Pepe Gutiérrez-Álvarez, en "Anexo. Unas declaraciones de Comolli", escribió:Con ocasión del estreno de "La Cecilia", Jean-Louis Comolli fue entrevistado por la revista
Cinema 2002, y presentado director durante cinco años de la mejor y más palpitante revista de cine,
Cahiers du Cinéma. En dicha entrevista, Comolli resume el criterio “cahierista” sobre la “política de autores” como “una concepción crítica desarrollada a partir de la aparición de los
Cahiers..., que fomentó la idea de que todos los filmes de un cineasta poseen unos rasgos comunes. En el fondo se venía a sostener que el cine es un arte como la literatura o la pintura, de manera que a partir de un filme se puede reconocer la firma de su autor. Hoy es una cuestión sobrepasada, porque todo el mundo lo reconoce. Era un movimiento de reivindicación, porque entonces
Ford,
Hawks o
Eisenstein eran considerados unos meros artesanos, igual que ocurrió en su época con Balzac o Flaubert, que tampoco fueron considerados novelistas. Este criterio a menudo, se llevó demasiado lejos, hasta el punto de que muchos sostenían que el tema de los filmes no interesaba. Así,
Chabrol decía que era en los pequeños temas donde se encontraban los grandes autores. Yo llegué a
Cahiers cuando la
Nouvelle Vague ya había triunfado. Fue una auténtica revolución “democrática”, que abrió un campo inmenso a toda una gente que no habríamos hecho cine nunca: el precio de las películas bajó en un noventa por ciento, y la reducción de los sistemas técnicos permitió hacer otras películas que las autorizadas por el sistema. Esta revolución ya había tenido lugar en Hollywood: aquí siempre existe la serie A y la serie B. Las de la serie B eran películas realizadas en quince días por cineastas que trabajaban en condiciones heroicas, y esto fue lo que recogió la Nouvelle Vague: por eso
Godard admiró siempre a Fuller...”.
En este panorama falta
Renoir: “Junto con la serie B americana, fue la más importante, porque Renoir -como Vigo- rodaba en escenarios naturales y con actores poco conocidos, así como con sonido directo, algo extraordinario para aquel momento”. En cuanto al tema de la “autoría”, Comolli añadió: “Yo diferencio los autores que tienen una temática muy específica -
Buñuel, por ejemplo- de los autores que aparentemente no tienen temática. La calidad no puede estar al margen de la “autoría” puede haber mediocres realizadores que hagan una buena película, pero nunca la consideraré como una película de autor, igual que existen autores que pueden hacer malas películas, pero siempre serán de autor -
Fellini, por ejemplo-“.
Responde que para él “ser crítico de cine no significa nada. A mí lo que me interesa es que la gente reflexione sobre el cine. Debería eliminarse la palabra “crítico”. No me interesa convertirme en juez de ninguna película. Para mí, el crítico debería limitarse a ser un espectador, y no un maestro. Yo he llegado a la realización primero a través de mi pasión por el cine, y después, a partir del rodaje mismo de película, pues un cortometraje -que es lo que yo empecé haciendo- es ya una película”.
Preguntado sobre la idea de hacer "La Cecilia", su ubicación histórica a finales del XIX más el tema del anarquismo, contesta: “Creo que es muy importante hacer cine histórico, porque se vive excesivamente sobre un cine mediocre actual o contemporáneo. Todas las películas pornográficas son películas contemporáneas. Pero como
Brecht decía, para aproximarse a una cosa hay que alejarse: una de las formas de alejarse es poner las cosas en su sitio, en la Historia. La ideología burguesa nos ha hecho olvidar la Historia. Es muy importante mostrar que las cosas que se viven hoy en día no son nuevas, sino que nosotros mismos somos producto de la Historia, que nuestros problemas se han planteado ya en alguna época”. En cuanto sobre si se trata de un filme sobre el anarquismo o de filiación anarquista, su respuesta: “Es un filme sobre la parte anarquista que todos llevamos dentro. Por suerte, el anarquismo no empieza con la historia del anarquismo, sino mucho antes (...) el anarquismo es un sueño que lucha siempre por convertirse en realidad Por otra parte ninguna de las soluciones marxistas o comunistas han demostrado ser las buenas, ni la rusa, ni la china, ni la cubana. El fracaso del anarquismo no ha sido mayor que el de esas otras soluciones (...) Dentro de lo que yo conozco del movimiento anarquista no existe un análisis global, pero lo más importante de los anarquistas actuales es la afirmación de deseo, sostener que no puede existir revolución sin un deseo profundo de la misma y el placer. Esto es válido para todas las sociedades, incluyendo a aquellas en las que el anarquismo no existe”.
