MEDIDAS INNOVADORAS DE LA REVOLUCIÓN RUSAEn diciembre de 1917, el régimen soviético eliminó las leyes reaccionarias en contra de los homosexuales de la tiranía zarista. Esta acción sin precedentes fue resultado del lanzamiento de nuevos programas y políticas destinadas a la emancipación del sexo femenino. El doctor Grigorii Batkis, Director del Instituto de Higiene Social de Moscú, en 1923 escribió en su libro La Revolución Sexual en Rusia “La relación del derecho soviético al ámbito sexual se basa en el principio de que las demandas de la gran mayoría del pueblo corresponden y están en armonía con las conclusiones de la ciencia contemporánea”.
Explicó que “La legislación soviética se basa en el siguiente principio: La absoluta ausencia de interferencia del estado y la sociedad en asuntos sexuales, mientras nadie sea lesionado y mientras los intereses de la persona no sean usurpados ni invadidos... la legislación soviética trata a [las practicas homosexuales] exactamente igual que la llamada relación sexual ‘natural’. . Todo tipo de práctica sexual es asunto privado”. [énfasis en el original]
“La Revolución [de Octubre] no dejó en pie ningúna de las viejas leyes despóticas e infinitamente no científicas; no siguió el camino de la legislación reformistas burguesa, la cual, con sutilezas jurídicas, todavía mantiene el concepto de propiedad en el campo sexual y en última instancia exige que la doble moral siga imponiéndose sobre la vida sexual. Estas leyes siempre ocurren al ignorar a la ciencia”, explica el doctor Batkis. Repitiendo la teoría y la práctica bolchevique, el doctor colocaba la liberación de la mujer en el derrocamiento de las relaciones de propiedad capitalistas y la sobreexplotación del sexo femenino dentro de dicho sistema.
“No hay sociedad en el mundo entero que tenga estas metas, cuyos problemas no han sido confrontados por ninguna revolución previa”, escribió Batkis.
RETIRADA CONTRARREVOLUCIONARIA SOBRE LOS DERECHOS HOMOSEXUALESLa política contrarrevolucionaria liderada por Stalin que coronó a la reacción burocrática a finales de 1920 y principio de los años 30, necesariamente atacó los aspectos más progresistas de la ley soviética para consolidar su dominio indiscutible. A medida que este régimen conservador consolidaba sus privilegios y beneficios expulsando a los trabajadores del actuar político, y del gobierno, desarticulaba la libertad artística y literaria, reducía los logros críticos obtenidos por las mujeres y daba carácter oficial a restricciones políticas, culturales y sociales. Stalin intervino personalmente para criminalizar la homosexualidad en 1934, imponiendo una condena federal de 5 años de prisión por actos consensuales entre hombres adultos. En 1935, para consagrar aún más las normas de la “nueva familia” el gobierno ilegalizó al aborto, el cual había sido legalizado en los primeros meses del régimen revolucionario.
El notable novelista ruso Máximo Gorki, reducido a servir de cómplice o señuelo de la casta gobernante, anunció en un folleto subvencionado por el estado que “en los países fascistas, la homosexualidad, que arruina a los jóvenes, florece sin ningún castigo. En el país donde el proletariado ha obtenido audazmente el poder, la homosexualidad ha sido declarada como un crimen social y es severamente castigada”. Todo esto definía la posición “comunista” respecto a los homosexuales: un lastimoso eco de la reacción y prejuicio capitalista, expresada en vocabulario marxista.
La seudo ciencia estalinista mantenía que la homosexualidad era una manifestación de la “decadencia burguesa” y una “degradación de la moral”. Freud, quien aconsejó que la homosexualidad era un fenómeno sexual que ocurría naturalmente, fue proscrito. En la URSS las mujeres que tenían múltiples partos eran retribuidas con dinero y condecoradas con medallas. Hasta 1971, la recién publicada Gran Enciclopedia Soviética, definía a la homosexualidad como “una perversión sexual que consiste en una atracción antinatural entre personas del mismo sexo. Ocurre en los dos sexos. Los estatutos penales de la URSS, los países socialistas y hasta algunos estados burgueses, penalizan la homosexualidad”. Y esto, después de que la
rebelión de Stonewall en la ciudad de Nueva York en 1969 se convirtiera en el inicio simbólico del movimiento moderno por la liberación homosexual. Hasta 1973 esto fue también la perspectiva, en palabras más “científicas”, de la asociación de siquiatras más prestigiosa en los Estados Unidos.
Fue en el contexto de esta “ortodoxia” que los revolucionarios cubanos alcanzaron su mayoría de edad, en los años 50, al adoptar el marxismo, primero en el Partido Socialista Popular pro moscovita, el cual accedió a también tomar las armas en el último año de la guerra revolucionaria. Su liderazgo y miles de cuadros representaron un componente importante en la serie de grupos revolucionarios que surgieron después de la toma del poder en 1959, culminando en la formación del Partido Comunista de Cuba en 1965. Este proceso llevó a la nueva generación a establecer relaciones con la URSS, China y el “movimiento comunista mundial”. Fue a través de este lente distorsionado que vieron la marcha de la historia y la última palabra sobre cuestiones que antes estuvieron en disputa. Fue en este año del 2001 que la asociación de siquíatras de China abandonó su posición histórica que la homosexualidad es una enfirmidad.
Para alcanzar una posición “en armonía con las conclusiones de la ciencia contemporánea”, los jóvenes revolucionarios cubanos enfrentarían la tarea titánica de limpiar un camino en medio de la basura del “marxismo oficial” en todos los campos, buscando una vía hacia las ideas emancipadoras y las experiencias del joven régimen soviético, dirigido por el partido bolchevique de Lenin. Estos fructíferos debates, documentos, resoluciones y archivos de los acontecimientos fueron sepultados por los infalibles comisarios del “socialismo desarrollado”. Sus instructores, catecismos y manuales —reforzados por los golpes de garrotes y botas— no permitieron ninguna pregunta, peor aún oposición.
Careciendo de toda conexión viva con la más avanzada posición científica de las primeras generaciones de revolucionarios, los militantes cubanos surgieron en un entorno internacional en el cual la homosexualidad era severamente reprimida en el llamado mundo desarrollado, un tabú incalificable en el Tercer Mundo y condenada como un crimen contra la naturaleza por quienes, en nombre del comunismo, tenían las riendas del poder en el resto del planeta.