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La Comuna de París (1871)

NotaPublicado: Vie Feb 11, 2011 8:54 pm
por Duarte
La Comuna de París (1871)


(wikipedia | etiqueta en RBM)


Introducción

    [propia] Primera experiencia de un socialismo practicado desde un órgano del Estado: el ayuntamiento ("commune") de la ciudad de París del 18 de marzo al 28 de mayo de 1871.

Comentario personal:


V. I. Ulianov, en "En memoria de la Comuna", en Rabóchaia Gazeta, núm. 4-5, 15 (28) de abril de 1911; digitalizado por Aritz, para el MIA en septiembre de 2000, escribió:Han pasado cuarenta años desde la proclamación de la Comuna de París. […] ¿Cuál es la herencia de la Comuna?

La Comuna surgió espontáneamente, nadie la preparó de modo consciente y sistemático. La desgraciada guerra con Alemania, las privaciones durante el sitio, la desocupación entre el proletariado y la ruina de la pequeña burguesía, la indignación de las masas contra las clases superiores y las autoridades, que habían demostrado una incapacidad absoluta, la sorda efervescencia en la clase obrera, descontenta de su situación y ansiosa de un nuevo régimen social; la composición reaccionaria de la Asamblea Nacional, que hacía temer por el destino de la República, todo ello y otras muchas causas se combinaron para impulsar a la población de París a la revolución del 18 de marzo, que puso inesperadamente el poder en manos de la Guardia Nacional, en manos de la clase obrera y de la pequeña burguesía, que se había unido a ella.

Fue un acontecimiento histórico sin precedentes. Hasta entonces, el poder había estado, por regla general, en manos de los terratenientes y de los capitalistas, es decir, de sus apoderados, que constituían el llamado gobierno. Después de la revolución del 18 de marzo, cuando el gobierno del señor Thiers huyó de París con sus tropas, su policía y sus funcionarios, el pueblo quedó dueño de la situación y el poder pasó a manos del proletariado. Pero en la sociedad moderna, el proletariado, avasallado en lo económico por el capital, no puede dominar políticamente si no rompe las cadenas que lo atan al capital. De ahí que el movimiento de la Comuna debiera adquirir inevitablemente un tinte socialista, es decir, debiera tender al derrocamiento del dominio de la burguesía, de la dominación del capital, a la destrucción de las bases mismas del régimen social contemporáneo.

Al principio se trató de un movimiento muy heterogéneo y confuso. Se adhirieron a él los patriotas, con la esperanza de que la Comuna reanudaría la guerra contra los alemanes, llevándola a un venturoso desenlace. Los apoyaron asimismo los pequeños tenderos, en peligro de ruina si no se aplazaba el pago de las deudas vencidas de los alquileres (aplazamiento que les negaba el gobierno, pero que la Comuna les concedió). Por último, en un comienzo también simpatizaron en cierto grado con él los republicanos burgueses, temerosos de que la reaccionaria Asamblea Nacional (los “rurales”, los salvajes terratenientes) restablecieran la monarquía. Pero el papel fundamental en este movimiento fue desempeñado, naturalmente, por los obreros (sobre todo, los artesanos de París), entre los cuales se había realizado en los últimos años del Segundo Imperio una intensa propaganda socialista, y que inclusive muchos de ellos estaban afiliados a la Internacional.

Sólo los obreros permanecieron fieles a la Comuna hasta el fin. Los burgueses republicanos y la pequeña burguesía se apartaron bien pronto de ella: unos se asustaron por el carácter socialista revolucionario del movimiento, por su carácter proletario; otros se apartaron de ella al ver que estaba condenada a una derrota inevitable. Sólo los proletarios franceses apoyaron a su gobierno, sin temor ni desmayos, sólo ellos lucharon y murieron por él […].

[… ] Toda la burguesía de Francia, todos los terratenientes, corredores de bolsa y fabricantes, todos los grandes y pequeños ladrones, todos los explotadores, se unieron contra ella. Con la ayuda de Bismarck (que dejó en libertad a 100.000 soldados franceses prisioneros de los alemanes para aplastar al París revolucionario), esta coalición burguesa logró enfrentar con el proletariado parisiense a los campesinos ignorantes y a la pequeña burguesía de provincias, y rodear la mitad de París con un círculo de hierro (la otra mitad había sido cercada por el ejército alemán). En algunas grandes ciudades de Francia (Marsella, Lyon, Saint-Étienne, Dijon y otras) los obreros también intentaron tomar el poder, proclamar la Comuna y acudir en auxilio de París, pero estos intentos fracasaron rápidamente. […] París […] quedó abandonada a sus propias fuerzas y condenada a una muerte cierta.

