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Roma (Alfonso Cuarón, 2018)

Corto, medio, largo, serie, miniserie (no importa el formato)... en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Roma
Alfonso Cuarón (México, EE.UU. de América; 2018) [B/N, 135 min]

Portada
IMDb
(wikipedia | filmaffinity)


Sinopsis:

    [fuente] Cleo (Yalitza Aparicio) es la joven sirvienta de una familia que vive en la Colonia Roma, barrio de clase media-alta de Ciudad de México. En esta carta de amor a las mujeres que lo criaron, Cuarón se inspira en su propia infancia para pintar un retrato realista y emotivo de los conflictos domésticos y las jerarquías sociales durante la agitación política de la década de los 70.

Enrique González Duro, en facebook, el 4 de septiembre de 2020, escribió:En "Roma", la gran película del mexicano Alfonso Cuarón, las semillas que el genial Luis Buñuel sembrara allá han fructificado espléndidamente. Esta película me recuerda en cierto modo a otra espléndida, la surcoreana "Parásitos", aunque aparentemente sean antagónicas: "Roma" es la apoteosis de lo cotidiano, mientras que "Parásitos" es lo trágico en lo cotidiano. Lástima que estas películas extraordinarias sean "tapadas" por la infinita ristra de series americanas, artesanalmente hechas con corrección, pero que reflejan la monotonía de una monotonía rutinaria, que pretende excitarnos artificiosamente.

Yayo Herrero, en "Hacia una antropología de la vulnerabilidad y los límites", en el marco del curso "Ante el Antropoceno", el 28 de junio de 2019, escribió:A lo largo de toda nuestra existencia, pero, sobre todo, en algunos momentos del ciclo vital, la vida es radicalmente interdependiente; no se sostiene si no hay personas que de forma explícita, específica e intencional se ocupan de cuidar de los cuerpos. Y lo que sucede es que a lo largo de la Historia y en casi todos los lugares quienes mayoritariamente se han ocupado del cuidado de los cuerpos vulnerables y finitos han sido y son mujeres; han sido, son, somos mujeres. No desde nuestro punto de vista porque estemos mejor dotadas genéticamente para cuidar de los cuerpos vulnerables (sí que estamos mejor dotadas genéticamente, como decía Emilio, para gestar, parir y lactar), pues desde que una criatura nace hasta que una persona muere, hombres, mujeres, personas, comunidades, instituciones tienen las capacidades, las potencialidades y yo voy a decir las obligaciones de ocuparse corresponsablemente del cuidado de los cuerpos. Y ese cuidado de los cuerpos, esa tarea de cuidados, es una tarea de Sísifo, es una tarea que nunca acaba, es una tarea cíclica que no tiene fin: todos los días se come varias veces al día, todos los días se despierta uno, se duerme, todos los días una persona sale cuando tiene trabajo de su puesto de trabajo cansado y hambriento, y vuelve al día siguiente a su puesto de trabajo, y cuando vuelve a su puesto de trabajo resulta que no ha brotado en él como un champiñón lavado y planchado, sino que salió cansado y volvió regenerado, limpio, lavado y planchado, porque hay muchas tareas que se hacen para complementar lo que llamamos trabajo productivo en esos espacios invisibles que llamamos reproductivos. Yo no sé si habéis visto la película "Roma". Durante toda la primera parte cuenta la historia, el día a día, la vida cotidiana de una empleada doméstica. Yo fui a ver la película al cine con tres o cuatro amigos, todos ellos chicos. Cuando salimos comentábamos y decían: "la película me ha encantado, pero al principio, durante un montón de rato, se me hizo lenta porque no pasaba nada". Claro. ¿Qué pasaba en esa película? Pues que todos los días se limpiaban las mismas cacas que dejaba el perro en el zaguán, todos los días se preparaba el desayuno, todos los días se preparaban las mochilas de los niños y de las niñas, todos los días se preparaba la comida, todos los días se fregaba, todos los días se atendía. Ese "no pasar nada" es lo que sostiene la vida. Y esas son tareas invisibles. Nuestra Historia ha destacado y ha visibilizado con muchas más fuerzas las batallas, los grandes descubrimientos y, sin embargo, ha dejado invisibilizado ese "no pasar nada", y si no pasa nada realmente no se puede sostener la vida. Eso ha quedado completamente invisible. Cómo sería la Historia del mundo si de no ser la Historia del poder, si de no ser la Historia de los poderosos escrita por los poderosos, fuera la Historia escrita por los árboles o fuera escrita por las personas que cuidan. Sin duda sería una Historia radicalmente diferente: probablemente no lineal, probablemente cíclica, probablemente más aburrida, pero sería la Historia que sostiene el mundo. Quiero decir con esto que somos seres radicalmente codependientes, sujetos a los límites físicos del planeta, seres interdependientes y una a una, las personas, radicalmente vulnerables.

