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SCOTT, James C.

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SCOTT, James C.

Nota Dom Jul 04, 2010 7:09 pm
James C. Scott

Portada
(wikipedia | dialnet)


Introducción

En la entrada en inglés de la wikipedia, que traduzco aquí, se escribió:James C. Scott (nacido el 2 de diciembre de 1936) es un Sterling Professor [la más alta distinción académica en la universidad de Yale] de ciencias políticas en la Universidad de Yale (EE.UU.). Antes de ser promocionado como Sterling Professor, era profesor de ciencias políticas y antropología por la cátedra "Eugente Meyer". Además, es el director del programa de estudios agrarios. Está formado y especializado en asuntos del sudeste asiático.

El trabajo de James Scott se centra en las formas en que las clases subalternas resisten la dominación. Su primer interés se centró en el campesinado del estado de Kedah (Malasia), sobre el que escribió The Moral Economy of the Peasant: Subsistence and Rebellion in Southeast Asia ("Economía moral del campesino: subsistencia y rebelión en el Sudeste Asiático"), publicado en 1976, acerca de la manera en que el campesinado resistía a la autoridad. En Weapons of the Weak: Everyday Forms of Peasant Resistance ("Armas del débil: formas cotidianas de la resistencia campesina"), publicado en 1985, amplía sus teorías al campesinado de otras regiones, y en Domination and the Arts of Resistance: The Hidden Transcript of Subordinate Groups ("Los dominados y el arte de la resistencia"), publicado en 1990, argumenta que todos los grupos subordinados resisten de forma muy similar a la que muestra el campesinado. Estos tres trabajados han sido sintetizados sarcásticamente bajo la descripción: "campesinos en Malasia, campesinos en todos lados, todo el mundo en todos lados". Las teorías de Scott son frecuentemente comparadas con las tesis gramscianas sobre la hegemonía. Sin embargo, Scott argumenta contra Gramsci que la resistencia cotidiana de los dominados es la prueba de que ellos no han consentido la dominación.

En Domination and the Arts of Resistance, Scott usa el concepto public transcript ("discurso público") para describir las interacciones abiertas y públicas entre dominantes y dominados y el concepto hidden transcript ("discurso oculto") para la crítica del poder que opera en la trastienda, que los dominantes no pueden ver ni escuchar. Los distintos sistemas de dominación (políticos, económicos, culturales y religiosos) tienen características que no se consideran ni relacionan con su dimensión pública. Con la intención de estudiar los sistemas de dominación, Scott otorga una atención especial a lo que está debajo de lo evidente, de lo explícitamente público. En lo público, aquellos que son oprimidos aceptan la dominación, pero siempre cuestionan la dominación de trastienda. Cuando la "hidden transcript" se hace pública, las clases oprimidas asumen abiertamente sus discursos y se vuelven conscientes de su condición común.

Con la monografía Seeing Like a State: How Certain Schemes to Improve the Human Condition Have Failed ("Mirar como un Estado: cómo ciertas estrategias prueban que la condición humana ha fracasado"), publicada en 1998, Scott profundiza en el mundo de la ciencia política, mostrando cómo los gobiernos centrales intentan forzar la comprensión sobre sus asuntos, haciendo que se pierda el conocimiento local, que él llama mētis. Cita como ejemplo la génesis de los apellidos permanentes. Scott habla de un galés que en un tribunal se identificó con una larga lista de patronímicos: "John, hijo de Thomas, hijo de William", etc. En su población local, esta nomenclautra aportaba un montón de información, porque la gente podía identificarle como el hijo de Thomas y el nieto de William, y entonces distinguirle de los otros Johns y de los otros nietos de Thomas. Esto no tenía la menor utilidad para el gobierno central, que no podía conocer a Thomas ni a William, así que el tribunal pidió que John adoptara un apellido permanente (en este caso, el nombre de su población). La medida facilitaría que el gobierno central mantuviera la pista de estos asuntos (administrativos, jurídicos), pero perdiendo la información local. Scott argumenta que para que estas medidas demuestren el éxito de la condición humana tienen que tener en cuenta las condiciones locales, lo que ha sido claramente impedido por las ideologías hipermodernas del siglo XX. Y destaca las granjas colectivas de la Unión Soviética, la construcción de Brasilia y las técnicas forestalas prusianas como casos de esquemas fracasados.

