Con la evolución del capitalismo hacia el monopolismo y el imperialismo, la agresión ideológica de la gran burguesía contra las masas populares ha tomado unas proporciones inimaginables. La utilización que hace la reacción de su ideología y, en general, de la guerra sicológica en la lucha de clases, no es algo nuevo en la historia, pero sí cabe destacar el grado de intensidad y planificación que ha alcanzado en la actualidad.
La lucha ideológica ha existido desde la aparición de las clases y la formación del Estado, pero será con la entrada del capitalismo en su fase de máxima agudización de las contradicciones económicas y sociales, al comienzo de su crisis final, cuando esta lucha ideológica pasará a ocupar uno de los primeros planos en la contienda de clases, tanto en la esfera internacional como dentro de cada país.
El fascismo, paralelamente a la centralización del podar económico y político, ha construido un aparato para el control ideológico, que intenta ser totalizador, no sólo de la sociedad que domina, sino también sobre los productores más señalados de esa ideología, transformando al viejo intelectual-periodista, etc.- de burgués humanista y relativamente independiente en vocero, plumífero y sicofante; en el especialista actual al servicio del la ideología del poder, en el apologista del terror de los estados policíacos, en el protagonista directo de la intoxicación ideológica y la desinformación ejercida contra el pueblo.
En los países capitalistas más desarrollados, donde jóvenes movimientos revolucionarios se están abriendo camino en lucha contra la infamia socialfascista y el bombardeo psicológico, la reacción despliega inmensos esfuerzos en el terreno de la lucha ideológica en su intento por sofocar dichos movimientos y para mantener la desmovilización política de la población. La necesidad de vencer al movimiento obrero y popular revolucionario y la constatación del aislamiento político y social en que se encuentran los regímenes monopolistas, sus partidos domesticados y sus fuerzas represivas, hace que éstas intensifiquen sus esfuerzos y no reparen en ningún medio para ganar la batalla por el control de las mentes. De esta manera se ha ido abriendo paso una nueva forma de agresión especialmente dirigida contra el pueblo: la guerra psicológica. Frente a la falta del apoyo de masas y anta la imposibilidad de enmascarar la represión fascista abierta, el gigantesco y desproporcionado aparato propagandístico puesto al servicio del Estado trata de llenar con estridentes chirridos y mentiras el vacío de adhesión.
A estas alturas de su crisis, la burguesía monopolista ya no trata de ganar a las masas para su causa a través de una lucha de ideas a cara descubierta con las fuerzas revolucionarias. La burguesía imperialista ha perdido, por su propio proceso de decadencia y reaccionarización, la base social que pudo tener en su momento. Hoy, a lo sumo que aspira, y es lo que intenta desesperadamente a través de sus aparatos ideológicos, es a conseguir neutralizar a las masas trabajadoras, por medio de la desinformación y el terror psicológico, para que acepten el orden de cosas establecido [...]
La Doctrina de Seguridad Nacional formulada por los círculos militares de EE.UU a partir de 1947 sustituyó al concepto de Defensa Nacional y pasaría a ser progresivamente adoptado por todos los astados capitalistas encubierta o descaradamente fascistas. La reacción aprendió en su momento la lección del fracaso de Hitler y ha comprendido que es más rentable políticamente enmascararse ante sus enemigos de clase, explotar en nombre de una llamada economía de bienestar, reprimir en nombre de la democracia y la libertad, asesinar a los revolucionarias en nombre de la paz o perseguirles en nombre de una Constitución y un Estado democráticos.
Veamos cómo resumía en su momento esta doctrina el presidente del Brasil, mariscal Castelo Branco: El concepto tradicional de Defensa Nacional enfatiza los aspectos militares de la seguridad, por lo tanto insiste en los problemas de agresión exterior. La noción de Seguridad Nacional es más totalizante. Constituya la defensa global de las instituciones, considera los aspectos psicosociales, la preservación del desarrollo y la estabilidad política interna. Además, el concepto de Seguridad, más explícito que el de Defensa, toma en cuenta la agresión interna, materializada en la infiltración y la subversión ideológica, así como los movimientos de guerrilla, formas todas de conflicto mucho más probables que la agresión externa.
