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EGEA, Javier (1952-1999)

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EGEA, Javier (1952-1999)

Nota Jue Mar 17, 2011 5:07 am


Introducción


Arte Fénix, en 2010, escribió:Desde temprana edad —catorce años— se manifiestan sus inquietudes poéticas, ya que con estos años se pueden datar sus primeros versos, y la definición de sus primeras influencias importantes para su poética cabe situarlas, a la vista de su escritura de este momento, a partir de los diecisiete años —F. García Lorca, A. Machado, Rubén Darío, M. Hernández, R. Alberti y los clásicos, principalmente Góngora y Garcilaso. Su primer libro publicado, Serena luz del viento [Universidad de Granada, 1974, Accésit al Premio García Lorca de la Universidad de Granada], recoge estas influencias y en él mantiene un tono amoroso con el soneto como guía en la mayor parte del libro; en su segundo poemario, A boca de parir [Colección Zumaya, Granada, 1976], establece ya una ruptura importante con el anterior ya que introduce, de forma generalizada en el mismo, el metro libre y un fuerte cambio en el tono a lo largo de las tres partes de que se compone. Con Argentina 78 [La Tertulia, Granada, 1983], escrito en 1979 como contrapunto de los fastos del Mundial de fútbol de Argentina frente a la realidad de la dictadura del general Videla, inaugura una poética con un fuerte y original matiz político y militante.

En 1980 viaja al Cabo de Gata, en Almería, y se instala durante unos meses en la Isleta del Moro, en donde, y en paralelo a la lectura de las teorías del profesor Juan Carlos Rodríguez, abandona su gongorino tono de juventud y da carta de naturaleza al movimiento que sería conocido como la "Otra sentimentalidad", de raíz materialista, bebiendo en las influencias de Althusser y Marx. El resultado será el libro Troppo mare, escrito en 1980 y publicado en 1984. En 1983 da el cierre al movimiento de la “Otra sentimentalidad”, tal como señala el profesor Juan Carlos Rodríguez, tras la escritura, en el año 1981, de Paseo de los tristes. Ambos libros —Troppo mare y Paseo de los tristes—, ante la imposibilidad de publicarlos en editoriales comerciales y convencionales los presenta en el año 1982 a sendos premios —A. González de Lama, de la Diputación de León, y Juan Ramón Jiménez, de la Diputación de Huelva—, obteniendo el primer premio en ambos.

Durante la década de los años ochenta participa activamente en recitales en institutos y universidades, solo o acompañado de otros poetas, actividad ésta de “poeta en la calle” que amplía en los noventa con una serie de montajes poético musicales —junto a Susana Oviedo y el Quinteto Amati— , de textos de Rafael Alberti y Mª Teresa León, M. Hernández, C. Vallejo, B. Brecht, J. Luis Borges… con los que viaja por toda España y la isla de Cuba.

En 1987 comienza la escritura del que será su último libro publicado en vida, Raro de luna, que, en palabras de Juan Antonio Hernández, “llevará hasta uno de sus límites: un enrarecido ambiente onírico, que lo desmarca de la falacia comunicativa, con el que, a la vez, afronta un durísimo análisis de las contradicciones vitales que le acompañan y un enfrentamiento con la construcción vampírica del sujeto”. Esta estancia final la escribirá en paralelo a unas sesiones de psicoanálisis y su tonalidad es sonámbula y de un surrealismo muy controlado. Raro de luna fue publicado por la Ed. Hiperión, de Madrid, en el año 1990.

A partir de esta fecha su vida poética se caracteriza por un distanciamiento de la vida cultural que, tras el triunfo de la opción socialdemócrata en la vida política del país, ha entrado en unos terrenos de comercialización y mercantilismo en los que decide no integrarse. Opción que desembocará, en esta década, en un relativo olvido de su obra. En los años 1992 a 1994 escribió los Sonetos del diente de oro, que, salvo tres publicados en revista poéticas, se mantuvieron inéditos. Fueron publicados, en edición facsímil, póstumamente en el año 2006 por la Asociación granadina ICILE (Investigación y Crítica de la ideología literaria en España).

También preparó en 1997 una antología de su obra escrita entre los años 1970 y 1990 con el título de Soledades. Antología (1970-1990), que iba a prologar el poeta Ángel González. Este proyecto antológico, que no vio realizado en vida, tampoco se ha podido consumar aún tras su muerte.

Algunos de sus poemas están recogidos en numerosas antologías, prácticamente todas de ámbito andaluz o granadino. Sólo dos excepciones, puedo destacar, a esta circunstancia, con su presencia en Canción de canciones [Anaya & Mario Muchnik, Madrid, 1995], antología preparada por Rafael Alberti y Mª Asunción Mateo en la que, en unión de A. Carvajal, son los únicos poetas granadinos de las Nuevas Tendencias que en ella se recogen; y en 2007, con su inclusión en Metalingüísticos y sentimentales [Biblioteca Nueva, Madrid, 2007], antología de Marta Sanz.

