RebeldeMule

Rambo, el brazo armado de Reagan

Planta/anuncia un debate, noticias sueltas, convocatorias políticas o culturales, campañas de mecenazgo, novedades (editoriales, estrenos, próximas emisiones de tv...).
No por consabido es menos importante para que no nos pillen desprevenidos otra vez. Los enlaces a las películas son a Hispashare, que para algo no somos los de Público.

Rambo, el brazo armado de Reagan
El reaganismo impulsó un tipo de cine de acción que ahora vuelve a ponerse de moda

CARLOS PRIETO MADRID 13/08/2010
http://www.publico.es/culturas/331972/r ... ado/reagan

[portada]https://recursos.rebeldemule.org/p/p/8/8823.webp[/portada]Primero se puso otra vez de moda La Movida. Luego las series de televisión de cuando éramos pequeños, el tecno pop británico, los cardados, las chupas de cuero... Y ahora, ahora vuelven los héroes de acción de los ochenta, reunidos por Sylvester Stallone en Los mercenarios, que se estrena hoy. Bruce Willis, Arnold Schwarzenegger, Dolph Lungren y compañía regresan al mando del hombre que reinó hace 25 años como John Rambo.

Amparados en la impunidad que da el paso del tiempo, la nostalgia y el revival ochentero lo envuelven todo. Todo, sí, porque el fenómeno sobrepasa los límites del sector freak de la cultura popular. La Mostra de Venecia homenajeó el año pasado a Stallone por "explorar las zonas más claras y más oscuras del sueño americano". Un sector de la crítica reivindica desde hace tiempo que los antiguos filmes de Stallone tienen más chicha cinematográfica de la que parecía. Y ahora algunos saludan el nuevo filme de Stallone, la historia de un grupo de mercenarios que viaja a un país latinoamericano a derrocar a un dictador, como un simpático divertimento sin mayores pretensiones. Todo perfectamente razonable.

Ahora bien: ¿podemos celebrar las obras de acción hollywodienses de los ochenta sin tener en cuenta el contexto ideológico del que surgieron? Podemos, sí, pero puede que al hacerlo estemos también reivindicando el legado político de Ronald Reagan sin darnos cuenta. Y eso ya es más problemático.

Tal para cual

"Tras ver Rambo anoche, ya sé lo que haré la próxima vez". Lo dijo Ronald Reagan el 30 de junio de 1985, tras anunciar la liberación de 39 rehenes estadounidenses en Beirut. Lo que Reagan amenazaba con hacer la próxima vez era liquidar a los secuestradores, que habían huido de Beirut sin dejar rastro. La segunda parte de la saga de Rambo, dirigida por George P. Cosmatos, se había estrenado un mes antes convirtiéndose en un fenómeno de masas multimillonario. Pero la facilidad de Reagan para incluir guiños pop en sus discursos no nos debe confundir: no era Rambo el que había influido a Reagan, sino al revés. Veamos.

Durante la segunda mitad de los años setenta, coincidiendo con la presidencia del demócrata Jimmy Carter, que sigue cargando con el sambenito de presidente “débil”, las películas de Hollywood reflejaron el desasosiego de esa época, marcada por la derrota en Vietnam y el escándalo del Watergate. El regreso (Hal Ashby 1978) y El cazador (Michael Cimino, 1978), que trataban de un modo frontal el trauma de los veteranos de Vietnam, arrasaron en la ceremonia de los Oscar de ese año. Mientras filmes como Taxi Driver (Martin Scorsese, 1976) o Network (Sidney Lumet, 1976) aclaraban de un modo feroz la crisis de un país que parecía en descomposición. El sistema no era de fiar.

Pero la irrupción de Reagan en 1981 borró el pesimismo de un plumazo. Minutos después de su toma de posesión se solucionaba la crisis de los rehenes de Irán (66 estadounidenses llevaban secuestrados desde noviembre de 1977) que había desestabilizado a la administración Carter. Reagan era un hombre con suerte y también parecía indestructible: dos meses después sobrevivió a un atentado. Además estaba armado hasta los dientes: recortó todas las ayudas sociales posibles, pero el presupuesto de defensa aumentó en cada uno de sus ocho años de presidencia. Y financió generosamente a las guerrillas anticomunistas en Nicaragua, El Salvador o Afganistán. Los comunistas no iban a volver a dar otra lección a EEUU.