Pero lo que le faltó a la Comuna fue, principalmente, tiempo, posibilidad de darse cuenta de la situación y emprender la realización de su programa. No había tenido tiempo de iniciar la tarea cuando el gobierno, atrincherado en Versalles y apoyado por toda la burguesía, inició las operaciones militares contra París. La Comuna tuvo que pensar ante todo en su propia defensa. […]

Sin embargo, pese a esas condiciones tan desfavorables y a la brevedad de su existencia, la Comuna adoptó algunas medidas que caracterizan suficientemente su verdadero sentido y sus objetivos. La Comuna sustituyó el ejército regular, instrumento ciego en manos de las clases dominantes, y armó a todo el pueblo; proclamó la separación de la Iglesia del Estado; suprimió la subvención del culto (es decir, el sueldo que el Estado pagaba al clero) y dio un carácter estrictamente laico a la instrucción pública, con lo que asestó un fuerte golpe a los gendarmes de sotana. Poco fue lo que pudo hacer en el terreno puramente social, pero ese poco muestra con suficiente claridad su carácter de gobierno popular, de gobierno obrero: se prohibió el trabajo nocturno en las panaderías; fue abolido el sistema de multas, esa expoliación consagrada por ley de que se hacía víctima a los obreros; por último, se promulgó el famoso decreto en virtud del cual todas las fábricas y todos los talleres abandonados o paralizados por sus dueños eran entregados a las cooperativas obreras, con el fin de reanudar la producción. Y para subrayar, como si dijéramos, su carácter de gobierno auténticamente democrático y proletario, la Comuna dispuso que la remuneración de todos los funcionarios administrativos y del gobierno no fuera superior al salario normal de un obrero, ni pasara en ningún caso de los 6.000 francos al año (menos de 200 rublos mensuales).

Todas estas medidas mostraban elocuentemente que la Comuna era una amenaza mortal para el viejo mundo, basado en la opresión y la explotación. […] cuando la fuerza organizada del gobierno pudo, por fin, dominar a la fuerza mal organizada de la revolución, los generales bonapartistas […] hicieron una matanza como París jamás había visto. Cerca de 30.000 parisienses fueron muertos por la soldadesca desenfrenada; unos 45.000 fueron detenidos y muchos de ellos ejecutados posteriormente; miles fueron los desterrados o condenados a trabajar forzados. […]





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Recursos de apoyo





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NotaPublicado: Vie Feb 11, 2011 9:50 pm
por HerrK
Añádele la trilogía de Jules Valles: El niño, El bachiller y El insurrecto.

En su día encontré enlaces a los originales franceses (traducciones al español no encontré aunque los dos primeros libros están publicados en Alianza) y los publiqué, los volveré a buscar y los pondré aquí. A mí me parecen geniales (aparte de estar escritos por un participante destacado en La Comuna, directamente de la boca del caballo, sin intermediario ninguno):

eLink de eMule JULES VALLES - L'enfant. Le bachelier.L'insurgé (texte intégral - français).pdf  [2.72 Mb]

Habrá que hacerle ficha en la Biblioteca, que si no, se pierde.

NotaPublicado: Vie Feb 25, 2011 3:53 am
por Duarte
Leónidas Ceruti, en "La Comuna de París, el primer gobierno obrero", en Nodo50, el 28 de marzo de 2011, escribió:La Comuna de París es uno de los grandes acontecimientos revolucionarios protagonizados por la clase obrera. El 18 de marzo de 1871, los trabajadores franceses tomaron el poder en sus manos, y por primera vez se dio un hecho tan trascendente como fue el de arrebatar el poder a la burguesía y destinarse a construir una nueva sociedad. De los cambios revolucionarios y el papel de las mujeres hasta los combates, los fusilados y los deportados. ¿Qué enseñanzas dejó La Comuna?


Los cambios revolucionarios

La Comuna de París es uno de los grandes acontecimientos revolucionarios protagonizados por la clase obrera. El 18 de marzo de 1871, los trabajadores franceses tomaron el poder en sus manos, y por primera vez se dio un hecho tan trascendente como fue el de arrebatar el poder a la burguesía y destinarse a construir una nueva sociedad.

