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Melodía del Mundo (Walter Ruttmann, 1929)

Largometraje documental, corto documental, reportaje, documental sonoro (no importa el formato)... ya sea en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Melodía del Mundo
Melodie der Welt
Walter Ruttmann (Alemania, 1929) [B/N, 49 min]

Portada Imagen
IMDb
(Wikipedia | Filmaffinity)


Sinopsis:

    Una impresión de cómo era el mundo de 1929, contrastando similitudes y diferencias entre la religión, las costumbres, el arte y el ocio de todas las partes del mundo. El proyecto de Berlín, sinfonía de una gran ciudad, encuentra su prolongación en Melodía del mundo. Creada por encargo, para una compañía naviera que quería publicitar sus viajes de placer, la película profundiza en la idea de generación de una conciencia líquida que fluye ahora por el mundo entero. Es el ritmo interno, el movimiento, el devenir del mundo el que ahora da aliento a las imágenes obtenidas por la cámara liberada de Ruttmann. Se trata de prolongar hasta el infinito la idea de “filme absoluto”, aquel que no hace otra cosa, según Ruttmann, que proponer una música visual.

Ángel Zúñiga en Una historia del cine escribió:Ya en 1929, una obra excepcional abre sobre la nueva ruta sonora innumerables perspectivas en las que debió mirarse el cine, si a éste no lo hubiesen vendido luego al mejor postor teatral. La melodía del mundo, de Walter Ruttmann, muestra una riqueza exuberante en materia visual, y aunque se le pueda hallar más de un procedimiento literario en la constante asociación de ideas que nos propone, sus conceptos y la realización visual sonora de los mismos no poseen equivalente en forma de expresión alguna.

Nos hallamos, pues, ante una obra auténticamente cinematográfica que intenta exponer una idea capaz de unir el mundo. En su humana coincidencia, los temas presentan como una armonía perfecta del instinto, de las costumbres y de la moral de todos los pueblos e intentan remarcar, en medio de la enorme diversidad de los actos humanos, aquellas dominantes que los gobiernan.

El propio Ruttmann ha dicho que deseaba mostrar los parecidos, tanto como las diferencias de los hombres, su afinidad con los animales, los lazos que les unen a los paisajes y a los climas, así como el esfuerzo que realizan para separarse de lo puramente animal o de su propio ambiente; hacía falta, sigue, dar una forma sensible a todo lo que agita al hombre, más allá de las épocas y de las fronteras: el amor, el culto, los ejércitos, la guerra; la maternidad y el amor de los niños; las artes (la danza, la música, la arquitectura, el teatro); la alimentación, el tráfico, los placeres, los deportes.

Con esta intención, Ruttmann ha aprovechado el riquísimo material disperso de los noticiarios para crear su obra. Ahora bien, quitarles toda apariencia fortuita, hallar la exacta comprensión para expresar su hondo mensaje, o sea, dicho con otras palabras, lograr con todo ello un montaje atinadísimo que origine la magia del ritmo, es el acierto máximo de esta obra excepcional: lo que le da su elevado tono de creación.

Este poder mágico de reunir lo que puede haber de más distante en el tiempo y en el espacio, de crear un lenguaje original de asociaciones, de comparaciones sucesivas, de analogías, nos enfrenta decididamente con cuanto existe de verdadero en esta forma de expresión. A veces, podrá parecer el juego un tanto primitivo; otras, el lápiz, perversamente irónico, ha recargado las tintas de algún contraste o, quizá, el vivo sentido de documento que tiene el cine señale la impresión perecedera de algunas de estas imágenes; pero, aun así y todo, el conjunto queda como una melodía auténtica de analogías universales, en las que se funden las más diversas razas después de haber tendido sobre ellas el puente de los eternos valores humanos.

La melodía del mundo nos sitúa, pues, ante una labor de creación, admirablemente seleccionada. La primera parte es, socialmente, la más avanzada. Arquitectura, tráfico, cultos, ejército y guerra se nos presentan encaminados hacia un mismo fin. No obstante, la intención de Ruttmann quizá sea más poética que social y, en definitiva, trate, más que de desunir, de unir a todos los hombres en la experiencia común del instinto y, más tarde, de la reflexión. El silencio del camposanto lleno de cruces con que termina esta primera parte puede ser una protesta contra la guerra, es cierto, pero el mismo Ruttmann nos ha probado antes que, en las actuales condiciones del mundo, o del ser humano, que para el caso es lo mismo, surge siempre ese hecho inevitablemente.