Belén Gopegui, en "Desgracia, tragedia y clase", en El Salto, el 16 de agosto de 2019, escribió:Todas las personas somos frágiles, a todas las personas nos pueden ocurrir roturas leves y también tragedias. Pero no todas las tragedias se convierten en desgracias. La desgracia tiene un componente de clase. La desgracia es lo que sucede cuando no hay respaldo patrimonial ni una red pública que dé apoyo. [...] Esas redes populares existen y son sagradas. Pero sucede que el tiempo es cruel y los cuerpos limitados. Se cuida un día, se cuida cien; sin embargo, quien cuida también ha de ser cuidado porque, si no, se rompe, y entonces ya hay dos desgracias o cinco, o un barrio al completo. No existe, me parece, otro sentido más cierto de lo que significa ser un animal social que crear, y después alimentar y dar continuidad y fuerza, a esas redes con las que la desgracia individual se convierte en fragilidad compartida. El capitalismo las devora tanto como devora la sociedad. Y evitarlo no siempre es cuestión de voluntad ni de conciencia de quienes resisten. [...]


Ficha técnica


Reparto:


Premios:

    3 Premios Oscar: Mejor película extranjera, director y fotografía. 10 nomin (2018); Globos de Oro: Mejor director y película extranjera. Nominada a Mejor guion (2018); Festival de Venecia: León de Oro (Mejor película) (2018); 4 Premios BAFTA, incluyendo Mejor película y Mejor director. 7 nominaciones (2018).
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Festival de Toronto: 2ª finalista - Mejor película (2018); Círculo de Críticos de Nueva York: Mejor película, director y fotografía (2018); Asociación de Críticos de Los Angeles: Mejor película y fotografía (2018); National Board of Review (NBR): Mejores 10 películas del año (2018); American Film Institute (AFI): Premio Especial AFI (2018); Critics Choice Awards: Mejor película, director, fotografía y pel. extranjera (2018); Premios Independent Spirit: Mejor película extranjera (2018); Asociación de Críticos de Chicago: 5 premios, incl. Mejor película. 9 nom. (2018); British Independent Film Awards: Mejor película internacional (2018); Premios Gotham: Nominada a Mejor intérprete revelación (Aparicio) (2018); Satellite Awards: 8 nom inc. Mejor película extranjera, director y actriz (2018); Sindicato de Productores (PGA): Nominada a Mejor película (2018); Sindicato de Directores (DGA): Mejor director (2018); Sindicato de Guionistas (WGA): Nominada a Mejor guión original (2018); Premios Goya: Mejor película iberoamericana (2018); Premios Ariel: 10 premios incluyendo mejor película y director. 15 nominaciones (2018); Premios Forqué: Mejor película latinoamericana (2018); Premios David di Donatello: Mejor film extranjero (2018); Premios Platino: Mejor película, dirección, guion, fotografía y sonido. 9 nom. (2019).


