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Los hijos del último jardín (Jorge Sanjinés, 2004)

Corto, medio, largo, serie, miniserie (no importa el formato)... en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Los hijos del último jardín
Jorge Sanjinés (Bolivia, 2004) [110 min]

Portada
IMDb
(filmaffinity)


Sinopsis:

    [propia] La Paz (Bolivia), 2003. A Fernando le quema la situación de su ciudad, de su gente. Aunque su amigo Roberto, profesor universitario, le anima a unirse a alguna militancia de izquierdas, él ya no cree que eso sea una salida. La corrupción está tan generalizada en ese campo que lo que se le ha ocurrido para intentar equilibrar un poco las cosas es convertirse en "bandido social".

Comentario personal:

    Informe microsocial de la violencia de la clase dominante que desencadenó el gran movimiento de masas boliviano de aquellos años. Sobre la familia de Fernando pende la amenaza del desahucio por impago hipotecario; al abuelo, veterano de guerra, le bajan la pensión y no le ofrecen nada por sus medallas; la hermana, Elena, busca trabajo, pero sólo le ofrecen de prostituta...

    Hay un cameo de archivo del entonces dirigente sindical Evo Morales, que llegaría a presidente por el MAS dos años después de la producción de esta película.

En Fundación Grupo Ukamau se escribió:“Los hijos del último jardín” cuenta la historia de cinco jóvenes amigos que comparten una dura experiencia en los turbulentos días de Febrero Negro. Asqueados por la corrupción que campea en el país y apabullados por la falta de oportunidades, deciden hacer un poco de justicia social por mano propia, restituyendo al pueblo una parte del dinero dolosamente acumulado por un político corrupto. Así, cuatro de ellos planifican y realizan el asalto a la casa del oscuro parlamentario, pero algo sale mal y se ven obligados a huir de La Paz. Guiados por un profesor universitario, los cinco amigos viajarán evitando la carretera principal, hasta la comunidad de Pankar Marka (Pueblo de Flores), en un recorrido que les permitirá confrontar su propia visión de la realidad boliviana con la tradicional de la comunidad aymara.

En Corneta, nº 33, 19-25 de febrero de 2009, escribió:[...] "Los hijos del último jardín" reflexiona en torno a los jóvenes que son el futuro de Bolivia y con una visión por momentos bastante pesimista, pretende hacer reflexionar a los jóvenes citadinos sobre la pérdida de la identidad (personificada en Óscar), la pérdida de los ideales (Fernando) y sobre la corrupción reinante en el país donde el caso del senador corrupto tiene especial importancia.

En el guion, donde también hay un hueco para el papel de la clasemedia, se escribió:
    - Padre: Te quería decir, yo, en mi tiempo, cuando era joven, también era de izquierda.

    - Samantha: Papi, ya vas a comenzar a menospreciar.

    - Padre: No, absolutamente. Respeto, como te digo, muchas cosas tuyas. Tu sensibilidad, tu forma de ser... Yo, cuando era joven, imagínate, era terrible, ¡terrible! Me metía a pintar paredes, a dar panfletos, en fin, a marchas. ¡Hasta con los trotskos estaba! Imagínate.

    - Samantha: ¿Y qué te pasó, papá?


Ficha técnica


Reparto:


Idioma original: Castellano, aimara.





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General
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Vídeo
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Nota Vie Sep 29, 2023 3:33 pm
M. Basualdo, en "El último jardín de Jorge Sanjinés", en Red Voltaire, el 20 de enero de 2004, escribió:Jorge Sanjinés acostumbraba a abofetearnos con cada una de sus producciones, pero con "Los hijos del último jardín" sólo le alcanza para un par de sopapos. La última película del laureado director es un repaso a las viejas taras de la sociedad boliviana; sus conflictos, frustraciones y escepticismos vuelven a patentarse en la pantalla a través del lente de denuncia que el cineasta mantiene fiel a su estilo. Pero la nueva realización, sin dejar de ser una producción contundente, dista del conjunto de películas que hacen a la filmografía de Ukamau, o sea, Sanjinés.

Desde el punto de ataque, queda claro que la película no dejará apreciar la belleza estética que siempre sugirió el creador del plano secuencial integral. La grabación en formato digital, con sus limitaciones en cuanto a la nitidez y alteraciones en la iluminación, nunca sustituirá a la calidad del celuloide, y ello se advierte en este largo que por momentos parece acercarse de manera imprevista a la escuela Dogma.

