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La Revolución es sólo el principio (Pierre Clémenti, 1968)

Corto, medio, largo, serie, miniserie (no importa el formato)... en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
La revolución es sólo el principio. Continuemos la lucha
La révolution n'est qu'un début. Continuons le combat

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(Filmaffinity)


Sinopsis:

    Mitad album fotográfico familiar, mitad ciné-tract, la película fue rodada en París durante los eventos de Mayo del 68, y en Roma mientras el actor rodaba "Partner" con Bertolucci. Redescubierta en 1999, este film silente es uno de los trabajos más hermosos y concentrados de Clémenti, siguiendo la estela de Brakhage y Eisenstein.

    En inglés: Half family photo album, half ciné-tract, the film was shot in Paris during the events of May '68 and in Rome where the actor was featuring in the film "Partner" by Bertolucci. Rediscovered in a basement in 1999, this silent film appears to be one of Clémenti's most purely beautiful and concentrated works, at times recalling Brakhage and Eisenstein.

En "RAROS / AGITPROV. Pierre Clémenti (1942-1999): Enfermez-les tous!", en LaS SemejanzaS SalvajeS (aka amputacioneS), el 19 de abril de 2007, escribió:
    Il y a le manque… et il y a le manque de Pierre. Le beau, le ténébreux, mi-ange mi-démon, si obscur et si lumineux à la fois. Visionnaire, anticonformiste et sans concession. Tu étais un Pur. Tu l’étais jusqu’à en mourir, « ANGE », tu l’es pour toujours.

    - Balthazar Clémenti (2005).

Recuerdo siempre a Clémenti envuelto en un largo abrigo de cuero negro y apoyado en un bastón absurdo y aristocrático. Ladrón, libertario y canalla. Tenía los incisivos de plata porque alguien se los había partido de una hostia en una de esas peleas de mal vino o en algún encontronazo entre matones. Arrogante, acababa sin embargo enamorándose de una burguesa de pelo inverosímilmente dorado transformada en puta de media jornada, y muriendo por ella. Lo recuerdo como el colega de Hipólito el murciano en la Belle de Jour de don Luis Buñuel, y también –pero menos- como el Giacobbe de Partner. Giacobbe, encerrado en su biblioteca-útero; Giacobbe duplicado; Giacobbe, ensayando en fin una revolución que no tendrá lugar…

Pierre Clémenti era parisino. Había nacido en el año 1942, en plena guerra, como quien dice, y fue eso que antes se llamaba un hijo natural. A su padre no lo conoció jamás y ese apellido tan corso lo tomó de su madre. Como actor, se adiestra en los cursos de Charles Dullin y, después, en la École d’art dramatique del Vieux Colombier y en el Centre de la rue Blanche. Más tarde llega el encuentro con Marc-Gilbert Guillaumin, llamado Marc’O, y con las gentes que frecuentan los cursos teatrales del American Center. Por allí andan también Jean-Pierre Kalfon, Bulle Orgier o Jacques Higelin. La Bande de la Coupole, si se prefiere: un panda de artistas flipados que se encuentra en el origen del underground parisien de los años sesenta y setenta.

Clémenti y los demás forman parte de una especie ya extinta. Contemplan el trabajo del cómico como una forma de militancia, de intervención política. Algo serio. “Pienso –escribirá tiempo después- que el arte debe estar al servicio del pueblo […]. Veo al artista como un obrero entre otros”. Por eso Clémenti será tan cuidadoso en la elección de sus personajes cinematográficos. Nada de papeles alimenticios: si un travelling –como dirá Godard en algún momento- es una cuestión moral de primer orden, con mayor razón ha de serlo la interpretación de un personaje. La interpretación exige verdad y entraña; el actor vuelca su vida en cada papel. Como prueba, basta echar un vistazo a la nómina de cineastas con los que trabaja Clémenti: Visconti, el ya citado Buñuel, Costa-Gavras, el propio Marc’O, Deville, Bertolucci, Garrel, Cavani, Pasolini, Rocha… Todos directores más o menos comprometidos y difíciles.

Pero está visto que las elecciones arriesgadas se pagan. Nadie pone en cuestión las formas hegemónicas de representación y del discurso sin pasar tarde o temprano por caja. Aunque uno tenga una profesión de apariencia tan inocente como la de actor. En 1971 Clémenti se encuentra en Roma participando en el rodaje de una película. Supongo que "La vittima designata" de Maurizio Lucidi, pero no estoy seguro. El día 24 de julio, la policía irrumpe en el piso de la amiga romana en el que el actor-cineasta reside temporalmente con su hijo Balthazar. Registran el domicilio. Encuentran algunas migajas de hachís, que al parecer la policía completa con unos cuantos gramos de farlopa. Después de todo, si uno no tiene pruebas incriminatorias, se fabrican y santas pascuas. Clémenti era culpable de antemano: un subversivo, ergo un drogota, ergo un degenerado, ergo un peligro potencial o real para el buen orden de las cosas, ergo un delincuente. Carne de manicomio o de prisión, a elegir.

Además se trata de alguien bien conocido e Italia bulle todavía sobre los rescoldos del autunno caldo. Las cárceles de la península han empezado a llenarse de rebeldes, pero nunca está de más contar con una víctima popular y ejemplificante.

