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No solo duelen los golpes (Pamela Palenciano, 2015)

Conferencias, charlas-debate, monólogos, discursos. Si Mahoma no va a la montaña...
No solo duelen los golpes
Pamela Palenciano (España, 2015) [90 min]

Portada
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Sinopsis:

    En este monólogo teatral, Pamela Palenciano propone, desde una experiencia de pareja en la que vivió maltrato, abuso y sometimiento al poder y la violencia de la masculinidad patriarcal, una mirada al tipo de relaciones que mantenemos en el marco del patriarcado, construyéndolas y padeciéndolas.

Comentario personal:

    Hay tantas situaciones a lo largo del monólogo que es imposible no sentirse reflejado, identificarse, reconocerse o reconocer a otras personas del entorno. El monólogo es divertido, intenso, grave, de sentimientos encontrados, pasas de la sonrisa cómplice a la rabia, a la indignación.

    Recomendadísimo para personas en general y para adolescentes en particular.

Gloria Pérez Ortiz, el 25 de noviembre de 2015, en Píkara Magazine, escribió:Pamela Palenciano (Andújar, Jaén, 1982) es la artífice del proyecto ‘No solo duelen los golpes’. En este monólogo teatralizado representa, desde el humor y mediante hechos cotidianos, la experiencia de ser maltratada por su pareja en la adolescencia.

Se expresa con un lenguaje brutal, claro, sin concesiones a lo políticamente correcto, una de las razones por las que su mensaje cala tan bien en los jóvenes. Su habla es una mezcla de acentos y expresiones andaluzas y salvadoreñas que evidencian su largo recorrido en ambos lugares. Ha vivido los últimos ocho años en El Salvador y acaba de volver a Madrid, no sin tristeza. Ha decidido mudarse tras vivir la mayor escalada de violencia desde 2012. Desde finales de octubre, está de gira por la “península histérica”.


Lleva once años con ‘No sólo duelen los golpes’. ¿Cómo empezó todo? ¿Cuál ha sido el proceso para convertirlo en lo que es ahora?

Yo estuve con mi exmaltratador de los doce a los dieciocho años. Pero no sabía que había sido maltratada. Logré dejarlo cuando me trasladé a Málaga a estudiar comunicación audiovisual, pero no me asumí como mujer maltratada hasta el tercer año de carrera.

Me encontraba en casa de una compañera, donde vivían varias personas. En un momento dado llega su novio y pregunta por ella, que no está. Él se cabrea, dice que está por ahí puteando, que habían quedado, etc. Y se va pegando un portazo. El sonido, la situación, hacen un clic en mi cabeza y de repente yo me desmayo, me caigo para atrás.

Cuando me desperté mis amigas habían llegado y me daban golpes en la cara, preguntándome qué me pasaba. Por lo visto, cuando ellas vinieron, yo estaba en el suelo temblando y diciendo cosas de Antonio, mi exmaltratador. Y ellas vieron la luz, en vez de llamar al hospital llamaron al centro de la mujer maltratada, por las cosas que decía.

A partir de ahí yo acepté que había sido maltratada y fui a terapia. La psicóloga me sugirió volcar todo esto en la fotografía y monté una exposición que se llamaba como el proyecto: ‘No solo duelen los golpes’. Después de la fotografía nació el taller, donde yo hablaba a partir de esas fotos.

Hoy por hoy es un monólogo, porque yo descubrí el teatro en El Salvador y me ayudó mucho. El teatro hizo, por un lado, que pudiera entrar y salir de los personajes, desvincularme un poco, aunque fuera mi historia la que estuviera contando. Por otro, me permitió cambiar el foco, que estaba en mí, como víctima, una posición en la que te juzgan mucho, y ponerlo en él, como maltratador. Ahora me transformo en él y me juzgan menos, a la vez que llegó más a los jóvenes, también por la inclusión del humor.


Ha trabajado con públicos muy diferentes: en institutos, con chicos y chicas adolescentes, con pandilleros y en entornos más receptivos cómo organizaciones de mujeres o movimientos sociales. Además, en España y en el Salvador. ¿Qué diferencias ha encontrado entre los diferentes públicos?

