¿Antiglobalización o Globalización Democrática?José Manuel Aguilar de Ben*
El camino hacia Praga 2000
Las asambleas anuales conjuntas del Fondo Monetario Internacional y del Banco Mundial que han tenido lugar en Europa en los últimos 30 años –1970, 1988, 1994 y 2000– han generado importantes movimientos sociales de respuesta, aunque paradójicamente sea Europa quien más se ha beneficiado desde el final de la II Guerra Mundial, hace 55 años, de las políticas de estabilización y desarrollo de ambas instituciones económicas internacionales de Naciones Unidas.
En 1970, en Copenhague, nació un movimiento alternativo, incluida la ocupación de Cristiania, que contribuyó en 1972 a la difusión de la primera conferencia internacional sobre medio ambiente de Estocolmo, predecesora de Río 92, y que en 1995 fue la base de la conferencia alternativa a la Cumbre sobre Desarrollo Social de la ONU de Copenhague, y que este año se ha ratificado en su declaración de Copenhague más 5 de Ginebra.
En 1988, la asamblea del FMI-BM reunida en Berlín movilizó a muchos movimientos alternativos, que un año después, en 1989, fueron los adelantados a la caída del muro de Berlín, y de donde tomó fuerza e1 movimiento verde y surgió la actual Love Parade anual de Berlín.En 1994, en el 50º aniversario de Bretton Woods, la asamblea del FMI-BM reunida en Madrid dio lugar al movimiento del 0,7% del PIB en ayuda oficial al desarrollo, que en España fortaleció el movimiento asociativo de las organizaciones no gubernamentales, y que ha servido para impulsar la actual campaña por la condonación de la deuda externa de los países en desarrollo más endeudados
El pasado año, la reunión del G-7 en Colonia marcó las pautas en materia de condonación de la deuda a la reunión del FMI-BM en Washington, donde por primera vez no fueron ni las crisis financieras ni la nueva arquitectura financiera internacional los temas centrales, sino precisamente la condonación de la deuda, un asunto iniciado desde la sociedad civil.
Luego vino Seattle, donde la sociedad civil hizo fracasar una mal preparada Ronda del Milenio de la Organización Mundial de Comercio, poniendo de manifiesto no sólo la necesidad de incluir la agenda medioambiental, sino los derechos sociales de los trabajadores de los países en desarrollo. A Seattle le siguió la reunión de primavera del FMI-BM en Washington, la Agenda de los Ciudadanos 2000 de Tampere durante la Cumbre Europea de Finlandia, la Conferencia Mundial de la Sociedad Civil de Montreal y la constitución de la Asamblea Global de los Pueblos en Samoa, donde la articulación de la sociedad civil mundial ha ido tomando cuerpo. Este mismo año en Ibiza, con el Foro Eivissa 2000, pusimos un eslabón más hacia esa articulación, que culminó con el Foro de Milenio de Naciones Unidas, y el reciente Foro sobre el Estado del Mundo en Nueva York, paralelo a la Cumbre del Milenio de los Jefes de Estado y de Gobierno.
Hitos de la sociedad civil que ahora desembocan en Praga 2000, en la reunión alternativa a la asamblea del FMI-BM, y que ya ha obligado a ésta a cambiar su estrategia. Esperemos que cambie también su discurso y sobre todo sus acciones. El FMI y el Banco Mundial están en transición renovadora, y debe ser ahora cuando ambas agencias económicas especializadas de Naciones Unidas afronten su reforma, democratización, accountability, transparencia y modificación de sus políticas, a la vista de las crecientes disparidades Norte-Sur, deficiente acceso a la educación, tecnología e informática, deterioro medioambiental, insostenible endeudamiento y pobreza de muchos estados en vías de desarrollo. Las políticas económicas del FMI y BM que han sido útiles para países en vías de industrialización, como lo fueron en España, han resultado insostenibles en países agrícolas y exportadores de materias primas, con poca capacidad de crecimiento. Las iniciativas de la sociedad civil, sea Jubileo 2000 por la cancelación de la deuda externa o la iniciativa contra la globalización económica, están ya obligando a abrir el diálogo entre los organismos económico-financieros internacionales y la sociedad civil.
Hacia la globalización democrática: la Asamblea Global de los Pueblos
Naciones Unidas necesita completar su estructura con un Parlamento de Naciones Unidas, que dé plena legitimidad democrática a la organización internacional. Su Consejo Económico y Social debe integrar la labor de todos los programas y agencias de Naciones Unidas, muy en particular las del FMI y el BM. La OMC, aún fuera de Naciones Unidas, debe estar dorada de una Asamblea Consultiva, que dé cabida no sólo a los representantes de los estados, sino de otros stakeholders, representantes de empresas, empleados, consumidores y ONGs, que muy bien podría seguir el ya existente modelo tripartito de la Comisión de Desarrollo Sostenible de Naciones Unidas.
La reciente constitución de la Asamblea Global de los Pueblos pretende iniciar ese proceso hacia la constitución de un parlamento de los ciudadanos de todo en mundo en el marco de Naciones Unidas. Si el fin es un mundo más humanizado, en el que se respeten los Derechos Humanos, en que las desigualdades económico-sociales sean convergentes en lugar de divergentes, con una conservación medio ambiental compatible con un crecimiento económico y un desarrollo tecnológico, el medio debe ser el diálogo, la asociación, el parlamento, es decir, la democracia.
Por ello, en lugar de postular la antiglobalización se tendría que promover la globalización de la solidaridad, mediante la globalización democrática
Porque ¿qué es la globalización?
La conceptualización del término globalización, o su equivalente mundialización, varía muy ampliamente.
Vivimos en la era de la globalización, y hoy parece que ir contra la globalización es como a principios del siglo pasado ir contra la modernización, contra el modernismo. La globalización está presente en nuestras vidas en muchas formas. Las comunicaciones, los satélites, Internet, la televisión, la radio, la telefonía, la aviación, en el conocimiento de otras culturas y tecnologías, de la medicina. ¿Pero alcanza la globalización a todo el mundo, y a todas las áreas de la actividad humana? ¿Se puede en todas partes pensar globalmente y actuar localmente? Obviamente no, y ése es en realidad el reto.
Reducir la globalización a la libre circulación de capitales y de información, y no de las personas o de la asistencia sanitaria, beneficia sólo a los sectores que operan en esas áreas globalizadas. Ir contra el libre comercio mundial en beneficio de sistemas de protección nacional, que benefician sólo a los sectores protegidos, es tan antisolidario como fomentar el libre comercio mundial sin aplicar los mismos niveles de protección social y de conservación medioambiental en todas partes. La globalización no debe beneficiar solamente a las inversiones multinacionales, sino a los ciudadanos. Hay que globalizar más y no menos. Hay que globalizar la solidaridad también no sólo mediante la ayuda humanitaria y la cooperación al desarrollo, sino mediante la cultura de la paz y la globalización democrática.
* Presidente del Instituto Norte Sur y miembro del Consejo Mundial de la Asamblea Global de los Pueblos
Fuente:
http://www.north-southglobal.org/texto/ ... tiglob.htm