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WALLERSTEIN, Immanuel (1930-2019)

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Immanuel Wallerstein

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Introducción

Immanuel Wallerstein. Ciudad de Nueva York (EE.UU.), 28 de septiembre de 1930. Sociólogo, principal teórico del análisis de sistema-mundo.

Realizó sus estudios en la Universidad de Columbia, donde se graduó en 1951. Trabajó como conferencista hasta 1971, año en que devino profesor de sociología en la Universidad de McGill. En 1976, pasó a la Universidad de Binghamton, hasta su retirada en 1999. Ha sido director del Centro Fernand Braudel para los estudios económicos, sistemas históricos y civilización; director de estudios asociados en la École des Hautes Études en Sciences Sociales, en París; y presidente de la Asociación Sociológica Internacional entre 1994 y 1998.

Wallerstein se inició como un experto en asuntos post-coloniales africanos, a lo que dedicó casi todas sus publicaciones hasta principios de la década de 1970, cuando empezó a distinguirse como historiador y teórico a nivel macroeconómico de la economía capitalista global. Es posible distinguir, por el desarrollo de una teoría global y sus aportaciones a la historia como ciencia social, una línea directa entre Karl Marx, Fernand Braudel y Wallerstein. También tiene empatía intelectual con Ilya Prigogine, Marc Bloch, Paul Sweezy y Franz Fanon. Su trabajo junto a Giovanni Arrighi permitió a éste recoger el corpus del sistema-mundo de Wallerstein para desarrollar y perfeccionar la teoría de los ciclos económicos. Su crítica al capitalismo global y su influencia en los movimientos anti-sistémicos lo han convertido en un referente importante en los movimientos contra la globalización capitalista.

Sus obras en castellano: El moderno sistema mundial (Siglo XXI editores, 1979); Abrir las ciencias sociales (Siglo XXI editores, 1996); Después del liberalismo (Siglo XXI editores, 1996); El futuro de la civilización capitalista (ed. Icaria, 1997); Impensar las ciencias sociales (Siglo XXI editores, 1998); Utopística (Siglo XXI editores, 1998); Conocer el mundo, saber el mundo. El fin de lo aprendido (Siglo XXI editores, 2001); Saber el mundo, conocer el mundo. Una nueva ciencia de lo social (Siglo XXI editores, 2003); Las incertidumbres del saber (Gedisa, 2004); Estados Unidos confronta al mundo (Siglo XXI editores, 2005); La crisis estructural del capitalismo (ed. Contrahistorias, 2005); Análisis del sistema-mundo. Una introducción (Siglo XXI editores, 2006); Geopolítica y geocultura (ed. Kairós, 2007); Universalismo europeo. El discurso del poder (Siglo XXI editores, 2007).





Ensayo





Artículos





Sobre I. Wallerstein (artículos)





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Nota Dom May 30, 2010 3:34 pm
Íñigo Errejón y Pablo Iglesias (Madrid), en entrevista con Immanuel Wallerstein, con el título “El sistema que salga de la crisis será muy diferente”", en Diagonal, número 96, el 19 de febrero de 2009, escribió:

    La crisis económica mundial y el desastre del sistema capitalista plantean, a juicio de Wallerstein, una disyuntiva en la que la humanidad deberá decidir qué rumbo tomar.

Immanuel Wallerstein es la principal figura del análisis de sistemasmundo, quizá la perspectiva teórica de inspiración marxista más influyente en las ciencias sociales desde los ‘70. Estuvo en Madrid y Barcelona invitado por la Universidad Nómada. Tras participar, de la mano de la Asociación Universitaria Contrapoder, en un acto en la facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Complutense que contó con la asistencia de más de 600 personas entre estudiantes y profesores, tuvo unos minutos para responder a las preguntas de este periódico.


Diagonal: Nos interesa particularmente tu visión sobre las esperanzas que debamos albergar hacia el mandato de Obama, y en qué medida su victoria puede ser interpretada en relación a la crisis de hegemonía norteamericana y a la percepción generalizada de esa crisis.

