Rafael Linde Ruiz, en "Francisco Boix Campo, el fotógrafo de Mauthausen", en Blog de Historia de Rafa, el 15 de febrero de 2015, escribió:[...]
Francisco Boix Campo (1920 – 1951), un republicano español que estuvo preso en el
campo de Mauthausen entre 1941 y 1945 y que por sus habilidades con la cámara de fotos, los guardias del campo le encargaron que hiciera fotos de los horrores que él veía en este lugar. Lo que no contaban es que en secreto hizo copias de los negativos que luego serían empleadas en los
juicios de Núremberg, al que acudió como testigo y que sirvieron para condenar a los altos cargos de la dictadura nazi en Alemania.
Francisco Boix Campo nació en el barrio barcelonés del
Poble Sec el 14 de agosto de 1920. Era hijo de un sastre de ideas
anarquistas del que heredó una gran pasión por la fotografía, desarrollándola desde muy joven, incluso desde
los años de la República. Hay fotos de
Francesç Macià, de la
huelga general de octubre de 1934, de diversas elecciones y sobre todo de la
guerra civil. Con apenas 18 años, el 3 de febrero de 1938, se alistó en el
Ejército Popular de la República (EPR), concretamente en la XXX División. Físicamente se le describía como un joven delgado, alto y muy alegre. Participó en el frente de Aragón hasta el
río Segre pero sobre todo destaca como fotógrafo militar, recogiendo con su
cámara Leica la escasez de recursos con los que contaba el EPR y sus experiencias de combate y de sus compañeros. Muchas de estas fotos se publicaron en el periódico comunista
Juliol.
Entre enero y febrero de 1939, tras la derrota del EPR en la
batalla del Ebro y la ocupación franquista de Catalunya, Francisco Boix pasó a Francia, llevaba consigo un maletín con unos 1.300 negativos fotográficos que al no poder conservar consigo en los campos de refugiados del sur de Francia, tuvo que esconder en casa de unos conocidos. Este maletín posteriormente se perdió y no sería localizado en la localidad de
Argelés hasta muchos años después. En 1940 es enrolado a la fuerza en la 28 compañía de Trabajadores Extranjeros, uno de los muchos batallones de trabajo que el gobierno francés creó para los exiliados republicanos, participando en la construcción y en el refuerzo de carreteras y de infraestructuras militares. Tras la rendición francesa, fue capturado por los alemanes en la región de
Los Vosgos (una zona montañosa en el noreste de Francia). Cabe recordar, que el 25 de septiembre de 1940, la
dictadura de Franco hizo pública una orden tras llegar a un acuerdo con la de Hitler (
Ramón Serrano Súñer estaba reunido con él en Berlín) para desentenderse de los republicanos españoles refugiados en Francia, lo que permitiría internarlos en campos de concentración y exterminio nazis. Durante un tiempo Francisco Boix estuvo en el campo de Combrimont, donde consiguió comunicarse con su familia y con unos amigos (la familia Andreu), que se encontraban exiliados en
Montpellier, los cuales estuvieron a punto de conseguirle un visado para poder liberarlo. Sin embargo, esto no sería posible al final y el 27 de enero de 1941, Boix ingresaría en el campo de Mauthausen con el número 5185. Trabajó primero en las labores de construcción de dicho campo, en la pavimentación de carreteras y en su tristemente célebre cantera. Sin embargo, por sus conocimientos del idioma alemán y por sus habilidades como fotógrafo, fue destinado al servicio fotográfico del campo, en ello influyó la actitud de Antonio García, otro preso republicano español que también se encontraba en Mauthausen.
Su nueva ocupación le permitió acceder a personas y sitios a los que antes no podía acceder como un preso más, pero ahora la situación era diferente, aunque hay que decir que siempre estaba vigilado por soldados alemanes o por oficiales de las SS. Fotografió las visitas que los jerarcas nazis hacían a los campos, como es el caso de
Albert Speer (ministro de guerra y de armamento del III Reich), de
Ernst Kaltenbrunner (jefe de la Gestapo tras la muerte de
Heydrich a manos de la Resistencia checa) o de
Heinrich Himmler (comandante de las SS y también ministro del interior). También fotografió el horror que se practicaba en Mauthausen, los trabajos forzados, las palizas y fuertes castigos que se les daba a los prisioneros, sus condiciones de vida, el exterminio de los judíos, eslavos, gitanos y homosexuales en las cámaras de gas, etc.
Desde un primer momento, Francisco Boix perteneció a la organización clandestina que los presos republicanos españoles habían creado en el campo en el verano de 1941 y usó su influencia entre los alemanes para ayudar a otros presos republicanos españoles. Así, en el otoño de 1942,
Mariano Constante, militante del
PCE, se salvó de morir por tuberculosis por las medicinas que Boix pudo pasarle de contrabando (los enfermos no tenían acceso a casi nada y eran ejecutados al poco tiempo de enfermar si no podían trabajar). También ayudó a Manuel Razola al conseguir que le destinaban al departamento en el que se desinfectaba la ropa, con lo que mejoró algo su calidad de vida y a otros como Ruiz y Serra, que, al igual que Razola, fueron retirados del trabajo físico más duro y destinados a la administración del campo, donde trabajaron como ordenanzas.