El registro será el comienzo de una larga temporadita en el infierno para Clémenti. Se le mete de cabeza y sin mayores contemplaciones en el mako de Regina Coeli. Pasan los meses: un, dos, tres… hasta ocho, que se dice pronto…, antes de que el actor sea llevado ante un juez. La sentencia movería a risa si no estuviese implicada la vida de un hombre: dos años de prisión por posesión de narcóticos. Clémenti no se queda quieto, desde luego, y consigue que su caso sea revisado. Al final, después de muchas luchas, llegará el sobreseimiento de su causa. Sólo hay un pequeño problema: para entonces, Pierre Clémenti, actor y director de cine de reconocido prestigio en toda Europa, había pasado 18 meses en el trullo.

“Pierre Clémenti –sentencia su hijo Balthazar- saldrá de allí marcado de por vida”. Y, sin embargo, el paso por la prisión tendrá –si se puede decir así- su vertiente positiva. La experiencia sirve a Clémenti para redactar Quelques messages personnels, que la editorial de Philippe Daudy publica en el año 1973. Es un libro hermoso y combativo, imprescindible, dedicado al poeta surreal-comunista Louis Aragon, en el que Clémenti habla de sí y de las responsabilidades de su oficio y, también y sobre todo, contra las instituciones de encierro y aniquilación sobre las que se asienta el orden burgués: la escuela, el cuartel, el asilo, la cárcel. Algo tal vez muy años sesenta, pero perfectamente actual.

Por supuesto, la obra no está traducida al castellano. Lo que os ofrecemos a continuación son algunos de sus pasajes más suculentos:

    “El régimen penitenciario es la negación del ser humano. Es negarle la vida al hombre. Hacerle volver al estado de feto en el vientre de su madre para reconvertirlo en máquina bienpensante.”

    “Estar en prisión es estar en la vanguardia del combate contra los propietarios del poder, del dinero, de la cultura. En sus celdas, en su miseria, los prisioneros dan testimonio. Van en el sentido de la vida.”

    “He pasado un poco por todos los sistemas represivos de la sociedad, ya sean los correccionales, los colegios del Estado, los asilos psiquiátricos o los asilos para criminales y ahora, para terminar, las prisiones. Todas esas voces ahogadas que he escuchado durante años dicen lo que se ha hecho de la verdad y de la justicia en este mundo. Exigen que se le de al hombre encerrado la posibilidad de crear, de reinventarse, de reencarnarse, al llegar su “liberación”, en un universo de amor y fraternidad. Pues hoy el hombre que sale de prisión ha sido minuciosamente fabricado para volver a ella.”

    “Los condenados me han enseñado la inocencia.”

    “La armonía en una prisión es el equilibrio del miedo. Temes a los matones y ellos te temen a ti.”

    “A veces basta con decir la verdad a quien tienes enfrente, incluso si lleva uniforme, para que esa verdad se abra camino y mine todo el andamiaje de falsos valores que le han metido en la cabeza.”

    “Pienso que el arte debe estar al servicio del pueblo y es por ese motivo por el que me parece irreconciliable con el estatus de ídolo, que se encuentra por encima del pueblo, que lo domina y humilla, y que se hace servir por él. Veo al artista como un obrero entre otros. Debe cumplir su tarea cotidiana, representar las alegrías y sufrimientos con seriedad y humildad. No debe tampoco cesar de buscar, de desarrollar su experiencia y sus conocimientos y, sobre todo, no debe detenerse en los fines y en los medios que le ofrece el sistema. Detenerse es morir.”

    “¿Quién es inocente? ¿Quién no es culpable frente a una sociedad basada en la represión? No importa hacia que lado te vuelvas, no oyes más que un grito: ¡encerradlos a todos! Encerradlos para empezar en los asilos, los cuarteles, las prisiones, las escuelas. Encerradlos y sólo después examinaremos el caso de cada cual; todos podrán hacer valer sus derechos, nosotros juzgaremos. Es la sociedad del canguelo y de la porra: primero se golpea, después se discute. Todo lo que se sale del límite de las “normas”: cabellos, ideas, costumbres, hay que hacerlo entrar de nuevo a trancazos; y si algo así se revela imposible, entonces hay que encerrar [a los desobedientes] a toda prisa, emplear las esposas, las camisas de fuerza, los grilletes, el alambre de espino.”

    “Se trata de abrir las puertas de la prisión a toda la sociedad: mostrar que la primera es la consecuencia lógica del estado en que se encuentra la segunda. Que las prisiones son el retrato fiel y verídico de los regímenes que las instituyen y las hacen funcionar. Que desenmascaren su hipocresía: juzgad por sus prisiones a esos defensores de la “libertad individual”, a esos “liberales”, a esos “demócratas” que tienen la jeta de llamarse misioneros del “mundo libre”. Su libertad vale lo que valen sus prisiones. Opresiva, injusta, podrida como ellas.”

    “Se mejora el infierno, se adecenta la institución, pero no se cambia su función, no se llega a plantear la cuestión de su destino social, que es al final la única cuestión importante para los tíos que están aquí encerrados”.


Ficha técnica

    Productora: Zanzibar Films.




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1740 kb QF 0.25

"No podrías haber nacido en otra época mejor que ésta, en la que todo se ha perdido"
Simone Weil



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