran escritor es siempre como un extranjero en la lengua que se expresa, incluso si ésta es su lengua materna. Al límite, toma sus fuerzas en una minoría muda desconocida que no pertenece más que a él… No mezcla otra lengua a la suya, elabora en su lengua una lengua extranjera que no le preexiste». ¡Así, Paul Celan!


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