Sinopsis:
- [fuente] Es la historia de refugiados afganos contada a través de los ojos de Lateef (Hossein Abedini), un iraní adolescente. Mientras él y otros iraníes pelean para llevar a cabo un encuentro, los refugiados afganos pueden apenas sobrevivir, ya que ellos no pueden trabajar legalmente. Lateef, con un gran corazón pero un pícaro, trabaja como portero en una construcción, proporcionando té y comida a los trabajadores afganos que trabajan ilegalmente por un salario escaso. El jefe, un hombre amable pero frugal llamado Memar (Mohammad Amir Naji), le paga a Lateef una pequeña parte de sueldo semanal, y retiene el resto de su sueldo alegando que es por su propio bien.
Luis Carlos Muñoz Sarmiento, en "'Baran' (2001). El poder de los sentimientos", en Rebelión, el 1 de noviembre de 2019, escribió:[...] Volviendo sobre "Baran", el filme, del género drama, aunque recurre a la comedia negra, en colores, dura 94′. Tiempo suficiente para describir el problema de los refugiados; de los desplazados forzados en su propio país; la crisis de las panaderías del PMA que terminó en el cierre de las 157 que supuestamente controlaba la ONU; el problema de los obreros ilegales y, antes que nada, la explotación laboral de niños y niñas e incluso el maltrato a los adultos: recuérdese el caso de Najaf y su dificultad para conseguir unas muletas y para recuperar su dinero, el que le retiene su jefe Memar: como le pasa a Léon (Jean Reno) con Tony (Danny Aiello), protagonista y prestamista, en su orden, de "The Cleaner" o "El limpiador", filme de Besson que fue retitulado, mal, en español como "El perfecto asesino", cuando en realidad se trata del personaje que limpia en la sociedad la basura que ella misma produce/recicla, sin hacer jamás, eso sí, la tan vituperada como escondida, por el capitalismo, limpieza social. Y, claro, la pérdida de los derechos fundamentales de todos ellos y, en especial, de niños/niñas: v. gr., poder vivir en paz y dedicados por voluntad al estudio y no por obligación al trabajo.
Los protagonistas son Lateef, muchacho encargado de preparar el té y los alimentos a los obreros de una construcción en Teherán; y Baran (= lluvia), un misterioso joven que ingresa a la obra a suplir a Najaf, su padre, quien se ha roto una pierna y que por su carácter de ilegal no puede reclamar atención especial, ni poner en evidencia al resto de compañeros afganos. Con su enfoque/tratamiento, Majidi permite al espectador hacer varias lecturas. Tres de ellas: los trabajadores son afganos ilegales laborando en un país que los rechaza/humilla; en un régimen como el talibán, la mujer es ignorada como persona, careciendo así de los mínimos derechos; el amor termina por convertirse en barniz del áspero muro socio/político, dándoles a los protagonistas y al espectador la ilusión de poder avanzar en la consolidación de los sueños. Aun así, el cineasta evita/evade la ruta fácil del melodrama, la historia cursi de tanta telenovela, al no descuidar el trasfondo político/social que enmarca esta historia en lo esencial remitida al poder de los sentimientos; que reenvía al espectador la idea según la cual los sentimientos creen en un desenlace feliz y de modo tácito en la vida eterna, sin importar que la realidad se encargue de abortar tan noble abstracción, de echar a perder tamaña osadía.
El conflicto, por demás laboral, surge entre Rahmat y Lateef, cuando el primero le quita el puesto al segundo. Tras el posterior y esencial descubrimiento de quien de hombre de confianza ha pasado a cotero, surge el amor. Una especie de embriaguez sobria se apodera de él. De pícaro y pendenciero, Lateef, por gracias del amor, pasa a ser un hombre cuya generosidad y entrega, si bien no generan envidia ni son proverbiales sí producen admiración. Con ello se hace del filme una obra poética de alto vuelo. Viene la caída de la nieve que sugiere la vía/metáfora más fácil para aplacar la llama juvenil. Por primera vez, Lateef se acicala frente al espejo. Se pone una camisa de tono rojo, el color del erotismo que, a la vez, no se olvide, encarna/aviva la pasión. Más tarde, Rahmat alimenta las palomas. Lateef observa. Surgen el fuego y el agua, símbolos constantes en el filme, y en los de Tarkovski, claro, igual que la nieve. Los trabajadores cantan y se divierten. Lateef sueña… Duras condiciones atmosféricas se dan. No faltan los guiños cinematográficos. Entonces, cuando Lateef reclama a su jefe Memar parte de su dinero, éste leonino le responde: «Tu dinero está más seguro conmigo», con lo cual remite al mafioso que le cuida el dinero a Léon en "El limpiador" o "El perfecto asesino". Tras el grito: «¡Afganos, corran a esconderse!», «¡han llegado los inspectores!» que Memar profiere, Rahmat huye. Lateef interviene en su favor y termina en la comisaría. Memar le dice: «¿Desde cuándo eres un héroe? Me multaron y ahora debo despedir a todos los afganos». De aquí y de todas las demás situaciones, salpicadas por la truculencia, el horror y la avaricia, es posible inferir lo que decía el Che: «El capitalismo es el genocida más respetado del mundo». Y, por eso, el capitalismo/colonialismo gringo/francés, lo asesinó: Diendéré, Charles Taylor, quien «huyó» de una cárcel federal gringa y patrocinado por la CIA fue dictador de Liberia, según relata el documentalista italiano Silvestro Montanaro, y la siniestra/diestra dupla Mitterrand-Chirac, vía Blaise Compaoré y el presidente del Chad, ordenaron la masacre del Che africano, Th. Sankara, junto a 11/12 de sus más cercanos camaradas, con lo cual se liquidó de un tajo una de las más bellas revoluciones que país africano alguno haya tenido: ex Alto Volta, hoy Burkina Faso.
Lateef descubre un gancho para el pelo y en él un cabello de Rahmat. Aquél camina por la nieve del ensueño y por el bochorno del ensimismamiento. Su amor es helado. Viene el fuego. Fundido a negro. El amor, se reitera, transforma a Lateef: el hombre violento se vuelve apacible, tolerante, preocupado por la suerte del Otro. Pregunta por Soltán; un zapatero, suerte de sabio y poeta, le responde: «Todos los afganos son Soltán y trabajadores de la construcción». Segundo posible guiño: esta vez a "Miedo devorar alma", de Fassbinder, cuyo subtítulo es "Todos los turcos se llaman Alí", aunque se trate de un marroquí, con lo cual la invisibilización, por negreada, de los africanos, se convierte en una luz cegadora. «Del fuego de estar separado / sale la llama que quema el corazón», agrega el zapatero/poeta, con lo cual, de paso, pareciera adivinar las penas que habitan el cuore de Lateef en relación con Rahmat. [...]
Ficha técnica
- Guion: Majid Majidi.
Música: Ahmad Pezhman.
Fotografía: Mohammad Davudi.
Productora: Fouad Nahas.
Reparto:
- Hossein Abedini (Lateef).
- Zahra Bahrami (Baran).
- Mohammad Amir Naji (Memar).
- Abbas Rahimi (Soltan).
- Gholam Ali Bakhshi (Najaf).
- Jafar Tawakoli (inspector).
- Hossein Mahjoub (Bric-A-Brac trader).
- Abbas Rahimi (Soltan).
- Yadollah Hedayati (Lors workers' chief).
- Parviz Larijani (shop owner).
- Peiman Daraian (building engineer).
Idioma original: Kurdo, persa, azerí.
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Subtítulos: castellano (emule)
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