De hecho Gavras, a pesar de haberlo casi siempre encontrado impactante y contundente a la hora de trasmitir una idea, por lo general en cada una de sus películas he notado que algo faltaba o que algo no concordaba con el mensaje que se suponía que quería dar, y al final terminaba tolerándole muchas cosas tratando de encontrar la esencia del mensaje en lo supuestamente más importante. Ciertamente en una película como "Estado de sitio” uno tolera ciertos mensajes no comprometidos en aras de no desilusionarse con una película que abraza la idea de la lucha antiimperialista en América Latina.
La caída del mito me hizo comenzar a documentarme y a buscar opiniones y críticas sobre su obra desde el punto de vista de la izquierda, pero desgraciadamente nada de lo que he leído en internet me ha convencido porque no he encontrado otra cosa que no sean elogios y alabanzas a este personaje que yo considero un anticomunista izquierdoso-burgués. Desgraciadamente no encontré una biografía política seria sobre él, sólo cosas relacionadas al cine. Pero bueno, algo empieza a salir a flote cuando me doy por enterado que en el guión de "La confesión” colaboró un gran amigo de Costa-Gavras: Jorge Semprún, un excomunista hispano-francés convertido en reaccionario, enemigo acérrimo de la Cuba de Fidel Castro, ex ministro de cultura de Felipe González, defensor de de la primera guerra contra Iraq, etc, etc (los españoles lo conocerán bien). Vaya aval político que nos presenta Gavras en sus relaciones con este Solyenitsin ibérico, guionista también de la película "Z”, otra "joyita” anticomunista.
Para mi tranquilidad, precisamente ayer, revisando un libro de un crítico marxista cubano de cine (Mario Rodríguez Alemán), encuentro ciertas opiniones suyas que concuerdan en gran medida con la idea que me he hecho recientemente del cine de Costa-Gavras, y esas son las que transcribo aquí:
En "Z” se observa su posición diversionista en varios aspectos:
1)pone en boca de Lambrakis la tesis de los "dos imperialismos” en relación con la bomba atómica;
2)presenta al proletariado griego como puro lumpen;
3)Excluye a los comunistas griegos de la lucha popular; para esto se vale de un ardid, que consiste en poner en el filme una función del Ballet Bolshoi a la que asisten los comunistas mientras Lambrakis (el personaje central) está librando su lucha "pacifista” contra el régimen en las calles de un lugar del mundo que no se atreve a decir que es Atenas…
Ello se desliza entre otras cosas muy positivas, que además todo el mundo conoce. De este modo es fácil hacer pasar gato por liebre.
En La confesión esto se empeoró. Ya es descubiertamente anticomunista. El filme, aunque él hizo declaraciones públicas negándolo, sirvió a la derecha de Chile para utilizarlo contra el presidente Allende en las elecciones municipales celebradas en el período de gobierno de la Unidad Popular. Sobre La confesión habría mucho que hablar, sobre todo si se compara con Estado de sitio, donde Costa-Gavras logra una dosis más inteligente de politización.
…veamos Estado de sitio.
…La acción ocurre en el término de una semana, o sea, toma como motivo el secuestro de un "consejero” norteamericano que nombra Philip Michael Santote y que es fácil identificar con el verdugo Dan Miltrione. La trama comienza con el descubrimiento del cadáver del funcionario, ajusticiado por los tupamaros, y de ahí en adelante produce una retrospectiva que le lleva a concluir con la llegada de un sustituto (más sanguinario que el anterior) y la mirada de obreros en el aeropuerto que se supone luchan en la clandestinidad contra el régimen. Toma para todo esto fuentes fidedignas; relatos de testigos, artículos de periódicos y revistas, comunicados del Frente de Liberación Nacional Uruguayo, declaraciones tanto de representantes del gobierno represivo como de la oposición y, sobre todo, los interrogatorios hechos a Mitrione por los combatientes tupamaros.
Costa-Gavras expone el carácter unitario de la organización clandestina, su operatividad en las acciones, aplicación de la justicia revolucionaria. Del mismo modo revela los mecanismos de represión de esa aparentemente venerable Agencia Internacional para el Desarrollo (AID) que, junto con la Academia Internacional de Policía, creó Kennedy. A través de un narrador deja bien sentado el infamante sistema de explotación, miseria, crimen, represión (en una palabra, fascismo) que Estados Unidos practican en América Latina mediante organizaciones paramilitares como la CIA y la OEA…
Todo esto, se ejemplifica abundantemente en Estado de sitio en impresionantes escenas: el hombre torturado por una picana eléctrica; el fusilamiento de los comunistas; la represión en las calles; el crimen de un adolescente; el asesinato en residencias particulares por el solo hecho de sospechar que son tupamaros; el desfile de oligarcas que representan los intereses financieros norteamericanos. Todo ello es de un naturalismo indescriptible, muy positivo y que constituye una denuncia de la flagrante bestialidad yanqui en nuestro continente.
Sin embargo, los aspectos más venenosos del filme están precisamente en esa aparente objetividad, imparcialidad, y antipoliticismo con que presenta a Dan Mitrione. Su interés –ha dicho Costa-Gavras- está en que el espectador decida si su "héroe” (llamo la atención sobre este término) es verdaderamente culpable o inocente y si su muerte es justa o no. Es significativo, muy significativo, que Costa-Gavras llame a Santote-Mitrione "héroe”. ¿Qué es para él un héroe? Dice: "mi héroe se sitúa él mismo en situaciones extremas, combatiendo la subversión por todos los medios y muere convencido de estar en la razón”. Lo anterior nos conduce a exponer las ideas siguientes:
1)la realidad es compleja;
2)los hombres no pueden dividirse, de modo maniqueísta, en "buenos” y "malos”;
3)no es Mitrione, sino los tupamaros, a quienes Costa-Gavras coloca en "situaciones extremas”;
4)su "héroe” es un convencido de su causa y de sus ideales (posee el convencimiento propio de los inquisidores);
5)llama "subversión” a lo que es lucha política, guerra justa y necesaria.
La prensa de los países capitalistas presentó a Mitrione, cuando fue justamente ajusticiado por los tupamaros, como "un buen samaritano” "un buen padre”, "un buen americano”. Lo lloraron Nixon, Jerry Lewis y Frank Sinatra (este último cantó para su viuda y los huérfanos en homenaje a lo que llamaron "un mártir asesinado brutalmente por unos salvajes”). En el filme se hace énfasis varias veces en presentar la imagen de Mitrione-Santore con su esposa y sus siete hijos, feliz, contento y como un respetable padre de familia. ¿Es eso a lo que Costa-Gavras llama objetividad, imparcialidad y antipoliticismo? En los interrogatorios, Mitrione-Santore admitió los cargos que los tupamaros le hicieron, ante pruebas irrebatibles. Es cierto. Pero esto se mezcla con lo otro.
Hay otro factor. El personaje de Santore-Mitrione está interpretado por Yves Montand, un actor carismático, de mucha personalidad y popularidad. Si bien en su actuación es aséptico, objetivo, directo, entendemos que no comunica ni logra caracterizar la repulsión que este verdugo debe causar.
La dirección fílmica de Costa-Gavras es excelente, con un montaje vivaz, típico del cine de "aventuras”. Sin embargo, el montaje no es en sí dialéctico, aunque se sirve de los mecanismos metodológicos de la dialéctica. La vibrante música con motivos latinoamericanos de Mikis Theodorakis es impresionante y calza el filme con suficiencia y efectividad. Estado de sitio posee, sin duda alguna, sensacionalismo y la fuerza deslumbrante de un espectáculo.