Pero es el libreto, como debería suceder con toda película razonable, el fuerte de la nueva propuesta. La trama se teje en torno a la historia de cuatro jóvenes que roban a un político corrupto, y desde ese inicio con ritmo acelerado es inevitable la asociación del guión a los hechos de convulsión político-social del pasado año, que en conjunto vuelven a sustentar la doctrina del “cine junto al pueblo” que acuñó el director en la década de los años 70.

Cámara en mano y mediante flashbacks o raconttos, la narrativa discurre en paralelismos que conducen a un clímax hecho carne en virtud a la autenticidad y cercanía de las imágenes. La edición final tiene aquel objetivo pues, a diferencia de los planos generales y secuenciales a los que el director recurría en filmes como "Ukamau" o "La nación clandestina", las escenas de "Los hijos..." no mantienen aquel rigor debido a los cortes de plano que aceleran el hilo narrativo. En ese sentido, la sumersión es tal, que el gas lacrimógeno en algunas imágenes parece colarse por las butacas de la sala.

Sanjinés, exigido por el relato, vuelca su historia en los recovecos urbanos sin descuidar la majestuosidad de la naturaleza andina, en una clara alusión a su habitual reverencia por las culturas prehispánicas que queda evidenciada además en varios de los pasajes de la película. Los paralelismos nos permiten percibir la pasividad y quietud de los paisajes naturales, y el caos y polución predominantes en los centros urbanos. Con aquellos ambientes reales, la participación de diferentes protagonistas en esos días de revuelta como Evo Morales, la fallecida Beatriz Palacios o el periodista Gonzalo Rivera, y los centenares de campesinos y trabajadores que hacen de extras tal vez sin saberlo, "Los hijos..." alcanza a tocar las fibras sensibles del espectador.

Toda esa carga manifiesta, que podría encasillar a la obra dentro del realismo crítico-social, hace innecesaria algunas justificaciones de sus protagonistas, una extrañeza en el cine de Sanjinés si recordamos el argumento de sólo una de sus películas.


El jardín y la cosecha

La actuación de los personajes principales es por demás elocuente y muy bien encarnada. Es de suponer que los actores contribuyeron con su cosecha, especialmente en el caso de Luis Bolívar, camarógrafo de un canal de señal abierta que cubrió sacrificadamente los conflictos de febrero y octubre de 2003, y de Alejandro Zárate, conocido simpatizante de los ideales de izquierda cuyo discurso irritado a la vez de desilusionado parece ser propio. Lo de Néstor Peredo es sencillamente emocionante, más allá de su dolido deceso, aunque sus escasas intervenciones nos dejan con sabor a poco.

Pero también hay casos en que la actuación no se encuentra a la altura del resto, y los estereotipos le juegan una mala pasada al argumento. Fátima Sánchez es la Tatiana Aponte de "Chuquiago" en su palacete de la zona sur, y los indios siguen descolgándose de las laderas de la hoyada conviviendo con su cotidiana miseria. Juan Pablo Urioste logró desgarradores planos de las marchas de campesinos y jubilados en el altiplano. Una de aquellas escenas, en que dos ancianos interpretan el "K’alanchito" de Savia Andina, con su estrofa de “papacito, pancito”, es estremecedora a la vez de inquietante.

El paralelismo entre la cosmovisión andina y la decadencia de un sistema occidentalizado es la lucubración moralizante del guión de Sanjinés. Una cultura incorruptible y verdaderamente democrática, a contracara de una sociedad podrida e infestada de vicios en su alocada carrera por la escala social y hacia el poder. La película, que sentencia con la frase "Markasan Chamapa" ("La fuerza de nuestro pueblo"), también toca las mañas del sistema burocrático, el sensacionalismo mediático, el abatimiento en un sistema de exiguas oportunidades, el escepticismo de las nuevas generaciones, y la disyuntiva entre los placeres del dinero y las privaciones de una conducta digna. Todo ello envuelto en el mantel de la Bolivia desahuciada, miserable, y sin perspectivas de vida, por un lado, y en la Bolivia bacán, moderna y corruptiblemente institucionalizada, por el otro. Es el país de hoy. Son los hijos del último jardín.


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