RebeldeMule

Defiendo mi tierra (S. Carmeli-Pollak, 2006)

Largometraje documental, corto documental, reportaje, documental sonoro (no importa el formato)... ya sea en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Defiendo mi tierra
Bil’in Habibti / Bilin my love
Shai Carmeli-Pollak (Israel, 2006) [56 min]

Portada
IMDb
(filmaffinity)


Sinopsis:

    Esta es la historia de un pequeño pueblo palestino que trata de salvar su territorio y que se enfrenta de una forma no violenta al Ejército israelí. Con el pretexto de razones de seguridad, Bil’in va a perder gran parte de sus tierras debido a la construcción del muro de separación y de un nuevo asentamiento israelí. Intentando detener los bulldozers, los habitantes del pueblo se enfrentan de formas pacíficas y muy originales a las tropas.

Documental israelí que arremete contra el "muro de Sharon"

La lucha de los habitantes de una aldea palestina en contra del “muro de Sharon”

“Documentos TV”, dirigido y presentado por Pedro Erquicia, emitió la semana pasada “Defiendo mi tierra” un trabajo que fue elegido Mejor Documental en el Jerusalem Film Festival y ha obtenido un Premio Especial en el de Rotterdam.


Una aldea palestina, símbolo de la defensa de los derechos humanos

"Defiendo mi tierra" es un relato de la lucha pacífica de los 1.700 habitantes de Bilin, una pequeña localidad de Cisjordania, Palestina, por defender sus propiedades, sus tierras, sus cultivos de los ejércitos de ocupación de Israel.

Hombres, mujeres y niños se emplearon a fondo para exigir, sin violencia, el desvío del muro que separaba sus viviendas de sus campos de cultivo, de sus rebaños y por tanto de su medio de vida.

Esta barrera, el llamado “muro de Sharon” hace que amplias zonas de Cisjordania queden anexionadas a Israel y separa a los agricultores palestinos de sus tierras, de sus familias, de sus seres queridos… “Defiendo mi Tierra”, “Bilin, my love” en inglés, es un documental realizado en condiciones precarias que refleja con nitidez el drama de esas familias palestinas que viven atrapadas en el conflicto entre los suyos e Israel.

En su lucha por defender sus vidas y escasos bienes, los campesinos de Bilin recibieron el respaldo de organizaciones pacifistas de Israel y otras partes del mundo. Y a finales del año pasado, la Corte Suprema de Israel les dio la razón y decretó que el muro que estrangulaba a Bilin fuera modificado a su paso por la aldea.


Mario Vargas Llosa, en "El documental israelí que arremete contra el «muro de Sharon»", en La Nación, escribió:La Corte Suprema de Israel, por unanimidad, ha dado la razón a los pobladores de la aldea palestina de Bilin, en Cisjordania, y decretado que el muro que la estrangulaba debe ser modificado en mil setencientos metros de su recorrido con el fin de que los campesinos del lugar puedan tener acceso a las 200 hectáreas de cultivos de los que el “muro de Sharon” los separó. El gobierno de Ehud Olmert ha hecho saber, por medio de un vocero, que “acatará puntualmente la sentencia”.

Al mismo tiempo que yo leía esta noticia en la prensa, recibía, por una coincidencia feliz, el documental que Claudia Levin y Shai Carmeli-Pollak –ella productora y él, director– han dedicado a esta pequeña aldea de unos 1600 habitantes –Bilin, my love–. Desde el viernes 20 de febrero de 2005, el poblado se había convertido en un símbolo de la lucha de los pacifistas israelíes contra la famosa “valla de seguridad” de 650 kilómetros de largo, que el gobierno de Ariel Sharon mandó construir con el pretexto de impedir a los terroristas suicidas procedentes de los territorios ocupados acceder a las ciudades de Israel. En verdad, esta espesa muralla de cemento armado y alambradas electrificadas penetra profundamente en los territorios ocupados, parte en dos y a veces en tres las localidades que atraviesa, separa a los vecinos de sus chacras y rebaños, a los escolares de sus escuelas, a los enfermos de los hospitales, incomunica a las poblaciones palestinas entre sí y convierte los desplazamientos a través de sus muy espaciadas puertas en indescriptibles pesadillas (yo las he vivido).

