Buenos días, noche
Buongiorno, notte
Marco Bellocchio (Italia, 2003) [106 min]
(wikipedia | filmaffinity)
Buongiorno, notte
Marco Bellocchio (Italia, 2003) [106 min]
(wikipedia | filmaffinity)
Sinopsis:
- Roma (Italia), 1978. A simple vista, Chiara es una mujer que vive una rutina ordinaria, pero en paralelo desarrolla una actividad clandestina como militante de las Brigadas Rojas, organización político-militar que planea el secuestro de Aldo Moro, ex primer ministro democristiano del país. La serie de eventos que se desencadenan a raíz de este hecho son mostrados a través de los ojos de Chiara. Mientras el país vive una fuerte crisis política, Chiara se cuestiona tanto emocional como políticamente su compromiso hacia el grupo y sus propios actos.
Diego Díaz, en "Seis balas de la lucha armada en el cine", en Diagonal, el 14 de septiembre de 2010, escribió:Jóvenes, guapos y armados, el cine ha prestado mucha más atención a los pequeños grupos que tras el 68 se lanzaron al asalto de los cielos, metralleta en mano, que a los movimientos de masas que se desarrollaron en esta misma época. Con una mirada, entre la fascinación por la épica, la erótica de la violencia y el reproche paternalista [...]. El asesinato del líder democristiano Aldo Moro por las Brigadas Rojas dinamitó el pacto que los comunistas italianos querían alcanzar con los sectores más democráticos de la burguesía italiana, reforzando a la vez los aspectos más oscuros, represivos e inquietantes de la República Italiana. El asesinato, aún no del todo aclarado, y que supuso el principio del final de las Brigadas, se presta a todo tipo de especulaciones. Marco Bellocchio se aleja de la parte más política de la historia para centrarse en las dudas de Chiara, una joven brigadista implicada en el secuestro del primer ministro italiano.
Pepe Gutiérrez-Álvarez, en "Bellocchio y las Brigadas Rojas", en Nodo50, el 30 de marzo de 2009, escribió:[...] Esta película nos evoca un final de época, un tiempo de rebeldía desvinculada de un movimiento que está quedando atrás, de hecho una fuga hacia delante en la que la creatividad ha dado paso a la desesperación y al sectarismo todo punteado por la música de Pink Floyd. "Buenos días, noche" aborda con perspectiva y rigor un episodio histórico que convulsionó la vida política italiana en 1978. Se trata del secuestro durante 55 días de Aldo Moro, presidente de la Democracia Cristiana, empresa realizada por las Brigadas Rojas, y sobre el cual ya existen al menos dos títulos más: "El caso Moro" (Giuseppe Ferrara, 1986), en la que Aldo Moro es interpretado por Gian Mª Volonté, más bien inencontrable; y "Piazza delle Cinque Lune", de Renzo Martinelli, del mismo año que la de Bellocchio, pero que no ha llegado hasta aquí.
Se trata de un acontecimiento sobre el que existen numerosas hipótesis, y que resultó el más significativo de los llamados “años de plomo” que señalan el agotamiento del “mayo rampante” italiano, y la tentativa descabellada de remontar la situación a través de una “acción ejemplar”. Sin embargo, entre la mística “partisana” y la realidad mediaba un abismo, y los raptores ni tan siquiera se plantearon en serio la más simple de las preguntas: ¿a quién benefició la eliminación de Moro? Bellocchio tiene clara una cosa: no beneficiaba a ninguna izquierda. Anotemos que Aldo Moro era entonces uno de los artífices del “deshielo” entre democristianos y los (euro)comunistas, algo que la OTAN no podía consentir, por lo que alimentó o facilitó tramas siniestras. El PCI no quería transformar la vieja sociedad sino “entrar en las instituciones”. La película incide con precisión en la descripción de una clase política corrupta que quiere —o prefiere— a Moro muerto, que sabe asumir su ejecución como favorable al sistema. Ni la llamada Democracia Cristiana le reconocía en sus cartas, y por supuesto, las pláticas de Pablo VI eran pura retórica, Moro les estorbaba. Resulta demoledora la imagen del funeral, sin el cadáver de Moro, con ese despliegue de altos funcionarios de los pasillos del poder (dignatarios, ministros, eclesiásticos...), en desfile a ralentí, comprendiendo a Giovanni Leone, presidente de la República, celebrantes de su desaparición. Sabían que mataban dos pájaros de su solo tiro. Bellocchio se permite jugar con la metáfora, presentarnos a un Moro liberado, con las imágenes de un pobre hombre libre, feliz bajo la lluvia, que recorre las calles del barrio donde fue secuestrado.
