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STALIN, Iósif V. (1878-1953)

NotaPublicado: Jue Dic 30, 2010 8:56 pm
por Duarte
Iósif V. Stalin
Iósif Vissariónovich Dzhugashvili

Portada
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Introducción

En EcuRed se escribió:Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, conocido popularmente como Iósif Stalin (Gori, 18 de diciembre de 1878 - Moscú, 5 de marzo de 1953). Máximo líder de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas y del Partido Comunista de la Unión Soviética desde mediados de los años 1920 hasta su muerte en 1953. A la etapa histórica de Stalin se la llamó estalinismo y estuvo marcada por graves errores incompatibles con la ética revolucionaria.

Tras la muerte de Lenin, dirigió la construcción del socialismo en la URSS, que pasó de ser un país rural a una potencia industrial. El nivel de vida de la población se elevó. Durante el gobierno de Stalin, la Unión Soviética desempeñó un papel fundamental en la derrota de la Alemania Nazi en la Segunda Guerra Mundial (1939–1945) tras la cual llegó a ser considerada una superpotencia.


Seudónimos

El nombre Stalin («hecho de acero»; derivado del ruso stal, acero, con el mismo sufijo posesivo personal in que usó Lenin) lo empezó a usar a partir de 1912, y desde octubre de 1917 se convirtió en su sobrenombre.

Familiarmente, y entre sus camaradas más cercanos, era conocido como "Soso", e incluso llegó a utilizar el pseudónimo "Soselo" para firmar sus poemas. También, se refería a sí mismo como "Koba", nombre de un héroe popular de Georgia. Otros nombres que utilizó fueron David, Morti, Nijeradze, Chízhikov, Ivanóvich. En español, algunos historiadores han modificado su nombre a José Stalin.


Síntesis biográfica

Primeros años

Hijo de un humilde zapatero georgiano, a los quince años Stalin ingresó con una beca en el seminario ortodoxo de Tbilisi, donde se reveló como un alumno brillante, aunque fue expulsado al ser sorprendido cuando repartía propaganda del Partido Socialista georgiano, en el que había ingresado en 1898.

Como prosiguiera sus actividades revolucionarias, en 1902 fue detenido y deportado a Siberia. Dos años más tarde Stalin logró evadirse y volver a Tbilisi, donde se adhirió al ala bolchevique del Partido Obrero Socialdemócrata Ruso (POSDR). Intervino en la revolución de 1905 y en las huelgas de Bakú de 1907, tras las cuales fue nuevamente detenido y enviado a Siberia, de donde huyó en 1911.

Stalin ingresó entonces en el comité central del POSDR y, designado presidente del Politburó, viajó a Viena, donde escribió El marxismo y el problema de las nacionalidades y adoptó definitivamente el apelativo de Stalin (acero).

Contactó con Lenin y se le encargó la edición de Pravda, pero, detenido en Petrogrado, permaneció en prisión hasta 1917, cuando estalló la revolución bolchevique de febrero. Tras el fracaso de ésta y la marcha de Lenin a Finlandia, Stalin pasó a dirigir Pravda, al tiempo que tomaba parte activa en la preparación de una nueva revuelta.

Al estallar la Revolución de Octubre Stalin formó parte del gobierno revolucionario como comisario de nacionalidades, cargo que desempeñó hasta 1922 y en cuyo ejercicio escribió la Declaración de los derechos de los pueblos de Rusia, texto que preludiaba la organización del Estado soviético.


Ascenso al poder

Durante la guerra civil Stalin colaboró eficazmente en las defensas de Petrogrado y Tsaritsin, ciudad que recibió más tarde el nombre de Stalingrado. Elegido secretario general del Comité Central en 1922, trabajó para hacerse con el control del aparato del partido a pesar de los reparos de Lenin, quien en su testamento expresó sus reservas sobre Stalin, debido a algunas actitudes asumidas por el mismo en la conducción del aparato estatal y partidista.

Tras la muerte de Lenin, en 1924, Stalin logró hacerse con el poder absoluto y se alió con Zinóviev y Kámenev para defender la idea del socialismo en un solo país, contra la «revolución permanente» y la extensión del socialismo propugnadas por Trotski.