Immanuel Wallerstein: Es positivo que Obama haya llegado a la presidencia de Estados Unidos, pero no va a significar en modo alguno un cambio sustancial. Actuará de forma más inteligente que su predecesor, lo cual tampoco es difícil. La administración Bush, con su militarismo derechista, ha precipitado el declive de la hegemonía norteamericana en el sistema interestatal. Frente a eso, Obama puede comprender la situación y avanzar hacia un mundo bipolar, pero en ningún caso podría rehacer América en el sentido de reinstaurar la hegemonía de EE UU, que ya no volverá. Por otra parte, ante la comprensión de los profundos problemas que afronta la sociedad norteamericana, Obama emerge como símbolo ilusionante para la gran mayoría del país, incluso con una altísima popularidad en otros países. Obama aglutina a un electorado muy amplio, que va desde la izquierda (salvo algunos grupos minoritarios) hasta el centro-derecha, y no podrá responder a las expectativas de todos, ni oponerse frontalmente a los retos sistémicos que desbordan en todo caso su capacidad de acción. Se trata de un hombre joven, inteligente y bien formado. Además es afroamericano, lo cual constituye un símbolo que no puede olvidarse, de extrema importancia. Todo esto es positivo, pero no es suficiente. Hay que ser realistas al respecto, y contextualizar las posibilidades de cambio realmente existentes. Obama es el mejor presidente que Estados Unidos podría tener en estos momentos, pero no deja de ser el presidente de Estados Unidos, una potencia hegemónica en declive en un sistema-mundo en crisis estructural.


D.: ¿En qué medida las turbulencias sistémicas que vivimos pueden producir una mutación del capitalismo? ¿Marcan éstas, por el contrario, un límite definitivo del capitalismo como sistema histórico?

I.W.: Para leer correctamente la etapa histórica en la que nos encontramos, tenemos que distinguir entre las dinámicas de continuidad y las de ruptura, entre lo normal y lo excepcional. Lo normal es el colapso del modelo especulativo que hemos vivido, que se corresponde con una Fase B en los ciclos de Kondratieff que describen las dinámicas de largo plazo en la acumulación capitalista. Lo excepcional es la transición que desde hace 30 años venimos viviendo, desde el sistema-mundo capitalista hacia otra formación sociohistórica. A mi juicio podemos estar seguros de que en 30 años no viviremos en el sistema-mundo capitalista. En ese sentido, con la crisis coyuntural del capitalismo, converge una crisis estructural, un declive histórico del sistema- mundo. En eso se distingue esta fase de recesión económica mundial de otras anteriores: el nuevo sistema social que salga de esta crisis será sustancialmente diferente. Si evolucionará en un sentido democrático e igualitario o reaccionario y violento es una cuestión política y por tanto abierta: depende del resultado del conflicto entre lo que llamo “el espíritu de Davos” y “el espíritu de Porto Alegre”. En otras palabras, de la inteligencia y el éxito político de los movimientos antisistémicos.


D.: Dada la importancia que han tenido las llamadas “externalidades”, las apropiaciones privadas no pagadas de bienes comunes tales como los recursos naturales y ecológicos, ¿cómo valoras el intento de Obama y de su administración de abrir un nuevo proceso de expansión a través de un “capitalismo verde”?

I.W.: Obama tiene como virtud su inteligente apreciación del problema ecológico. Lo que pueda hacer al respecto, sin embargo, está condicionado por los nombramientos que ha hecho y por sus escasas posibilidades de cooperación con otros países en este sentido, dentro de un marco general de pragmatismo. Sea como sea, el problema es enorme y escapa a las hipotéticas políticas medioambientales de un gobierno, incluso del estadounidense. Es necesario un cambio de modelo productivo y, más allá, civilizatorio. Debemos vivir de otra forma, aprovechar la transición hacia otro sistema para optar por algo diferente. La ciudadanía estadounidense, como la española, suele percibir las amenazas actuales casi en exclusiva como reducción de su nivel de vida, mientras que corremos el riesgo global, en los países ricos tanto como en los pobres, de vivir en un mundo ecológicamente destruido, que haga peligrar la supervivencia colectiva.


D.: ¿Puede abrir el declive de la hegemonía norteamericana un espacio para la emergencia de la UE como primera potencia mundial?

