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TRISTÁN, Flora (1803-1844)

NotaPublicado: Mar Jul 25, 2017 2:26 pm
por Duarte
Flora Tristán

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

En MCN Biografías se escribió:Política franco-peruana, fue una temprana precursora del movimiento de mujeres y del movimiento obrero. Su vívida experiencia de la marginalidad como mujer, "hija ilegítima" y pobre la comprometió tempranamente con los oprimidos de la sociedad, predicando en la primera mitad del siglo XIX la organización de la clase obrera como herramienta contra la explotación; junto a otros de sus contemporáneos, precedió el posterior discurso comunista de Karl Marx.

Flora Celeste Teresa María Tristán Laisney (o Lainé) nació en París el 7 de abril de 1803. Su padre fue el coronel Mariano de Tristán y Moscoso, mayorazgo de una antigua y noble familia adinerada de Arequipa, ciudad sureña del Perú. Mariano viajó muy joven a Europa para establecerse en España. A comienzos del siglo XIX conoció en Bilbao a Teresa Laisney, joven francesa que llegó allí huyendo de los acontecimientos de la Revolución Francesa. Después de vivir juntos en Madrid, -y sin contraer matrimonio- la joven pareja se trasladó a Francia.

En París la pareja frecuentó reuniones con intelectuales liberales, progresistas e independentistas americanos, entre ellos el futuro libertador de Sudamérica, Simón Bolívar, al cual conocieron tiempo antes en Bilbao, cuando éste se encontraba en luna de miel. En París lo encontraron entristecido por la muerte de su esposa, por lo que la madre de Flora le prestó consuelo, fortaleciendo su amistad y compartiendo los intereses por la independencia de América. Años más tarde, en 1838, Flora publicará las cartas de Bolívar a su madre.

El padre de Flora falleció en 1807, sin dejar testamento y legalizar su matrimonio -lo cual, como veremos más adelante, será un hecho de especial importancia en la génesis del pensamiento crítico de Flora. Teresa salió de la ciudad con Flora y su hijo menor para buscar amparo en el campo. Pero cuando murió el hermano de Flora regresaron a París y se instalaron en la calle de Fouarre, conocida "zona roja" de la ciudad luz, en la cual habitaron junto a prostitutas y ladrones, con gran pobreza.

En 1820, Flora entró como obrera en el taller del grabador André Chazal para apoyar económicamente a su madre. Por la gran belleza de Flora, el joven artista quedó enamorado de ella y contrajeron matrimonio al año. Flora y André tuvieron tres hijos, pero solamente dos sobrevivieron la infancia. Su hijo Ernesto Camilo nació en 1824 y su hija Aline en 1825. Esta hija sería la madre del famoso pintor francés Paul Gauguin.

El matrimonio de Flora y André duró cuatro años debido a los acosos de su esposo; Flora decidió separarse y abandonar su nombre; aceptó un trabajo como empleada doméstica en la residencia londinense de una acomodada familia inglesa, trasladándose a Inglaterra junto con sus dos hijos.

Al regresar a Francia, después de su estadía en Inglaterra, pasó un tiempo muy austero y difícil. Viendo grandes imposibilidades para la manutención de sus niños, Flora buscó el apoyo económico de su familia peruana, en Arequipa, y decidió realizar una visita a los hermanos adinerados de su padre. Hasta entonces, de América y Perú sólo tenía referencias familiares, y sobre todo políticas, por la estrecha relación que tuvieron sus padres con los grupos de sudamericanos en París y España.

En 1829 escribió una carta a su tío don Pío de Tristán, hermano de su padre. Un capitán de buque transatlántico, amigo de la familia Tristán, llevó su carta a Arequipa. A pesar de que la respuesta de su tío Pío le pareció amable, Flora no se atrevió a viajar al Perú. Temió ser rechazada por su familia paterna por ser hija ilegítima.

Por estos años, Flora y sus dos hijos fueron perseguidos por André. En 1832, André obligó a Flora de entregarle a Ernesto Camilo. Después de este año, las referencias del pequeño Ernesto Camilo son inexistentes.

Asustada por su marido, Flora usó en los siguientes años un nombre falso, bajo el cual inició con su hija Aline un inestable recorrido por las diferentes provincias de Francia. En su odisea, Flora y Aline llegaron a un lugar llamado Angulema, donde Flora cayó gravemente enferma. En este estado, una mujer apellidada Bourzac fue su sostén y confidente, y vio renacer en Flora con más fuerza el proyecto de ir al Perú. A fines de enero de 1833, dejando a Aline con la señora Bourzac, Flora decidió viajar al Perú para finalmente buscar el apoyo de su familia paterna y reclamar la herencia que le correspondía.