Por determinados críticos se le ha pretendido incluir dentro de la nómina de poetas adscritos a la llamada "Poesía de la Experiencia", si bien su escritura —siempre— se mantuvo alejada de los parámetros y principios de esta línea poética.

En el año 2011 Bartleby editores (Madrid) comenzará a publicar su Obra completa en cuatro volúmenes. Dos para su obra poética y otros tantos para su prosa, en donde resalta la presencia de numerosa obra inédita en el interior de sus páginas.

Un jueves, el 29 de julio de 1999, se quitó la vida en su ciudad natal.

Bibliografía: Serena luz del viento (1974), A boca de parir (1976), Troppo Mare (periodo de escritura 1980, publicado en 1984), Paseo de los tristes (escrito durante 1981, publicado en 1982, tal vez su obra más representativa), La otra sentimentalidad (1983, junto a Luis García Montero y Álvaro Salvador), Argentina 78 (escrito en 1977 y editado en 1983), Raro de Luna (1990), Manifiesto albertista (1982), Los sonetos del diente de oro (su escritura se inició el año 1992 y se cerró en 1994, cinco años antes de la muerte del poeta).





Bibliografía compilada





Poesía





Sobre J. Egea (ensayos)





Sobre J. Egea (artículos)



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Recursos de apoyo

    Biografía de Javier Egea (Luis Álvarez Aparicio, 2009)


    Javier Egea, la soledad de un poeta (Luis Álvarez Aparicio, 2014)


    Troppo Mare, la poesía de Javier Egea (entrevista emitida en 1985 por TVE, como capítulo independiente del programa "Pasaba por aquí", dirigido por Eduardo Castro para el Centro Territorial de Andalucía)


    Memoria de la melancolía (por Susana Oviedo, Javier Egea y Quinteto Amati, ¿año?)

Nota Jue Mar 17, 2011 5:11 am
El hombre que no quiso ser jueves



Juan Carlos Rodríguez

Ideal de Granada // 31 de julio de 1999




¿Por qué alguien decide dejar de respirar? Muchas veces discutíamos. Discutíamos sobre literatura, aunque sería más justo decir que nos atravesábamos en los caminos de la poesía como género estricto. Para Javier lo que no fuera poesía no existía. Siempre nos unió el azar. Hace un par de semanas lo encontré (también por azar) tomando unas cervezas con Elena, su última compañera, al lado de mi casa. Yo había salido a comprar los periódicos. Nos reímos mucho. Javier tenía unos reflejos rapidísimos para saber reírse de todo, porque se reía de si mismo continuamente. Siempre fue triste. Allí, en la barra del bar, viendo cómo se miraban él y Elena, me marché tranquilo para casa. Me dijeron que se iban una semana a Barcelona y él se imponía a sí mismo la voluntad de vivir. Algo difícil, cuando lo has perdido todo, como él creía haberlo perdido. Quizá ese todo empezó a principios de los 80, con la "Otra sentimentalidad". Cierto. Pero también es cierto que nuestra relación empezó un poco antes. Cuando me encargaron hacer una historia de la poesía granadina de posguerra descubrí a un poeta asombroso. "Quisquete" tenía una potencia poética que llamaba la atención de inmediato. Quizá era una escritura excesiva que no sabía muy bien aún lo que decir. Eso ocurrió hace más de veinte años. ¿Veinte años no es nada? Durante todo ese tiempo mantuvimos una pelea a brazo partido en torno a la poesía. La poesía era algo más que técnica y que lenguaje. Le cité a Borges: la poesía, afortunadamente, además de ser poesía, es otra cosa. Se quedó callado y se marchó a la Isleta del Moro, en Almería, y me trajo el Troppo Mare, esa maravilla única, trabajada al milímetro y cuyo título elegimos entre los dos. Ya había escrito Paseo de los tristes, ese otro milagro en que las musas lo atraparon trabajando, un libro con el que ganó el premio Juan Ramón Jiménez y donde dijo algunas de las mejores cosas en poesía. Luego la "Otra sentimentalidad" y la izquierda que soñábamos se vinieron abajo. También se vino abajo poco a poco la realidad vital de Javier Egea, cuyo modo de decir estaba muy unido a esos planteamientos colectivos y cotidianos. Así dejamos de vernos en La Tertulia y cada uno encauzó su vida como pudo, tanto Luis García Montero, como Álvaro Salvador, como Mariano Maresca, como Horacio Rébora, etc.