En un manifiesto expresaron: “Los proletarios de París, en medio de los fracasos y las traiciones de las clases dominantes, se han dado cuenta de que ha llegado el momento de salvar la situación, tomando en sus manos la dirección de los asuntos públicos. Han comprendido que es un deber imperioso y su derecho indiscutible hacerse dueñas de su propio destino tomando el poder”.

Derrocaron el poder establecido, formaron sus propios órganos de gobierno y reemplazaron al estado burgués capitalista. “Eso no lo perdonaron los asustados burgueses, que vieron en la Comuna la posibilidad de perder todos sus privilegios económicos y explica la genocida represión sufrida por los comuneros”.

París, fue una ciudad sitiada y una “barricada”, donde surgió el primer gobierno obrero que duró tres meses. Todo aconteció luego de la rendición del ejército francés en la guerra franco-prusiana, que fue vivida por parte de los trabajadores como una traición de la burguesía, y comenzaron a exigir cambios revolucionarios y se apoderaron de las armas de los arsenales y organizaron la resistencia.

Se realizaron elecciones libres en la ciudad y se proclamó oficialmente la Comuna de París, invitando al resto de las ciudades a hacer lo mismo. Su llamamiento no tuvo respuesta ante la falta de comunicaciones. En esas elecciones fueron elegidos toda clase de personas con ideales anarquistas, blanquistas, proudonistas, socialistas de la I Internacional, e incluso hubo representantes de los barrios burgueses que luego huyeron.

El principal organismo fue el Consejo de la Comuna, coordinado por una Comisión Ejecutiva, con poderes legislativos y ejecutivos. Así mismo se crearon las Comisiones de Ejército, Salud Pública, Trabajo, Justicia, que aplicaban la política correspondiente a su actividad, aunque siempre respondía ante el Consejo. También se reorganizó la Justicia, la cual pasó a ser gratuita, y los magistrados se elegían por votación.

Los comuneros disolvieron al Ejército regular, sustituyéndolo por la Guardia Nacional democrática, es decir, por todo el pueblo en armas. Otra decisión, muy sorprendente, fue el respeto de la propiedad privada de los que se quedaron, expropiándose sólo a los que huyeron, los grandes propietarios. Y lo llamativo fue que nunca llegaran a utilizar los depósitos del Banco de Francia.

A pesar del cerco militar, la Comuna invirtió rápidamente en la ejecución de trabajos públicos, con la creación de correos y de un sistema sanitario, que garantizara la salud del pueblo y de las tropas de la Guardia Nacional. Se impulsó que se instalaran cooperativas en los talleres abandonados por sus patrones. Los pequeños industriales fueron respetados aunque en un nuevo marco de relaciones laborale, en la que los trabajadores tenían garantizados sus derechos. Se prohibió el trabajo nocturno y adoptaron políticas de higiene.

Los alquileres empezaron a estar controlados por la municipalidad, fijándose un tope máximo. Los miembros del gobierno se pusieron un sueldo igual al sueldo medio de los trabajadores, teniendo prohibido la acumulación y aprovechamiento propio de sus cargos.

La educación pasó a ser laica, gratuita y obligatoria. Los programas de estudios fueron confeccionados por los propios profesores. Se creó una escuela de Formación Profesional en donde los obreros daban clases prácticas a los alumnos. Se abrieron guarderías para cuidar a los hijos de las trabajadoras. También en el plano educativo se destacó la Asociación Republicana de Escuelas con el propósito de crear en las universidades un estímulo basado en el conocimiento científico. En el mundo del arte y cultural aparecieron una gran cantidad de asociaciones para la promoción del teatro y las bibliotecas.

Hubo libertad de prensa, de reunión y asociación. Se decretó que las detenciones deberían ser por orden judicial, y los prisioneros tenían todos sus derechos garantizados, incluso el castigo era fuerte para los casos de detenciones injustas. La libertad de asociación hizo aparecer a muchos grupos y “clubs” de todas las ideologías, las cuales se podían expresar libremente. Ese clima de libertad hizo que los enemigos de la Comuna se movieran libremente por la ciudad, provocando muchas veces actos de sabotaje. Solamente al final, cuando la situación empeoró, se detuvieron a varios saboteadores y aún así durante esos tres meses no murieron más de cien personas, que fueron saboteadores, espías y un Obispo, datos totalmente insignificantes comparados con la represión posterior.