Alentada por las historias que su madre le había contado en su niñez sobre la prosperidad de su familia peruana y su derecho de herencia, y teniendo como precedente la carta de su tío Pío, emprendió su viaje al Perú sin avisarle previamente. Salió de Europa el 7 de abril de 1833 -el día de su cumpleaños- en el transatlántico "Le Mexicain". Durante la travesía, el capitán del buque se enamoró de ella -el mismo capitán que en 1829 había llevado la carta de Flora a Arequipa. A pesar de estar conmovida por este amor, Flora lo rechazó con el argumento de tener ya otras obligaciones. El viaje en el transatlántico duró cinco meses, después de los cuales Flora desembarcó en Islay para dirigirse prontamente a Arequipa, donde su estadía duró poco más de seis meses.

Su familia arequipeña la albergó en su casa, y algunos parientes la acogieron con afecto, pero don Pío le negó su derecho hereditario. En Perú aún no existía un Código Civil y no se consideraba a los hijos ilegítimos como herederos, salvo en el caso de que el padre hubiese dejado un testamento, lo que no era el caso.

Ante la desconcertante oferta del tío Pío -que consistía en una pequeña pensión de dos mil francos- Flora se sintió sumamente desilusionada, humillada y frustrada, y se despidió de sus parientes arequipeños para viajar a Lima. Su permanencia en Lima fue aún más breve que la de Arequipa. Residió en la pensión de una dama francesa y llegó a conocer todos los sitios interesantes de la Lima de la época. Según sus propios comentarios fue la única época de su vida en la que no sufrió.

El 15 de julio de 1834 se embarcó en el puerto peruano del Callao para dirigirse a Liverpool. Las experiencias de su viaje al Perú las describió en su libro Pérégrination d'une Paria, publicado en París cuatro años después, el cual constituye un bello y rico testimonio crítico del paisaje social y cultural de la reciente república independiente del Perú, desde el punto de vista de una mujer duramente educada y marginada por su situación de "ilegitimidad", por medio del relato de las experiencias humillantes de Flora con su familia paterna.

Después de una corta estadía en Liverpool, Flora regresó a París. Su esposo André siguió acechándola, logrando en 1835 apoderarse de Aline. Flora logró recuperarla y, para brindarle mayor seguridad, la alojó en una pensión. En el mismo año, Flora emprendió su tercer viaje a Inglaterra. Un año después, André volvió a capturar a Aline, pero la ya joven Aline pudo escapar y retornar donde su madre, acusando a su padre de intento de incesto. André fue arrestado por este motivo, tras lo cual siguieron muchas peleas y públicas acusaciones.
Posteriormente a la recuperación de Aline y el arresto de André, en 1836, es cuando Flora inició sus proyectos de publicaciones, con su trabajo literario titulado Nécéssité de faire bon accueil aux femmes étrangères, obra estrechamente vinculada con sus experiencias frustrantes en el Perú.

Las marcas de su trayectoria personal y política la impulsaron a adelantarse en la época, escribiendo, entre 1837 y 1838, a la cámara de diputados francesa dos peticiones abogando en favor del divorcio y en favor de la abolición de la pena a muerte respectivamente.

El 10 de septiembre de 1838 nuevamente fue agredida por su esposo André, el cual la hirió en la calle de un tiro a quemarropa, por lo que el grabador tuvo que pagar con veinte años de trabajos forzados, alejándose finalmente de ella. Tras su recuperación en el mismo año, las consecuencias de la publicación de Pérégrination d'une Paria no se dejaron esperar: El tío Pío suspendió la pensión que estaba dando a Flora, al mismo tiempo que mandó destruir la estatua que los arequipeños habían mandado hacer en su honor y prohibió la entrada y la traducción del texto en el Perú. Flora publicó en este mismo año en París su única novela llamada Méphis, y un año más tarde volvió a viajar a Inglaterra.

Este cuarto viaje a Inglaterra la inspiró a escribir Promenades dans Londres. Había conocido en Londres las miserias más sórdidas, y en este libro describió por un lado a los ebrios, los presos y a las prostitutas y por el otro lado a la aristocracia inglesa, al parlamento, al teatro y a la literatura, logrando un efecto de contraste que por sí mismo constituía una crítica profunda de la sociedad inglesa de los inicios del capitalismo.

Su apariencia elegante y delgada nunca le impidió luchar por la reforma de la sociedad, de defender a los pobres, a los humildes y a los obreros de todo el mundo. Predicó incansablemente la fraternidad universal de los trabajadores convirtiéndose en una precursora del socialismo. En 1843 publicó en París un folleto con el título L'union ouvrière, en el que planteó la necesidad de constituir la unidad indisoluble de la clase obrera. Con este folleto, que fuera reeditado en Lyon en 1844, se adelantó a Marx.