Los estragos del muro, en Bilin, han sido más brutales que en otras partes. Para construirlo, el Tsahal, o ejército israelí, arrancó millares de olivos que tenían cientos de años de antigüedad y cortó la comunicación de los pobrísimos vecinos con sus pequeños sembradíos y campos donde pastaban sus cabras, condenándolos a una muerte lenta.

Al mismo tiempo, se construía en los alrededores el complejo de Modiin Illit, de seis asentamientos de colonos, financiado por capitales canadienses que apoyan los proyectos de los fanáticos religiosos empeñados en construir el Gran Israel bíblico. Después se descubriría que aquellas construcciones se habían iniciado de manera ilegal, pues las empresas habían adquirido esos terrenos de manera fraudulenta.

El viernes 20 de febrero de hace dos años, grupos de israelíes comenzaron a manifestarse en las afueras de Bilin, solidarizándose con las protestas que llevaban a cabo los palestinos del lugar.

Desde entonces, todos los viernes han tenido lugar estos mítines, a los que, poco a poco, se han ido sumando voluntarios internacionales, organismos de derechos humanos, periodistas, instituciones religiosas y muchos jóvenes conocidos en Israel bajo la engañosa definición de anarquistas, pues entre ellos se mezclan hippies y punkies con ecologistas, seminaristas, rabinos y viejos comunistas.

El 9 de septiembre de 2005, mi hija Morgana y yo acompañamos a algunos centenares de estos manifestantes israelíes que intentaban ingresar en Bilin para unirse a los palestinos que celebraban allí otro mitin de protesta, pero sólo algunos puñados de jóvenes consiguieron escurrirse entre la barrera que los soldados del Tsahal habían montado cerrando todos los accesos a la aldea.

Entre el humo de las granadas lacrimógenas, una joven se nos acercó a Morgana y a mí y nos pidió que la sacáramos de allí, para evitar ser detenida. Lo hicimos, haciendo valer nuestras credenciales de periodistas, que los soldados respetaban. Se trataba de Claudia Levin, una cineasta israelí de origen argentino que, nos dijo, mientras la acercábamos a Tel Aviv, llevaba tiempo haciendo un documental sobre el drama de esta aldea palestina y el movimiento de solidaridad que había despertado, en el que ella misma militaba. La habían detenido ya varias veces y multado, pero no procesado.

Su documental dura un poco más de una hora y está realizado en condiciones muy precarias, con cámaras portátiles que, en razón de las trifulcas en las que andan casi siempre metidas -pedreas, tiroteos, gaseamientos , violentas confrontaciones- a veces parecen volar en pedazos, pero es profundamente conmovedor y deja en la memoria unas imágenes que ilustran, de la manera más vívida y persuasiva, la tragedia cotidiana de esas pobres familias palestinas despojadas de sus miserables pertenencias y cercadas y condenadas poco menos que a la extinción por una política inhumana que fuerza a todos los palestinos de los territorios ocupados a pagar por los crímenes de los puñados de fanáticos de Hamas y la Jihad Islámica, que, al igual que los propulsores del Gran Israel, están convencidos de que el fin justifica siempre los medios.

Pero el documental de Claudia Levin y Shai Carmeli-Pollak muestra que hay también, a pesar de la terrible radicalización extremista que ha experimentado su país desde el fracaso de las negociaciones de Camp David y de Taba (2000 y 2001), otro Israel, de gentes dignas e idealistas, a las que la violencia circundante no les ha hecho perder la cabeza ni la decencia, ni ha vuelto racistas, y que, como ellos mismos, o mi amigo Meir Margalit y tantos otros, han sido capaces, a lo largo de dos años y medio, de dedicar todos los viernes de sus vidas a ir a enfrentarse con sus banderas y sus pancartas a las patrullas armadas hasta los dientes del Tsahal y a ser pateados, molidos a palos, gaseados , encarcelados y multados.