Con las chicas, en general, de cualquier país, hay siempre una identificación muy rápida. Alguna que otra se identifica más con lo masculino, esa suele ser además la maltratada de la clase, y por eso se junta con los machos, no lo quiere ver. Pero en general las chicas, rápido, me escuchan, lloran…

Donde yo noto la diferencia es en quien tiene el poder, que son los hombres. Los chicos salvadoreños son muy respetuosos. Rápido se ven reflejados, levantan la mano y dicen: “Yo soy como usted dice”. Incluso algunos preguntan qué hacer para no ser así. En cambio, el español, que está cansado del discurso de la igualdad, se ha montado todo un contra-discurso en su mente para demostrar que no es machista. Te dice que eso es culpa de los marroquíes, de los extranjeros, que él le deja a su novia que se ponga lo que quiera, por ejemplo. Pero ¿quiénes son ellos para dejarle vestirse de una forma o no? Esa fue una de las razones por las que me fui de España, es un machismo más implícito, más sibilino, con el que es más difícil trabajar.

En cuanto a los pandilleros… también se identifican rápido: “Yo soy ese hijo de puta”. Pero luego intentan camelarme, me dicen: “Es que nosotros nos organizamos así en familia (porque no se habla nunca de pandillas), son los ricos los que me han jodido”. Intentan venderme que lo que hacen está bien. Que extorsionar al rico está bien y que él es el causante de todos los problemas, incluso de los de sus mujeres. Y yo voy siempre a presentar alternativas de diálogo, de comunicación. Pero es difícil, porque su día a día es la violencia, es la única forma que tienen de relacionarse, no solo con las mujeres, sino con todo el mundo.

En los movimientos de asociaciones o casas okupas, es un zoo de emociones, pasan tantas cosas… Casi siempre hay un grupo de chicas, feministas, que están trabajándose todo esto y quieren que vaya a mostrarles a los hombres. Y a mí no me importa que me usen; me dejo usar. Sé lo que implica que venga alguien de fuera y te lo diga. ¿Y qué pasa? Pues que los “machos izquierdosos” son los más sutiles y les cabrea verse reflejados, porque se han autonombrado feministas muchas veces. Muchos han decidido trabajar separados hombres y mujeres, después de ver el monólogo.

A asociaciones más institucionales no suelo ir. Me censuran porque yo hablo desde la radicalidad. Porque no creo que el problema sean unos hombres concretos, los maltratadores, que también. Pero yo sé que el problema es el patriarcado, el sistema. Y ese discurso molesta mucho. Porque implica aceptar que todos somos machistas. Que yo tengo actitudes machistas todos los días porque así me han enseñado a socializar, mediante relaciones en las que existen muchas diferencias de poder.


El machismo en España es más sibilino. ¿A qué se refiere con eso?

Mira, en El Salvador el machismo es bien claro. Tú ves al tipo de frente, que te dice: “Si esa bicha se va para allá yo la mato” y aquí es “que ella haga lo que quiera”, “que vea con su libertad lo que hace”, “yo ya le he dicho, que con fulano tenga cuidado porque ese tío es un hijo de puta, pero si quiere salir con él que salga”. Esa sutilidad es horrible, porque si ella se equivoca en la relación con su amigo, se lo cuenta después al novio, pues le está demostrando que ella es la tonta, porque él le avisó, y que él sabe lo que le conviene. Para mí es más sencillo trabajar con alguien que te dice “no sales y punto”, empezar a abrirle la mente. Pero con un tipo que te dice “yo no soy machista, solo sé lo mejor para ella”… para romperle la cabeza tienes que usar dos martillos, tres.


Ha reconocido varias veces que utiliza herramientas que contienen cierta violencia, que la sitúan desde la superioridad, por ejemplo cuando trabaja con pandilleros, con el objetivo de que la respeten. Demuestra así que a veces es imposible huir de estas formas de ejercer poder. Entonces, ¿dónde está solución? ¿Hay formas alternativas de relacionarse?