Veinte años es mucho. A finales de los noventa, José Antonio García Sánchez ("el Murciano", que respetaba enormemente a "Quisquete") volvió a juntarnos a todos, sin dejarnos más que dos opciones. O ser personajes de Dumas (veinte años después) o seguir siendo amigos. Lo seguíamos siendo, pero ya era otra historia. Ya todos estábamos solos entre nosotros. De cualquier manera, Javier seguía planificando su vida de aquella manera extraña. Entre creérsela y no creérsela. Quizá por eso había vuelto a sus orígenes. Los fantasmas familiares le hicieron regresar a su pueblo y allí cuidaba su escopeta y su perra. Solía decir que acabaría allí, en una cabaña al lado de la finca de su familia. Solo. Conjeturo que su libro Raro de Luna no tuvo la repercusión que él esperaba. Pese a su debilidad íntima, siempre había soñado con ser un poeta en la calle, como el viejo Alberti, al que él llamaba viejo con tanto cariño. De ahí sus poemas satíricos o sus "Coplas a Carmen Romero". Creo que de algún modo fue feliz en su última etapa teatral. Era otra manera de ser "poeta en la calle". Los recitales con Susana Oviedo y los músicos que los acompañaban en la aventura de leer y cantar a María Teresa León, Alberti, Lorca, los poetas del exilio...

Un día me recordó que llevaba tres o cuatro años sin escribir. No es que no tuviera nada que decir. Es que la famosa "República literaria" ya no admitía ninguna poesía pública que no fuera la de la banalidad (técnica y lingüística) de aquel subjetivismo pequeño-burgués que él había abandonado en sus comienzos. Ya no le apetecía escribir ni siquiera desde el supuesto marginalismo malditista de su libro A boca de parir. ¿Cómo iba a volver al principio si todo lo que había escrito después lo había escrito rompiendo con el principio?

Javier no era un poeta al uso posmoderno hispánico. Ha habido una posmodernidad incluso progresista, pero en nuestro territorio mental era absoluta banalidad de superficies. Javier comprendió que esa banalidad posmoderna obligaba a todo el mundo a ser "jueves": o sea, estar en medio del sistema, incrustado en el caparazón de la semana. Jueves: el día de en medio, el verso plano, el que no significa, el lenguaje en el desierto. Para alguien que había fundido tan absolutamente su vida con su poesía eso resultaba insoportable. Muchas veces me lo dijo en aquellas interminables noches por teléfono: ya nada valía la pena.

Una noche, en mi casa, leímos juntos el Biathanatos de Borges, una reflexión que Borges hace acerca del suicidio a propósito del escritor inglés De Quincey. Javier, que adoraba la escritura de Borges, me dio la razón: el suicidio era un sarcasmo estúpido. Renunciar a respirar. Pero de pronto me recordó que Chesterton era el otro ídolo de Borges. ¿Y qué?, le respondí. Muy sencillo, dijo, “Yo nunca seré el hombre que fue jueves”. Me eché a reír, nos reímos juntos, pero no me gustó nada la expresión que había por debajo. No es que Javier no hubiera estado siempre autodestruyéndose. Pero el mundo (social y literario) le había echado una mano nada divertida. Efectivamente, se creía convertido en jueves, en el día indefinible.

Así que esperó a un jueves por la mañana y decidió no ser jueves. Contar el resto de mi dolor sería absurdo.

Nota Jue Mar 17, 2011 5:12 am
Paseo de los tristes

tercera parte



Javier Egea

En Paseo de los Tristes, ed. Point de lunettes, 1982, págs. 88-98




[Mientras escribía los versos de este libro escuché con frecuencia música de réquiem; fue precisamente el Réquiem de Fauré el que mantuvo la coherencia tonal de este poema]




Entonces,
_______en aquella ciudad
o en la intuición primera, vaga, de su cuerpo,
el pensamiento aún flotaba en sus bucólicos careos,
en versos aprendidos sin historia
y no era posible amar
entre unas calles donde todo era sucio,
carne sin brillo,
cuando aún en el mar, la nube y las espigas
sin historia y sin tiempo, vanos,
estábamos durmiendo
__________________o ignorando
esa gota de sangre que cuelga del amor
-su blanco cuello herido-,
ignorando la clase oscura en que nacimos,
sin consciencia de naves hundidas,
de rubios náufragos,
condenados a vivir una historia perdida
de explotación y soledad, de muerte enamorada,
sin saberlo.

Y sin embargo,
entre los autobuses, el gentío,
en la dulce ignorancia,
fue creciendo una luz
que nos hizo sentir un crujido brillante
después que allí, en la sórdida pensión
donde siempre se asilan viajeros sin destino,
gentes oscuras,
en un lugar sin esperanza,
dos cuerpos se sintieron indefensos
sudando en el asombro de la primera felicidad.

Era cuando diciembre desplegado en la lluvia
se adueñaba de parques y avenidas,
poniendo en los aleros, en los patios
un metálico chapoteo,
un baile de sorpresas poderosas,
dejando por los labios recién aprendidos
la caricia de un húmedo silencio
-los inaugurados caminos del corazón-
cuando aún en los hombros persistía la vida,
su mordisco sincero, su lengua sabia,
su saliva casi susurrante.

Pero sucede que también fue entonces
-en estas mismas calles
donde se ha ido acumulando
más humo, más dolor o más consciencia,
donde hicimos un hueco en la miseria
de los portales en penumbra-
cuando -dichosos y asombrados burgueses-
también sentimos la primera muerte,
la irreversible palpitación.
Muertos el mismo día del amor,
nosotros, los más jóvenes,
los dominadores de ojos tímidos,
los pálidos vencidos desde aquella ocasión,
inconscientes y bellos, cintura con cintura.

