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El cochecito
Marco Ferreri (España, 1960) [85 min]



(wikipedia | filmaffinity)

[fuente] Don Anselmo (José Isbert), un señor muy mayor jubilado, tiene un capricho que le ronda la cabeza desde hace algún tiempo: comprarse un cochecito para disminuidos físicos como el que tienen algunos de sus más fieles amigos con su edad. Pese a que don Anselmo no sufre ningún tipo de problema físico, su ilusión pasa única y exclusivamente por adquirir ese vehículo. Pese a la firme y rotunda oposición de su familia, que no entiende nada, el anciano decide deshacerse de todas sus posesiones de valor e invertir el dinero en ello.

Década de 1960. Arranca la sociedad de consumo de masas. ¿Para todos? Para todos no. Para el que sea productivo en la maraña de relaciones del capital. El capataz doméstico, el pater familias y sus consortes, se encumbra en la jerarquía de necesidades y distribuye la renta en función de la productividad, presente y a futuro, de los miembros de la familia: un utilitario básico es una necesidad para ir a trabajar; una moto para el nene, tal vez una oportunidad académica o laboral; y un carromoto para el abuelo, un capricho desestimable, aunque sea condición de posibilidad para hacer amistades, paliar el aislamiento doméstico, abrir una brechita en la subordinación a la escala familiar. Un jubilado es pasado, un descarte, un excedente, un peso; todo ex-obrero es carne de geriátrico, aunque aquí, en el albor de la actualización ibérica al capital 2.0 y con el nacional-catolicismo como programa espiritual, el "abuelo" todavía encarne, aparentemente, al patriarca simbólico de la aldea familia.

La película es una exposición de esa tensión entre las tendencias pasadas y las futuras, hoy ya completamente resuelta. La idea del abuelo como reserva de saberes ancestrales, acumulativos por la experiencia, irá perdiendo fuerza hasta hacerse vestigial en nuestro presente, en el que mantener con vida a una persona mayor es un acto de generosidad social. Lo que ha sucedido en pandemia con eso que llaman "nuestros mayores", sujetos de bajo consumo desprovistos de función productiva, es el resultado de la lógica ideológica de los campos de exterminio, sin exagerar. He escuchado en conversaciones informales que era "ley de vida", "respuesta natural a la súperpoblación", no efecto de una decisión política sobre cómo distribuir los recursos con los que cuenta una sociedad. Seguramente Ayuso lo piensa en su intimidad, pero no está en los discursos oficiales. La familia de "El cochecito" es de otro tiempo, porque aún reconoce su propia autoridad biopolítica; no echa balones fuera, admite orgullosamente que decide sobre la vida y la muerte, pues hay un desequilibrio entre recursos y necesidad. Donde no debería ser normal este edadismo, estos desplazamientos por edad, es en las organizaciones socialistas (en sentido amplio: de las libertarias a las "centralistas") y socialdemócratas (Podemos, Más País, etc.), que no hacen nada para reescalar su efebocracia sistémica.

En Filmin se escribió:Fue la segunda colaboración entre el director italiano Marco Ferreri y el novelista Rafael Azcona tras "El pisito" y tuvo que enfrentarse a una censura franquista que les obligó a cambiar el final original. Pere Portabella, productor de la película, ha sido el principal valedor y responsable de que hoy dispongamos de su versión completa, reestrenada en el marco del Festival de Sevilla de 2019.

Guion: Rafael Azcona; basado en el relato "Paralítico", de la obra Pobre, paralítico y muerto (1960), del propio Azcona.
Música: Miguel Asins Arbó.
Fotografía: Juan Julio Baena (B&W).
Productora: Films 59.

• Antonio Gavilán (don Hilario).
• José Isbert (don Anselmo Proharán).
• María Isbert (Andrea).
• Antonio Jiménez Escribano (Vicente).
• Chus Lampreave (Yolanda Proharán).
• Lepe (Don Lucas).
• José Luis López Vázquez (Alvarito).
• María Luisa Ponte (Matilde Proharán).
• Pedro Porcel (Carlos Proharán).

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RTVE

- [filmo de ficción] Arrugas (2011)
- [filmo de ficción] Del rosa al amarillo (1963)
- [filmo de ficción] El pisito (1959)
- [filmo de ficción] Los dinamiteros (1964)
- [filmo de no ficción] El agente topo (2020)
- [monografía] Cine socio-político español I (1950-1975)

Daniel Bernabé, en "El cochecito. Una historia de la lujuria de lo consumible", en La Marea, el 10 de mayo de 2017, escribió:Marco Ferreri tenía barba de capitán Achab, talle de senador romano y una sonrisa de esas que, extrañamente, acaban con las comisuras de la boca hacia abajo. Era italiano, hacía cine y tenía la mirada de los que sin esperar ya nada al menos se las ingenian para molestar a todos. Por azares laborales nos dejó en España sus dos primeras películas, las dos tituladas en diminutivo, como una broma de humor blanco que acaba dejando el estómago revuelto. Hace veinte años que se murió.

En "El cochecito" se nos narra el capricho de un anciano, José Isbert, por un ingenio situado entre la silla de ruedas y el motocarro, una tristeza motorizada. Aunque la película es del sesenta, el país aún no había despegado desde el fin de la guerra, veinte años de una parálisis tan moral como material. Según se desarrolla el argumento sentimos pena por el pobre hombre ya que su familia, pudiente, le prohíbe comprar el cacharro que él solo quiere para darse una vuelta con los amigos. Sentimos extrañeza cuando el viejo pasa del capricho a la obsesión envidiando las dificultades de movilidad del grupo motorizado: “Ser paralítico solo tiene ventajas”. Isbert acaba detenido en una carretera por una pareja en bicicleta de la Guardia Civil. Ha estafado al vendedor de cochecitos y, además, ha intentado envenenar a su familia. “Espero que en la cárcel al menos me dejen quedármelo”. El trío se aleja dando la vuelta, dirección a Madrid, por un páramo que podría ser Siberia, acompañados del petardeo del motorcillo y una música circense.

Esta película da para unos cuantos debates, algunas risas y gestos de incomodidad. Tener pena por los demás parece humano, que de la empatía pasemos a la condescendencia por desgracia también. Por eso la mezquindad nos pilla siempre a contrapié, tratando de recuperarnos del gesto obsceno de quien creíamos incapaz de la tropelía. Lo otro que destaca en "El cochecito" son los primeros compases de eso que se llamó desarrollismo y que no fue más que la integración de la dictadura en la economía de mercado internacional, un cambio de dólares por gestos y por la promesa del general de mantener al país a salvo de rojos. Lo que gran parte de nuestra cinematografía celebró ni una década después como suecas en bikini y animadas fiestas fue en gran parte invención propagandística, pero también reflejo de que los baúles cargados con bisutería de cuentas se llevan por delante algunas conciencias. "El cochecito" no llega a Benidorm, ni siquiera a Navalcarnero, pero ya arrastraba consigo la lujuria de lo consumible, eso que sitúa por encima del uso, la posesión. [...]