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Las distancias (Elena Trapé, 2018)

Corto, medio, largo, serie, miniserie (no importa el formato)... en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Las distancias
Les distàncies
Elena Trapé (España, 2018) [100 min]

Portada
IMDb
(filmaffinity)


Sinopsis:

    [fuente] Olivia, Eloy, Guille y Anna viajan a Berlín para visitar por sorpresa a su amigo Comas que cumple 35 años. Este no los recibe como ellos esperaban y durante el fin de semana sus contradicciones afloran y la amistad se pone a prueba. Juntos descubrirán que el tiempo y la distancia pueden cambiarlo todo.

Comentario personal:

    Habla de un tema muy millennial (si entendemos a esta generación como los nacidos entre 1980 y 94, que es lo que dice la wikipedia). El grupo de colegas de-toda-la-vida es un recurso emocional muy importante, pero la migración reconduce los itinerarios, dispersa... tus referencias pasan a ser otras. Esta película habla de cómo un chaval que lleva unos cuantos años en Berlín ya no aguanta los compromisos sociales de antes, vivir de la nostalgia de la adolescencia para mantener cohesionado a su grupito. Es muy habitual, pero no conozco yo muchas pelis que lo trabajen, y esta lo hace desde las coordenadas de la crisis de 2008.

Esteban Ramón, en "'Las distancias', el colapso del relato generacional millenial", en RTVE, el 3 de septiembre de 2018, escribió:No hay espejo más preciso que los amigos: un reflejo que muchas veces devuelve lo que no deseamos en nuestro retrato. "Las distancias", la película triunfadora del último Festival de Málaga y una de las grandes películas españolas de 2018, explora esa idea bajo la dirección de Elena Trapé. Con la participación de RTVE en la producción, se estrena en salas el 7 de septiembre.

Inverno en Berlín. Comas (Miki Esparbé), uno de tantos jóvenes náufragos de la crisis, cumple 35 años. Cuatro amigos de la época universitaria acuden por sorpresa para celebrar el cumpleaños. Solo que Comas no tiene interés alguno. Así arranca una exposición cruda del final de la amistad. Y también una crónica del invierno del descontento millenial: aunque no se subraye explícitamente, Las distancias también un fresco casi sociológico de las contradicciones de los nacidos en los 80. Una generación quebrada entre las expectativas creadas y las frustraciones reales, que tiene que redefinir, in medias res, el relato de su vida. [...]


Ficha técnica

    Guión: Elena Trapé, Miguel Ibáñez Monroy, Josan Hatero.
    Fotografía: Julián Elizalde.
    Productora: Coming Soon Films, Televisió de Catalunya (TV3), Televisión de Galicia (TVG), Televisión Española (TVE), Miss Wasabi, Busse, Halberschmidt, Instituto de la Cinematografía y de las Artes Audiovisuales (ICAA).

Reparto:


Premios:

    2018: Festival de Málaga: Mejor película, dirección y actriz (Jiménez).
    2018: Premios Feroz: 2 nominaciones a Mejor actriz (Jiménez) y póster.

Idioma original: Catalán, castellano, inglés, alemán.





Secuencias






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Nota Mié Ene 09, 2019 4:45 pm
Begoña Piña, en entrevista con Elena Trapé, con el titular "A los 35 años eres un adulto abocado a una vida en precario", en Público, el 8 de septiembre de 2018, escribió:

Decepción. Desencanto. Frustración. Son sentimientos que, en opinión de la guionista y directora Elena Trapé, podrían definir a la generación de españoles que ha pasado ya los treinta años. Criados en el estado de bienestar, licenciados universitarios, con idiomas, han llegado a un momento en su vida en que “deben afrontar que las expectativas que esperaban no se están cumpliendo. Son adultos abocados a vivir en precario”. Así son los nuevos personajes de Las distancias, segundo largo de la cineasta y gran triunfador del pasado Festival de Málaga. Cine en español.

Premio a la Mejor Película, Mejor Dirección y Mejor Actriz (Alexandra Jiménez), es una historia ambientada en Berlín durante un fin de semana. Cuatro amigos viajan a Alemania para dar una sorpresa al quinto del grupo en su 35 cumpleaños. Ni éste les recibe como esperaban, ni ellos son capaces de vivir reproduciendo los roles de la Universidad. Todos se dan cuenta de que el tiempo y las distancias pueden ser armas contra la amistad.

