Un fantasma recorrió el festival
Walter Heynowski en Valparaíso
Punto Final // 15 de septiembre de 2001 (a la izquierda, Walter Heynowski: filmó en horas dramáticas de Chile)El funcionario del Ministerio de Relaciones Exteriores de la dictadura mira fijo a la cámara. "Lo vuelvo a repetir: los jerarcas y colaboradores de la Unidad Popular se encuentran en excelentes condiciones, en colonias de veraneo, gozando de todas las comodidades".
La carcajada en el cine es general.
Tal era el ambiente en la exhibición de "Un minuto de oscuridad no nos ciega", un documental de los realizadores germano-orientales
Gerhard Scheumann y
Walter Heynowski, rodado durante la UP y tras el golpe, que fue exhibido en una franja especial durante el V Festival de Cine de Valparaíso.
Imágenes duras, que muchas veces arrancaron lágrimas, consignas, insultos y pifias. El bombardeo a La Moneda. Militares sacando el cadáver de
Allende desde el palacio en ruinas. El campo de concentración de Chacabuco. Pinochet omnímodo en el Te Deum posterior al 11. Los cadáveres en el Mapocho. Militares golpeando detenidos. Imágenes dolorosas, incómodas.
Había expectación y se cumplió. La sala del Teatro Municipal de Valparaíso se inundó de jóvenes. Estos documentales nunca se habían exhibido en el país, pese a que muchas de sus imágenes dieron la vuelta al mundo o fueron utilizadas como registro por otros realizadores.
Fue una semana de emociones fuertes. Como que el Festival se tiñó de una voz que burla el acomodo, la impunidad o simplemente la mala memoria. Fue la exhibición del ‘ciclo chileno’ de Heynowski/Scheumann pero también, en la competencia nacional de documentales, hicieron lo suyo "Imágenes de una dictadura" de
Patricio Henríquez y "Chacabuco: memoria del silencio" de Gastón Ancelovici. También, por qué no decirlo, en esta competencia se pudo distinguir otra voz, una que cuestiona lo que hoy vivimos. Fue el caso de "Chi Chi Chi Le le le, Martín Vargas de Chile", ganadora del certamen, y "Nema Problema" (véase nota aparte).
Desde países que ya no existenHan pasado 25 años de la última visita del equipo de Heynowski y Scheumann a Chile. En aquella ocasión burlaron la vigilancia de la aduana y la policía de la dictadura, haciéndose pasar por periodistas de la República Federal Alemana. Luego, mucha agua pasó bajo el puente. El fin de la RDA, la salida de Pinochet y la muerte de Gerhard Scheumann, en 1997. "Películas como las que hicimos surgieron casi de una situación de cuento de hadas. Las condiciones para producirlas ya no están. En ese experimento social fallido que fue la RDA, los órganos de Estado le entregaban mucho dinero a los artistas para poder hacer algo así", responde Walter Heynowski, sentado en el salón del hotel donde se hospedan las visitas para el Festival de Cine porteño.
En 1978 con "Más fuerte que el fuego" había concluido una suerte de misión marcada a sangre con este país. El "ciclo chileno" de Heynowski y Scheumann exhibido en Valparaíso, se conforma de los documentales: "Salmo 127" (basado en una homilía del cardenal Silva Henríquez, con imágenes del primer Te Deum post golpe); "Problemas de dinero"; "Ciudadanos de mi patria" (que registra el último discurso de Salvador Allende); "Yo soy, yo fui, yo seré" (un estremecedor registro de los campos de concentración de Chacabuco y Pisagua); "La guerra de los momios" (entrevistas a líderes de la oposición a la UP antes y después del golpe); "El golpe blanco" (que aborda el fracaso de la derecha en las elecciones de marzo de 1973 y la conexión con la CIA); "Los muertos no callan" (entrevistas a Moy de Tohá y Fabiola Letelier) y "Un minuto de oscuridad no nos ciega" (filmaciones callejeras en Santiago en 1976 donde se advierten los primeros signos de rebeldía).