El Consejo General de la Comuna, apoyado en las fuerzas populares, concentró en sí todos los poderes civiles y militares. Sus integrantes dividieron su tiempo entre la organización de la lucha armada y la de la vida cotidiana, del abastecimiento, del trabajo en la capital. Entre las medidas urgentes que fueron tomadas se destacaron la moratoria sobre los alquileres, las viviendas vacantes fueron requisadas, la pena de muerte fue decidida contra los traficantes y un decreto decidió la separación de la Iglesia del Estado.


Mujeres en las barricadas, fábricas, y masacradas

Un capitulo aparte fue el papel de las mujeres, participando de todas las actividades realizadas en esos meses, y principalmente cuando la lucha armada se dio en las barricadas, por eso fueron fusiladas junto a sus hijos.

Pero, de todas las luchas revolucionarias en las que las mujeres tuvieron participación, sobresalen las de la Comuna de Paris, tanto por su contenido político como por su número e intensidad.

En 1871, pese a la participación de las mujeres en las jornadas revolucionarias durante casi un siglo de lucha de clases, los trabajadores sufrían precarias condiciones de vida y las trabajadoras sufrían una doble explotación y discriminación: como mujeres y como trabajadoras, careciendo además del derecho al voto, permitido a los hombres. Un ejemplo de las discriminaciones a las que estaban sometidas las mujeres aparece en el Código Civil francés. Éste, modelo de código civil burgués, y seguido en distintos países, fue uno de los documentos más reaccionarios en lo que respecta a la cuestión de la mujer. La despojaba de todo y cualquier derecho, sometiéndola enteramente al padre o al marido, no reconocía la unión de hecho y sólo reconocía a los hijos del casamiento oficial.

Para muchas mujeres, la Comuna se presentó no sólo como una posibilidad de conquistar una República social, sino de conquistar una República social con igualdad de derechos para las mujeres.

El 18 de marzo de 1871 fueron las mujeres las primeras en dar la alarma y revelar la intención de las tropas al mando del gobierno de la burguesía de retirar los cañones de las colinas de Montmartre y desarmar París. Las mujeres se pusieron delante de las tropas gubernamentales e impidieron con sus cuerpos que los cañones fueran retirados, e incitaron la reacción del proletariado y de la Guardia Nacional a la defensa de París.

En concreto, trabajaron en las fábricas de armas y municiones, hicieron uniformes y dotaron de personal a los hospitales improvisados, además de ayudar a construir barricadas. A muchas se las destinó a los batallones de la Guardia Nacional como “cantineras”, donde se encargaban de proporcionar alimentos y bebida a los soldados de las barricadas, además de los primeros auxilios básicos. En teoría, eran cuatro las “cantineras” destinadas a cada batallón, pero en la práctica solían ser muchas más. Por otra parte, abundantes datos muestran que muchas mujeres recogieron las armas de hombres muertos o heridos y lucharon con gran determinación y valentía.

También hubo un batallón compuesto por 120 mujeres de la Guardia Nacional que luchó con coraje en las barricadas durante la última semana de la Comuna. Obligadas a retirarse de la barricada de la Place Blanche, se trasladaron a la Place Pigalle y continuaron la pelea. Algunas escaparon al Boulevard Magenta, donde todas murieron en la lucha final.

Las actividades desarrolladas por las mujeres englobaban una serie de funciones, destacándose aquellas destinadas a la asistencia a los heridos y enfermos, a la educación en general y el abastecimiento. Aunque no existió la organización de movimientos feministas como los conocemos hoy y no fue elaborado un programa sólo con reivindicaciones especificas, las revolucionarias crearon cooperativas de trabajadores y sindicatos específicos para las mujeres.

Participaron activamente de clubes políticos, reivindicando la igualdad de derechos, como por ejemplo el Club de los Proletarios y el Club de los Librepensadores. Crearon organizaciones propias como el Comité de Mujeres para la Vigilancia, el Club de la Revolución Social, el Club de la Revolución y, la que consiguió destacarse de las otras, la Unión de Mujeres para la Defensa de París y la Ayuda a los Heridos, fundada por miembros de la Internacional, influidos por las ideas de Marx.

Se publicaron periódicos destinados a las mujeres: Le Journal des Citoyennes de la Commune ("Periódico de los Ciudadanos de la Comuna") y La Sociale ("La Social").