Por eso hoy, aquí
_______________en la estación
donde se esfuman todas las presencias,
entre un turbio vapor que zarandea,
parece que perduren las mismas señales de la despedida,
los mismos e indescifrables y grises mozos,
el olor rancio de la espera
y muchachas que aún lloran y soldados.
Es el viejo andén:
ese espacio obligado para el conocimiento,
de donde nacen todas las poesías,
las músicas oscuras,
estos largos paseos de diciembre
encaminados a viejos lugares
que hoy toman otra luz:
ese brutal deslumbramiento de todo lo perdido,
hoy, cuando en otro diciembre más maduro,
un aire demasiado familiar,
con su cansada compañía,
nos va diciendo que a pesar de todo
hay que seguir en pie.

Y algo que ya conoces te adentra en la ciudad:
es la luz que producen la muerte
o el vicio del recuerdo
-sus conocidos rituales-
y que desde los vastos dominios de su oscuro poder
nos va volviendo solitarios, merodeadores,
husmeantes criaturas en busca del aroma diferente,
pendientes de algún día que vuelva a despojarnos,
de un rachazo distinto, inesperado
como el primer amor.
(Ah, cómo toman sentido con sus labios
los carteles del cine,
esa espalda con lluvia al volver de la esquina,
este olor a diciembre;
cómo comprendo hoy
que haya un paisaje terco de ventanas que velan,
de puentes derrumbados,
haya una especie de frialdad brillante
forzando el paso;
ah, qué bien comprendo
____________________ahora
aquel vientre tensado en el gozo,
aquella urgencia dulce de la primera vez.)

Mirad cómo se cruzan estas gentes desconocidas,
cómo se pierden en un fondo grisáceo
poblado de farolas y de solmenidad
como un réquiem.

Flota en este lugar
un aire de posible belleza, de miseria real,
un aroma de desclasamiento
y también un extraño deseo.
Mirad sus ropas, su fingida grandeza:
van de regreso como de costumbre
hacia los torpes refugios que vende el capital
a cambio de silencio.
Es posible que ellos, algún día,
también sintiesen aquel desgarramiento
y el terror de saberse extinguidos
les dejó para siempre en el rostro
su cómplice desprecio.
Porque ellos, en la avenida principal
con su lujo de asfaltos y luces,
también mueren de soledad
aunque confusamente promiscuidos
en la misma derrota.

Ahora,
cuando uno ya es menos dogmático,
se aprecia con la fuerza de quien ha resistido,
con la luz clandestina del dolor,
y conoces sus tonos añiles,
su rancia mansedumbre,
mientras los sientes caminar
hacia una sorda lejanía
y la noche se hace más honda
y sigues adelante.

Atrás se van quedando
los espectrales monumentos
donde el mundo esculpiera su fracaso,
las estatuas que alzan el antiguo delirio,
estratégicamente perdidas, insomnes en sus bronces,
bajo los ojos sin piedad
del águila varada que corona la Banca
y que también entre sus garras
muestra el embate del verdín,
las grietas que revelan su futuro,
su inevitable corrupción.

Ahora,
cuando ya no se entiende
ninguna forma de dominio,
mirad cómo se agranda la muerte
más nítida que nunca,
sin niños ni palomas ni vendedores de marihuana,
cuando ya se marcharon
las últimas muchachas junto a la fuente,
en las cercanías de la plaza
sin nadie en estas horas, desolada:
aquí también es tarde para la vida
y desde las calles que suben a míticas ruinas
-de un tiempo
en el que aún las gentes se humillaban
y extraños personajes ascendidos a dueños
vivían de su sudor-
un viento helado te alcanza,
te recuerda de nuevo su cuerpo,
las citas, el jadeo
de aquel diciembre enamorado.

Todas las plazas tienen olor de espera,
todas las plazas abren un respiro fingido,
adornado con árboles en poda, lluvias interminables
por donde cada corazón se tambalea
y va dejando huellas de cigarros,
pisadas sin amor,
restos de soledad sobre los bancos públicos
que sin embargo ofrecen reposo, intimidad...
mientras algún chillido de un pájaro alarmado
anuncia la presencia del río,
las oscuras espumas,
sus orillas con gatos que huyen
hacia los negros sumideros de la ciudad.

¿Quién de nosotros
-los que ya nada poseemos
sino el deshabitado extravío de la consciencia-,
en una de estas noches sin tregua
no ha sentido esa sorda pasión,
no ha sentido el lejano temblor
y brillar por encima del cauce
otra clase de luz, otra esperanza?
¿O quiénes
-de los que amaron y perecen-
no se saben perdidos y distintos ahora,
casi románticos,
cuando se estrecha el corazón
y el pretil no es apoyo sin larga frialdad,
sino cabalgadura de un sueño malherido,
envuelto en su neblina traspasada de lluvia,
con esa luz amarillenta
que campanadas centinelas
hacen temblar?