I.W.: Europa tiene cierta autonomía política, pero atraviesa un período muy complejo por tendencias muy diferentes que se están dando en su interior. La crisis financiera está poniendo todavía más difícil el proceso de construcción europea (imprescindible para que pueda competir como potencia mundial). El colapso económico que se está haciendo visible en Grecia, Italia, España, Islandia, etc., está generando tendencias proteccionistas muy serias. Veremos si Europa puede afrontar las circunstancias actuales. El proceso de construcción de la UE se ha complicado con su expansión a los países del Este y ahora está pagando el precio.


D.: ¿De qué manera puede impactar la crisis en las experiencias de giro a la izquierda en Latinoamérica?

I.W.: Lo más positivo de la presidencia de Bush fue constituir el mejor estímulo para la integración latinoamericana. No es casual que en estos años hayan surgido presidentes más o menos de izquierdas en 11 o 12 países de la región. Es sencillamente impresionante. El hecho de que EE UU esté tan enfangado en Oriente Medio, hace que carezca de la capacidad militar, política y económica para interferir en la política latinoamericana. Actualmente, América Latina ejerce un papel político autónomo y éste es un hecho irreversible. Esta claro que la política de Chávez no es la de Bachelet, ni tampoco la de Lula, pero, sea como sea, América Latina es una fuerza geopolítica independiente en la que Brasil es, sin duda, el primus inter pares, como demuestran los éxitos en su política exterior. Ejemplo de ello ha sido su papel, crucial, en las reuniones de Unasur, del Grupo de Río, etc., que constituyen una verdadera declaración de independencia. Por desgracia, el papel exterior, que juzgo positivo, no ha ido acompañado de una política interna más de izquierdas.


D.: Los trabajadores migrantes se están convirtiendo en el chivo expiatorio de los comportamientos políticos más reaccionarios. ¿Cómo enfocas este problema?

I.W.: La inmigración, que prefiero llamar migración, no sería un problema en un mundo relativamente igualitario, pues la mayor parte de la gente prefiere vivir donde ha nacido o, en todo caso, donde tiene vínculos culturales de pertenencia. Quienes migran lo hacen para mejorar su situación económica y política, y los empresarios se benefician de ese caudal de mano de obra comparativamente más barata que la de los países receptores. El problema de las migraciones no puede ser resuelto dentro de este sistema, ni en los marcos estatales o con actuaciones policiales, pues es provocado por la inmensa polarización económica, social y política en el mundo. Hasta que no desaparezca ésta, no tendremos soluciones definitivas al problema de las migraciones.


D.: ¿Cuáles son los signos más esperanzadores en clave de emancipación y cuáles los peores indicadores de posibles involuciones reaccionarias o de mayor violencia sistémica?

I.W.: La situación más positiva proviene de América Latina. Por contra, donde encuentro más peligros en el plano geopolítico es en Pakistán. Obama se está equivocando con su política hacia este país. El Gobierno pakistaní, siguiendo las presiones de EE UU, puede provocar una situación peligrosa. No hay que olvidar que Pakistán es un país con armamento nuclear en tensión permanente. La política de Obama no está bien pensada para Pakistán. Obama quiere mostrarse fuerte y duro. Para mí es un error. Habrá que estar atentos a la evolución de los acontecimientos en los próximos meses.





Nacionalismos e izquierdas

D.: Frantz Fanon, que fue uno de tus referentes teóricos, reivindicó el poder del nacionalismo como vía de liberación en los países del Tercer Mundo. ¿Puede ser el nacionalismo un mecanismo de emancipación en los países ricos?

I.W.: Todos los nacionalismos son lo mismo. Cuando son reivindicaciones contra el poder, no importa qué poder, son progresistas. Sin embargo, en el momento en que conquistan el Estado, los nacionalistas se hacen de derechas. Es algo normal, ocurre en todas partes. Por eso no hay nacionalismos buenos y nacionalismos malos. Los nacionalismos que luchan para obtener derechos pueden implicar avances positivos, pero en el momento en que obtienen esos derechos pierden su fuerza transformadora, en España, en EE UU y en cualquier lugar del mundo. Eso es de lo que Fanon se dio cuenta y por eso defendió el panafricanismo como continuación de las luchas de liberación nacional.