Scott fue un referente de las ciencias políticas para el movimiento de la perestroika, al sostener que los estudios de lo cuantitativo habían sido sobrevalorados en detrimento de los cualitativos, y que estos deberían tener mayor aceptación en las publicaciones académicas.

Los intereses intelectuales de Scott serían la economía política, el anarquismo, la ideología, las políticas agrarias, la revolución, el sudeste asiático y las relaciones de clases.

Scott vive actualmente en Connecticut (EE.UU.), donde cría ovejas. Hizo el bachillerato en el Williams College y su licenciatura y doctorado en Yale en 1967. Enseñó en la Universidad de Wisconsin–Madison hasta 1976, año en que regresó a Yale.





Bibliografía compilada





Ensayo





Artículos





Sobre James C. Scott (artículos)



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Re: SCOTT, James C.

Nota Mié Jun 17, 2015 11:35 am
Jesús Aller, en "Reseña de Elogio del anarquismo de James C. Scott", en Rebelión, el 17 de junio de 2015, escribió:El antropólogo norteamericano James C. Scott, nacido en 1936, ha investigado sobre todo pueblos del sudeste de Asia que se esfuerzan en mantener su independencia en la era de la globalización y las estrategias que algunos grupos sociales desarrollan para resistir la dominación. En el prefacio de Elogio del anarquismo (Crítica, 2013, trad. de Rosa María Salleras Puig) nos desvela el itinerario ideológico que lo llevó a asumir los postulados de esta doctrina. Las revoluciones campesinas de los años 50 y 60 en África y Asia, que él contemplaba con esperanzada admiración, naufragaron en estados opresores, del mismo modo que lo habían hecho las revoluciones francesa o rusa. Así, poco a poco, fue dándose cuenta de que lo que quedaba por ensayar para atajar esta fatalidad histórica era promover una libre organización de las gentes, aboliendo la estructura represiva del estado. El libro es un intento de sintetizar su visión sobre esto, pero buscando más la espontaneidad y la acumulación de intuiciones que la solidez de un gran edificio argumental.

Se comienza insistiendo en la trascendencia de mirar con espíritu crítico las “normas” que continuamente tratan de imponernos, para comprobar si seguirlas ciegamente es siempre razonable. ¿Puede ser lógico cruzar una calle con el semáforo en rojo en algún caso, o considerar a un desertor como un héroe? Son estas preguntas importantes, pues la insubordinación individual se ha demostrado históricamente decisiva; ayuda a entender por ejemplo, como nos muestra en detalle, la derrota de la Confederación en la guerra de Secesión americana. La desobediencia es una opción más fácil que la oposición violenta, sin duda, y también es más frecuente, aunque muchas veces pase desapercibida. Lo que resulta sorprendente es que en los regímenes denominados “democráticos”, estas explosiones de insubordinación sean comunes, revelando la impotencia del sistema para solucionar los problemas reales de la gente. Se cita un ejemplo interesante, las reformas políticas más notables de la historia reciente de los EEUU: el New Deal de los años 30 y los derechos civiles de los 60 fueron en realidad motivados por intensas campañas de disturbios y agitación, y no por la mecánica anquilosada de la “democracia de partidos”.

Scott recuerda luego los fiascos que se han cosechado en agricultura o silvicultura cuando, con la intención de estandarizar e incrementar la producción, se imponen cultivos a escala masiva que favorecen la propagación de plagas o el agotamiento de los nutrientes del suelo. Un órgano o una máquina capaces de realizar una función difícil presentarán muchas veces una complejidad estructural que no debemos confundir con el desorden, y lo mismo puede decirse de un cultivo. En África y Centroamérica es fácil encontrar ejemplos de huertos tradicionales de apariencia caótica y que ha podido demostrarse que optimizan factores esenciales: resistencia a la erosión y los parásitos, aprovechamiento de los nutrientes, intensidad de insolación, etc. Yace aquí una poderosa sabiduría ancestral que hoy día está en proceso de extinción. Las grandes ciudades planificadas a comienzos del siglo XX, con abuso de líneas rectas, exagerada separación de funciones, y perspectivas y barrios monótonos, son otro ejemplo de fracaso de una urbanización demasiado simplista, como mostró certeramente Jane Jacobs. El capítulo concluye con la identificación de los responsables de este proceso uniformizador, que no son otros que el estado-nación y los modernos organismos internacionales al servicio del capitalismo.