No hay demagogia alguna en las estremecedoras imágenes del documental. Lo narran dos hermanos, jóvenes israelíes carentes de ideología, que actúan movidos más que por principios políticos por mera decencia, porque sienten que lo que en Bilin está ocurriendo es algo sucio e innoble, un despojo amparado en el puro derecho de la fuerza, y que privar de sus miserables lotes de tierras y sus olivos y sus cabras a esas pobres gentes en el nombre sacrosanto de la seguridad, al mismo tiempo que, allí mismo, se construyen las poderosos instalaciones donde vendrán muy pronto a instalarse los colonos, es, además de cínico, un acto de colonialismo y conquista que está en contradicción radical con todo aquello que hizo posible el nacimiento de Israel.

La práctica del colonialismo es perversa, pues contamina de odio, violencia, racismo y prejuicios tanto a colonizadores como a colonizados. La secuencia más desgarradora del documental es una función escolar, en las calles de Bilin, en la que los niños de la aldea copian escenas que han visto o vivido en carne propia, en sus hogares, en las noches, cuando caen las patrullas de soldados a llevarse a los jóvenes, o a hacer registros y golpean sin misericordia a todo lo que se mueve porque ellos, los soldados, están también muertos de miedo e impregnados de ese odio contagioso que es el que les permite hacer el innoble quehacer que hacen sin que se les caiga la cabeza de vergüenza.

Esos niños ya están ellos también impregnados de odio, no hace falta decirlo. Y por eso juegan a morir y a matar, a disparar y a poner bombas, igual que hacen esas personas grandes que los rodean.

Otra escena inolvidable en el documental es la de aquel soldado que, en un ataque de desesperación, grita a los fotógrafos que lo rodean: "Dentro de una semana salgo de filas, así que no me importa ya nada. ¡Tómenme las fotos que quieran!" Y dispara a quemarropa a la multitud.

¿Se cumplirá el fallo de la Corte Suprema de Israel que -ése es su sentido profundo- reconoce el derecho a la supervivencia de los 1600 habitantes de Bilin? Cabe preguntárselo, pues la Corte Suprema israelí -una institución que goza de gran prestigio y que ha dado muchas veces muestra de su independencia frente al poder político- decretó ya hace un par de años que el muro se rectificara en más de 13 kilómetros, pues asfixiaba innecesariamente a la ciudad de Kalkilia, seccionándola en tres partes, y hasta ahora esa sentencia no se ha ejecutado.

Por otra parte, la sentencia, el 9 de julio de 2004, del Tribunal Internacional de La Haya, declarando ilegal la construcción del muro, no ha sido tomada en cuenta por los gobiernos israelíes. De modo que no es imposible que la agonía de Bilin se prolongue indefinidamente.

En verdad, ese problema sólo encontrará una vía de salida si Israel y Palestina firman un tratado de paz que, a la vez que reconozca el derecho de Israel a existir dentro de fronteras seguras, establezca un Estado palestino real y viable, que no sea ese queso gruyère lleno de huecos que concibió Sharon.

Para muchos comentaristas, la guerra abierta entre Hamas y Al- Fatah, que ha culminado con la toma de Gaza por aquel movimiento extremista, aleja todavía más en el tiempo la posibilidad de aquel acuerdo.

Pero alguien tan sensato como Amos Oz, por ejemplo, cree lo contrario: que la ruptura abierta entre los moderados y los islamistas palestinos facilita una negociación entre Israel y la Autoridad Palestina. Tal vez y ojalá que sea así.

El problema es la impopularidad de Al-Fatah por la ineficiencia y corrupción que ha demostrado, lo que explica la popularidad de Hamas, más que simpatía de las masas palestinas por las tesis fanáticas y terroristas de sus dirigentes.