En esta producción de la RAI (¿se imagina alguien que TVE haga algo así?), Bellocchio se “mete” en la historia, y la interpreta desde el presente, y lo hace desde sus obsesiones (psicoanalíticas y temáticas), entre el sarcasmo y la utopía, tan airado como sereno. De la ausencia del padre a la noción de familia. Este es también un film que aborda la historia de un padre (tempranamente fallecido), cuya protagonista ha perdido al suyo, partícipe del asesinato de un hombre que puede ser una suerte de (¿anti?) padre ideal y cuyo hijo, Pier Giorgio Bellocchio (idéntico a su progenitor treinta años después), Ernesto, uno de los brigadistas, acaba por administrar el error histórico de la ejecución de Moro, una “gesta” que resulta devastadora para las “ideas” que los secuestradores creen representar. Si estuviésemos en un cine-fórum, podríamos hablar de las sinrazones del terrorismo llamado “de izquierdas”. Del valor de las que ya hicieron en su día los más lúcidos representantes del socialismo, a saber, que la consecuencia fundamental del terrorismo “de izquierdas” es, al margen de su fraseología (marxista, anarquista, patriótica), el reforzamiento de la legitimación del Estado y de sus fuerzas represivas; se sitúa en el “todo vale” y por lo tanto de espaldas a los ideales liberadores que pretende representar… Sustituye y neutraliza la apuesta por la acción democrática de las masas. Entra en una dinámica en la que el debate y la reflexión abierta son remplazados por la lógica de las armas. Destruye gente militante que podía haber sido mil veces más valiosa en el trabajo militante con el pueblo. Podíamos seguir, y podría añadir que esto no tiene nada que ver con situaciones muy específicas en los que la lucha armada puede ser necesaria, por ejemplo, el maquis contra Franco, o la insurrección sandinista...
Quizás lo mejor de la película sea la vivisección del corazón de los llamados “años de plomo”, y de los propios desastres de la izquierda radical. Para ello articula una suerte de combinación o mixtura, de la dramaturgia de la ficción y de los modos del documental (documentos televisivos re-trabajados y remontados, extractos de reportajes y vetustos films soviéticos, canciones partisanas...), enlace de realidad y fugaz oníricas. Ofrece con seguridad un contundente discurso (ideológico), que elude el peaje de la reconstrucción periodística e histórica y del panfleto, optando por recrear la existencia cotidiana, casi familiar, de los cuatro secuestradores que ven los mismos programas de televisión que el reaccionario que tienen secuestrado. Deja un retrato inmisericorde de los brigadistas, con su estrecho dogmatismo, su miopía política, evidente cuando todos a coro musitan una suerte de plegaria en la que dice “la clase obrera debe dirigirlo todo”, por no hablar de su atención bobalicona a los shows televisivos de Raffaella Carrá, tan populares en estos lares). Por supuesto, Bellocchio no se olvida ni un momento de describirnos una Italia históricamente bloqueada entre el entramado democristiano (esas grotescas apariciones papales que me recordaron todos los incalificables oropeles que siguieron a la muerte del capo Wojtyła) y la nomenclatura del PCI, punteado con imágenes de coros y danzas estalinianos, ejemplos de la jerarquía y de la uniformidad burocrática, aunque, en este punto, a mí la mirada de Bellocchio me suena un tanto simplificadora.
Bellocchio nos ofrece una recreación histórica tan seria como apasionada, podríamos hablar de ella durante horas. Su relato se inviste de un tono mortuorio, en tanto crónica de una muerte anunciada, auspiciado por la luz cenicienta, unos colores ocres, el uso del claroscuro de pesadilla. Nos describe un submundo donde Aldo Moro inicialmente sometido se hace cada vez más visible, deja de ser un político cretino para convertirse en un ser humano. Un Moro necesariamente abierto, que no oculta su hipocresía católica, una imagen que hizo en su momento que al cineasta le llovieran críticas. En mi opinión es el secuestro, la fragilidad de la situación, lo que hace que el personaje se humanice, y es la acción carcelaria la que deshumaniza a los “extremistas”… Y es que Bellocchio está contando la historia de unos antiguos radicales en proceso de corrupción sectaria.
Ficha técnica
- Guión: Marco Bellocchio, Daniela Ceselli; basado en la novela de Anna Laura Braghetti y Paola Tavella.
Fotografía: Pasquale Mari.
Música: Riccardo Giagni.
Productora: Filmalbatros / RAI Cinema.
Reparto:
- Luigi Lo Cascio (Mariano).
- Maya Sansa (Chiara).
- Roberto Herlitzka (Aldo Moro).
- Pier Giorgio Bellocchio (Ernesto).
- Paolo Briguglia (Enzo).
- Giovanni Calcagno (Primo).
- Giulio Bosetti (Paolo VI).
- Gianni Schicchi.
- Roberta Spagnuolo (Sandra).
Idioma original: Italiano.
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