No es posible el olvido en esta calle
en donde aún alienta y se entreabre
la aventura borrosa de aquellos labios jóvenes,
inaprensibles en la vieja estrechez,
y sin embargo,
va subiendo del río un rumor de pañuelos,
de manos desprendidas sin razones oscuras,
un vapor que nos habla de futuros andenes
donde también perecerá el recuerdo,
o al menos otra piel,
otro cuerpo que también resistió,
otros labios acaso menos bellos
den sentido a esta otra soledad,
a esta nueva plaza desierta
compañera de un río
que en extrañas crecidas de la luz
preludia el alba.

Al fondo crece un bosque en talud
bajo la inútil defensa de las torres
por donde aún penetrará la muerte,
como una nube turbia,
invadiendo el reciento que guarda la nostalgia
de todo corazón extraviado en el amor,
en todas las ciudades
que muestran con su historia su eterna soledad.

Por eso hoy, aquí,
mientras destiñe el cielo sobre los troncos húmedos,
una secreta vecindad de gentes
extenuada tras el sueño
se oye vomitar en los lavabos
con ese miserable ritual
en que comienzan todas las jornadas.

Y todo esto duele como la incertidumbre.

Pero en la soledad sin amor del merodeo
algo aprendimos, algo sabemos ya
que el idealismo ignora -pero teme-
y que los grandes vanos
de un edificio en construcción enseñan, sin pudor,
tan cerca del pretil:
que estas herramientas apaciguadas
hasta el amanecer, en su oscuro abandono,
serán las mismas que todo lo socaven
arrojando a las aguas crecidas
siglos sin luz, escombros, podredumbre.

Porque en la cansada claridad
de un regreso imposible,
lo dolorosamente comprendido
-bello y terrible ahora-
es que el río que abajo se atropella
poblado de cadáveres,
de cuerpos demasiado familiares,
de rostros nítidamente reconocidos,
no sólo lleva desperdicios, sudor, explotación,
sino que en los oscuros raíles del agua,
en su otra belleza revolucionaria
-como si un nuevo andén-,
mueve otra cierta sensación:
que ha de perderse un día para siempre
este tiempo burgués del exterminio
que, ahora,
enseña su esplendor envejecido
en las ojeras grises de un alba sin amor.

Y yo, coleccionista de diciembres helados,
hombre sin luz,
en la desesperada embriaguez del recuerdo,
abatido en las aguas que no cesan de madrugar,
también me siento triste, extenuado,
y siento demasiada torpeza en estos pasos
o quizá demasiado dominio en este viento
que invade el corazón
y demasiada soledad sin duda.

También era diciembre, también amanecía,
también en la corriente poderosa
he de sentir su cuerpo, sin vida, junto a mí.

Nota Sab Abr 16, 2011 12:12 pm
Out-sider y militante. No hace falta más para un olvido.



Entrevista con Manuel Rico

"No tengo respuestas para explicar el olvido de Javier Egea"



G. Cappa

Granada Hoy | 14 de abril de 2011




El autor del prólogo del primer volumen de la 'Obra completa' del poeta granadino denuncia que en 24 años no apareció en ninguna antología nacional



imagenJavier Egea murió en 1999, pero la publicación del primer volumen de sus Obras completas (Bartleby) es la gran novedad literaria de los últimos años. El libro se presenta esta tarde en la Librería Nueva Gala (19.30 horas) con la presencia de José Luis Alcántara y Juan Antonio Hernández García, responsables de la edición anotada. También estará Manuel Rico, autor del estudio preliminar.



- ¿Por qué este olvido de la obra de Javier Egea? ¿Su vida y su anecdotario acabaron por solapar su poesía?

- No tengo respuesta a ese olvido. Solo puedo hablar de hechos objetivos: Egea vivió una experiencia poética esencialmente granadina, fuera de los círculos literarios de ámbito nacional. Pudieron influir problemas personales, sin duda. Pero la realidad es que en 24 años no apareció en ninguna antología de ámbito nacional, algo incomprensible. También es verdad que su vida no siempre fácil, su compromiso marxista, su distanciamiento de la poesía figurativa y su visión crítica de lo que llamaba "mundo poético oficial" pudieron influir en ello. Su suicidio, sus problemas con el alcohol, su condición de out-sider respecto al mundo universitario añadieron más ingredientes. Creo.


- ¿Cuáles han sido sus sensaciones y a qué conclusiones ha llegado al trabajar con su obra?

- La primera de placer en la lectura y en la relectura, en la indagación en sus claves, algo a lo que me han ayudado las rigurosas anotaciones de Alcántara y Hernández García. La segunda sensación ha sido de desconcierto, casi de perplejidad al ver cómo una obra de tanta calidad había sido relegada de los recuentos y antologías 'canónicas' más conocidas. Egea sintetiza logros de la poesía popular con un intimismo cotidiano con vetas irracionalistas, sobre todo a partir de Troppo mare. Siempre sobre un hilo conductor realista. Él parte de la llamada Poesía de la Experiencia y la transforma incorporando a ella dosis de oscuridad, ecos de una vida contradictoria, atormentada.