Breves notas biográficas

El neoyorquino Immanuel Wallerstein (1930) es autor de El moderno sistema-mundo, obra en tres volúmenes que aporta un modelo interpretativo basado tanto en el marxismo como en las teorías acerca de la economía mundial de Fernand Braudel. El tercer punto ideológico en el que se basa la teoría del sistema-mundo es la Teoría de la Dependencia que establece la división duradera del mundo en núcleo, semi-periferia y periferia. Wallerstein rechaza la idea convencional de ‘Tercer mundo’ ya que, a su juicio, el intercambio económico crea una red compleja de relaciones. Cada mes publica sus "Comentarios sobre la actualidad del mundo globalizado".

Nota Mar Ene 25, 2011 5:51 am
Immanuel Wallerstein, en "¿Autodeterminación de los pueblos? ¿Quién es el sujeto?", en La Jornada, el 24 de enero de 2011 (traducción: Ramón Vera Herrera), escribió:Uno de los mantras guías del siglo XX fue la autodeterminación de los pueblos, de las naciones. Ésta fue una creencia que todo el mundo aceptó en teoría. Pero en la práctica fue un asunto muy espinoso, muy poco claro. La dificultad clave está en determinar quién era el sujeto, el pueblo, la nación que debería tener la potestad de determinar su propio destino. Nunca hubo acuerdo con respecto a este punto. En el caso de las colonias, la cuestión era relativamente simple. Pero en el caso de un Estado ya reconocido como Estado soberano, la opinión estuvo muy dividida; fue común que la división fuera violenta. El asunto está en los titulares del momento a causa del referendo en Sudán del Sur, donde "el pueblo" está votando si desea permanecer como parte de un Estado llamado Sudán o si va a constituir un nuevo Estado separado de Sudán.

En todos los estados, sin excepción, hay gente en el poder estatal que argumenta lo que se ha llegado a conocer como la posición "jacobina". Afirman que todos los ciudadanos de ese Estado constituyen una nación, una que ya determinó su destino. Hablamos de naciones-Estado como si el principio jacobino fuera una realidad y no sólo una aspiración política. Los jacobinos dicen que el Estado deber ser reforzado o fortalecido negándose a reconocer el derecho, la legitimidad de un grupo intermedio (como le dicen) que se yergue entre el Estado y los ciudadanos. Todos los derechos van al individuo; ningún derecho va a los grupos.

Al mismo tiempo, en todos los estados, de nuevo sin excepción, hay otros –con frecuencia llamados "minorías"– que cuestionan esta idea. Dicen que la posición jacobina esconde el interés de algún grupo "dominante" que mantiene sus privilegios a expensas de todos aquellos que pertenecen a grupos diferentes al grupo dominante. Las minorías (que con frecuencia, pero no siempre, conforman de hecho la mayoría numérica de la población), argumentan que, a menos que se reconozcan los derechos de los grupos, se les está negando una participación equitativa en el Estado.

¿Qué "derechos" sienten estas minorías que se les niegan? Algunas veces derechos lingüísticos, el derecho a emprender asuntos de medios, educativos y legales en un lenguaje que no sea el lenguaje "oficial". Algunas veces, se trata de derechos religiosos, el derecho a practicar abiertamente una religión que no sea la reconocida oficialmente, y a llevar a cabo sus asuntos civiles bajo las leyes religiosas que son parte de su propia religión. En ocasiones se trata de derechos agrarios, los derechos de los grupos que detentan tierras conforme a las normas tradicionales que son diferentes de las normas actuales puestas en efecto por el Estado.

Hay dos estrategias para garantizar los derechos de los grupos minoritarios. Una es buscar una autonomía reconocida oficialmente en varias esferas de la vida social y legal. La segunda, si el grupo ocupa zonas geográficas relativamente compactas, es buscar la secesión, es decir, la creación de un nuevo Estado. Para muchos grupos, éstas son las alternativas entre las que podrían moverse. No habiendo conseguido la autonomía, podrían buscar la secesión. O una vez derrotadas política o militarmente sus aspiraciones a la secesión, podrían conformarse con la autonomía.

Los kurdos en Turquía y aquellos que están en Irak, habiendo buscado la secesión, parecen ahora dispuestos a conformarse con la autonomía. Así también parece ser el caso de los francófonos en Quebec. La gente de Sudán del Sur se está moviendo en la dirección contraria, como hicieron los kosovares en Serbia.