Ese silencio prolongado que sucede a los entusiasmos colectivos de los momentos anteriores, recuerda el admirable silencio de las escenas finales de Aleluya, otro ejemplar magnífico de coincidencia en este año cinematográfico. Lo mismo sucede en otras ocasiones, como cuando los brazos se agitan en la despedida del buque, que pueden traernos memoria de los ritos religiosos del film de Vidor. También vale la pena señalar que Ruttmann emplea en esta parte algunos de los temas principales de Berlín, sinfonía de una gran ciudad, con lo que el espíritu universal de esa cinta queda casi aclarado. Ruttmann había cantado entonces uno de los mitos más modernos, el de la gran ciudad, involucrando en Berlín a todas las demás.

La sincronización aumenta su extraordinaria riqueza. Es posible que luego, al vulgarizarse en la producción comercial los innumerables hallazgos de La melodía del mundo, aparezcan diluidos, sin la intención creadora que Ruttmann les supo dar. Esto reflejará la penuria de un sistema que llega a acartonar una materia sonora que en La melodía del mundo señala con su riqueza todo su valor.

Si La rueda, de Gance, aprovechaba el montaje rápido que los americanos habían dado por bueno en la época de la Triangle, Ruttmann realiza ahora con los sonidos del mundo una orquestación parecida que se funde en la unidad de un acorde. El ruido de las máquinas (que parece recordarnos el Pacific, de Honneger); los tres tonos distintos de las sirenas; el griterío de las muchedumbres; los sonidos de la guerra; el diálogo, como sonido articulado; la partitura de Wolfgang Zeller, que subraya la diversidad de los temas, a veces, como en el despertar de la mujer civilizada, con irónica significación. Se logra, pues, la buscada equivalencia musical auditiva, a la que aspiraba esta sinfonía, dividida, a la manera clásica, en tres tiempos diversos.

Ruttmann nos ha descubierto, pues, un mundo de equivalencias, de analogías visuales y auditivas que acrecientan el valor del cine. Sólo partiendo de esta obra excepcional se comprenden muchos hallazgos de después, que aquí aparecen claramente esbozados. Sobre un mismo plano, el contraste entre sonido e imagen abrirá innumerables vías a la expresión. Lo veremos entre las voces de la masa y el océano en Tempestad en Asia; en la voz de la conciencia y el inmenso coral de El millón; en la persecución de la americana y el partido de rugby, en esa misma cinta; en la monotonía del ambiente y el pasar del tiempo, con el tictac del reloj, en Romanza sentimental; en el viento y el órgano de David Copperfield; en la rana y la flauta de El príncipe Achmed...

Es curioso comprobar que un film como éste nazca de una organización puramente comercial. Es la Hamburg-Amerika-Line la que, como propaganda turística, le dio a Ruttmann la posibilidad de lograr una obra tan excepcional como Flaherty había logrado parecidos propósitos en Nanook, gracias al deseo de propaganda de una industria peletera. Ni la una ni la otra tenían nada que ver, claro, con el cine. Lo malo es que este camino de independencia, dentro de un espíritu comercial, no se seguiría. O quizá es que no pudiera ser seguido por cuanto La melodía del mundo también nos indica cierta limitación en estos asuntos, igual que eran limitadas las teorías de Vertov. Lo cierto es que la producción comercial va a ser, en lo sucesivo, más potente que nunca. Para cubrirse audazmente de ridículo ante obras que, como La melodía del mundo, son capaces de avanzar en el camino de esa esperada analogía universal de que nos ha hablado Baudelaire.

(Ángel Zúñiga, Una historia del cine, Ediciones Destino, Barcelona 1948, tomo primero, págs. 402-405. citado aquí)


Ficha técnica

    Guión: Walter Ruttmann.
    Música: Wolfgang Zeller.
    Fotografía: Reimar Kuntze , Wilhelm Lehne , Rudolph Rathmann , Paul Holzki.
    Productora: Tonbild-Syndikat AG (Tobis).

Reparto:

  • Ivan Kowal-Samborski
  • Renée Stobrawa
  • Bernard Shaw
  • Grace Chiang
  • Ivor Montagu





DVDRip VO - AVI (XviD+MP3)
detalles técnicos u otros: mostrar contenido
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