Idioma original: Castellano.





Secuencias






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Vídeo
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Nota Sab Oct 22, 2022 2:38 am
Slajov Zizek, en "La trampa de la generosidad", en La Marea, el 8 de febrero de 2019, escribió:La primera vez que la vi, "Roma" me dejó un regusto amargo: sí, estoy de acuerdo con la mayoría de la crítica, que la eleva a la categoría de clásico instantáneo, pero no conseguía quitarme de la cabeza la idea de que esa percepción predominante se apoya en un error de apreciación terrorífico, casi obsceno, y que la película se celebra por los motivos equivocados.

Se entiende "Roma" como un tributo a Cleo, una empleada del hogar de la Colonia Roma, un barrio de la Ciudad de México, que trabaja en la casa de clase media de Sofía, su marido Antonio, sus cuatro hijos pequeños, Teresa (la madre de Sofía), y otra empleada, Adela. La historia transcurre en 1970, una época de grandes movilizaciones estudiantiles y tensión social. Como ya hizo en "Y tu mamá también", Cuarón mantiene la distancia entre ese nivel y los problemas familiares (Antonio abandona a su familia por una amante más joven y Cleo se queda embarazada de un novio que la abandona de inmediato). Esa concentración en los temas íntimos de la familia hacen que la opresiva presencia de los conflictos sociales se vuelva mucho más palpable aún, como un trasfondo difuso pero omnipresente. Como hubiera dicho Fred Jameson, la Historia como real no puede ser representada directamente, sino sólo como el elusivo decorado que deja su marca en los eventos representados.

Así pues, ¿de verdad "Roma" celebra simplemente la sencilla generosidad y la dedicación desinteresada a la familia por parte de Cleo? ¿De verdad puede ser Cleo reducida a objeto del amor de una familia de pijos de clase media alta, (casi) aceptada como parte de la familia para facilitar su explotación física y emocional? La textura de la película está llena de señales sutiles que indican que la imagen de bondad de Cleo es una trampa en sí misma, el objeto de una crítica implícita que denuncia su dedicación como resultado de su ceguera ideológica. Y no me refiero aquí tan solo a las obvias disonancias en el trato de Cleo por parte de los miembros de la familia: inmediatamente después de profesarle su amor y hablar con ella “de igual a igual”, le piden abruptamente que realice alguna tarea del hogar, o que les sirva algo. Lo que me sorprendió fue, por ejemplo, el alarde de brutalidad indiferente de Sofía en su alcohólico intento de aparcar el Ford Galaxie de la familia en el estrecho hueco del garaje: cómo araña la pared, arrancando trozos de pintura. Aunque esta brutalidad puede justificarse por su desesperación subjetiva (al haber sido abandonada por su marido), la lección está en que, debido a su posición dominante, puede permitirse actuar así (los sirvientes repararán la pared), mientras que Cleo, que se encuentra en una situación mucho más difícil, no puede permitirse ese tipo de salidas de tono tan “auténticas” (aunque todo su mundo se esté viniendo abajo, hay que seguir trabajando…).

El auténtico problema de Cleo emerge con toda su brutalidad en el hospital, tras dar a luz una niña que nace muerta. Después de varios intentos fallidos de resucitar al bebé, los médicos le entregan por unos momentos el cuerpo, antes de llevárselo. Muchos de los críticos que vieron en esta escena el momento más traumático de la película no entendieron su ambigüedad: como sabremos más tarde (aunque ya sospechamos), lo que de verdad la traumatiza es que no quiere tener a la niña, así que el cuerpo muerto que tiene en brazos es, en realidad, una buena noticia.