Fue a principio de ese mismo año cuando Boix propuso a
Mariano Constante y a José Perlado, entre otros, su idea de sacar los negativos del campo de alguna forma y utilizarlos en el futuro cuando la guerra terminara, para que el mundo supiera los crímenes que se estaban cometiendo en ese lugar. El propio Constante cuenta este hecho en sus memorias: «En una ocasión —a principios de 1942— Boix informó a la dirección de la organización clandestina que en el Erkenungsdients (laboratorio fotográfico) había una serie importante de clichés de los fusilados, ahorcados, electrocutados, muertos al “intentar evadirse”, destrozados por los perros; en fin, de los muertos exterminados por los SS con sus diferentes métodos. Se le dio orden de sustraerlos, o copiarlos, para guardarlos, con el fin de que sirvieran de testimonio al final de la guerra. (La mayoría de las fotos que sirvieron en el proceso de Nuremberg y otros procesos, así como las publicadas en el mundo entero años después, provienen de Mauthausen, y fueron recuperadas por Boix, ayudado por Antonio García».
Para ello se planificó una operación muy compleja con el doble objetivo de esconder primero los negativos para que no fueran descubiertos por los alemanes y luego sacarlos de allí. Es de nuevo Mariano Constante el que explicó en sus memorias cómo se escondían estos negativos: «Y entonces preparamos el todo, que consistía en: tiene que haber un español aquí, tiene que haber otro español aquí, otro aquí. Y uno tiene que pasar por debajo de las ventanas. Tenía que pasar a las once en punto por debajo de una de las ventanas y esperar ahí. Para esto estaban vigilando los otros, que si viene un SS se tiene que largar inmediatamente, porque entonces tendría que justificar por qué estaba allí. Y entonces yo le estaba esperando ahí. Y como Boix y García saben que están allí, entonces, ellos descuelgan el paquetito de negativos, que caería al suelo, pero que, según me dijo Lafuente, lo cogió con las manos antes de que cayera al suelo. Entonces lo pasa a la desinfección, porque estaba toda la ropa sucia de los prisioneros y demás. Y ellos lo guardan hasta que todo el equipo del
PC que está en la carpintería (donde estaba José Perlado), ellos pasan, como si fueran a ver la ventana, que hay que cambiarla, etc., y lo pasan a la desinfección. Y Razola le entrega el paquetito a los carpinteros».
Para sacar los negativos del campo, los presos republicanos españoles aprovecharon a los “Poschacher”, un grupo de jóvenes de entre 13 y 18 años que salían todos los días del campo para realizar trabajos en una zona industrial cercana al campo. Uno de ellos, Jacinto Cortés, consiguió contactar con Anna Pointner, una vecina del pueblo de Mauthausen, que escondió los negativos que Boix y García copiaban en un muro del jardín de su casa. Repitieron esta operación varias veces y allí estuvieron ocultos dichos negativos hasta el final de la guerra. Tras la huida de las SS de Mauthausen, el 5 de mayo de 1945, se produjo la liberación del campo. Boix toma las armas pero no le hacen falta, en vez de eso, utiliza su cámara de fotos e inmortaliza los primeros momentos de libertad.
Poco después, fue a la casa de la señora Pointner a recuperar los negativos y donde revela algunos de ellos. Desde entonces realiza una gran actividad, asiste al congreso que los presos comunistas españoles realizan en el mismo campo el 13 mayo de 1945 y poco después interviene en la captura de
Franz Ziereis, el comandante de Mauthausen. En junio, se trasladó a París donde empezó a trabajar para dos publicaciones del
partido comunista francés,
L’Humanité y
Regards, revista esta última donde se publicaron por primera vez fotos de los crímenes cometidos por los nazis, lo que provocó una gran conmoción en la opinión pública de la época. Sin embargo, su gran momento estaba por llegar.
El 20 de noviembre de 1945 comenzaron en la localidad de Nuremberg una serie de juicios en los que fueron juzgados los principales líderes de la dictadura nazi, y Francisco Boix intervendría en ellos en calidad de testigo por el requerimiento de los abogados franceses. Se preparó su intervención en la habitación número 408 del Grand Hotel de Nuremberg y declaró ante el tribunal el 28 y 29 de enero de 1946. Aportó como pruebas, además de su testimonio, los casi 2.000 negativos que pudieron ser sacados del campo de Mauthausen, que sirvieron para documentar los crímenes que allí se cometieron y condenar a quienes los realizaron. (Ve su declaración en los comentarios). Fue el único español que intervino en estos juicios, pero tuvo que hacerlo con un pasaporte suizo, ya que la dictadura de Franco le había retirado la nacionalidad española. Tras Nuremberg, Boix retomó su trabajo como fotógrafo, viajando por varios países de Europa e incluso regresó muy fugazmente a España en 1947, aunque no pudo quedarse. En 1948 se encontraba cubriendo el
Tour de Francia cuando tiene que retirarse por problemas de salud, muy quebradiza desde su paso por Mauthausen, y es operado en la zona de los riñones varias veces, pasando largas temporadas en el hospital parisino de Rothschild. Fue poco después cuando empezó a escribir un borrador de sus memorias, a las que tituló
Spaniaker, el apodo despectivo con el que los alemanes se referían a los presos republicanos españoles, y que entregó al escritor
André Wurmser. Sin embargo, el borrador se perdió y a día de hoy se desconoce su paradero exacto. Murió en dicho hospital el 4 de julio de 1951, y su cuerpo fue enterrado en el
cementerio de Thiais, a las afueras de París. Existen en Barcelona, su ciudad natal, una biblioteca en el barrio del Poble Sec y una calle que llevan su nombre, sin embargo su historia es todavía poco conocida. No olvidemos que Boix y otros cientos de miles de refugiados no pudieron regresar a España por la permanencia de la dictadura de Franco y que ésta, obviamente no iba a reivindicar a quienes ayudaron a condenar el fascismo. Es una asignatura pendiente la de la democracia española recuperar la figura de Francisco Boix (entre otros muchos) y de difundirla en la sociedad actual. [...]