Entre las mujeres en este período, la más conocida fue la activista socialista Louise Michel, fundadora de la Unión de Mujeres para la Defensa de París de apoyo a los Heridos y miembro de la I Internacional.

Algunas fuentes hacen referencia a las incendiarias, “les pétroleuses”, que prendieron fuego a edificios públicos durante la Semana Sangrienta al final de la Comuna. Estas historias parecen ser fruto del alarmismo antifeminista de inspiración gubernamental, y la mayoría de los corresponsales extranjeros presentes no las creían. No obstante, las tropas gubernamentales ejecutaron de manera sumaria a cientos de mujeres, e incluso se las apaleó hasta morir, porque eran sospechosas de ser pétroleuses. Con todo, a pesar del hecho de que más tarde se acusó a muchas más mujeres de ser incendiarias, los consejos de guerra no hallaron a ninguna culpable de ese delito. Sin embargo, hay pruebas que indican que, durante los últimos días, las mujeres aguantaron más tiempo tras las barricadas que los hombres. En total, se sometió a 1.051 mujeres a consejos de guerra, realizados entre agosto de 1871 y enero de 1873: a ocho se las sentenció a muerte, a nueve a trabajos forzados y a 36 a su deportación a colonias penitenciarias.

La Comuna de Paris y la destacada participación femenina en actividades consideradas hasta entonces como masculinas, reafirma la fuerza revolucionaria de la mujer, ya perfilada a partir de la revolución de 1789, que se transformó en una oleada mundial indestructible.


Combates, fusilados y deportados

Ante el temor que el fenómeno de la Comuna se extendiera al resto de Europa, los triunfadores alemanes le devolvieron al gobierno francés derrotado en el campo militar todas las tropas que mantenía detenidas, para que pudieran ser utilizadas en la represión a los comuneros. Así el 21 de mayo de 1871 un ejército de 180.000 hombres se lanzó a la conquista de París. La defensa se organizó con cientos de barricadas, en las que lucharon tanto hombres como mujeres. El combate fue desigual ante el poderío militar del ejército regular, sin embargo los comuneros defendieron barrio por barrio, calle por calle y casa por casa. Pelearon y dieron sus vidas por el primer gobierno obrero. La batalla duró una semana, hasta el día que cayo la última barricada.

Como era de esperar la represión fue brutal. Se calcula que unos 30.000 obreros y simpatizantes de la Comuna fueron fusilados, a los que habría que sumar unas 40.000 personas enviadas a las colonias para realizar trabajos forzosos, en donde gran parte murió. Esa represión casi consiguió eliminar el movimiento obrero en Francia, y los vencedores disfrutando de su victoria llegaron a afirmar que: “El socialismo ha sido eliminado por un largo tiempo”. Algunos comuneros consiguieron escapar y varios de ellos llegaron a la Argentina, y muchos a Rosario, donde continuaron difundiendo los ideales socialistas y anarquistas, participando en la formación de las primeras organizaciones obreras del país.


Las enseñanzas de La Comuna

A pesar de la derrota, las acciones de los obreros parisinos dejaron muchas enseñanzas y llevaron a Marx a reflexionar que era “la forma al fin descubierta, para la emancipación económica de los trabajadores” y ante los comuneros que “tomaban el cielo por asalto”, vio en aquel movimiento revolucionario una experiencia más importante que cientos de programas. “La Comuna ha demostrado sobre todo que la clase obrera no puede simplemente tomar posesión de la máquina estatal existente y ponerla en marcha para sus propios fines.” Y fue muy claro: la clase obrera debe destruir, romper la máquina estatal y no limitarse simplemente a apoderarse de ella, agregando en una carta a un amigo: “Si te fijas en el último capítulo de mi 18 Brumario, verás que expongo como próxima tentativa de la revolución francesa, no hacer pasar de unas manos a otras la máquina burocrático-militar, como venía sucediendo hasta ahora, sino demolerla. Y esta es justamente la condición previa de toda verdadera revolución popular en el continente”.