¿Es imposible que alguna vez israelíes y palestinos vivan como buenos vecinos, y se entiendan y cooperen? Vean el documental Bilin, my love y se convencerán de que es posible.

Vale la pena añadir una nota al pie: ese documental, aunque usted no lo crea, fue integralmente financiado por instituciones israelíes y, entre ellas, ¡el Ministerio de Cultura de Israel! No hay que perder las esperanzas, pues.


Ficha técnica

    Fotografía: Shai Carmeli-Pollak.
    Productora: Claudia Levin / Claudius Films.

Premios:

    Mejor película documental (Festival de Cine de Jerusalen, 2006)
    Mención de Honor (Festival de Cine de Rotterdam, 2007)




DVBRip VE - AVI
detalles técnicos u otros: mostrar contenido
General
Formato : AVI
Formato/Info : Audio Video Interleave
Tamaño de archivo : 402 MiB
Duración : 51 min 29 s
Modo de tasa de bits : Variable
Tasa de bits general : 1 093 kb/s
Aplicación de codifición : Nandub v1.0rc2
Librería de codificación : Nandub build 1853/release

Vídeo
ID : 0
Formato : MPEG-4 Visual
Formato del perfil : Advanced Simple@L5
Ajustes del formato : BVOP2
Ajustes del formato, BVOP : 2
Ajustes del formato, Qpel : No
Ajustes del formato, GMC : Sin warppoints
Ajustes del formato, Matrix : Default (H.263)
Modo multiplexor : Secuencia de bits empaquetada
ID códec : XVID
ID códec/Consejo : XviD
Duración : 51 min 29 s
Tasa de bits : 1 019 kb/s
Ancho : 496 píxeles
Alto : 336 píxeles
Relación de aspecto : 3:2
Velocidad de fotogramas : 25,000 FPS
Espacio de color : YUV
Submuestreo croma : 4:2:0
Profundidad bits : 8 bits
Tipo barrido : Progresivo
Modo de compresión : Con pérdida
Bits/(píxel*fotograma) : 0.244
Tamaño de pista : 375 MiB (93%)
Librería de codificación : XviD 1.1.2 (UTC 2006-11-01)

Audio
ID : 1
Formato : MPEG Audio
Formato de la versión : Version 1
Formato del perfil : Layer 3
ID códec : 55
ID códec/Consejo : MP3
Duración : 51 min 29 s
Duración original : 51 min 29 s
Tipo de tasa de bits : Variable
Tasa de bits : 63,9 kb/s
Tasa de bits mínima : 32,0 kb/s
Canal(es) : 1 canal
Velocidad de muestreo : 32,0 kHz
Velocidad de fotogramas : 27,778 FPS (1152 SPF)
Modo de compresión : Con pérdida
Retraso relativo al vídeo : 36 ms
Tamaño de pista : 23,5 MiB (6%)
Alineación : Alineación intercalados
Intercalado, duración : 36 ms (0,90 fotograma de vídeo)
Intercalado, duración de precarga : 608 ms
Librería de codificación : LAME3.97b
Opciones de codificación : -m m -V 0 -q 0 -lowpass 16 --vbr-new -b 32





:str: Reproducción:





Relacionado:


Nota Jue May 15, 2008 9:44 am
Muy interesante. Gracias, elrond.

Nota Mar May 20, 2008 7:30 pm
Pinchado. Gracias, Elrond.


Volver a Filmoteca de no ficción

Antes de empezar, un par de cosas:

Puedes usar las redes sociales para enterarte de las novedades o ayudarnos a difundir lo que encuentres.
Si ahora no te apetece, puedes hacerlo cuando quieras con los botones de arriba.

Facebook Twitter
Telegram YouTube

Sí, usamos cookies. Puedes ver para qué las usamos y cómo quitarlas o simplemente puedes aceptarlo.