Al final de la película, Sofía se lleva a su familia de vacaciones a las playas de Tuxpan, llevándose a Cleo para ayudarla a lidiar con su pérdida (en realidad, quieren que les sirva, aunque acabe de vivir el doloroso parto de una niña muerta). Durante una cena, Sofía informa a sus hijos de que se ha separado de su padre, y que han ido de viaje para que él pueda recoger sus pertenencias de la casa. En la playa, los dos hijos medianos están a punto de ser arrastrados por la corriente, pero Cleo, aunque no sabe nadar, se mete en el mar para salvarlos de ahogarse. Cuando Sofía y los niños expresan su amor por Cleo por tal devoción desinteresada, esta se desmorona bajo la culpa, revelando que no quería a su hija. Vuelven a su casa, en la que ya no están las estanterías y varios dormitorios han sido reasignados. Cleo prepara una colada, al tiempo que le dice a Adela que tiene mucho que contarle, y vemos un avión sobrevolarlas.

Después de que Cleo salve a los dos chicos, todos ellos (Sofía, Cleo y los muchachos) se abrazan en la playa (un momento de falsa solidaridad si es que he visto alguno, un momento que, simplemente, confirma que Cleo está presa en la trampa que la esclaviza…). ¿Estoy soñando? ¿Es mi interpretación una locura? Creo que Cuarón nos da una sutil pista a nivel de forma. Toda la escena del salvamento de los niños por parte de Cleo está grabada en una sola toma, con la cámara moviéndose de manera transversal, siempre enfocando a Cleo. Cuando uno ve esta escena, no puede evitar sentir una extraña disonancia entre la forma y el contenido: mientras que el contenido es el patético gesto de Cleo, quien, poco después de su traumático parto, arriesga su vida por los niños, la forma ignora por completo ese contexto dramático. No hay intercambio de planos entre Cleo entrando en el agua y los niños, ni tensión dramática entre el peligro en que se encuentran los chicos y su esfuerzo por salvarlos, ni planos subjetivos que muestren lo que Cleo ve. Esta extraña inercia de la cámara, su rechazo a involucrarse en el drama, retrata de manera palpable su liberación del patético papel de leal sirviente dispuesta a sacrificarse.

Hay aún otro indicio de su emancipación en los momentos finales de la película, cuando Cleo le dice a Adela: “Tengo mucho que contarte”. Quizás esto signifique que Cleo finalmente está preparada para salir de la trampa de su generosidad, entendiendo que su abnegada dedicación a su familia es la forma misma de su servidumbre. En otras palabras, la absoluta abstinencia de Cleo de las cuestiones políticas, su dedicación al servicio altruista, es como ella vive la ideología. Quizás contar su experiencia a Adela es el principio de la conciencia de clase de Cleo, el primer paso que acabe por conducirla a unirse a los manifestantes que llenan las calles. De esta manera surgirá una nueva figura de Cleo, mucho más fría e implacable (la figura de una Cleo liberada de las cadenas de la ideología).

Pero quizás no sea así. Es muy difícil liberarnos de cadenas con las que no solo nos sentimos bien, sino con las que sentimos que estamos haciendo el bien. Como dijo T. S. Eliot en Asesinato en la Catedral, el mayor pecado es hacer lo correcto por las razones equivocadas.

Nota Sab Oct 22, 2022 2:49 am
Rebeca Martínez, en "Reflexiones sobre 'Roma': los cuidados, donde la lucha convive con el amor", en El Salto, el 25 de enero de 2019, escribió:Una Cleo subversiva no hubiese reflejado la realidad. Alejada de su familia, de sus orígenes, sin recursos, como es ella, no podría enfrentarse sola a la cosa monstruosa que soporta y de haberse plasmado así se hubiera construido el personaje de una heroína, no de una mujer corriente. La protagonista del film necesita a otras mujeres. Necesita estar organizada.