El equipo de Heynowski y Scheumann había llegado a Santiago durante 1972. Ya tenían un nombre a través de trabajos de cine militante, financiados por
Defa, la empresa de cine estatal de la RDA. Algunos títulos: "Pilotos en pijamas" (1968), dedicado a los aviadores estadounidenses en Vietnam, y "El hombre de la risa" (1969), que narra la historia de un mercenario germano en el Congo. Sin embargo, en este país registraron el auge y caída de toda una experiencia política. "Fue una ocasión casi única en la historia haber podido trabajar tanto tiempo en el tema de Chile. Son ocho o nueve horas de películas", dice Heynowski.
La entrevista es una exclusiva para
PF. Además, nos acompañó un pequeño equipo de la Radio Comunitaria Los Placeres de Valparaíso. Jóvenes, periodista, fotógrafo, la traductora, Heynowski. Grabando.
Los jovenes van a preguntarMás bien pequeño, de hablar pausado y con ojos felinos tras los cristales, Walter Heynowski llegó a Valparaíso acompañado de Ospina, antiguo encargado de cine del Ministerio de Cultura de la ex RDA, el principal sostenedor de su trabajo. El pasado lunes 27 de agosto cruzó por primera vez en casi treinta años el umbral de La Moneda para reunirse con el presidente
Ricardo Lagos. Emociones fuertes.
Punto Final: ¿Ha cambiado mucho Chile, herr Heynowski?Heynowski: Son las mismas personas. He visto muchos jóvenes, en estos días. Son igual de amistosos y llenos de esperanza que la gente joven en 1973. Y sin embargo, es otra generación. Sus padres estuvieron involucrados en este proceso, por un lado o por otro. Tengo la sensación de que al final de la exhibición de estas películas, que fueron vistas por muchos jóvenes, seguramente habrán conversaciones y discusiones en sus casas, con sus padres. Van a hacer preguntas.
PF: Hoy en Chile gobierna una coalición de partidos, algunos de cuyos miembros formaron parte de la UP. Fue gente que, además, en los 70 y 80 luchó contra la dictadura. Sin embargo, hoy administran un modelo económico capitalista neoliberal.H.: Ustedes comprenderán que para mí es muy difícil tener una visión completa para formarme una opinión. He estado una semana. Se me invitó a una reunión con el presidente Lagos y, obviamente, es muy emotivo haber hablado con Allende, en ese mismo lugar, hace muchos años, donde había una esperanza muy fuerte, quizás ilusoria. Esperanza que también se repetía en Europa del este en el sentido de que aquí habría un nuevo país socialista, un hermano. Y el peligro en el 73 fue dejarse llevar por ese optimismo y no ver la otra cara. Pero con respecto a la pregunta, es una situación política compleja la que vive Chile hoy. Aunque las coaliciones tengan sus problemas, creo que todos debieran haber interiorizado lo que fue Pinochet. Fue un acontecimiento único que a un presidente electo democráticamente se le haya sacado del palacio presidencial por medio de las bombas. Ciertamente, un capítulo importante de la historia del siglo pasado ha sido la era de Allende y su fin. En las ciencias naturales, los experimentos fallidos también suelen tener importancia. Quizás sea así también en la historia. En Europa tampoco existe el bloque socialista. Creo que hay que poner todo en su contexto. También falló y hay grandes signos de interrogación y estas son cosas que esta generación y la que sigue van a tener que resolver, no sólo en Chile.
