Álvaro Corazón Rural, en "'The Day After', una bomba atómica psicológica y su respuesta soviética", en Jot Down, el 21 de junio de 2019, escribió:[...] Como cuenta Andrei Kozovoi en
"More Powerful Than The Day After", en junio de 1984,
Valery Karen, un actor armenio, miembro del partido, se presentó en el estudio de cine soviético más importante,
Mosfilm, para protestar por la influencia que estaba teniendo en toda Europa la película estadounidense [
"El día después"]. [...] Protestó ante sus camaradas porque «el país que es el mayor defensor de la paz mundial no tiene una película como la que ha rodado el país que es el centro del peligro». Karen pidió un film que asustase al espectador, que le obligase a «salir del cine para irse a protestar a la calle pidiendo la paz en el mundo». Ese fue el origen de "Pis’ma mertvogo cheloveka" ("Cartas de un hombre muerto") de Konstatin Lopushansky.
No fue fácil llevar a término el proyecto. Se desarrolló finalmente en
Lenfilm, los segundos estudios del país y hubo un sinfín de trabas y problemas que dilataron el proceso casi tres años. [...] Inicialmente, "Cartas de un hombre muerto" se iba a llamar "La advertencia". Los permisos para empezar con ella se pidieron el 6 de septiembre de 1983. Se etiquetó como «ciencia ficción política». Era el primer gran proyecto del director Konstantin Lopushansky y el escritor de ciencia ficción
Vyacheslav Rybakov, que se haría cargo del guion, el cual fue calificado por las autoridades a las primeras de cambio como «demasiado aburrido» y «neutral». Estaba despolitizado, «los protagonistas no intentan descubrir quién lucha contra quién», se quejaban en Lenfilm.
Un asesor, el prestigioso director soviético de Bielorrusia
Iosif Kheifits, dijo que, en realidad, lo único positivo de "The Day After" era la escena de las explosiones atómicas, pero que carecía de «valor artístico». Por este motivo, Boris Gontarev, responsable de la producción, ordenó del guión que la película de Lopushansky debía ofrecer esperanza en lugar de extender el pánico.
Para febrero de 1984, estaba lista una segunda versión revisada. La influencia de "The Day After" seguía creciendo en todo el mundo y se estrenó en Estados Unidos otra película con un escenario de la III Guerra Mundial,
"Amanecer rojo" ("Red Dawn", John Millius). Entraron las prisas. El Comité Central del Partido y el consejo de ministros anunciaron «medidas para mejorar los niveles ideológicos y artísticos de las películas y reforzar la base tecnológica de la industria cinematográfica».
Eso suponía vientos a favor desde la cúpula del partido, pero los engranajes burocráticos siguieron poniendo trabas. Un informe denunció que Lopushansky, aparte de no tener experiencia, era ucraniano y no estaba afiliado al partido, podría imponer un sesgo nacionalista. Había sido violinista, eso podía hacerle caer fácilmente en «formalismo». Además, lo peor, había sido discípulo de
Tarkovsky, un director que había sido tolerado solo porque obtenía premios en el exterior, porque en la taquilla soviética tenía resultados más que discretos.
Anatoly Gromyko, hijo del ministro de Asuntos Exteriores, apoyó al joven director en su calidad de asesor científico de Lenfilm, pero no sirvió de nada. El guion volvió a ser rechazado por ser demasiado largo, tener demasiado diálogo y no mostrar el antagonismo entre socialismo e imperialismo. Se había perdido toda la «intención propagandística». Como sospechaban, se percibía que los autores querían ser filosóficos y no políticos. «La narrativa principal es incomprensible», sentenciaba. Sin embargo, la cercanía del
12º Festival Mundial de la Juventud y los Estudiantes de Moscú era una buena oportunidad para estrenar una película de estas características y aceptaron seguir a regañadientes.
Para protagonista, el profesor Larsen, fue elegido el legendario actor soviético
Rolan Bykov. Daría prestigio al proyecto y bajo su paraguas lograrían eludir parte de la censura, pero también salió mal. Lopushansky pronto empezó a pelearse con él, Bykov no entendía a su personaje. El actor escribió en su diario: «Todas las ideas de Lopushansky son medio chaladuras, es imposible encontrar una forma de trabajar con él». Para colmo, tenían que interrumpir el rodaje por los múltiples compromisos de Bykov. Si se iba al extranjero, todo quedaba interrumpido durante semanas. En enero del 86, todo estuvo a punto de cancelarse para siempre cuando Bykov sufrió un infarto. Según los informes de los estudios, hubo acusaciones de que el problema cardiaco lo desencadenaron sus disputas con el director de la película y el tener que estar rodando en una húmeda cueva.