La semana pasada vi la película "Roma" de Alfonso Cuarón. Me gustó. Lo que contaba y, sobre todo, cómo lo contaba. Me dejó un buen sabor de boca, que se suele decir, a pesar de lo duro de la historia. Pero no pensé mucho en los motivos hasta que leí en la red social Twitter algunos comentarios que apuntaban que el personaje central es demasiado sumiso, que echan en falta mayor resentimiento y rabia en la protagonista. Entonces sí le di vueltas y me he animado a escribir acerca de lo que me transmitió. Mi reflexión tiene que ver con dos aspectos fundamentalmente: la toma de conciencia de las mujeres que trabajan los cuidados (ya sea de manera remunerada o no) y la organización colectiva desde ese espacio.

Roma narra el día a día de Cleo (Yalitza Aparicio), la sirvienta de una familia acomodada de Colonia Roma (México), compuesta por un matrimonio mal avenido entre Sofía y Antonio, sus cuatro hijos y la madre de la esposa, Teresa. Además de Cleo, hay otra sirvienta en la mansión, Adela (Nancy García), que aparece en un papel secundario. La historia toma como extensión un año de la vida de esta familia y transcurre teniendo como telón de fondo las revueltas políticas de la década de los setenta, un detalle significativo, dado la crítica de clase y feminista que realiza la película. Quizás, uno de los puntos fuertes de la narración, a destacar en esta sucinta presentación, es la atención que presta a los detalles de lo cotidiano. Y es que los realizadores del film no escatiman en plasmar los pormenores de la rutina (vemos a Cleo haciendo las camas, abriendo la puerta de la cochera a los señores de la casa, limpiando las cacas del perro y un sinfín de tareas más), con tanta proximidad y precisión que es muy fácil meterse en el papel de la protagonista, hasta el punto de que por momentos viene a la mente el otro film: "Jeanne Dielman, 23 quai du Commerce, 1080 Bruxelles", de Chantal Akerman (1975), eso sí, con secuencias menos extensas.

Después de leer las críticas que citaba antes, llego a la conclusión de que, precisamente, el logro de la película "Roma" es su capacidad para mostrarnos la fatigosa vida de la protagonista desde la posición contradictoria que ocupa y que es intrínseca a todos los trabajos, en especial el de cuidados. Un trabajo durísimo, mal pagado y peor reconocido aún, que se hace por pura necesidad (económica si es como empleada), sí, pero en el que los sentimientos de cansancio, tedio y rabia conviven con sus opuestos: afecto y amor. Esta es la particularidad de los trabajos de cuidados, lo que los distingue de otras tareas dedicadas a la producción de mercancías y lo que impregna la toma de conciencia sobre su dureza. Y la película lo recoge muy bien.

Cleo es muy consciente de que hay una jerarquía en la casa en la que trabaja y conoce el lugar que ocupa en ella. Hay una escena muy significativa en relación con esto. Una noche toda la familia está pendiente de un programa de televisión que, a juzgar por la atención que merece, parece divertido. Cleo está recogiendo algunas cosas por el salón y en un momento se sienta en el suelo para mirar también la pantalla. Uno de los niños pequeños (todos la adoran) le pasa el brazo por el cuello sin apartar la mirada del aparato, pero Sofía (la empleadora) requiere rápidamente a nuestra protagonista para que le traiga una infusión al señor. Cleo tiene que levantarse inmediatamente. Es consciente de que la señora manda y ella obedece. Otra escena: las sirvientas han acabado la jornada y se retiran a la habitación del servicio, situada en un anexo del edificio central. Cuando Cleo entra en el cuarto, insta a su compañera a que apague la luz porque «a la señora Teresa no le gusta que la tengamos prendida». «Ay, esa señora Teresa -contesta Adela-. Seguro nos está espiando por la ventana». Ríen y usan unas velas para alumbrarse. Conocen el escalafón, hay un atisbo de complicidad en ellas, de conciencia, pero acatan. Sin embargo, el hecho de que no den señales más aparentes de rabia o resentimiento no se debe a una fisura de los personajes, más bien al contrario, plasma la condición más extendida entre la mayoría de empleadas (de cuidados y otros trabajos). La representación de esa obediencia, más que ser una merma del film, es precisamente su logro, porque consigue reflejar la contrariedad que experimentan las trabajadoras (la gran mayoría), la maraña de una conciencia intuitiva, pero no resuelta. Una conciencia (bien puede ser de clase, feminista, sobre la opresión racial) que se aviene como un fogonazo, intensa por momentos, pero que al no llegarse a materializar, ni con palabras ni con actos, es fugaz. Débil en última instancia, y, por tanto, incapaz de lograr el objetivo final de vernos a nosotras mismas como sujetos explotados y empujarnos a querer liberarnos. Como decía, la condición más extendida en la clase proletaria, en general, y en las mujeres, en particular.