- ¿Qué evolución hay en la obra de Javier Egea?

- Una primera etapa cuyos referentes están en el barroco castellano y en poetas como Bécquer, Miguel Hernández o el Lorca más transparente, representada por Serena luz del viento. Una segunda etapa en la que incorpora la mirada crítica combinando lo íntimo, incluida la relación amorosa, y lo colectivo, donde están Machado, Pavese, el 50, representada por Paseo de los tristes. Y una etapa, visible ya en algunos poemas de este libro, en la que incorpora elementos irracionales y surrealistas que se muestra en sus libros últimos y culmina en Raro de luna.


- ¿Cuáles ha sido las antologías de poesía que le han obviado? ¿Qué casos han sido los más sangrantes?

- Todas, que son cerca de 30, las de ámbito estatal que se publican entre 1981 y 2007, año este en que aparece Metalingüísticos y sentimentales, de Marta Sanz, la primera en que vemos el nombre de Egea, lo excluyeron. Es decir, está ausente, por citar las más importantes, de las de José Luis García Martín, Luis Antonio de Villena, Miguel García Posada, Juan Cano Ballesta, la consultada editada por Visor a principios de los 90 y de la extensísima Milenio, de Rodríguez Cañada… Cierto que aparece en la de Francisco Díaz de Castro, de 2003, La otra sentimentalidad, pero es una muestra de carácter grupal en la que la ausencia de Egea no hubiera sido imaginable.


- En este caso, ¿cuántos ejemplares se editarán y qué difusión se le dará al libro?

- Es una primera edición de 1.500 ejemplares. Tendrá difusión en España e Hispanoamérica y esperamos que haya nuevas ediciones. Al menos, la respuesta de los lectores está siendo excelente.


- ¿Sus compañeros de "La otra sentimentalidad" han sido fieles a su figura tras su muerte?

- No puedo emitir un juicio sobre algo que entra dentro de la subjetividad de cada poeta. Le han rendido homenajes, han defendido, en diversos trabajos y artículos, su figura, pero ha habido opiniones respecto a su vida personal y a sus últimas decisiones que quizá no hayan sido de lo más conveniente. De todos modos, prefiero no entrar en algo que no he vivido en directo. Lo esencial es la obra de Egea, que la catástrofe que algunas voces auguraban respecto a ella no es tal. Saldrá su poesía completa y lo hará con una edición a la altura de las mejores ediciones que circulan en España. Como Egea merece.


- En la introducción titula el segundo apartado: 'Egea: el ser histórico, cultural y sentimental'. ¿A qué ser refiere exactamente?

- Me refiero al perfil de Egea como parte de la generación de quienes nacemos en los años 50. Que asume la historia, vive y pelea la Transición política, comparte los mitos de un tiempo de grandes cambios. Vietnam, la Revolución de los claveles en Portugal, Pavese, Pasolini, los cantautores, la llegada de la Democracia…. Quiero decir que, con todas las consecuencias, fue hijo de su tiempo.


- ¿Consiguió escribir poesía materialista?

- Afirmo en mi prólogo que es un objetivo imposible al que intenta acercarse siguiendo las elaboraciones teóricas de Juan Carlos Rodríguez. ¿Es poesía materialista la de Blas de Otero? ¿Y la de Neruda o Paul Éluard? No lo sé. Se trata de una definición, de raíz marxista, alusiva a la mezcla de los subjetivo y lo objetivo, nada más. Toda poesía, al margen de calificativos, es emoción estética y sentimental, lenguaje revelador. Su poesía es una poesía honda, inquietante, que refleja una permanente contradicción existencial.


- ¿Qué lugar le corresponde en la poesía del siglo XX?

- Ocupa un lugar destacado en la poesía española de la segunda mitad del siglo XX. Inició su trayectoria en sintonía con el impulso que supuso el manifiesto La otra sentimentalidad, que suscribió con Álvaro Salvador y Luis García Montero, pero su poesía fue, sobre todo a partir de Troppo mare, por senderos distintos, de una mayor complejidad significativa. Acabó siendo un poeta singular, una destacada isla con una fuerte identidad.


- ¿La culpa de ese 'malditismo' que se adjudica fue culpa del mismo Egea o hay otras causas ?

- Su vida no fue fácil. Él tuvo parte de responsabilidad en ello, sin duda. También el entorno. Pero no estoy en condiciones, ni creo que aporte nada a su obra, de analizar dónde están las responsabilidades de su malditismo. La realidad es que alrededor de su figura se ha construido una leyenda que es un claroscuro, que tuvo un final trágico y que desde muy joven vivió una experiencia de luces y sombras que es visible en sus poemas. En mi modesta opinión, sólo un psicoanalista podría desentrañar algunas de las causas que condicionaron su vida. Fue un gran poeta y eso es lo esencial. En todo caso, el último volumen de la Obra completa, con sus diarios, puede aportar luz a esa suma de incógnitas.