El punto crucial no siempre es una cuestión meramente interna en un Estado en particular. Para ser un Estado soberano, uno debe ser reconocido por otros estados soberanos como una entidad legítima. Hoy, la República Turca del Norte de Chipre es reconocida únicamente por otro Estado. No puede por tanto unirse a organizaciones internacionales, aun cuando de facto continúe controlando su territorio.

Cuando Kosovo proclamó su independencia lo reconoció sólo menos de la mitad de los miembros de Naciones Unidas. Tenemos que preguntarnos entonces por qué, y por cuáles estados. Hubo algunos estados de Europa pero también de otros lados (son notables los casos de China y Rusia) que temían el precedente. Dijeron que, si los kosovares podían declarar unilateralmente su independencia, grupos similares en sus países podrían tomar esto como un precedente. Sin embargo Estados Unidos y ciertos estados de Europa occidental pensaron que la independencia kosovar de Serbia servía a sus intereses geopolíticos y alentaron a los kosovares a proclamar su independencia, la cual reconocieron de inmediato, y a la cual le concedieron asistencia política y material.

Cuando Biafra intentó separarse de Nigeria hace varias décadas, casi todos los estados africanos respaldaron los esfuerzos del gobierno nigeriano para suprimir la rebelión militarmente. El principal argumento para hacer esto es que la secesión de Biafra sentaría un terrible precedente en África, donde casi todas las fronteras estatales fueron constituidas arbitrariamente por los poderes coloniales, y de hecho atravesando las líneas étnicas. Los estados africanos querían conservar sus fronteras existentes, sin importar lo artificiales que parezcan, como única garantía de su orden colectivo.

Ahora, parece que el referendo en Sudán del Sur producirá un voto abrumador en favor de la secesión. Y es casi una certeza que los estados africanos que no reconocieron a Biafra, además de China que no reconoció Kosovo, reconocerán el nuevo Estado que se está creando. De hecho, incluso el Estado del cual se está separando está dispuesto a reconocer al nuevo Estado.

¿Por qué? La respuesta es simple. Hay razones geopolíticas para hacerlo. China está interesada en las futuras relaciones con el nuevo Estado, que será un gran exportador de crudo. El interés de comprar petróleo parece cobrar prioridad sobre la preocupación acerca de los precedentes que tendrían los grupos secesionistas en China. Sudán parece dispuesto a reconocer al nuevo Estado porque Estados Unidos ha prometido cambios específicos en sus propias políticas vis-a-vis si Sudán permite que la secesión proceda pacíficamente. Los estados africanos se ven abrumados por el acuerdo de facto entre los dos lados de esta controversia. Además, muchos de ellos simpatizan con los grupos de Sudán del Sur, que son los pueblos nilóticos, que enfrentan a un gobierno dominado por los pueblos árabes.

En el siglo XXI la opción jacobina está en retirada en la mayoría de los países. La cuestión real es la autonomía versus la secesión de las así llamadas minorías. ¿Es una mejor que la otra? No hay una respuesta general a dicha cuestión. Cada caso es diferente en dos formas. La demografía y la historia reales de cada Estado son diferentes y por tanto lo que lógicamente es lo mejor y lo más justo es diferente. En cualquier caso, un nuevo Estado que resulta de una secesión de inmediato descubrirá "minorías" dentro de sus fronteras. Y el debate no termina nunca.

Pero hay una segunda consideración. La cuestión de autonomía contra secesión tiene consecuencias geopolíticas. Y éstas son cruciales en términos de las luchas que están en proceso dentro del sistema-mundo como un todo. Todos los partidos buscan, más bien cínicamente, su propio interés como estados. Su actuación puede ser bastante opuesta de una situación a otra. Esto es así porque a los poderes externos les importa primordialmente el impacto geopolítico de la decisión. Pero es el papel de estos poderes externos lo que con frecuencia es decisivo.


Atilio Borón, en "Wallerstein sin anestesia", en Página 12, el 2 de septiembre de 2019, escribió:La muerte de Immanuel Wallerstein nos priva de una mente excepcional y de un refinado crítico de la sociedad capitalista. Una pérdida doblemente lamentable en un momento tan crítico como el actual, cuando el sistema internacional cruje ante las presiones combinadas de las tensiones provocadas por la declinación del imperialismo norteamericano y la crisis sistémica del capitalismo.

