La explicación racional de unos acontecimientos como el 11-S requieren elaborar una narrativa lógica que integre decenas de miles de hechos sostenidos por evidencias. Lo ideal es que existiese una explicación clara y unívoca para todos los miles de hechos. Sin embargo, en cualquier investigación, por limitaciones de las evidencias (recuperables y conservables) o de los recursos (económicos, humanos, tiempo), quedan huecos que sólo se pueden explicar por el azar, por el error o por una decisión inexplicable de un implicado. El resultado es una jerarquía de explicaciones convicentes que abarca la inmensa mayoría de las decenas de miles de hechos.
Las teorías conspirativas se agarran a un pequeño número de huecos o ambigüedades explicativas para elaborar una narrativa lógica enormemente simple, que prácticamente sólo abarca el trazo grueso del quién y el para qué. Pero se ahorran el tener que desarrollar una explicación alternativa a la oficial para las decenas de miles de hechos. No lo consideran una obligación lógica. Pero, lo que es más grave, se cuidan incluso de explicar el subconjunto de evidencias que entra en contradicción con su sencilla explicación (1)
Además, las teorías conspirativas no tendrían que explicar sólo las decenas de miles de hechos de los atentados, sino también las decenas de miles de personajes adicionales (testigos, por ej.) que incluye la explicación oficial en su narrativa de los hechos. Si se la presenta como un montaje, habría que explicar la tramoya.
Para evitarse el esfuerzo de buscar tantas decenas de miles de explicaciones propias, las teorías conspirativas tienen una solución mágica, que es el carácter todopoderoso del perverso organizador de todo, sea el gobierno capitalista, los masones, los judíos, los illuminati, o los Sabios de Sión.
Las teorías conspirativas no son lo más interesante, lo son más los consumidores de teorías conspirativas. Al igual que los trileros con sus cubiletes, mostrando y ocultando la bolita, juegan con características psicológicas de la víctima.
¿Qué hay detrás de un consumidor de teorías conspirativas del 11-S?
Hay, primero de todo, una base que es una desconfianza justificada en el gobierno norteamericano, por muchas operaciones ilegales encubiertas históricamente. Pero, sobre todo, es una desconfianza a la que no se le pone ningún límite de sentido común. Así, el gobierno americano estaría dispuesto a todo. Y, además, tendría unos poderes infinitos que le permitirían organizar un montaje como el del 11-S, con la colaboración de centenares de miles de figurantes, de todos los medios de comunicación del mundo, de todas las universidades que han realizado estudios sobre los atentados, ...
Sin embargo, la desconfianza justificada respecto al gobierno está sostenida porque, gracias a que existe una razonable libertad de información (como la que disfrutan los defensores de las teorías conspirativas) se han descubierto sus operaciones pasadas que, evidentemente, eran órdenes de magnitud más sencillas de organizar que esta presunta operación, y por supuesto, eran bastan menos malvadas que liquidar a miles de tus propios ciudadanos.
Los consumidores de teorías conspirativas suelen ser personas que tienen ya un agente perverso favorito y buscan reforzar esa presunción con nuevas demostraciones. Las teorías conspirativas, con su mínima exigencia de rigor en la búsqueda de evidencias consistentes, permiten meter en la ecuación cualquier agente favorito: el gobierno capitalista, los masones, los judíos, los illuminati, los Sabios de Sión. Existen consumidores de la misma teoría conspirativa del 11-S del lado de la derecha ferozmente anti-estatal y del lado de la extrema izquiera de EE.UU.
La necesidad de personalizar la causa del 11-S en un agente perverso frente a una compleja y difusa serie de concausas y agentes políticos, viene de su capacidad para eliminar la ansiedad. Las personas necesitan explicaciones, y es más fácil construirlas basándose en un enemigo personalizado que en un entorno caótico difuso. Y viene también de la economía cerebral, si es un solo enemigo y es ilimitadamente perverso, sirve como explicación primera y última de cualquier acontecimiento. Pero además hay pensamiento primitivo, delatado habitualmente por que comienzan con un "¡Qué casualidad!" (2)
Pero, sobre todo, algo muy relevante está en el diferente estándar de exigencia de evidencias que los consumidores de teorías conspirativas le ponen a la explicación oficial y a las teorías alternativas. La explicación oficial debe explicar decenas de miles de hechos. Si en _una inmensa minoría_ de estos hechos la explicación no es concluyente para _una inmensa minoría_ de los expertos reconocidos (aeronáuticos, arquitectos, ingenieros), los conspirativos consideran que esto ya les proporciona una explicación alternativa, apoyada por una inmensa minoría de expertos (3). Es, literalmente, una película Matrix.
Los trucos de los trileros tienen una gran semejanza con los de las teorías conspirativas. Son juegos simples (tres cubiletes y una bolita) y cuentan con hacer creer a la víctima que _sabe_ dónde está la bolita. En este caso, la simplificación se produce dejando de lado decenas de miles de hechos y concentrándose en uno bien visible, por ej., el derrumbe de las torres gemelas. Cualquiera puede _saber_ que las torres gemelas no cayeron por los aviones sino por una voladura controlada. Al fin y al cabo, hay una inmensa minoría de arquitectos que lo creen. Y no les merece la pena leer a la mayoría de arquitectos que no lo creen.
(1) Por ej. las teorías conspirativas sobre el avión del Pentágono mostradas en el video muestran "testimonios" que ponen en duda que se tratara de un avión, porque no sonaba como un avión, no sonaba como un avión tan grande, o sonaba como un misíl. También utilizan la ausencia de fotos o videos. Sin embargo, hay decenas y decenas de testigos presenciales que declararon haber visto, sin lugar a dudas, el Boeing 757 antes de estrellarse contra el Pentágono.
(2) Sobre este tema, cualquier libro de pensamiento crítico aporta buenos consejos de cómo evitar las generalizaciones apresuradas, el sesgo en la selección de datos, el sesgo en la selección de interpretaciones,...
(3) Los conspirativos deberían dejar espacio para explicaciones alternativas sobre la inmensa minoría de expertos que apoya explicaciones alternativas a _hechos concretos_, y en bastantes casos, explicaciones contradictorias entre ellos. Podrían admitir la posibilidad de que detrás de ellos pudiese -sólo pudiese- haber casos de ofuscación, deseo de notoriedad, intereses comerciales (libros, películas, webs),... Por ej. investigar el historial Jim Fetzer y Steven Jones. El primero, uno de los promotores del movimiento, ha terminado presentando argumentos extremadamente ridículos. Y, cito a Wikipedia, "en otoño de 2005, el físico Steven Jones, un profesor de la Brigham Young University en ese momento, anunció un estudio crítico del Informe del NIST Report describiendo su hipótesis de que las torres WTC habían sido intencionalmente demolidas por explosivos. Este documento generó alguna atención en los medios principales, incluyendo la aparición de Jones en la MSNBC (...) Todavía en Noviembre de 2006, Jones no había publicado su investigación en revistas con procedimiento de revisión por pares. Jones ha sido criticado por su universidad por hacer públicas sus afirmaciones sin haberlas sometido previamente al proceso de revisión por pares, y desde entonces ha estado en situación de baja remunerada
9/11 Truth Movement