Todo iba de pena, los primeros resultados de la posproducción, además, enervaron a los burócratas. El 11 de enero el respetado director
Vitalii Melnikov de Lenfilm denunció en otro informe las escenas «largas y pretenciosas». Seguía sin haber ni rastro de confrontación entre socialismo y capitalismo y «con un tono monótono y pesado», entendieron que Lopushansky no hacía más que imitar pobremente a Tarkovsky. De nuevo, una carta de Gromyko salvó la película in extremis, el científico escribió que la cinta «sin ninguna duda, representa el riesgo de una guerra nuclear de una forma mucho más poderosa que la película americana».
La disputa se decantó del lado de Lopushansky cuando, en marzo de 1985, hubo grandes cambios en toda la URSS. Llegó al poder
Gorbachov y admitió la conclusión reiterada durante años por los expertos de que una guerra nuclear no puede ganarse. Una declaración sin precedentes en un líder soviético, aunque Kozovoi especifica que se hicieron con la intención de que
Reagan retirara su
Iniciativa de Defensa Estratégica, el famoso escudo, así que muy sinceras no eran, aunque se rehabilitó a Sajarov y se le liberó de su exilio interno. Eso fue más importante, el profesor Larsen de la película guardaba cierta relación con su figura.
El político
Alexander Yakovlev, al que habían apartado de la política soviética enviándole como embajador de Canadá, regresó para convertirse en asesor de Gorbachov. Procedía del departamento de propaganda del Comité Central, pero había adoptado tesis demócratas y por eso se truncó su proyección. No obstante, en América había observado cómo el anticomunismo se filtraba por todos los medios culturales y periodísticos y trató de implantar algo parecido en la URSS. Antes de la
cumbre de Reykjavik, ordenó presionar con estas armas criticando la política de defensa de Reagan. Paradójicamente, estos cambios se tradujeron en una limpia entre los responsables del cine, se sustituyeron por progresistas y liberales, y entró como máximo responsable
Elem Klímov, el autor de
"Masacre, ven y mira". Con estas nuevas directrices, por fin la película vio la luz. Se pusieron todas las facilidades para que se estrenara cuanto antes.
El título se cambió por "Cartas de un hombre muerto" para evocar al
Gógol de
Diario de un loco y las
Memorias del subsuelo de
Dostoyevski. Se estrenó el 15 de septiembre de 1986 en Moscú. Un artículo en
Izvestia explicaba que la película invitaba al espectador a pensar, no a temer, como pasaba con la estadounidense.
Genrikh Borovik, periodista y presidente del Comité Soviético Para la Defensa de la Paz, manifestó en una entrevista que, con claridad, la película soviética era «artísticamente superior» a su contraparte estadounidense.
La prensa publicó que a los espectadores les conmovieron las escenas de niños enfermos por la radioactividad. Rolan Bykov fue premiado por su papel en la República Socialista Rusa, al igual que el guionista. Las autoridades se pusieron manos a la obra a difundir la película como un reflejo del nuevo pensamiento de Gorbachov y promocionar a Lopushansky como «el nuevo Tarkovsky». Llegó a haber estrenos en Francia, Alemania y países como Portugal, también dio el salto y se emitió en Canadá y Estados Unidos por televisión por cable. La prensa soviética presumía de las ventas a distribuidores extranjeros.
El impacto, sin embargo, fue mucho menor. El recuerdo de la cinta hoy, prácticamente inexistente. Se recuerda mucho más
"Soviet, la respuesta" ("Odinochnoye plavanye", Yevgeni Mesyatsev, 1987). Siguiendo las instrucciones de Yakovlev y Gromyko, es decir, para denunciar la belicosidad de Estados Unidos, era una película de acción convencional que quedó grabada en los usuarios de los videoclubs por ser promocionada como «el Rambo soviético», aunque no tuviera nada que ver tampoco con el cine de
Stallone.
La realidad fue la que fue, las audiencias masivas no cayeron cautivadas la película de Lopushansky en ninguna parte, al final era cine de autor, una propuesta oscura y lenta. Se ha especulado con que el público soviético pudo verla como una metáfora de su situación. "Cartas de un hombre muerto" trataba de un grupo de personas que vivía encerrado en un búnker por culpa de un experimento fallido que había envenenado las atmósfera. Sin embargo, si algo afectó a la película y anuló su potencial propagandístico, que es para lo que se había filmado, fue que tres meses antes de su estreno se produjo la tragedia de
Chernóbil. El escenario posapocalíptico causado por un accidente nuclear que impide la vida humana en los alrededores a causa de un error humano era futurista en la película, pero actualidad en la URSS de 1986.