Una vez que Trotski había sido eliminado de la pugna por el poder político, Stalin se unió con Bujarin y Rýkov contra Zinóviev y Kámenev, recordando a todos el voto de estos últimos contra la insurrección en 1917. Zinóviev y Kámenev entonces, se unieron con la viuda de Lenin, Krupskaya, formando la "oposición unida" en julio de 1926.

En 1929, durante el XV Congreso del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), Trotski y Zinóviev fueron expulsados del partido y Kámenev perdió su puesto en el Comité Central. Stalin pronto se volvió contra la oposición derechista representada por sus aliados del momento, Bujarin y Rýkov.

Uno de los argumentos predilectos de Stalin para atacar a otros miembros del Partido fue la lucha contra la existencia de facciones, que habían sido prohibidas temporalmente en el Partido Bolchevique durante la Guerra Civil, pero que formaban parte de la historia del bolchevismo.

Habiendo también derrotado a la oposición de derecha de Bujarin, Stalin comenzó los planes de colectivización e industrialización. Stalin ya había ganado el control completo sobre el partido y sobre el país. Sin embargo Stalin temía que aún quedaran grupos de oposición dentro del partido, por lo que decidió destituir a los miembros en los que no pudiera confiar, en especial dentro de la oficialidad del Ejército Rojo.


Industrialización

Sin capitales iniciales, escaso comercio internacional y virtualmente sin infraestructura moderna, el gobierno de Stalin financió la industrialización a partir de la ganancia obtenida por las fábricas y empresas del Estado, por el comercio, los bancos y el transporte.

En 1926-1927, se invirtieron en la industria cerca de mil millones de rublos; tres años después, se pudieron invertir ya en ella unos 5.000 millones.

La década de 1930 consiguió la producción por primera vez en la historia de la Unión Soviética, de una amplia gama de nuevos productos, entre los cuales se destacaban motocicletas, relojes y cámaras fotográficas, como asimismo las máquinas y herramientas necesarias para producir estos y otros bienes. En la industria química se produjo el desarrollo de la industria de los plásticos, en metalurgia se desarrollaron nuevos tipos de aleaciones de alta calidad y diversos metales no ferrosos fueron manufacturados por primera vez.

También mejoró notoriamente la escala y la eficiencia con la cual se fabricaban los productos existentes. En la industria del hierro y del acero, hacia fines de la década de 1930, el tamaño promedio de los nuevos hornos de fundición era un 40% mayor con respecto a aquellos de solo 10 años antes. Muchas innovaciones estaban basadas exclusivamente en desarrollos técnicos locales. En la industria aeronáutica, por ejemplo, los ingenieros soviéticos produjeron aviones que eran comparables a diseños extranjeros; en la industria militar, por su parte, se desarrollaron tanques que no tenían equivalentes en el mundo occidental. La Unión Soviética fue también el primer país en producir goma sintética de polibutadieno.


Consolidación internacional e interna

Para evitar el aislamiento del país soviético, decidió la entrada de la URSS en la Sociedad de Naciones (1934), y la aproximación a Gran Bretaña y Francia. En política interior trató de eliminar cualquier tipo de oposición: entre 1936 y 1938 organizó procesos (procesos de Moscú) y deportaciones contra los principales mandos militares y contra toda oposición en el seno del Partido y del Estado.

Por otra parte, ya durante el primer período stalinista, antes incluso de la década de 1930, amplios sectores de la sociedad soviética aceptaron con optimismo los grandes avances de la Revolución. Rusia era el único país del mundo donde a las mujeres se les pagaba lo mismo que a los hombres por un trabajo similar.


Segunda Guerra Mundial

El 23 de agosto de 1939, la Unión Soviética y Alemania firmaron en Moscú un pacto de no agresión, en el que además, en un protocolo adicional secreto, se dividía a Europa oriental y central en esferas de influencia soviética y alemana, estableciendo también directrices para la partición de Polonia entre ambos Estados. También en ese protocolo se concedió a Stalin carta blanca para intervenir en Finlandia y en los países bálticos.

"Pienso que los planes imperialistas de lanzar a Hitler contra la URSS jamás habrían justificado el pacto de Hitler con Stalin, fue muy duro. Los partidos comunistas, que se caracterizaban por la disciplina, se vieron todos obligados a defender el Pacto Molotov-Ribbentrop y a desangrarse políticamente".