- Por último, ¿cómo se posiciona respecto a la polémica sobre el legado de Javier Egea?

- De ningún modo. Existe, según he podido saber, un testamento firmado por él y en él se expresa su voluntad respecto al legado. Creo que eso es lo que importa. En todo caso, diré que he sido un afortunado trabajando en su poesía y leyendo sus inéditos en verso y en prosa. Eso es lo esencial.


fuente: http://www.granadahoy.com/article/ocio/ ... /egea.html

Nota Sab Abr 16, 2011 12:39 pm
A propósito del "olvido" de Javier Egea... en la intelligentsia de izquierda, en la academia y el mundo editorial, no por los que luchan.


jqn713, en el comentario 13 de un artículo de LGM sobre Egea, escribió:Quizás todo se resuma en lo siguiente: en lo que se ha hecho con la teoría de Juan Carlos/en lo que Juan Carlos ha permitido que se haga en nombre de su teoría.

He aquí el síntoma: "[Egea] Escribe desde la conciencia de que no hay separación ideológica entre lo privado y lo público". Precisamente es lo contrario. Egea escribía desde la conciencia de que la única separación entre lo privado y lo público es ideológica, y no real. Y de que esa ideología tiene nombres y apellidos: ideología burguesa del sujeto. Su poesía es una lucha constante contra esa separación ideológica. Y no fracasó. Le dejaron solo en esa tarea política, a pesar de que no fue el único comprometido en ello -¿qué tuvo que ver el PCE en la relación Alberti/Egea-GM? De nuevo el silencio. Egea hizo poesía materialista mientras resistió en su pequeño pueblo en armas contra la soledad. El fracaso está en el abandono, no en la derrota.

Egea, más que un magnífico poeta, lo que evidentemente llegó a ser, fue un militante comunista que trabajaba como poeta. ¿Antes, después? Todo el mundo tiene su historia.

Y sólo se convierte en un personaje ridículo -alcohólico, enfermo, débil, suicida- cuando se toma la intimidad, la experiencia, etc. como punto de partida y no como resultado de la lucha de clases. Las experiencias propias, aquí y ahora, son casi siempre reaccionarias. La soledad de Egea no fue una decisión propia más que como consecuencia de la lucidez del que no iba a cambiar de barco, cuando casi todos huían como ratas.

¿Autor olvidado? ¡Qué cierto es lo de los silencios de LGM! Olvidado... ¿por quién? ¡Ay, la separación entre privado y público! ¡Ay, los escaparates de las antologías y los periódicos!

Egea no ha sido olvidado. No lo es por muchos estudiantes y militantes comunistas, al menos en Granada; no lo es por el PCE, sumido en la contradicción, que señala su suicidio, entre lo que fue y lo que es; y no lo es por los que estuvieron llamados y comprometidos en la poesía como tarea política y la abandonaron por el cambio en la vida cotidiana para llegar a las transformaciones históricas.

¿Y la otra parte de la relación dialéctica? ¿Y los cambios en la vida cotidiana que no se pueden producir hasta que no haya una transformación histórica? No será olvidado. Siempre se les aparecerá Quisquete, como prueba de que también están equivocados en teoría.

Para terminar, "dos versos deslumbrantes en la canción más inesperada": Y si te piensas echar atrás/tienes muchas huellas que borrar.

Gracias a los que no olvidan y a los que no tergiversan.

Salud

Acerca de la Poesía completa de Javier Egea

Javier troppo Egea




Juan A. Hernández García. Co-editor de la Poesía completa de Javier Egea.

Mundo Obrero, nº 237, junio de 2011



    Comienza, con este primer volumen de su poesía, en Bartleby Eds., la publicación en cuatro libros de la obra completa del poeta granadino Javier Egea que, tanto por su radical apuesta ideológica como por su extrema intensidad poética, fue relegada hacia los márgenes a finales del siglo XX.



es que voy derivando nuevo y solo.

Javier Egea, Troppo mare




Javier Egea (1952-1999) desde muy joven (sus primeros poemas que se conservan datan de los años 1967/68) hasta el momento de su muerte, verano de 1999, mantuvo una extensa e intensa relación con la escritura poética. Durante ésta llegó a publicar seis libros, imprescindibles para entender (y conocer) la producción poética española en el último cuarto del siglo XX, y numerosas colaboraciones en medios granadinos y de ámbito nacional. En todos estos casos, libros y colaboraciones, mostró, con una rapidez y calidad inusitada, un profundo dominio de muy diversas técnicas poéticas y continuas rupturas respecto a su propia escritura y en relación a las diversas normas poéticas dominantes.