La educación es un elemento esencial del entramado social. Las experiencias descritas por Colin Ward en Anarquía en acción muestran cómo niños o adultos desarrollan de forma intuitiva estrategias de colaboración que resultan al mismo tiempo productivas y satisfactorias. Como cualquier actividad o institución transforma a las personas, sería posible definir un índice que midiera si esta trasformación es positiva, en el sentido de que es valorada como tal por quien la sufre o amplía “su capacidad y competencia humanas”. La aplicación de este índice nos llevaría a descubrir que métodos industriales como la cadena de montaje, a pesar de su rentabilidad económica, son desastrosos en términos humanos. La escuela tradicional, creadora de ciudadanos obedientes y centrada obsesivamente en la inteligencia analítica, mostraría también enormes deficiencias por lo que respecta a este índice. Los entornos autoritarios en los que estamos acostumbrados a vivir hoy en día condicionan nuestra personalidad haciendo imposible el pensamiento independiente; el experimento de Milgram es un ejemplo magnífico de esto. La educación es un elemento clave para la regeneración de la sociedad y todo indica que puede transformarse para que sirva al libre desarrollo del potencial humano.

Scott rompe una lanza luego por la pequeña burguesía, una clase social a menudo despreciada y difamada. Comerciantes, artesanos y campesinos minifundistas disfrutan de un grado de libertad y autonomía mayor que los asalariados, lo que hace que su situación sea envidiada muchas veces. En cuanto a su potencial revolucionario, este fue puesto en entredicho clásicamente, pero como recuerda E. P. Thompson, los pequeños artesanos y campesinos pobres han nutrido las huestes revolucionarias en muchos lugares a lo largo de la historia. Se pasa a analizar después la “epidemia cuantificadora” que invade ámbitos intelectuales cuya complejidad exigiría tratamientos más matizados. Son los planes de estudios que acaban convirtiendo la educación en “el arte de superar exámenes” o las evaluaciones de los científicos por el recuento de las citas de sus publicaciones. El debate y la crítica racional son sustituidas en estos casos por un cálculo pseudocientífico. Con el pretexto de introducir objetividad, asistimos en realidad a una simplificación plagada de elementos subjetivos.

El papel de la espontaneidad y la iniciativa individual en la Historia lleva a Scott a algunas reflexiones interesantes. Cuando se trata de movilizar la solidaridad entre seres humanos, el modo más eficaz es a través de la presencia física y no mediante el recurso a los principios; varios ejemplos muestran cómo quien comienza por negar su ayuda puede cambiar de opinión ante la visión real de la situación que le había sido simplemente descrita. Se pone de manifiesto luego cómo el relato de la Historia está muchas veces contaminado por intentos de explicar los sucesos como “antecedentes de lo que ocurrió después”; esto hace que se pierda la perspectiva real de los protagonistas, que nada sabían de lo que iba a pasar. Un buen ejemplo de esto es la Revolución rusa, en la que un cúmulo de circunstancias variadas dieron el poder a los bolcheviques, y estos sin embargo construyeron inmediatamente un relato que presentaba su éxito como el despliegue inevitable de una “necesidad histórica”.

Defensa de un espíritu rebelde, pero atento a aprender de lo mejor de las tradiciones; énfasis en el papel decisivo de una educación abierta y creativa; crítica de los subjetivismos y apriorismos que se disfrazan de ciencia. James C. Scott nos propone en este libro una suma de reflexiones que tuvieron la virtud de llevarlo a él mismo, en un largo periplo, a acabar viendo el anarquismo como el modelo de organización social que ofrece una alternativa viable a los desastres que la historia nos muestra por doquier. En un mundo en el que poderes económicos, políticos e ideológicos envenenan continuamente el pensamiento a través la manipulación de la educación y la información, creer en la libre iniciativa del ser humano para razonar y afrontar sus retos y para organizarse en ámbitos horizontales de debate y gestión compartida es sin duda un modelo atractivo sobre el que merece la pena reflexionar. Elogio del anarquismo está lleno de argumentos bien matizados en este sentido.


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