[...] Pero la reacción no sólo utiliza todos las aparatos de control y represión de que dispone, desde la policía y el ejército hasta las mafias sindicales y partidos domesticados, pasando par la Iglesia y la Educación. Junto a éstos hace uso también de los medios de comunicación de masas y do los equipos de tecnócratas especialistas en las modernas técnicas de guerra psicológica y desinformación. De esta manera su terror policiaco se complementa con su terror ideológico y éste, con el económico, en una sola práctica de dominación.
Es evidente para todos, que la reacción viene utilizando su aparato propagandístico con el objetivo prioritario de desarmar ideológicamente al proletariado revolucionario e impedir, a cualquier precio, la influencia de la ideología revolucionaria entre las masas. El tremendo poder de penetración de los modernos sistemas de comunicación, en relación a los existentes, por ejemplo hace medio siglo, pretende ser una suerte de narcótico en la mente de las masas, velando así su sangrante realidad cotidiana y encubriendo la tremenda agudización de todas las contradicciones de la sociedad capitalista. Esta penetración de la ideología dominante entre las masas, de sus productos culturales de todo tipo, transmitida por medios tan poderosos como la radio o la T.V., ha permitido al fascismo, en algunos países, desmovilizarlas temporalmente y dirigir una represión selectiva contra el movimiento revolucionario, sin descuidar ni un momento el fortalecimiento progresivo de su aparato policiaco-militar. De esta suerte, el principal componente de los medios de comunicación, la noticia, el periodismo, es, más que nunca, una fuerza de choque de la reacción contra el proletariado y el movimiento revolucionario. Y lo es en dos direcciones fundamentales previstas en la estrategia de la contrarrevolución: como medio desarme ideológico de los trabajadores y como órgano de la guerra psicológica contra el movimiento de resistencia.
Robert Moss, uno de los primeros expertos que trató el fenómeno del nuevo movimiento revolucionario en Europa, dice en su libro La guerrilla urbana, escrito a comienzos de los años 70: La guerrilla urbana se distingue del terrorismo en que tiene un plan estratégico para la insurrección armada o la victoria política, por muy utópica que parezca. Ante tal amenaza, Moss aconsejaba a los gobiernos que la lucha contra la guerrilla no debe asemejarse a un partido de fútbol entre ella y el gobierno en el que la masa del país desempeñe un mero papel de espectadora: de aquí la necesidad por la batalla de las mentes o las lealtades, de la acción psicológica, en una palabra. Como vemos, para los ideólogos de la burguesía, para sus propagandistas y para la canalla vociferante de los medios de comunicación, ya no se trata de difundir ideas, sino de manipular conductas. Sus métodos persiguen siempre el mismo objetivo: crear un hombre privado de todas las capacidades que lo permiten comprender la situación de las cosas y pensar de modo crítico.
J. Martín, un investigador yanqui del tema, decía en su libro International Propaganda: A la hora de afrontar los conflictos internos y externos, la guerra psicológica, la guerra de la palabras y la batalla por la mente de los hombres constituyen los métodos del presente y del futuro. Otro yanqui, Lasswell, concretaba más este principio rector de la guerra psicológica: La propaganda política es la utilización de las comunicaciones masivas en interés del poder.