Esta intensa apuesta poética la calificaría, en 1987, Rafael Alberti con los siguientes términos: "Permanente y arrebatado poeta". Adjetivos que, además, nos permiten aproximarnos a la comprensión de la anomalía que su figura pública y poética simboliza dentro de los últimos decenios de la poesía española, su institucionalización y el mercado ideológico en que se ha sustentado la producción de estos discursos. Pues su escritura poética, desde el año 1980, hace estallar la posición materialista que exigiera Walter Benjamin ("peinar la historia a contrapelo") situándolo en una difícil coyuntura y en un discurso poético, e ideológico, que también ha detallado con acierto el poeta Pere Rovira, al calificar a Egea como una "apuesta por la poesía que ni puede ser comprada ni sirve para comprar, a sabiendas de las pérdidas que puede implicar tal decisión”.

Ya en 1972, con su primer libro Serena luz del viento, consiguió un accesit al Premio de poesía Federico García Lorca, convocado por la Universidad de Granada, aunque no sería publicado hasta 1974. En él, mediante un perfecto dominio de las formas clásicas, en especial el soneto, realiza una incursión en lo amoroso, como lugar de refugio y protección, que lo sitúa fuera de la norma culturalista que domina la poesía de aquellos años. Pero, aún antes de la publicación del libro en 1974, en diversos poemas -que permanecen inéditos, pero que forman parte del segundo volumen de esta Obra Completa- efectúa una dura autocrítica que inutiliza y rebate esta posición individualista que se situaba en el interior del discurso burgués amoroso en tanto imagen transparente de la intimidad humana.

Con posterioridad publicará A boca de parir, en 1976 y editado también por la Universidad de Granada, inicio de su ruptura con la ideología de "lo poético" que confluye, en esos años de la transición política, en una concepción de la práctica poética como producción ideológica e histórica desde planteamientos teóricos del marxismo, en la línea teórica que trabajaba el profesor granadino Juan Carlos Rodríguez.

Ya, en el año 1979, escribirá Argentina 78, su libro más explícitamente político, contra la dictadura argentina del general Videla, y que contiene una denuncia radical de los procesos históricos que dieron lugar a las dictaduras del Cono Sur latinoamericano.

En 1980, con su libro Troppo mare, se evidencia con rotundidad su ruptura -que he señalado- con el subjetivismo pequeño-burgués que dominaba, en parte, aún su poética, a través de un viaje que se tematiza en sus diversas estancias, como el propio Egea señalara: de la memoria (Troppo mare), a los signos (Rosetta), a la muerte (El viajero), del amor a través de la ciudad (El estrago) y una introspección personal (Coram Populo), con un poema final que establece el mapa de interrogantes y de luchas ideológicas que articulan la totalidad del libro (Leer el Capital).

En el año 1982 recibió dos de los premios poéticos más destacados y con mayor prestigio del momento: el Premio Juan Ramón Jiménez, por Paseo de los Tristes, y el Premio A. González de Lama, por Troppo mare. A comienzos de los años 80 formó parte, siendo su cabeza más visible y expresión más contundente, de la breve aventura poética conocida como "La otra sentimentalidad" y, con posterioridad, mantendría una posición independiente, dentro del espacio poético, insobornable y atrevida.

En Paseo de los tristes (1982), su libro más conocido y de mayor repercusión, presenta una de sus apuestas poéticas más arriesgadas por la posición mantenida de ruptura en las tres partes en que se estructura este poemario: una primera, de poemas breves, que contiene una intensa sucesión de fogonazos de oscura luz cotidiana; en la segunda se instala el núcleo duro del libro con una reflexión sobre la dialéctica entre los términos amor/explotación; y, una tercera, que expone una evidente cartografía marxista (en la que sobrevuelan las voces de P. Paolo Pasolini, Antonio Gramsci y Walter Benjamin) mediante la que expone la estructuración clasista del espacio ciudadano y los efectos de la explotación capitalista en su propia práctica vital y la de los habitantes que lo acompañan.

En esa encrucijada, entre lo personal y lo colectivo, enfrentado a una absurda, falaz e irreal normalización de la vida, desembocará, con su siguiente libro (Raro de luna, 1990), escrito en los años 1985/1987, hasta uno de sus límites: un enrarecido ambiente onírico, que lo desmarca de la falacia comunicativa, con el que, a la vez, afronta un durísimo análisis de las contradicciones vitales que le acompañan y un enfrentamiento con la construcción vampírica del sujeto, es decir, contra la explotación capitalista como marco de producción de subjetividades e identidades.

Antes de su muerte dejó un libro finalizado e inédito, escrito durante los años 1992 a 1994, con el título Sonetos del diente de oro (publicado póstumamente en 2006) en el que, bajo el influjo de algunas de las historias de Las mil y una noches, produce, también desde un tono onírico y desestructurado, una nueva inmersión en la imagen del sujeto en tanto mercancía.

El lector, por lo tanto, con la publicación de este primer libro de la Poesía Completa de Javier Egea se encuentra ante una obra poética que lo convoca a la lucha por construir otra forma de vida, otro mundo y "otra" forma de escribirla mediante una ruptura consciente inmersa en el duro oficio de vivir:

Lo que pueda contaros
es todo lo que sé desde el dolor
y eso nunca se inventa.


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