Una vez iniciada la Segunda Guerra Mundial, sin embargo, y considerando Hitler que la caída de Inglaterra era inminente, ordenó atacar a la Unión Soviética, haciendo del pacto letra muerta. El 18 de diciembre de 1940, el mando alemán decidió que la invasión a la URSS (Operación Barbarroja) se realizaría en abril de 1941, pero solo se pudo concretar el 22 de junio de ese año, cuando se inició el ataque a territorio soviético con más de 3.000.000 de soldados alemanes. La invasión tomó por completa sorpresa a Stalin a pesar de que tenía suficientes antecedentes a través de su espía Richard Sorge de que esta era inminente.

Stalin se encerró en el Kremlin en una aparente depresión y falta de liderazgo y solo reaccionó 10 días más tarde, para retomar el control con mano firme.

El Ejército Rojo, muy debilitado por las purgas de fines de los 30, se encontraba virtualmente sin mando competente, por lo que las fuerzas alemanas avanzaron rápidamente por las llanuras occidentales de la URSS.

Las medidas iniciales de Stalin por contener la invasión alemana fueron ineficaces y no pudieron detener el avance de las fuerzas blindadas de Hitler que penetraban profundamente en territorio soviético. Si bien en un comienzo Stalin se mostró dubitativo e irresoluto por el súbito y contundente ataque de los alemanes, pronto empezó a tomar el control de la situación y se autonombró Supremo Comandante en Jefe del Ejército Rojo. A diferencia de Hitler, Stalin dio cierta autonomía a sus generales en la toma de decisiones e hizo traer desde la frontera a algunos de sus mejores generales, como Zhúkov y Vatutin, permitiendo además el envío desde los frentes orientales de miles de tropas siberianas entrenadas ya en el combate con los japoneses.


Últimos días

A partir de 1950 la salud de Stalin, que ya tenía 70 años de edad, empezó a desmejorar. Su memoria fallaba, se agotaba fácilmente y su estado general empeoró. Vladímir Vinogradov, su médico personal, le diagnosticó una hipertensión aguda. Vinogradov propuso un tratamiento a base de pastillas o inyecciones y recomendó a Stalin que abandonase o al menos redujese sus funciones en el gobierno. Sin embargo Stalin se negó a tomar ningún tipo de medicamento, a dejar ninguna tarea y además despidió a Vinogradov.

La noche del domingo 1 de marzo se le encontró tendido en el suelo, vestido con la ropa que llevaba la noche anterior y sin apenas poder hablar. Algunos doctores dictaminaron que Stalin había sufrido una apoplejía y había caído fulminado. Murió a las 22:10 del día 5 de marzo.


Errores

Dentro de los errores que cometió Stalin previo a la agresión fascista a la URSS estuvo eliminar de sus puestos militares a oficiales valientes y aguerridos de la guerra civil, con experiencia militar, quedándose el Ejército Rojo sin una dirección experimentada, necesaria para enfrentar a los soldados nazis.

"... otro error gravísimo fue en junio de 1941 cuando los alemanes habían concentrado millones de hombres y miles de aviones, decenas de miles de tanques y carros blindados, cientos de divisiones en las fronteras. [...] No movilizó las tropas y cualquier país, cuando ve que una agresión es inminente, lo primero que tiene que hacer es una movilización general..." (Fidel Castro).

Luego de la muerte de Stalin, su sucesor, Nikita Jruschov, presentó al pleno del XX congreso del Partido Comunista en 1956, un informe con los errores políticos de Stalin, iniciando así una campaña de desestalinización en la que se eliminó toda la política negativa de Stalin.





Bibliografía compilada





Ensayo





Artículos





Sobre Stalin (ensayo)





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Re: STALIN, Iósif V. (1878-1953)

NotaPublicado: Jue Dic 30, 2010 10:46 pm
por Duarte
Eduardo Haro Tecglen, en "Gracias, Stalin", en El País, el 2 de enero de 1999, escribió:César Vidal es autor de varios libros históricos o biográficos acerca de nuestra guerra civil. Son muy valiosos: investiga cuidadosamente, unas fichas se cruzan con otras, descubre, hace su exposición y no oculta sus opiniones personales acerca de situaciones y personajes. En la biografía de Durruti (Temas de Hoy, 1996) repudia también a quienes puedan seguir hoy su metodología, «basada en la intransigencia y la violencia», a la que resulta «imperioso enfrentarse incluso en nuestro tiempo». Quizá equipare una violencia de la época de las grandes luchas sociales, en la que nadie se abstenía, con la que ahora está en tregua.