Marx, señalaba la tarea posterior: sustituir la máquina del estado, una vez destruida, por la organización del proletariado como clase dominante, por la conquista de la democracia. Y afirmó con claridad: “La Comuna convirtió en una realidad ese tópico de todas las revoluciones burguesas que es un gobierno barato, al destruir las dos grandes fuentes de gastos: el ejército permanente y la burocracia del estado. La Comuna no había de ser un cuerpo parlamentario, sino un organismo activo, ejecutivo y legislativo al mismo tiempo...”. Decidir una vez cada cierto número de años qué miembros de la clase dominante han de oprimir y aplastar al pueblo en el parlamento: he aquí la verdadera esencia del parlamentarismo burgués. La salida del parlamentarismo no está naturalmente en abolir las instituciones representativas y la elegibilidad, sino en transformar las instituciones representativas de lugares de charlatanería en organismos activos. En Marx no hay utopismo, no inventa ni saca de su fantasía una nueva sociedad, sino que estudió cómo nace la nueva sociedad de la vieja.

Y anunció: “El París obrero, con su Comuna, será celebrado como heraldo glorioso de una sociedad nueva. Sus mártires reposan en el gran corazón de la clase obrera. En cuanto a sus exterminadores, la historia ya los ha condenado a una picota eterna, de la cual no los liberarán todas las plegarias de sus sacerdotes”.

NotaPublicado: Dom Feb 27, 2011 8:36 am
por Duarte


Juan Carlos Monedero, en "Asaltar los cielos: la Comuna y la democracia", en La Marea, el 7 de junio de 2014, escribió:La Comuna nació porque se daban las condiciones objetivas. Las aventuras imperiales del Segundo Imperio francés (1852-1870) se zanjaron con fracasos, pobreza y represión. La necesidad de abrir la mano hizo que prosperara una oposición republicana y el naciente movimiento obrero pudo desarrollar su fuerza histórica. No fue menor la importancia de las reformas de París, que al lado de mejoras urbanas buscaban terminar con la posibilidad de hacer una barricadas de cada pequeña callejuela. De esta manera, se abrieron las avenidas a los cañones y las cargas de caballería y, al tiempo, se expulsó a los sectores populares que perdieron sus casas y vieron como los alquileres se multiplicaban por culpa de una creciente especulación.

El desarrollo tecnológico devoró a los artesanos y los grandes almacenes arruinaron a los pequeños comerciantes. Fue un momento histórico donde las desigualdades se exacerbaron. Los ya ricos aumentaban su hacienda y los trabajadores se veían abocados a condiciones de vida y laborales cada vez más penosas que les llevaba necesariamente a asociarse. La memoria histórica fue también esencial.

El recuerdo de la represión de 1848 había hecho a los trabajadores más conscientes y descreídos de la institucionalidad republicana (y, por consiguiente, más predispuestos a buscar su propia lucha). Es el momento de encuentro de la tradición socialista utópica, de un muy presente anarquismo (Proudhon, Blanqui), de la ayuda mutua y del acceso revolucionario al poder. El momento en donde la Comuna escogió como símbolo de su lucha la bandera roja (que ondearía en la sede de Gobierno). Una Comuna que también -algo ausente en España por la ausente construcción de una nación federal- era patriota, pues los sectores populares sintieron como una afrenta que las tropas prusianas desfilaran por los Campos Elíseos para ejemplificar su victoria en la guerra. En el aire se estaba gestando la necesidad de un cambio revolucionario.

Además de la discusión acerca de las condiciones objetivas (recordemos que Marx pensó que la Comuna se precipitaba, especialmente al estar Francia en lucha y París cercada por las tropas prusianas), otro de los grandes debates fue el de la dictadura del proletariado. Que no significa violencia (aunque la Comuna ejecutó a rehenes de la alta jerarquía eclesiástica, militar, empresarial y aristocrática cuando Versalles hizo lo mismo con comuneros presos), sino desterrar la ingenuidad frente al enemigo. Cuando se está intentando cambiar el régimen ¿hay que darles oxígeno a los que quieren frenar los cambios? ¿Podía derrotarse al antiguo régimen represor dejándoles intactos sus órganos de influencia y de financiación? Parece evidente que por no llevar la insurrección a sus últimas consecuencias, la Comuna selló su ya desde el principio amenazada suerte.

Sin embargo, la Comuna había nacido de un acto de fuerza contra el corazón del Estado (el ejército). Versalles, derrotada por Bismarck, quiso recuperar los cañones que tenía en su poder la Guardia Nacional (conformada por sectores populares que elegían a sus propios oficiales). Un grupo de mujeres impidió el traslado y los soldados enviados a reprimir se unieron a los insurgentes. Luego se tomaron los centros de poder y la rebelión triunfó.