Pero para completar esta vuelta a la superpotencia orgullosa de serlo había que acabar de una vez por todas con el síndrome de Vietnam. Y Hollywood iba a jugar aquí un papel clave. Las estadísticas sobre las películas bélicas y de acción durante los mandatos de Carter y Reagan reflejan de un modo inapelable el cambio de rumbo ideológico. “El constante incremento de las alusiones de Reagan al Imperio del Mal (el bloque soviético) se reprodujo en los filmes hollywodienses”, explica Samuel E. Rossi, autor de una tesis doctoral sobre el tema. “Muchos americanos vieron en Reagan un cruzado que nunca hubiera permitido la derrota de EEUU si hubiera estado en la presidencia en los años de la guerra de Vietnam. Haciendo uso del revisionismo histórico, algunos filmes se basaron en la premisa de que si la guerra hubiera continuado en los años de Reagan, América hubiera podido lograr la victoria”, razona.
Cambio de rumbo

Durante su primer mandato, en un discurso en el cementerio militar de Arlington, Reagan afirmó que “los veteranos de Vietnam nunca habían sido vencidos”. ¿Perdón? Si acaso la guerra la habían perdido los burócratas de Washington con sus decisiones descabelladas. Reagan mataba así dos pájaros de un tiro: devolvía el orgullo perdido a los soldados y reformulaba su teoría de que “el Gobierno es un problema” (léase hay que dejar actuar al mercado para que los americanos puedan ser –ja, ja, ja– más libres). La maquinaria neoliberal estaba en marcha. El revisionismo sobre Vietnam también. Y Hollywood había tomado nota.

Una oleada de filmes de veteranos que volvían a luchar a la selva por los motivos más peregrinos tomaron los cines del Tío Sam. En Más allá del valor (Ted Kotcheff, 1983), el coronel retirado Cal Rhodes (Gene Hackman) volvía a Vietnam para rescatar a su hijo y decía cosas como “esta vez nadie podrá discutir que estamos haciendo lo correcto” (donde “nadie” podía significar esos malditos hippies de los sesenta). Por no hablar de las inenarrables Desaparecido en combate (Joseph Kito, 1984) y Desaparecido en combate II (Lance Hool, 1985), con un Chuck Norris enloquecido cepillándose comunistas y “amarillos” como un poseso.

“Del arrepentimiento y las crisis psicológicas de las películas de los años setenta habíamos pasado a los héroes orgullosos de lo que estaban haciendo”, dice Rossi. “Los intentos cinematográficos por superar el síndrome de Vietnam mostraban la incapacidad de EEUU para aceptar la derrota y aprender las lecciones sobre los límites de su poder militar”, añade el ensayista Douglas Kellner.

La apoteosis del fenómeno llegó en 1985 con la segunda parte de la saga Rambo. Las autoridades militares sacan a Rambo de la cárcel para que vaya a Vietnam a comprobar si siguen quedando prisioneros vivos.

No dejará títere con cabeza: además de asesinar a un sinfín de soviéticos y vietnamitas también tendrá tiempo para enfrentarse a varios burócratas de Washington, algo que algunos interpretaron como signo de su carácter antisistema, pero que no era otra cosa que la traslación a la gran pantalla de las teorías revisionistas reaganianas sobre Vietnam, un guerra justa que se perdió por la incompetencia y la corrupción de unos cuantos funcionarios públicos del maldito gobierno.

Al final de la película, John Rambo, al contrario que los soldados de los filmes de los años setenta, dejaba claro que estaba dispuesto a morir por su país otra vez. Se había reescrito la historia. “Si Rambo hubiera llegado a los cines hace 10 años, tras la caída de Saigón y la angustia del escándalo del Watergate, le hubieran echado a patadas de los cines por ridículo. El humor era entonces virulentamente antibélico, pero eso ha cambiado hoy”, se leía en People el 8 de julio de 1985.

Un tercer Rambo, dirigido por Peter MacDonald, llegó a las pantallas en 1988. La trama del filme era un hilarante ejercicio de humor involuntario: John Rambo vive ahora retirado en un templo budista tailandés y está más interesado en meditar y vivir en comunión con la naturaleza que en guerrear. El caso es que, por unas cosas o por otras, le acaban liando para que vaya a Afganistán, mate a una cantidad insensata de rusos y arme hasta los dientes a los muyahidines afganos (talibanes, para entendernos). Toda una metáfora geopolítica de las consecuencias actuales de la política exterior de Reagan.

“Muchos de estos filmes tomaron sus claves temáticas de los discursos de Reagan, los ajustaron al formato cinematográfico. Mientras oíamos a Reagan demonizar a los rusos en sus discursos, veíamos a Rambo combatir contra ellos. Las similitudes entre la retórica de Reagan y las acciones de Rambo hicieron posible que las masas los equipararan”, concluye Rossi. John Rambo era el brazo armado de Reagan. ¡Larga vida a los años ochenta!

John Rambo también fue rojo de joven
C.P. 13/08/2010 08:00
http://www.publico.es/culturas/331988/j ... rojo/joven

Acorralado (Ted Kotcheff, 1982), primera parte de la saga de Rambo, se había estrenado dos años antes de que la retórica reaganiana empezara a calar en Hollywood. No sólo no tenía nada de anticomunista sino que, en una de las paradojas más alucinantes de la cultura popular de los ochenta, se parecía mucho más a los filmes críticos con la intervención en Vietnam que rodó Hollywood en los años setenta que al delirio cinematográfico derechista del resto de títulos de la saga Rambo.