Desconfianza, medias verdades, emociones no resueltas conviven en este grupo con la fragilidad de sus vínculos, con una situación laboral nada favorable y un futuro que ven poco esperanzador. “Son adultos que viven peor que en casa de sus padres”. Mujeres y hombres de 35 años, que lastrados, de alguna manera por las facilidades de su niñez y juventud, no han sido capaces de enfrentarse a la vida de adultos y no saben luchar contra la decepción para crearse nuevas ilusiones. Elena Trapé reflexiona con Público sobre el germen de su obra y los sinsabores de su generación.


Begoña Piña: Esta generación que retrata, es la suya…

Elena Trapé: No quería hacer un retrato generacional, solo contar la relación de un grupo de amigos, cinco personas, concentrada en dos días.


B.P.: Pero todos tienen 35 y viven la realidad de España hoy...

E.T.: Bueno, tienen en común que deben afrontar que las expectativas que esperaban no se están cumpliendo y preguntarse si están dónde están por inercia o porque ahí es dónde querían llegar.


B.P.: ¿Y la crisis económica?

E.T.: Sí, tienen en común la crisis económica que ha truncado las expectativas de mucha gente de una manera salvaje. Cuando muchas personas tenían que subir un escalón profesional, la realidad es que eso no ha pasado y no va a suceder nunca.


B.P.: Y, además, la suya es una generación con un alto nivel de formación ¿no?

E.T.: Sí. Los personajes se han criado en la sociedad del bienestar y tienen una formación, tienen una carrera, un master, un beca Erasmus, pero a los 35 años están en paro o se tienen que ir del país. Están abocados a vivir en precario, son adultos que viven peor que en casa de sus padres.


B.P.: ¿Qué la animó o la inspiró esta historia?

E.T.: La decepción. La decepción es algo que percibía mucho en mi entorno.


B.P.: ¿Ve una solución a esta situación que retrata?

E.T.: La solución es asimilarla. Asimilar que no vas a tener un piso en propiedad… La vida laboral… Yo fui mamá el año que quitaron la retribución para los autónomos. Nunca llega el momento. Lo que más me deprime es que dando clases en la Universidad veo una generación triste. Mis años universitarios fueron de efervescencia, aprendizaje… Ahora tienen claro que de ahí irán al paro o a otro país.


B.P.: ¿Todas esas circunstancias son las que debilitan el vínculo entre ellos?

E.T.: Pero es que yo creo que el vínculo entre ellos es fuerte, solo que es una relación construida en el pasado y ellos se tienen que reubicar. Ahora se ven en un contexto nuevo y tienen que convivir dos días. Mantener los roles de antaño era fácil antes, cuando se veían en Barcelona pero luego se iban a casa criticándose unos a otros. En el viaje que hacen ahora a Berlín, cada uno ha hecho planes en paralelo y la situación les lleva al extremo.


B.P.: Habla usted de maternidad, situación laboral, confianza… ¿Son los asuntos que más le preocupaban?

E.T.: Cuando formamos el grupo, por ejemplo, para mí era imposible tener una mujer y no hablar de la maternidad. Tenía ganas de retratar otra maternidad. Se hacen muchas historias de hombres que entran en crisis cuando van a ser papás, pero de las mujeres no se habla. Se da por hecho que las mujeres desde el minuto cero conectan con el bebé y se sienten realizadas, y no es así. Hay un personaje, Eloy, que hizo lo que tocaba y no salió bien, el banco le quitó la casa, ha vuelto con sus padres. Esos son casos muy duros. Y también está Guille, que es el que integra la seguridad. Le da seguridad hacer lo que toca y eso le convierte en su propio padre, en un reaccionario.


B.P.: ¿Usted se identifica con alguno?

E.T.: Sí, con todos, soy una mezcla de varios.


B.P.: Una película de treintañeros que no son felices ni termina bien. ¿No es un proyecto que los productores de hoy rechazan?

E.T.: Sí. Viajé a Berlín en 2011 y a la vuelta empezamos a escribir el guion. Teníamos una primera versión en 2013. Nos costó mucho encontrar productor por eso que dices, hasta que apareció Marta Ramírez. Luego todo fue bien, las dos queríamos hacer la misma película, no hubo discusión.


B.P.: Usted pertenece a la nueva generación de mujeres cineastas….

E.T.: Sí. Estoy en un contexto del que hay que estar satisfecha. Me recuerdo a mí misma haciendo arqueología y buscando mujeres directoras anteriores. Es más difícil perseguir un sueño cuando estás soñando con algo que no sabes si puede suceder. Es importante dar visibilidad a las mujeres, pero también hay que cuestionarse los motivos por los que esto es posible.


B.P.: ¿Qué, en su opinión, son?

E.T.: Las escuelas han empezado a producir cine y ahí el factor género no es determinante. Ha habido un cambio del paradigma industrial, ya no se hacen tantas películas de 5 millones de euros y para presupuestos más pequeños, ya sabes: ¡Venga, pues que lo haga una mujer! El machismo para los proyectos grandes sigue existiendo.