El poder financiero

Pero los que querían regresar al régimen de Versalles pudieron seguir operando. Y el enemigo no era ingenuo. Una controvertida decisión de la Comuna fue convocar elecciones para legitimar la insurrección (en vez de avanzar con la ofensiva militar). Pero París no era Francia ni la ciudad era el campo. Ni siquiera París era París porque en los burgueses barrios del oeste no se apoyaba el levantamiento. Que no se nacionalizara el Banco de Francia (una queja amarga de Marx) dejó intacto el poder financiero del gobierno de Thiers y hurtó una herramienta que habría servido para consolidar las comunas que estaban surgiendo en otras ciudades de Francia.

Versalles ganó el tiempo que necesitaba para organizar un poderoso ejército. ¿Fue un error querer legitimar la insurrección por las urnas? Bismarck, que acababa de derrotar a los franceses, viendo el poder de los insurrectos liberó a los prisioneros en su poder para que combatieran a los communards. Para la burguesía alemana era más peligroso el contagio revolucionario que la lucha entre estados. El enemigo de la burguesía alemana no era la burguesía francesa sino los trabajadores. Esos soldados franceses liberados, campesinos conservadores envenenados de propaganda, descargaron su odio sobre París. Los prusianos ayudaron en la matanza sin mayor problema.

Los comuneros eran también una expresión del nacimiento de la clase obrera (que aún no tenía los contornos que alcanzaría en el siglo XX) y del empobrecimiento de los artesanos tradicionales. En la expresión de Rougerie recogida por Roberto Ceamanos, la Comuna era crepúsculo y no aurora. Pero marcaron aspectos que aún a día de hoy forman parte de las demandas de la democracia ausente en el siglo XXI.

La lista de los logros de la Comuna, que marcan una senda de futuro democrático, es espectacular: el pueblo en armas (todos los ciudadanos debían formar parte de la Guardia Nacional) que no delega en nadie la defensa de su poder constituyente; el revocatorio de los mandatos, enemigo principal de la democracia representativa (presente en el artículo 67.2 de la Constitución Española) y la limitación de los sueldos de los representantes; la memoria y el castigo a los represores del pueblo (el general Lecomte, que había mandado disparar contra la gente que impedía que se llevaran los cañones en Montmartre, fue fusilado junto a otros criminales en Montmartre); la importancia de la intendencia cotidiana durante y después de la revolución (vivienda -con confiscación de inmuebles y condonación de deudas por alquileres-, asilos, hospitales, comedores populares, mercados y abastos, mataderos, cooperativas de consumo, hornos de pan económicos, elección por sufragio universal -masculino- de todos los funcionarios; el federalismo y la municipalidad como gestión descentralizada; lucha contra la corrupción y la especulación; establecimiento de bases de igualdad en la aplicación de la justicia; iguales derechos a los extranjeros; autogestión de los trabajadores y dignidad del trabajo; reducción decidida de las desigualdades de género; recaudación eficaz y progresiva de impuestos; apuesta decidida por la educación, la cultura y el acceso popular a las mismas (se inventaron las noches blancas y se abrieron las escuelas); separación de iglesia y estado y expropiación de los bienes eclesiásticos. Y recuperación de la memoria histórica.

Los masacraron. Quizá 20.000 muertos. De una fila de communards detenidos, un general a caballo mandó sacar a los que tuvieran el pelo gris. Los fusiló allí mismo. Dijo que eran, por edad, los que recordaban los levantamientos de 1848. El antiguo régimen parece que suele tener siempre más memoria que nosotros.

NotaPublicado: Mar Oct 11, 2011 6:43 am
por yerko-a
Explicación pedagógicamente expuesta sobre el suceso histórico de la Comuna de París, considerado la primera aproximación del bajo pueblo hacia su autogobierno, superando así las barreras impuestas por la burguesía, las leyes promulgadas por esta y su fuerza coercitiva, aunque duraría sólo 60 días, en los cuales se promulgarían diversos decretos que fortalecían la organización y el empoderamiento de la clase trabajadora.

Además, significaría el quiebre casi definitivo entre anarquistas y marxistas, donde cada uno de estos se adjudicaría este fenómeno como propio, conflicto reflejado en la disputa entre Karl Marx y Mijail Bakunin, la cual se extrapolaría a los militantes de estas tendencias ideológicas.



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NotaPublicado: Mar Ene 30, 2018 4:40 pm
por comité
Actualizado.