A la pregunta sobre si la revolución tendría que empezar un poco por uno mismo, dirá: “Quien no quiera vivir como vive y transforma su “modus vivendi”, está ya haciendo la revolución. El joven que abandona su hogar está haciendo la revolución, y el preso que huye de la cárcel, también”. Duda que la visión que ofrece en la película sea pesimista: “¿Es pesimista plantear problemas? Creo que la verdadera fuerza de la vida reside en su complejidad. Las sociedades que no tienen conflictos ni contradicciones son sociedades que están muertas. El fascismo es la muerte de las contradicciones; la vida, por el contrario, es la contradicción. En "La Cecilia" nos hemos esforzado por mostrar el máximo de contradicciones posibles, las cuales no las puede resolver nadie, ni en la película ni en la sala, pero que hay que vivir para estar vivos si no estás muerto”.
Entiende que el “socialismo siempre es un capitalismo de Estado, porque las revoluciones que no resuelven problemas de Estado no son revoluciones (..) La cuestión es quién toma el poder y por qué y para qué. Si cada uno de nosotros tomara una parte del poder -no el poder-, el Estado dejaría de existir”. El Estado se alimenta de instituciones como familia, la religión o el miedo a la muerte: “Vivimos una época muy grave, más grave que cualquier época pasada, porque tiene un peso real en la vida de cada uno. En el feudalismo, el Estado era una concepción vaga; las relaciones de fuerza, de poder, estaban muy definidas y reguladas. Pero desde la gran revolución francesa, la revolución burguesa, el Estado ha ido creciendo cada vez más, invadiendo el espacio del individuo. Hoy la vida social está regulada por el Estado. Por eso es contra el Estado contra lo que hay que luchar. Hoy, en Francia o en Alemania, el Estado ha terminado por anular completamente a los ciudadanos. El Estado piensa y vive en lugar de los ciudadanos. Vivimos un momento en que cada uno de nosotros ha interiorizado el principio del Estado, yeso es la muerte de cada uno de nosotros.
Ante el tema de la relación entre el documental y la ficción dice que esta “una cuestión que me ha interesado desde hace mucho tiempo a nivel teórico, porque he escrito muchos artículos sobre el cine de ficción y el documental y sus interrelaciones. Yo no creo en la diferencia entre ficción y documental: en cualquier filme o en cualquier programa de televisión se combinan elementos de ambos géneros. Lo que me interesa son los efectos. La única diferencia entre documental y ficción es el saber referencial del espectador: toda la vida, la existencia, conlleva el principio de representación. La puesta en escena es la esencia de las relaciones entre los sujetos dentro de una sociedad. ¿Qué es un buen reportaje sino sacar la puesta en escena de los hechos vividos?”. En el caso de "La Cecilia", precisa que ha “colocado los actores como si se tratara de un teatro en la naturaleza, en la calle, como si rodáramos una manifestación o un reportaje que se I presentase delante de nosotros: de esta manera los actores actúan para la totalidad del espacio. En el cine, por lo general, los actores actúan para la cámara. Con este sistema los actores actúan de todos los lados, porque no saben dónde está la cámara. Yo comparo esto a lo que se hacía antes en el teatro redondo”.