B.P.: Como mujer cineasta, ¿siente la responsabilidad de crear representaciones femeninas diferentes?

E.T.: Supongo que me interesan otros temas, perfiles de mujeres fuera de lo acostumbrado, mujeres de cincuenta años que no existen en la ficción…

Nota Mié Ene 09, 2019 6:21 pm
Manuel Ligero, en entrevista con Elena Trapé, con el titular "Siempre he alucinado con la gente que disfruta crispando", en La Marea, el 7 de septiembre de 2018, escribió:

No hay una sola gota de sangre y, sin embargo, "Las distancias" es una de las películas más violentas de los últimos tiempos. La cinta de Elena Trapé (Barcelona, 1976), galardonada con el gran premio del pasado Festival de Málaga [así como con el de mejor directora y el de mejor actriz, para Alexandra Jiménez], es un drama incruento en lo formal y despiadado en lo sentimental. La premisa la hemos visto otras veces: un grupo de amigos de la juventud se reencuentra en la edad adulta y acaba diciéndose cosas terribles. "Pequeñas mentiras sin importancia" (2010) o la canónica "Reencuentro" (1983), de Lawrence Kasdan —“me encanta esa película”, confiesa la directora—, ya habían tocado el tema con excelente fortuna. Pero Trapé ha versionado esa partitura clásica convirtiéndola en rock duro.

Las convenciones sociales son el corsé de la civilización. Romperlas puede ser liberador, pero también puede tener funestas consecuencias. Y eso es lo que les pasa a sus personajes. Son un grupo de amigos de la universidad que viaja a Berlín para darle una sorpresa a Comas (Miki Esparbé), el expatriado de la pandilla, en su 35º cumpleaños. “¿Cuánto tiempo os vais a quedar?”, es la frase de recibimiento. Y empezando en todo lo alto, Trapé no deja de subir la intensidad emocional de este drama coral devastador.


Manuel Ligero: Otras películas clásicas sobre reuniones de amigos empiezan con demostraciones de amor entre ellos antes de que todo se arruine. Usted va directamente al grano.

Elena Trapé: Sí, tardamos muy poco en entrar en el asunto. Esa fue una decisión muy discutida. Llegamos a pensar: “Ostras, quizás deberíamos empezar de una forma más suave”. Pero, no, todo se precipita desde el principio.


M.L.: ¿Tiene la sensación de haber rodado una película hiperviolenta?

E.T.: La película ha acabado siendo más dura de lo que esperábamos [risas]. Supongo que por la concentración de los acontecimientos [un fin de semana] y por la desnudez con la que se muestran. No intentamos edulcorar o hacer transiciones amables. Estás incómoda en una escena y entras incómoda en la siguiente.


M.L.: Hay una corriente en la comedia que se basa fundamentalmente en eso, en la incomodidad. Usted, en modo drama, ¿quería jugar conscientemente esa carta o simplemente salió así?

E.T.: Yo quería apretar mucho esa tuerca. Creo que lo que explica la película es algo muy frecuente: el enfriamiento de una relación de amigos. Y si hay distancia geográfica de por medio esto es más habitual aún. Aquí la diferencia está en forzar esa convivencia de un fin de semana en Berlín. Eso es lo que hace que todo se desmorone. Ahí se hace muy evidente que todos han cambiado, que su vínculo es el pasado y no el presente, y que no tienen tantas cosas en común. Quería que eso fuera muy directo.


M.L.: Directo pero no tosco. Porque lo que inquieta todo el rato es ese ambiente de desasosiego.

E.T.: Porque duele más ver una reacción que escuchar el insulto en sí. Duele más ese silencio de después que la bofetada. ¡Quizás en ese aspecto la película nos ha salido un poco demasiado negra! [Risas].


M.L.: Cada amigo tiene una personalidad muy bien definida. ¿Con cuál de los cinco se siente usted más identificada?

E.T.: Con todos. O mejor dicho: con una parte de todos. Incluso con Guille [Isak Férriz], y eso que cuando empezamos a construir los personajes su punto de partida era: “Ese amigo que hoy no te caería bien”. Pero luego lo veo luchando por hacer lo que él cree que se tiene que hacer en cada momento y pensando que eso le va a dar seguridad, y acaba dándome mucha pena. Me enternece, el pobre.


M.L.: Su mirada de directora se nota especialmente en ese personaje, el de Guille, que está constantemente haciendo mansplaining.