Hay varias razones que explican la viscosidad (llamémoslo así) de la conciencia. La primera es que la posición que ocupamos en la estructura de producción, nuestro género, el lugar de procedencia, etc., no son factores suficientes para discernir las lógicas de poder y para sembrar en nosotras la necesidad de hacerlas estallar. Por el contrario, esta conciencia aparece en la lucha misma por la liberación. En el caso de la conciencia de clase, en la lucha por obtener mejores condiciones laborales o mayor reconocimiento de la actividad remunerada que realizamos. También en otras luchas que se producen fuera de los centros de producción, por ejemplo, la lucha por una vivienda digna que nos enfrenta a las prácticas mercantiles y extractivas del capital financiero. En el caso de la conciencia feminista, en la lucha por transformar nuestras relaciones con los hombres y con otras mujeres y por liberarnos todo lo que podamos de los esquemas patriarcales que adquirimos en nuestra socialización. Pero estas luchas no pueden hacerse por una misma, sola. Sería una actividad titánica y temeraria que nos sumiría en la más horrible desesperación y nos haría además muy vulnerables. Es en diálogo con otras mujeres que atraviesan o que han atravesado la misma situación, organizadas, como podemos politizar la posición que ocupamos en el mundo y como puede germinar una conciencia de clase y feminista.

Volviendo al personaje de Cleo, haber hecho que siguiera un papel de criada subversiva y empoderada no solo hubiera resultado extraño, hubiese sido una representación alejada de la experiencia vital a la que está sujeta la mayoría de las mujeres con una situación similar. Una mujer indígena, alejada de su familia, sin recursos, como es ella, no puede enfrentarse sola a la cosa monstruosa que soporta y de haberse plasmado así en la película se hubiera construido una heroína, una excepcionalidad (como ocurre en otras películas, por ejemplo, "Sufragistas" (2015) de Sarah Gavron), y no la vida de una mujer corriente. Es verdad que Cleo no está completamente sola, tiene a Adela, su compañera, pero entre ellas, salvo la complicidad que se percibe en la escena del cuarto descrita, no existe nada parecido a una alianza. No sabemos la razón por la que los realizadores no exploran en mayor medida esta relación que, sin duda, es determinante para la supervivencia de dos mujeres internas. La intuición nos dice que sería muy natural que entre ellas surgiera una complicidad contra los empleados, una vía de escape. Aunque, por otro lado, es tan frecuente que las relaciones entre mujeres estén atravesadas por multitud de obstáculos que las impiden que es posible que la representación de Cuarón no se distancie tanto de la realidad. Lo que sí sabemos es que para las sirvientas de esta casa los colectivos de empleadas de hogar que empiezan a consolidarse son una realidad que les queda muy lejana.

He hablado de la conciencia y el requisito de la colectividad para adquirirla. Pero hay otras particularidades a la hora de organizar la resistencia desde el espacio de los cuidados (hemos dicho pagados o no) que conviene revisar, en concreto dos: el miedo y el amor.