Wallerstein fue un académico de dilatada trayectoria que se extendió a lo largo de poco más de medio siglo. Comenzó con sus investigaciones sobre los países del África poscolonial para luego dar inicio a la construcción de una gran síntesis teórica acerca del capitalismo como sistema histórico, tarea a la que se abocó desde finales de la década de los ochentas y que culminó con la producción de una gran cantidad de libros, artículos para revistas especializadas y notas dirigidas a la opinión pública internacional.

Wallerstein no sólo cumplió a cabalidad con el principio ético que exige que un académico se convierta en un intelectual público para que sus ideas nutran el debate que toda sociedad debe darse sobre sí misma y su futuro sino que, además, siguió una trayectoria poco común en el medio universitario. Partió desde una postura teórica inscripta en el paradigma dominante de las ciencias sociales de su país y con el paso del tiempo se fue acercando al marxismo hasta terminar, en sus últimos años, con una coincidencia fundamental con teóricos como Samir Amin, Giovanni Arrighi, André Gunder Frank, Beverly Silver y Elmar Altvater, entre tantos otros, acerca de la naturaleza del sistema capitalista y sus irresolubles contradicciones.

Su trayectoria es inversa a la de tantos colegas que, críticos del capitalismo en su juventud o en las etapas iniciales de su vida universitaria acabaron como publicistas de la derecha: Daniel Bell y Seymour Lipset, profetas de la reacción neoconservadora de Ronald Reagan en los años ochentas; o Max Horkheimer y Theodor Adorno que culminaron su descenso intelectual y político iniciado en la Escuela de Frankfurt absteniéndose de condenar la guerra de Vietnam. O a la de escritores o pensadores que surgidos en el campo de la izquierda -como Octavio Paz, Mario Vargas Llosa y Regis Debray- convertidos en portavoces del imperio y la reacción.

Wallerstein fue distinto a todos ellos no sólo en el plano sustantivo de la teoría social y política sino también en el de la discusión epistemológica como lo revela su magnífica obra de 1998: Impensar las ciencias sociales. En este texto convoca a realizar una crítica radical al paradigma metodológico dominante en las ciencias sociales, cuyo núcleo duro positivista condena a éstas a una incurable incapacidad para comprender la enmarañada dialéctica y la historicidad de la vida social. En línea con esta perspectiva de análisis sus previsiones sobre el curso de la dominación imperialista no podrían haber sido más acertadas. En uno de sus artículos del año 2011 advertía que “la visión de que Estados Unidos está en decadencia, en seria decadencia, es una banalidad. Todo el mundo lo dice, excepto algunos políticos estadunidenses que temen ser culpados por las malas noticias de la decadencia si la discuten”. Y agregaba que si bien “hay muchos, muchos aspectos positivos para muchos países a causa de la decadencia estadounidense, no hay certeza de que en el loco bamboleo del barco mundial, otros países puedan de hecho beneficiarse como esperan de esta nueva situación”. El curso seguido por la Administración Trump y el derrumbe irreversible del orden mundial de posguerra que tenía su eje en EEUU confirma cada una de estas palabras.

Para concluir, ¿dónde nutrirnos teóricamente para comprender y transformar al mundo actual, superando definitivamente al capitalismo y dejando atrás esa dolorosa y bárbara prehistoria de la humanidad? El mensaje que dirige a las jóvenes generaciones es cristalino: lean a Marx y no tanto a quienes escriben sobre Marx. “Uno debe leer a personas interesantes” –dice Wallerstein- “y Marx es el erudito más interesante de los siglos XIX y XX. No hay dudas al respecto. Nadie es comparable en términos de la cantidad de cosas que escribió, ni por la calidad de sus análisis. Por lo tanto, mi mensaje a la nueva generación es que vale mucho la pena descubrir a Marx, pero hay que leerle, leerle y leerle. ¡Leer a Karl Marx!”. Ese fue uno de sus últimos consejos para entender la naturaleza y dinámica de un sistema, el capitalismo, al que ya en el 2009 le asignaba como máximo dos o tres décadas de sobrevida. ¡Gracias Immanuel por las luces que has aportado a lo largo de tantos años!


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