PF: Hay un rasgo de la transición chilena que es el olvido. Las películas que hemos visto durante el Festival de Valparaíso nos retrotraen a un momento de la historia de este país que fue silenciado y, que hasta el día de hoy, para algunos sectores de la Concertación y algunos antiguos miembros de la UP, son memoria molesta, incómoda.H.: Si lo hubieran silenciado tanto el presidente Lagos no me debería haber invitado. A través del hecho de invitarme yo puedo poner estas películas en un cierto contexto. Yo creo que un elemento muy importante, que surgió durante la conversación con el presidente y su asesor cultural, fue adquirir copias de este material y dejarlo acá en Chile. Se pueden ver formas de crear una fundación o alguna instancia para que este material quede guardado y disponible. Si esto se realiza, creo que no se podría hablar de que se quiera silenciar la memoria. Yo creo que hay una voluntad de preservarla. Tengo la impresión de que no es sólo un discurso, de que habrá pasos concretos. Obviamente, hay problemas de contingencia que para un gobierno son importantes, como el empleo, que no permite dedicarle ciento por ciento a la memoria colectiva. También he conversado con espectadores durante el Festival que sustentaban opiniones diferentes a las mías. Sin embargo, el lenguaje de las películas los motivó a abrirse a ese tema. Quizás el desafío de hoy es que tiene que haber una discusión más amplia.
PF: ¿Qué importancia da usted a la presencia masiva de jóvenes en el Festival? Muchos políticos chilenos, desde el gobierno a la derecha, piden a los jóvenes que dejen atrás el pasado y miren al futuro.H.: Bueno, eso es un fenómeno que se ve también en otros países. Pero puedo hacer algunas reflexiones al respecto. Por un lado, Alfredo Barría y su equipo han montado un festival que crece año a año, y que está siendo tomado en cuenta por los gobiernos regional y nacional. En ese sentido, mi visita al presidente Lagos fue importante para el Festival también. Por lo tanto, hay posibilidades para determinadas iniciativas. Ha significado un gran esfuerzo traer este material, ya que muchas de las instituciones fílmicas que existían en la RDA desaparecieron, por ejemplo el archivo cinematecario. Pero el hecho es que las películas están aquí y los jóvenes las han visto. Ahora, tampoco hay que hacerse demasiadas ilusiones. Fue importante que la gente viniera al Festival, pero no hay que olvidar que hay treinta mil estudiantes en Valparaíso. Fue sólo una parte de este universo quienes vieron el ciclo. Una última cosa: la cuestión estética-política es que en el mundo mediático en el que vivimos, sería prácticamente imposible hacer películas como éstas. Los niveles de reflexión sobre un tema hoy son muy difíciles. Es una especie de círculo vicioso. Se necesita tiempo (para producir documentales), pero los que quieren tener el tiempo tienen que comer y vivir y la tecnología que se necesita para hacer TV o cine no está en manos de quienes quieren hacer ese tipo de trabajo de profundización. Obviamente, un gran paso sería que una cinta de éstas se mostrara en la TV. También hay una cierta tensión... La prensa burguesa, por ejemplo, como
El Mercurio, va a publicar un gran reportaje sobre mi persona. Y es el mismo diario que jugó un rol golpista en 1973. Y eso es un hecho que se repite en Alemania también. Muchas veces los grandes medios burgueses son los que tienen el mayor suplemento cultural, pero obviamente, eso no cambia la situación política en sí.
Los militares pensaban que lo hacían bienPF: Me gustaría hacer un viaje a la época en que estos documentales del "ciclo chileno" fueron hechos. Y estoy pensando en la generación de jóvenes que no vivió el golpe y en los nacidos en estos años, que han visto los filmes y les ha llamado la atención. Lo he escuchado cada noche en la sala. ¿Cómo se pudo filmar de manera tan descarnada y flagrante la represión militar contra la población civil tras el golpe?H.: Había ciertos elementos a favor nuestro. Por una parte, el hecho de venir de Europa, de Alemania, tuvo un plus para nosotros, por la tradición alemana en el país que está muy presente entre los militares. Y siempre hay que ver este punto: los militares no tenían la menor conciencia de que estuvieran cometiendo injusticias. Si uno pudiera utilizar una imagen: ellos actuaban como si eliminaran perros vagos de la calle. Se sentían bien haciendo eso. Lo veían desde un punto de vista profesional. Era una acción de brillante organización lo del Estadio Nacional, por ejemplo. Y eso es algo que se tiene que haber pensado antes del golpe. Igual ocurrió con el bombardeo a La Moneda. Para los militares fue una acción brillante. Si vemos a estas dos personas, Allende y Pinochet, como personajes cinematográficos, este último era uno de una mala película por su exageración. Lo único que faltaba era ponerle la cámara. Si tratáramos de invertir los roles, si fuera Allende el que tratara de derrocar a Pinochet, sería imposible por las señales que cada uno emite.