Cuando hablo de miedo, no me refiero al miedo a la jefa o el jefe de turno, a las represalias que nos caerían si reclamamos lo nuestro, que también. Me refiero al miedo de reconocernos a nosotras mismas como sujeto explotable y explotado (por el capitalismo, el patriarcado, el colonialismo, o una combinación de los tres, como suele ocurrir), porque, en el fondo, sabemos que una vez que traemos al plano de la conciencia esos pensamientos que aparecen de manera fugaz e intuitiva: la rabia, la sumisión, el cansancio… Cuando los desplegamos, cuando nos enfrentamos a ellos y no los apartamos, todo cambia. En el momento en que somos conscientes de la explotación que media entre nosotras y nuestra jefa o jefe, cambia la forma de relacionarnos con ellos. En el momento en que descubrimos comportamientos machistas en nuestros compañeros, padres o hermanos nada sigue igual, ni con ellos ni con nosotras mismas, víctimas y, a veces, también reproductoras de esos esquemas. Y enfrentarse a todo esto asusta, porque se nos mueve la tierra sobre la que pisamos. Asusta más aún si, como le ocurre a la Cleo de "Roma", estamos solas y si nuestro sustento del día a día depende de que nos despidan o no.

Tratemos brevemente el tema del amor. Como se ha dicho al principio, la particularidad del trabajo de cuidados con respecto a otras actividades que tratan con mercancías es que en él se desarrollan afectos, porque es con personas con lo que trabajamos, muchas veces personas queridas. Todas hemos experimentado en mayor o menor medida la sensación ambivalente de las tareas domésticas y emocionales que realizamos día a día. Se constató de manera clara en la Huelga del 8 de Marzo de 2018, cuando muchas mujeres expresaban su parecer ante los paros convocados para las actividades domésticas en términos similares a estos: «Cómo voy a dejar solo al abuelo que cuido un día entero, sin comer, sin salir… se moriría» o del tipo: «Cómo no voy a atender a mi hijo pequeño ese día, quién lo hará si no». Y se plasma muy bien en el film "Roma". Cleo es la sirvienta y pesa sobre ella la carga de la sumisión; sin embargo, existen momentos de empatía con la señora que la tiene interna, que sufre a través de su marido el duro golpe del patriarcado. Asimismo, le profesa a los niños un amor honesto que es recíproco, puesto que, como se ha mencionado ya, los pequeños sienten un profundo cariño por la niñera. Pero es que esto es así en la vida misma.

Admitir estas peculiaridades supone entonces varios retos para la práctica política emancipatoria. El primero de todos es el reconocimiento de que los cuidados son un espacio de lucha clave, un nudo gordiano donde se entrelazan las opresiones de clase, de raza y de género y que constituye un resorte de la sociedad que debemos hacer saltar por los aires. Por otro lado, es necesario asumir que para transformar el trabajo de cuidados en un espacio de contrapoder es requisito fundamental consolidar la relación con otras mujeres, nuestras aliadas, construir una red que funcione como guía y colchón. Guía que nos acompaña en el camino de la de-construcción, la toma de conciencia y los pasos siguientes a dar; colchón en el que caemos cuando se nos rompen cosas por dentro, la subjetividad misma. Asimismo, significa dar prioridad a la construcción de espacios de cuidados colectivizados en los que delegar las tareas reproductivas cuando no podemos (o no queremos) atenderlas. Es verdad que una transformación profunda de la organización del trabajo reproductivo exige cambios sociales de gran calado: que el trabajo de cuidados tenga prioridad sobre el trabajo asalariado, más recursos económicos y dotaciones, corresponsabilidad real de los hombres, reparto de la riqueza, por nombrar solo algunos. La solución no pasa únicamente por crear comunidades auto-organizadas; sin embargo, en la fase actual, constituyen la vía más inmediata para aliviar el día a día de muchas familias, sobre todo, de muchas mujeres, y para hacer de todo esto una cuestión política. Las organizaciones en las que militamos, los movimientos sociales, los sindicatos... son enclaves perfectos desde donde impulsar estos espacios.


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