Feliz Navidad, Mr. Lawrence (Nagisa Ôshima, 1983) : Filmoteca de ficción

Feliz Navidad, Mr. Lawrence
Merry Christmas Mr. Lawrence
Nagisa Ôshima (Reino Unido, Japón; 1983) [124 min]

Sinopsis:

Comentario personal:

Insólita exploración entre las relaciones de poder y el amor en un campo de presos de Java. Espléndida música de Sakamoto.

Ignasi Franch, en "Otras heridas de la guerra", en Diagonal, el 7 de diciembre de 2012, escribió:Durante años, el cine japonés no fue especialmente proclive a cuestionar un pasado nacional de belicismo imperialista. Eso comenzó a cambiar con la irrupción de diversos cineastas que, desde finales de los años ‘50, emprendieron una renovación estética y ética a menudo teñida de activismo político. Autores como Nagisa Oshima ("El entierro del Sol") añadieron nuevos elementos a la habitual nostalgia por el esplendor pasado, al abatimiento por la derrota y al recuerdo de los fallecidos. Oshima ya había atacado en varias ocasiones la colaboración de facto en la guerra de Vietnam, o había aludido a los crímenes perpetrados en la campaña del Pacífico con "La ceremonia". Pero hasta la década de los ‘80 no situó una de sus ficciones en plena II Guerra Mundial: "Feliz Navidad, Mr. Lawrence", una coproducción multinacional sobre las traumáticas experiencias de varios soldados aliados en un campo de concentración.

A pesar de basarse en una novela de inspiración autobiográfica (The Seed and the Sower, de Laurens Van der Post), el autor no usó esa vez una voz en off que comenta y condiciona el relato tiñéndolo de subjetivismo. A diferencia de otras obras de su director, de talante filoexperimental, el planteamiento de la película es esencialmente narrativo. Los planos secuencia, que llegaron a dominar su cine, se alternan con recursos de montaje. Pero eso no comporta un resultado impersonal, ni en lo estético ni aún menos en lo temático. Porque esta historia de pasiones turbulentas y autodestrucción, que examina las zonas oscuras de la cultura japonesa, conecta perfectamente con las anteriores "El imperio de los sentidos" o "Los placeres de la carne". Y a lo largo del camino emergen varias escenas que pueden ganarse un espacio en la memoria del espectador, por su humanidad, por su patetismo o por su dureza.

El Lawrence a quien alude el título es un prisionero conocedor de la cultura japonesa y de su lengua. Los castigos inhumanos, las represalias letales y a veces azarosas, imposibilitan sus intentos de mediación en un entorno asfixiante de violencia física y psicológica. El capitán Yonoi es formal y distante, el sargento Hara es brutal y afable, pero ambos coinciden en un fanatismo por la disciplina, el honor y la patria que acaba menospreciando la vida propia y ajena. Pero la irrupción de Jack Celliers, un soldado movido por el impulso suicida de expiar un viejo pecado, despierta en Yonoi un deseo que debilita su control de la situación. El choque psicológico y social es múltiple: en un entorno militar de ultranacionalismo alterizador, su amor por Celliers es imposible al ser éste un hombre, un enemigo y un occidental.

Al final, un amargo epílogo escenifica la continuidad de la barbarie. Dos viejos adversarios se reencuentran cuando al horror japonés le ha sucedido la venganza aliada, en una escena que honra el deseo de Van der Post de “aumentar el recelo de la audiencia ante el concepto de su justicia”. No se han mostrado las atrocidades cometidas contra civiles de los países asiáticos invadidos, pero aún así Oshima parece hacer suyas las tesis de un Lawrence que explica de la siguiente manera el estallido belicista nipón: “Eran una nación de gente ansiosa. Y no podían hacer nada individualmente. Así que se volvieron locos, en masa”.

Ya antes de la realización de este filme, las voces revisionistas de los politizados años ‘60 habían ido perdiendo peso, más aún tras el violento colapso del movimiento estudiantil y de facciones armadas como el Ejército Rojo Japonés. En pleno boom exportador, estaba emergiendo un nuevo imperialismo capitalista que alimentó fantasías tan delirantes como Godzilla contra Mechagodzilla. Otro sueño de dominio y expansión, abortado esta vez por el perdurable estancamiento de la economía estatal.