PF: A usted le tocó filmar a los comandos fascistas (Patria y Libertad y Rolando Matus) antes del golpe, me imagino que preveía lo que venía, ¿les transmitió esos temores a los dirigentes de la UP?H.: Sí. Tuvimos conversaciones largas, ya que vimos cosas que los otros no creían o no querían creer. Había un profundo convencimiento, hasta el último momento, de que las Fuerzas Armadas chilenas responderían a su tradición democrática, que sin duda existía a través de Prats y Schneider. Ahora bien, mi tarea fue tratar de hacer una película. Lo único que podíamos hacer era trasmitir nuestras impresiones a la gente de la UP. A mí, tras todas las entrevistas que hicimos a los reaccionarios, el golpe no me sorprendió. Obviamente, estábamos para hacer imágenes y esas filmaciones hechas antes del golpe, nos permitieron documentar la dialéctica por medio de esas imágenes.
La fuerza de los hechosPF: ¿Qué valor le da a la toma de posición que caracteriza a sus filmes?H.: Es difícil evaluarse a sí mismo. A mí me llena de satisfacción haber dedicado años de mi vida a este ciclo sobre Chile. Yo creo que no existe el cine apolítico. Para mí el cine, desde
Dziga Vertov, es un cine que se mete en las cosas. Y creo que el cine militante enriqueció el lenguaje formal del cine. Porque la polémica es un fantástico medio estilístico. Pero no debe ser sólo polémica. Siempre hay que considerar que uno hace la película para aquellos que no comparten mi opinión. Y el lenguaje de las imágenes, del montaje y del texto deberían lograr trasmitir el mensaje que uno quiere no sólo a los propios círculos sino a los otros. Yo siempre creo en la fuerza de lo fáctico.
PF: Durante la inauguración de la muestra dedicada a sus documentales usted tuvo palabras muy elogiosas para su colega Gerhard Scheumann.H.: Con Gerhard tuvimos una especie de ‘matrimonio artístico’ y creativo durante 25 años. Con discusiones y debates, pero eso es normal. En esta colaboración, nuestros talentos diferentes se potenciaron. Fue una época maravillosa. Obviamente, se puede crear mucho más. No siempre cada uno de nosotros hizo el 50 por ciento en cada obra. Hubo cosas que uno hizo solo y sin embargo, igual era trabajo de equipo. Scheumann aportaba otros elementos. Tenía una maravillosa voz, hizo muchos de los textos hablados en las versiones en alemán. Tenía capacidades que yo no tengo.
PF: ¿Qué significó para usted el fin de la RDA?H.: Con el fin de la RDA terminó nuestro trabajo porque ya no habían condiciones para financiar los gastos de un equipo estable como nosotros. Además, ya no se necesitaban muchos artistas. Nosotros no fuimos los ganadores de la historia. Y por eso es satisfactorio ver que el ‘ciclo de Chile’ ha mantenido su vigencia y su valor. Obviamente, hubiera deseado que Gerhard Scheumann hubiera estado acá. Y quizás podamos terminar nuestra conversación diciendo que podemos ser personas mortales pero sospechamos que nuestras películas pueden ser inmortales. Yo me retiré tras el fin de la RDA. No he comentado las películas. Hay en los grandes cambios, como en la reunificación alemana, personas que se dan vuelta la chaqueta. Yo no. En el fondo he dejado que las cintas hablen por mí. Y el efecto que han tenido en Chile han sido como un elixir vital, y lo que quiero hacer ahora es escribir mi vida, aunque después de esta semana en Valparaíso creo que daré un lugar mayor a mis películas en mis memorias.