Pero su lucha contra las injusticias sociales nunca se limitó a la mera elaboración de textos de índole reivindicatoria, sino que se manifestó a través de valientes viajes por Francia, en los que divulgó sus ideas solidaristas. No es de sorprender que una mujer que viajaba sola y que se adelantaba a su tiempo con su comportamiento independiente y comprometido, tenga que enfrentar peligros de diferente tipo: tumultos, persecuciones policíacas, patrones quienes la calumniaron e injuriaron e incluso burlas, groserías, incomprensiones e ingratitudes de los trabajadores mismos, quienes no siempre la recibieron con el entusiasmo que su discurso político ameritaba encontrar en ellos.

A pesar de su delicada salud, siguió empeñándose en su campaña por la solidaridad humana. Pero en septiembre de 1844, durante su estancia en Burdeos, cayó enferma. Falleció el 14 de noviembre del mismo año a causa de una hemorragia de origen desconocido.

En 1845 se publicó en París su obra póstuma L'Emancipation de la femme ou le testament de la Paria, libro que resume tanto las experiencias de una mujer ilegítima que tenía que enfrentarse sola a una sociedad hostil como también la visión futura de la emancipación de la mujer en el contexto de lucha de los pueblos oprimidos. Después de la revolución del 1848, los obreros bordeleses le erigieron un mausoleo con la inscripción:

    A Madame Flora Tristán
    Auteur de l'Union Ouvrière
    Les travailleurs reconnaissants
    Liberté - Egalité - Fraternité - Solidarité

Tanto la inscripción del mausoleo como su obra póstuma demuestran que Flora Tristán merece ser llamada precursora de los movimientos obreros y de mujeres.





Bibliografía compilada (fuente | fuente)





Ensayo





Narrativa



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Re: TRISTÁN, Flora (1803-1844)

NotaPublicado: Jue Ago 10, 2017 5:21 pm
por Duarte
Josefina L. Martínez, en "Cuatro damas de armas tomar (2). Flora Tristán, aventurera y revolucionaria del siglo XIX", en CTXT, el 9 de agosto de 2017, escribió:Antes que Marx y Engels, una mujer escribió sobre la necesidad de la unión obrera y defendió los derechos de las mujeres trabajadoras, esclavas en la sociedad moderna. Una fuerte pulsión por la libertad la llevó a atravesar océanos, cruzar los Andes, compartir tertulias con socialistas utópicos y dedicar los últimos años de su vida a la organización de la clase trabajadora en Francia. Dotada de una gran fuerza de voluntad y dispuesta a no dejarse dominar por nadie. “Si quieres, puedes” era uno de los lemas que guiaba su vida. Escritora, investigadora social, precursora del periodismo femenino y del socialismo moderno.


Una mujer que viaja sola

En abril de 1833 Flora Tristán se embarca en Burdeos rumbo a Perú, una travesía que durará 133 días en un barco con 15 tripulantes y 6 pasajeros, todos hombres. Flora Tristán es una mujer que viaja sola, lo hará toda su vida, rompiendo prejuicios que aún perduran dos siglos después. Flora va en búsqueda de su identidad: “Nací en Francia, pero soy del país de mi padre”, escribe después de su llegada a Arequipa. Hija natural de Mariano Tristán Moscoso y la francesa Anne Laisnay, Flora espera encontrar en su familia americana --que forma parte de la oligarquía peruana-- el reconocimiento y el dinero que no tiene en París.

Desde la muerte de su padre, cuando tenía 3 años, Flora vive con su madre en un modesto barrio obrero de calles sucias, casas abarrotadas, mendigos y bodegones. Sin educación y sin recursos, se emplea en un taller de litografías, dirigido por André Chazal, un hombre que la perseguirá --literalmente-- toda su vida. Presionada por su madre, se casa con él antes de cumplir los 18 años, un matrimonio que siente como una condena.

El Código Napoleónico de 1804 imponía a las mujeres casadas el estatuto de menores de edad, sometiéndolas a la autoridad del marido. El “deber conyugal” se convierte en obligación y el adulterio se considera un delito más grave en el caso de las mujeres. Finalmente, en 1816 la Restauración suprime el divorcio. En 1825, embarazada por tercera vez, Flora “solo desea una cosa: escapar del hombre que tiene poder absoluto sobre ella”, según cuenta su biógrafa Evelyne Bloch-Dano. Llevando a uno de sus hijos consigo, huye a casa de su madre. A partir de entonces vivirá separada de su esposo, soportando un acoso constante de su parte y el rechazo social. La mujer separada “no es, en esta sociedad que se vanagloria de su civilización, sino una desgraciada paria a la que se cree hacer un favor cuando no se la insulta”, escribe.