E.T.: Es que todas hemos vivido eso, el mansplaining. Y me parecía muy descriptivo que este personaje hablara, por ejemplo, de la seguridad que su trabajo le da a su chica. Él cree que eso es algo bueno, que es lo que toca, lo que se supone que debe hacer. ¡Y no es capaz de ver en qué se está equivocando! No se entera de nada.


Retrato generacional

Los personajes de Trapé se despeñan en el terreno afectivo, sí, pero antes ya han derrapado en el terreno profesional. La reunión que iba a servir para recordar los buenos tiempos que pasaron juntos se convierte en una radiografía de su depresión postcrisis económica. Todos han quedado tocados de alguna manera. De la ausencia de perspectivas nacen la vergüenza y la frustración. Educados en un modelo económico de triunfadores y perdedores, no saben cómo lidiar con un fracaso del que se creen responsables. Y lo que es peor: utilizan su derrota para hacerse daño unos a otros.

M.L.: ¿Hasta qué punto cree que influye la precariedad laboral en el deterioro de las relaciones?

E.T.: En la película no creo que sea un factor determinante. El enfriamiento de la amistad creo que es fruto del paso de los años, de la evolución de cada uno de ellos. En ese sentido, la historia es extrapolable a muchas generaciones distintas. Pasa el tiempo y es complicado mantener las relaciones. Pero esta precariedad sí que es decisiva en la decepción que sienten en sus vidas, en sus conflictos personales. Ese contexto ha hecho mella en sus sueños, en su calidad de vida, en lo que pueden esperar del futuro.


M.L.: No sé cómo ha afectado la crisis a su trabajo de directora, tanto en ficción como en publicidad. ¿El que haya tardado siete años en rodar su segunda película tiene algo que ver con eso?

E.T.: Supongo que un poco sí. En el caso de la publicidad, la verdad es que he tenido suerte de ir trabajando y de tener una continuidad. No me puedo quejar en absoluto. Con la ficción es diferente. Hubo un momento en el que las productoras apostaban por muy pocos proyectos porque no había ayudas. En 2013 encontramos a nuestra productora, Marta Ramírez, que quiso levantar el proyecto de "Las distancias", pero no empezamos a rodar hasta 2017. No ha sido fácil, no.


M.L.: Uno de los grandes aciertos de la película son las conversaciones mixtas en catalán y castellano de los personajes, que son lo más normal del mundo en Cataluña. ¿Era importante para usted mostrar que eso del conflicto lingüístico es un mito?

E.T.: Sí. Siempre me ha sorprendido la lejanía desde la que se ven las otras lenguas cooficiales del Estado, como si fueran algo artificial o forzado. ¡Y es una cosa tan natural como hablar castellano! Si fueran algo antinatural, después de tantos años de represión franquista, el catalán, el euskera y el gallego hubieran desaparecido, y no es así. Son idiomas que tienen la misma antigüedad que el castellano. Para mí era obvio que la película tenía que ser bilingüe. Y me arrepentí siempre de no haber hecho "Blog" [su primer largometraje] de la misma manera. Creo que, afortunadamente, en los últimos años ha habido un cambio en la acogida del público y se han estrenado muchas películas en catalán y en euskera. Eso es bueno. El idioma no debería ser un barrera. Cuando nos pusimos a escribir "Las distancias" hicimos un estudio lingüístico de los personajes, porque según quién te ha presentado hablas en una lengua o en otra. Hay gente que solo habla en una, hay gente que solo habla en otra, pero nos entendemos igual. Me gusta porque eso en la película fluye de manera muy natural, teniendo en cuenta, además, que Alexandra no habla catalán. Su trabajo de aprenderse los pies de frase para dar la réplica está muy logrado.


M.L.: En una época de poner y de quitar lazos, ese retrato cultural bilingüe no polariza.

E.T.: Es que ahora hay mucha gente que quiere copar portadas de periódicos y minutos de televisión. Siempre he alucinado con cómo se disfruta crispando determinadas situaciones. Quizás porque mi familia materna es de Cuenca, yo siempre he vivido el bilingüismo como una riqueza y no como algo excluyente o conflictivo. Mis abuelos emigraron en los años cincuenta. Mi abuela vivió en Cataluña más tiempo del que vivió en su pueblo. Entendía el catalán perfectamente pero te respondía en castellano. Y eso nunca es un problema.


M.L.: "Blog" trataba sobre la adolescencia. "Las distancias" se centra en los treintañeros. ¿Qué será lo siguiente? ¿Tiene previsto cerrar una trilogía sobre la edad?

E.T.: [Risas] No, lo siguiente será una historia sobre rupturas que hemos situado en el Pirineo catalán. Tengo ganas de paisaje. Y habrá varias generaciones mezcladas.


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