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Lilith (Robert Rossen, 1964)

Corto, medio, largo, serie, miniserie (no importa el formato)... en televisión, cine, internet, radio (no importa el medio).
Lilith
Robert Rossen (EE.UU. de América, 1964) [79 min]


IMDb
(wikipedia | filmaffinity)


Sinopsis:

    [fuente] Vincent, un veterano de guerra, regresa a Maryland, su estado natal, y se pone a trabajar como terapeuta ocupacional en un centro psiquiátrico privado para ricos. Allí, conoce a Lilith, una encantadora joven esquizofrénica, cuya frágil belleza cautiva a todos los que la conocen.

Comentario personal:

    El acompañamiento que Vincent le hace a Lilith es de lo más torpe que he visto. Que se involucre emocionalmente es tierno, un síntoma de salud; que se deje corromper por un cliché tan burdo como el de la femme fatale, una pija bonita, da noticia de un sexismo cerril. Su trauma de posguerra está tan mal caracterizado que no acaba de hacer creíble esa necesidad de correspondencia. La actuación de Warren Beatty está un poco desnaturalizada. Desde mi punto de vista, el de un profano, hace perder gancho a un material con mucho potencial por su factura artística general y su temática controvertida: transferencia acompañante-acompañado, "armas" de género, límites del equilibrio psíquico y el privilegio de una terapia no invasiva (privilegio en tanto está sellado por la clase). Seberg sí que transmite la parte que le toca.

Super8, en "¿Cuál es la última pelicula que habeis visto?", en A las Barricadas, el 5 de abril de 2020, escribió:A quienes ven la locura en blanco y negro (y a quienes creen que con decir "neurodivergencia" están cambiando el mundo) les aconsejo que dediquen un rato a los grises de "Lilith" (Robert Rossen, 1964).

Hildy Johnson, en "Lilith (Lilith, 1964) de Robert Rossen", en El blog de Hildy Johnson, el 16 de junio de 2013, escribió:Lilith no sólo es una leyenda prohibida, lejana, o una historia misteriosa con aires bíblicos e interpretación judaica. No es sólo la primera mujer antes de Eva. Aquella que decidió irse del Paraíso, ser libre y amar libre. Es un personaje oculto… como están ocultos muchos significados y simbolismos en "Lilith", la última película de Robert Rossen. Y una joya para teclear miles de palabras y no parar nunca. Los misterios de Lilith se encierran en un personaje femenino esquizofrénico con el rostro de Jean Seberg y en el rostro atormentado del héroe que la desea, Vincent (Warren Beatty, héroe del pre-nuevo cine americano y del nuevo cine americano). [...]

Juan Carlos González A., en "Caudales peligrosos: Lilith, de Robert Rossen", en Tiempo de Cine, el 19 de febrero de 2016, escribió:[...] Lilith, según la tradición, fue la primera mujer de Adán, no quiso yacer debajo de él y huyó del edén. Es la encarnación de la transgresión, la rebeldia, la mujer devoradora. El cine tiene una "Lilith" (1964).

Nuestra Lilith entra a su habitación y con gran picardía le cierra la puerta en las narices a su amante, dejándolo afuera. La cámara entonces se centra (con un primer plano que no va a irse) sobre su hermoso rostro y a partir de ahí hay solo miradas, sonrisas y ruidos, ni una palabra. A través de su expresión entendemos que él ha abierto la puerta y entrado a la habitación. Ella está feliz, lo abraza y lo besa, pero se oyen pasos y ruidos afuera. Pueden descubrirlos. Se quedan quietos, esperando. Los pasos se alejan y a ellos vuelve la pasión que contuvieron unos instantes. La escena concluye, pero los espectadores quedamos en éxtasis, en el rapture que un psiquiatra que es parte de esta película utiliza para definir lo que Lilith expresa y proyecta, un éxtasis vital que el director Robert Rossen, en su décimo y último largometraje, logra transmitirnos de manera perfecta.

En "Cine-Psi: Lilith", en Clínica e Investigación Relacional. Revista electrónica de psicoterapia, se escribió:[...] estamos ante un clásico del cine, que es a la vez un documental extraordinario para la historia de la clínica del trastorno mental grave y su tratamiento en un entorno residencial. Reúne esta valiosa obra de Robert Rossen varias características notables: nos muestra el hábitat y modo de funcionamiento de Chestnut Lodge (en la película, Poplar Lodge), la clínica fundada por Ernest L. Bullard donde aportó sus enseñanzas Harry S. Sullivan (que desarrolló allí funciones de supervisión y condujo su conocido seminarios de casos); donde desarrollaron su práctica clínica dos grandes figuras de la clínica psicoanalítica de las psicosis: Frieda Fromm-Reichmann y Harold Searles. Y el relato (semi-autobiográfico) de J.R. Salamanca, que dio lugar a la novela del mismo nombre, cuyas vivencias se reflejan en el persona de Vincent. Es también el contexto donde Joanne Greenberg vivió su experiencia de tratamiento con Frieda Fromm-Reichmann, que quedó inmortalizada en la novela Nunca te prometí un jardín de rosas (Barcelona: Barral) publicada con el pseudónimo de H. Green.


Ficha técnica


Reparto:


Idioma original: Inglés.