Obligada a escapar de la violencia de Chazal con nombre falso, urde la idea del viaje a Perú. Su tío la recibe y le ofrece una pensión de por vida, pero le niega su parte de la herencia, por ser hija ilegítima de su hermano. El viaje trae decepción, pero también crecimiento. La joven Flora, de ojos negros y larga cabellera con rulos, que seduce tanto al capitán del barco como a un joven coronel peruano --dejándolos a ambos con el corazón roto--, vuelve transformada. Durante toda su travesía escribe, registra lo que ve, construye un relato de viaje. En julio de 1934 regresa a Europa como una gran reportera de su tiempo.


Socialista utópica, romántica y soñadora

El gobierno de Thiers en Francia aplica leyes represivas contra los alzamientos obreros, como la rebelión de los canuts, los obreros de la seda, de Lyon en 1831. Socialistas utópicos, reformadores sociales, artistas y poetas alimentan las tertulias parisinas. Flora Tristán se integra a ese medio intelectual e intercambia correspondencia con el utopista Fourier. Parafraseándolo, escribe: “Se ha observado que el grado de civilización que las diferentes sociedades han alcanzado siempre ha sido proporcional al grado de independencia del que han gozado en ella las mujeres”.

Pero mientras Flora Tristán se va ganando un nombre propio como mujer de letras, un hombrecito resentido siente crecer su odio. Andrè Chazal planifica durante meses el asesinato de su (ex) esposa, compra dos armas y las mantiene cargadas. Varios testigos lo ven frecuentar un bar frente a la casa de Flora, la acosa y la espía. Finalmente, el 10 de septiembre de 1838, Flora lo ve avanzar hacia ella en la calle. Se le acerca y le dispara, Flora cae de rodillas, con un tiro por debajo del hombro. Chazal es arrestado y condenado a varios años de prisión. Pocos días después Flora escribe: “Por fin soy libre”.

Un viaje a Londres, en 1839, proyecta a Flora Tristán hacia la cuestión social. Sus relatos serán publicados en Paseos por Londres. Le impactan las dos ciudades que pinta Dickens: los barrios opulentos de la elite, las barriadas miserables de los trabajadores. Se produce una nueva transformación, la escritora no solo quiere ver todo con sus propios ojos, también quiere transformar la realidad. Con una mezcla de idealismo, utopismo y misticismo, se ve a sí misma como una “profeta”, “hermana de la humanidad” y de los trabajadores.

Flora conoce las tres grandes tendencias utópicas, pero dice que ella no es “ni sansimoniana, ni fourierista, ni oweniana”. A diferencia de aquellos, que prefiguran sociedades igualitarias donde participen por igual obreros y patrones, Flora Tristán aporta una novedad. La clase obrera es la “clase más numerosa y la más útil”, y los trabajadores se tienen que unir por sus propios medios. Se inspira en las compagnonnage, sociedades de oficio que existían en ese entonces, pero busca una unión para todos los obreros. “Crear esa unión sería crear el partido de los obreros”, afirma con preocupación un político liberal.

Flora es doblemente precursora. Dedica un capítulo entero de su libro La Unión obrera a la “mitad del género humano”. “Los últimos esclavos que todavía quedan en la sociedad francesa”: las mujeres. Ellas son las proletarias de los proletarios. Clase y género se cruzan: Flora Tristán inaugura así la tradición del feminismo socialista.

Durante cinco meses recorre más de veinte ciudades, participa en mítines y conferencias, suma suscripciones, publica folletos. La gira por Francia tiene momentos frustrantes y amargos, pero muchos otros son inspiradores. En Lyon, la ciudad de los canuts, Flora se queda dos meses enteros, los obreros de la seda la reciben en sus talleres, se agolpan para escuchar a esa mujer morena que les resulta fascinante. Flora está “muerta de cansancio”, pero encantada.

Con el paso de los días nota que su cuerpo no le responde como quisiera, en ocasiones se ve obligada a detener la gira, extenuada, pasa horas con fiebre, pero se repone y continúa. Consume toda su energía, no sabe que la enfermedad la acosa. En septiembre de 1844 disfruta por última vez de un concierto de Franz Liszt, pero cuando vuelve a su casa se acuesta y ya no se vuelve a levantar. Es fiebre tifoidea, la está liquidando por dentro. El 14 de noviembre, a los cuarenta y un años, muere acompañada de algunos amigos, como la obrera Elèonore Blanc. Los trabajadores se turnan para llevar su féretro y le construyen un monumento. Flora Tristán no llega a vivir las revoluciones del 48, no puede ver la Comuna de París. Pero su nombre resuena con fuerza desde entonces en las organizaciones obreras y en el movimiento de mujeres. Su vida es breve y luminosa: “¿Hubo alguna vez una vida más variada que la mía? En estos cuarenta años, ¡cuántos siglos he vivido!”.