[...] El objetivo de la contrarrevolución ya no es ganarse a las masas, sino neutralizarlas. Su obsesión y fin supremo es mantener la dominación y la esclavitud asalariada, no otra cosa. La burguesía no tiene nada que ofrecer que no sea la aberración cultural y la miseria material y espiritual; de ahí que su lucha ideológica haya terminado por convertirse exclusivamente en una guerra psicológica donde la desinformación, el engaño, la mentira, la intoxicación y la manipulación priman sobre todo. La comunicación, en las sociedades capitalistas, tiene por objeto la reproducción de la ideología dominante, fenómeno comprensible si tenemos en cuenta el hecho de que quien controla los medios de comunicación ejerce su dominio, su dirección, sobre la sociedad entera en contra de la voluntad de la inmensa mayoría. Todo se reduce a la cuestión de propiedad. Con lo cual podemos afirmar que los medios de comunicación son medios de opresión social al servicio de la clase propietaria de los mismos; son medios, no de masas, sino contra las masas: ni más ni menos que órganos ideológicos y de control de la clase dominante.
[...] La represión, orientada por una estrategia contrarrevolucionaria que combina la violencia armada permanente e indiscriminada, el control de la población y un sistemático martilleo de desinformación y guerra sicológica, se articul1a en tres niveles: la policía, el aparato judicial y carcelario y el ejército; el aparato institucional y los partidos domesticados, y, en tercer lugar, los medios de comunicación de masas [...]
Recién estrenada su operación reforma, allá por febrero de 1977, el Estado Mayor del Ejército (E.M.E.) Español publica un documento de circulación interna que, bajo la clave 0-0-2-5 y con el título de Orientaciones, Subversión y Contrasubversión, aborda el problema que venimos tratando de forma concluyente, matizando los principios de lo que hemos definido como estrategia de la contrarrevolución a aplicar en España y extendiéndose en lo que constituye el objeto de nuestro estudio: la guerra sicológica y la utilización de los medios de comunicación en la lucha contra el pueblo y el movimiento revolucionario organizado.
Si bien, para los militares, el ejército debe estar -como de hecho sucede hoy- en los órganos de dirección de la lucha contra el movimiento revolucionario, advierten éstos en su documento que en una primera etapa, en la que dicho movimiento revolucionario está en sus inicios, la represión debe ser selectiva y las FF.AA. no deben intervenir directamente en ésta, dejando dicho cometido en manos del Poder Civil y de las Fuerzas de Seguridad. Según los militares, durante esta primera etapa el objetivo general es que la subversión no prospere; cercenando su desarrollo. El problema del mantenimiento del orden, entonces, tiene exclusivamente un carácter político, policial y sicológico. Para impedir que la influencia de la propaganda subversiva entre en la población, se requieren, simultáneamente a un control efectivo de la población, demostrar por medio de acciones sicológicas de todo orden, que la ideología subversiva no tiene fundamento ni razón de ser. Por lo tanto, el plan de acción es: Actuar sicológicamente para desacreditar a la organización subversiva y sus objetivos, y fraccionar y captar a sus elementos.
He aquí los principios y consignas que inspiran la desinformación en España, expuesto por su responsable más destacado: el Ejército. He aquí el reconocimiento expreso de la guerra de clases, el decreto de guerra permanente entre la oligarquía financiera y monopolista -su Estado, sus partidos colaboradores, sus medios de comunicación, etc.- y la clase obrera, el pueblo y los partidos y organizaciones verdaderamente democráticas y revolucionarias. Por si quedara alguna duda de que bajo el concepto de subversión se encuadra todo tipo de lucha popular, volvamos al documento del E.M.E : La agitación subversiva se desarrolla a través de reuniones y asambleas de todo tipo: mítines, conferencias, congresos, huelgas reivindicativas pacíficas o políticas, sentadas, interrupción de la circulación viaria, siembra de propaganda, etc. los sectores donde la agitación encuentra campo más favorable son los laborales y universitarios, sin que pueda descartarse su aplicación sobre el resto de los que integran la sociedad. Resumiendo, la subversión es todo tipo de lucha popular, todo tipo de acción que tenga por objeto la conquista de los intereses populares. Contra esa lucha y esas exigencias ha elaborado y pone en práctica su estrategia y política contrarrevolucionaria el Estado fascista español. Toda una estrategia meticulosamente planificada que incluye como parte imprescindible para su realización la utilización de los medios de comunicación no sólo contra el movimiento revolucionario sino contra toda la población, puesto que para los militares la formación de la opinión pública aconseja tener presente las siguientes consideraciones: no se forma de un modo espontáneo; precisa de medios concretos de comunicación social; exige una planificación y unas técnicas apropiadas de tratamiento.