Ahora sale otro libro suyo que aún no he leído, sobre las brigadas internacionales: en sus declaraciones previas se anuncia como desmitificador, y parece que trata de quitar la aureola de romanticismo y de lucha por las libertades y de enfrentamiento antifascista a los voluntarios que vinieron a España. Una gran parte fueron italianos y alemanes exiliados de los fascismos. Hubo muchos americanos, muchos franceses del Frente Popular; creo que los ingleses, en gran parte intelectuales, fueron quienes mejor lo expresaron en cartas, libros y poemas. La desmitificación, ateniéndome a lo publicado, consiste en decir que eran comunistas. No lo eran todos; incluso los comunistas eran un minoría. Como ocurrió en el histórico congreso de escritores antifascistas, en Valencia y en Madrid durante la guerra. Algunos de los comunistas conversos lo denunciaron luego: incluso lo habían preparado ellos mismos. Sin embargo, los que acudieron a las Brigadas, y los que se reunieron en los Congresos, estaban convencidos de que actuaban por su idea frente a una agresión fascista que les atañía. Dice César Vidal que la idea de las brigadas partió de Stalin y dicen otros que las reuniones en el Madrid cercado también fueron cosa de él. Recuerdo lo que para los habitantes de la ciudad cercada en noviembre de 1936 supuso, primero, la llegada de Durruti que aportó a la defensa su «intransigencia y su violencia». Recuerdo, inmediatamente, el desfile de los brigadistas en el camino de la Casa de Campo y de la Ciudad Universitaria. Todos empezaron a morir ya: creían que esa muerte era la suya. Vi la solidaridad, de conciencia del mundo, de ayuda moral, la llegada de los intelectuales de todo el mundo: quedan las canciones de Paul Robeson reeditadas ahora y grabadas en un concierto que dio en Moscú: gracias por todo, Stalin.

Eduardo Haro Tecglen, en "Qué tontería, la vida", en El País, el 29 de marzo de 2005, escribió:Quién me hubiera dicho que los fascistas que me obligaban a escribir un artículo iban a ser los que, pasado medio siglo, me acusaran de fascista por haberlo escrito: o sus herederos. Y los del limbo, que ignoran que miasma es palabra escrita en tiempos de dictadura asesina, me mirarían con reprobación. ¿Y los estalinistas? Sus arrepentidos me llaman estalinista: y los otros. Se puede unir todo: fascista estalinista, o estalinofascista. Ah, sí, dije en este periódico: "Gracias, Stalin". Tengo tres razones: por la ayuda a la República, por las brigadas internacionales, por la acogida a los niños españoles huidos de la guerra y del fascismo. Claro: gracias, Stalin. No lo digo en bonito verso, como algunos de los que me acusan solían hacerlo. Bueno, del otro artículo inmortal dejé una explicación en mi libro Hijo del siglo, y su capítulo se encuentra en mi bloc. Sólo un facineroso podría mezclar los dos en una sola: fascista comunista. Un hombre tan enamorado de la dictadura sanguinolenta que la ama con cualquiera de sus advocaciones, nombres y noches de largos cuchillos como lo soy yo no va a despreciar una de ellas para refocilarse en el sufrimiento ajeno. Malos tiempos. O risueños. Aceptación de que la vida puede ser tonta, o lo es. Ante ella no hay que justificarse. ¿O lo estoy haciendo, me estoy justificando por cómo se transmiten los desalmados unas acusaciones? Sólo quieren destruir a la persona de hoy, que algo les molesta. No me justifico: soy un rojo, acostumbrado unas veces al disfraz, otras a la clandestinidad, algunas a esta tranquila expresión: qué tontería, la vida, qué risa puede dar. A condición de poder seguir adelante.

(Ah, me llaman cobarde porque no contesté como harían ellos, de manera hedionda y salvaje, con historietas inventadas de campos y ladrillos, de tránsfugas y corruptos, a la rara heroína del exabrupto y mala usuaria de la palabra "liberal". Porque no probé su fascismo. Nunca acusé: utilicé una expresión de EE UU de hoy para unas ciertas acciones: cristofascistas. Y opiné que la ofensiva contra un médico de un hospital de Leganés por supuestas eutanasias, que no lo eran, era un acto cristofascista: la religión cristiana utilizada como represión sin pruebas, sin juicios. Cristofascista, claro).