Basada en el soberbio best seller Primera sangre (1972), del escritor canadiense David Morrell, Acorralado contaba la historia de un veterano de Vietnam (John Rambo) que tras llegar de la guerra, incapaz de adaptarse a la vida civil y sin trabajo, vagabundea por los pueblos del país. Primero se entera de que un amigo con el que combatió en la guerra ha muerto de cáncer por los efectos del Agente Naranja (usado por el ejército estadounidense durante el conflicto). Eso le cabrea, pero lo peor está por llegar.


Menudas pintas

Nada más llegar a un pequeño pueblo de las montañas del estado de Washington, el sheriff del lugar le invita a pasar de largo y no quedarse ni un minuto más allí: no le gustan sus pintas desaliñadas. Rambo no hace caso a sus órdenes y se intenta instalar en la villa. Lo acabará pagando: los agentes le detienen, le golpean y tratan de afeitarle y cortarle las greñas. Craso error. En pleno forcejeo, a Rambo le da un flashback de las torturas que sufrió en Vietnam y se monta la de Dios es Cristo.

Antiguo miembro de las Fuerzas Especiales, John Rambo escapa, se echa al monte y se lía a tiros con sus perplejos perseguidores, que pensaban que se trataba de un vagabundo, no de una máquina de matar entrenada por las unidades de élite del ejército estadounidense.

La película no hace honor al trepidante libro de Morrell, que llevaba hasta un extremo brutal la idea de un veterano que, incapaz de encontrar la paz a su regreso, decide llevar la guerra a casa. En el libro, Rambo actúa como una bestia parda y mata a muchos de los policías y militares que le persiguen, mientras que en el filme se comporta con la suficiente humanidad como para poder convertirse en un nuevo héroe americano, como así fue. Con todo, Acorralado era un digno filme de acción que no tenía mucho que ver con el reaganismo que comenzaba a despuntar. Es como si Rambo se hubiera dado un golpe en la cabeza durante ese rodaje y se hubiera levantado convertido en otro.

Por lo pronto parece que la nueva película no tira, Steven Seagal y Van Damme le han dicho a Stallone que ya no están para gilipolleces, Bruce Willis y Gobernator que ahora son gente seria y ocupada pero que le hacen un cameo por la risa.

Pero esto son chorradas de Hollywood, la historia es que quieran hacer una película donde a falta de rusos y chinos (nuevos aliados del Eje Monetario del Bien) tiran de "dictadores latinoamericanos y ejércitos de boinas rojas". Ya no es por la risa, en los EE.UU. post-Bush quieren matar a Chávez en el cine y derrocar su tiránico gobierno elegido en las urnas.

La nostalgia que algunos tienen de los 80 no es por la cultura pop, es por las black ops. Pero que para eso tampoco hacía falta irse tan lejos, hace cinco años las black ops se hacían abiertamente en la cara de la ONU, ya no necesitan ni ser discretos.

Después de leer el primer artículo he pensado "joder, no habla de Acorralado". Una cinta que, como dice el segundo, es bastante distinta de las dos siguientes.
Acerca de Los Mercenarios, y su inminente estreno, a mí me llama poderosamente la atención. Uno no crece viendo Junglas de Cristal, Rambos, Terminators y Predators sin secuelas, supongo. Pero como película. Sé lo que me espera dentro de la sala de cine, y es evidente que la carta fácil es usar un dictador latinoamericano (así, al azar). Me recuerda a la película de Ironman, estrenada hace 3 años o así, en la cual los chinos (villanos originales del comic de los primeros 60) eran sustituidos por Afganos.
Cada duda es una bala, una barricada en cada respuesta
SEARCH AND DESTROY

Pues vengo de ver The Expendables en el cine, y vengo a rectificar. A pesar de lo que el trailer y la promoción daban a entender, el malo de la película no es un Chavez camuflado. La CIA, haciendo una black op de estás quedando como unos hijos de puta, los norteamericanos, como buena parte de los problemas de los países de los vecinos del Sur, y el famoso tirano, un corrupto sin demasiada (o ninguna) alineación política.
De hecho, lo más parecido a propaganda pro-invasión USA es que la bandera del estado donde se desarrolla la acción guarda lejanos parecidos con la bandera palestina :roll: .

Vamos, que nada de nada. Stallone parece que pasa de tanta chorrada político-propagandística, después de lo plagada que ha estado su carrera bajo mandato de directores y guionistas de esa mierda.

Y políticamente aparte, la película la he disfrutado un huevo. :P
Cada duda es una bala, una barricada en cada respuesta
SEARCH AND DESTROY


Volver a Dazibao

Antes de empezar, un par de cosas:

Puedes usar las redes sociales para enterarte de las novedades o ayudarnos a difundir lo que encuentres.
Si ahora no te apetece, puedes hacerlo cuando quieras con los botones de arriba.

Facebook Twitter
Telegram YouTube

Sí, usamos cookies. Puedes ver para qué las usamos y cómo quitarlas o simplemente puedes aceptarlo.