En efecto, para formar -léase alienar- la opinión pública es necesario un tratamiento desinformativo planificado y reiterado, acompañado de gigantescas campañas de difamación, calumnias y guerra sicológica.
Así pues, los profesionales de los medios de comunicación, en la actual fase de la contrasubversión, no tienen que preocuparse sino de recibir órdenes más a menos explícitas de la policía y cumplirlas celosamente. A este oficio de portavoces de la represión queda reducido el periodismo burgués, lo cual se puede comprobar cada vez que encendemos el televisor o la radio u ojeamos cualquier periódico o revista.
[...] En la sociedad de clases, la reacción utiliza los medios de comunicación como un arma política, al igual que sus partidos institucionales, sindicatos mafiosos, etc. Son conocidos los seminarios que reúnen periódicamente a políticos, policías y periodistas para a coordinar sus esfuerzos en la lucha contra el movimiento revolucionario y sus organizaciones de vanguardia, tanto a nivel nacional como internacional. Concretamente en nuestro país, a la hora de proclamar la patraña y la calumnia como principio rector del periodismo reaccionario, el mayor cinismo y descaro correspondieron al plumífero Juan Tomás de Salas, Director-Presidente de Cambio 16, Diario 16 y otras publicaciones. La ponencia que presentó ante la Conferencia Europea sobre Terrorismo -Estrasburgo 1980- es realmente antológica: El papel de la prensa en una sociedad libre nos había hecho creer, con ingenuidad flagrante, que al informar de lo que ocurre, de toda lo que ocurre, sin manipular en más o menos la importancia de las noticias, ayudábamos al fortalecimiento de la libertad. Sería ante lo que él califica de barbaries terroristas cuando empezamos a vacilar y a dudar de aquel ingenuo principio de que hay que informar con absoluta neutralidad de lo que pasa. Es enternecedora la ingenuidad de este fiel servidor de la policía y su preocupación por el fortalecimiento de la libertad que hace patente ocultando sistemáticamente la tortura, el asesinato, la miseria y demás atrocidades que comete su dueño y señor, el Estado fascista; conmueve, además, su preocupación por el fortalecimiento de un régimen de libertades en el que sólo él y los perros de su traílla tienen derecho a ladrar, y ello sólo si es para mentir. Veamos que bien sabe desempeñar este oficio, y con ello llegamos, al núcleo de lo que este miserable denomina como periodismo agresivo y de choque. Su plan de calumnia y desinformación se concreta en cuatro puntos:
a) Aniquilar la imagen y prestigio del ‘terror’
b) Destrozando su coartada ideológica
c) Plantando cara
d) Disminuyendo la intensidad del mensaje...
Y continúa: En el caso del GRAPO en España sospechar que actuaba utilizado por la extrema derecha..., hablar del ‘extraño GRAPO’, convertir las siglas en sustantivo casi insultante -‘los grapos’-, analizar sus textos y descubrir en ellos incoherencias, barbarismos, coincidencia de sus intereses con los golpistas de la extrema derecha, con la KGB, con la CIA o con quien sea, puede ser un mecanismo útil para destrozar la imagen de la organización terrorista y con ello hacer muy difícil su implantación.
[...] Como se desprende de las palabras de Tomas de Salas, la manipulación de la información, dirigida e institucionalizada por las clases dominantes, es especialmente importante en la primera fase de su estrategia contrarrevolucionaria, es decir, cuando la alternativa de lucha de las masas populares, sintetizada en los programas de sus organizaciones revolucionarias, comienza a desarrollarse [...]
(de Antorcha)