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General
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Vídeo
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Reproducción:



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Nota Lun Ene 16, 2023 6:40 pm
Alexander Zárate, en "Lilith", en Dirigido por..., el 1 de junio de 2020, escribió:[...] Las dos últimas obras de Robert Rossen, "El buscavidas" ("The Hustler", 1961) y "Lilith", se centran en el doloroso proceso de conocimiento de sus protagonistas masculinos. Sus contrapuntos femeninos, y en particular su trágico desenlace, evidencian la dificultad para asumir, respectivamente, su cojera emocional (la priorización de la vanidad) y su tortuosa desubicación (el desvalimiento ante la inexorable fragilidad de la existencia).

[...] El primer contacto de Bruce con Lilith acontece en un entorno natural. En esa excursión Lilith queda bien definida, asociada con el agua: primero, los reflejos que ven desde un puente, o encuadrados desde los mismos caminando por la orilla, después, el agua fluyendo, la naturalidad expandida, sin corsés; y, por último, los torrentes (a la par que una súbita tormenta), la emoción impetuosa, desbocada (Lilith colocará en un trance de peligro a Stephen, quien está a punto de precipitarse en las turbulentas aguas porque ella le ha pedido que recobre un pincel que ha tirado: sus emociones son un pincel desbocado o torrencial). Secuencias después, dentro del agua, ante la mirada de Bruce, ella besará su reflejo, rodeada de una liviana niebla: el reflejo desaparece al besarlo, “el amor lo destruye”, dice; la niebla de la percepción que crea reflejos, y destruye a quien los representa. Lilith representa para Bruce el rapto del éxtasis y la inocencia. Es tanto la naturalidad de las emociones sin límites (los que impone la sociedad), la lucidez perspicaz (define a Bruce en escuetas palabras al poco de conocerle: “tú te sientes fuera de lugar. Los aventureros se sienten fuera de lugar. Son tímidos. No son atrevidos como la gente piensa que son. Van dando traspiés, rompiendo cosas, siendo regañados. Siempre buscan un lugar al que sientan pertenecer. Tienen esa mirada tortuosa de no conseguir encajar con nada”), como la emocionalidad más turbia y descontrolada. Bruce se sentirá ese caballero protector que puede ayudarla a superar su trastorno, rescatarla de su pesar o dolor no resuelto, a la par que se verá cautivado por su canto. Cuando hagan el amor por primera vez, en el bosque, sobre sus cuerpos se superponen imágenes del agua, y aún más, figuras y reflejos se confunden en varios planos, como la asimetría que define la interrelación entre emociones y reflejos. Imágenes de entresueños (obra del gran Eugen Schüfftan), como si uno se deslizara en una realidad paralela en la que se pierde pie.

Dos secuencias se convierten en sendos reflejos de la desubicación emocional que Bruce aún no ha asumido. Aquella en la que asiste con Lilith a la representación de una justa medieval, en la que él participa a caballo, enganchando con su lanza tres aretes, convirtiéndose en el caballero ganador del lance para su dama. Pero será testigo de una acción turbadora que le costará asimilar: Lilith conversa con dos niños a los que ha preguntado si le venden el hielo. Juega con el mismo de un modo más que insinuante, deja que le toque un niño los labios, y acaba besándole con un gesto que tiene mucho de voraz sensualidad. No hay límites en Lilith para la expresión del deseo. En la otra secuencia, Bruce se confronta con la turbiedad de los límites de la normalidad. Vaga por las calles, bajo la lluvia. Su presencia es advertida por Laura, sentada en el porche de su casa (como quien busca aire). La conversación entre su marido, Norman (Gene Hackman) y Bruce, mientras esperan que Laura traiga el café, apuntala la consciencia de que la normalidad es más turbadora que lo calificado como anómalo (la convencional mentalidad de Norman: sus grotescos chistes; los gestos en los incómodos silencios; las tensiones larvadas que se perciben en el matrimonio y, después de que Norman se haya ido, el directo ofrecimiento sexual de Laura). Bruce se encuentra desajustado, cautivo en una celda anímica, entre dos mundos igual de desapacibles aun en distintos términos. Su frágil aparente equilibrio comienza a agrietarse, de modo irreversible, cuando sorprende a Lilith en un apartado granero tras haber hecho el amor con otra paciente, Yvonne (Anne Meacham). Su reacción primero será la despechada, pero después la besa con voracidad. Bruce es incapaz de saber relacionarse con alguien como Lilith, ya que no saber comprenderla es no saber ayudarla ni apoyarla. Más bien demanda que se convierta en un reflejo complaciente, y no logra encajar que no lo sea (Bruce introducirá la muñeca de Lilith en las aguas de su pequeño acuario), lo que la abocará a un irremediable trastorno; la destruye como quien borra con furia lo que no quiere que sea, que no es sino lo que no logra asumir en sí mismo, su desequilibrio. Bruce comprenderá demasiado tarde que quien realmente necesita ayuda es él. El caos no estaba únicamente fuera, y no era algo que fuera a dominar, ayudando a su encarnación, Lilith, rescatándola, sino que estaba ya en él, como un dolor sordo, el de su desvalimiento emocional. Por no saber percibirlo había abocado a Lilith al otro extremo, al completo extravío de la mirada perdida. Había confundido los reflejos, y al besarlo, lo había matado [...]


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