Yo creo que sí las hay. Cuando los humanos asumamos dónde estamos cada quien, de forma honesta. Si yo siempre me considero víctima, nunca me voy a mirar cuando estoy arriba, cuando soy la persona victimaria, siempre voy a señalar al otro que me está dañando, al gobierno, a mi padre, a mi madre, a mi jefe, siempre voy a ser víctima de la sociedad. El problema es que nadie se reconoce como victimario, todos queremos ser víctimas de algo. Víctima de cualquier relación, de cualquier situación, es raro que alguien te diga: “Yo le estoy jodiendo la vida a mi hija”. Y yo a mi hija, cuando la educo, cuando le digo ciertas cosas, le estoy generando traumas, porque la estoy entrenando para este mundo de relaciones de poder. Pero yo asumo que a veces me coloco en un lugar que no le hace ningún bien. En cambio, todo el mundo te va a decir “pues yo lo hago lo mejor que puedo”, nadie asume otro discurso.

Por eso el mundo no cambia, por eso no cesan las relaciones de poder, porque los victimarios no hablamos, porque no reconocemos que todos podemos ser victimarios y ser personas que dañemos a otras. Pero claro, eso no vende, eso no. Yo creo que me moriré y seguirán existiendo las relaciones de poder, pero aunque sea un proceso lento, sí creo que puede cambiar, cuando cada vez más gente se dé cuenta, y hay muchos y muchas que ya se están trabajando para cambiarlo.


Muchas veces te han censurado, sobre todo en España, desde las instituciones de igualdad, por tu posición respecto a las denuncias y a otros mecanismos articulados por el Gobierno. ¿Qué te parecen las leyes de violencia de género?

Me parecen un chiste del Estado patriarcal. No hay de verdad un cambio. Yo soy así de radical. Lo siento mucho, pero no me puedo esperar algo bueno de un Estado patriarcal. No necesito una ley que me proteja del agresor. Necesito una ley que haga que no ocurran estas situaciones. Una ley que sepa poner en el centro al victimario y no a la víctima.

En publicidad siempre aparece la mujer, chiquita, llamando. Así parece que el problema lo tiene ella, por eso tiene que denunciar. ¿Por qué no pones a un tipo? Que pongan un 016 para que, cuando le den ganas de pegarle a su novia, llame y otro tipo, porque una mujer no le convencería, le diga qué puede hacer. Por eso no puedo creer en ninguna ley, porque se enfocan demasiado en la víctima.

Además, todos los días mueren mujeres que han denunciado, así que el sistema no debe funcionar muy bien. Esta Ley española se ha copiado en América Latina como si fuera genial. Y yo veo en El Salvador cómo no funciona. No sirve que las mujeres salgamos corriendo de la casa a un centro de mujeres maltratadas. A mí me salvó la vida tener dieciocho años, no tener hijos. Me tuve que ir de mi pueblo a Málaga para estudiar. Yo me imagino haber tenido hijos, vivir con él en la misma casa y tener que salir a denunciarlo a un centro de mujeres maltratadas, como están hoy, y yo me vuelvo con él. Porque el sistema te revictimiza demasiado.

Para el agresor solo se piensa en la cárcel. Se invierte siempre para la cárcel. ¿Por qué no te dedicas a invertir en que no haya futuros maltratadores? ¿Por qué no hacemos un trabajo real con ellos? Porque es muy caro. Entonces es mejor invertir para la víctima. Eso vende más a nivel de conseguir financiación internacional, también. Y no importa que ellos no cambien. No me convence.


Pero, ¿cuál es entonces la alternativa a la denuncia?

Yo creo que la energía que necesitas para denunciar la tienes que usar en arreglarte tú, para salir de eso. A mí me sirvió cuando estaba en terapia. Llevaba tres años y la psicóloga se ofreció a hacerme un informe de mis secuelas psicológicas para que pudiera denunciar. Me dijo que como en mi caso no es nada físico, la condena sería de dos a seis años y que podría cobrar una renta mínima de inserción de seiscientos a setecientos euros. Eso sí, tenía que quitarme las rastas, los piercings, me dijo que tenía que dejar de hablar como lo hago… Decidí que no me merecía la pena todo el proceso.

Entonces yo esa energía, en vez de ocuparla en ir contra él por medio de la justicia, la ocupé en arreglarme yo. Y que la vida se encargué de darle lo que se merece, no yo. Yo hice algo bueno con la rabia, la use en mí y no en él. Y yo te puedo asegurar que el hijo de puta no ha estado en la cárcel, pero está amargado, está triste. No es una persona feliz, ¿qué más quiero yo? Yo lo que quiero acabar con este sistema. Hay que buscar otras formas de denuncia. Como un grupo de respuestas frente a agresiones machistas. O que haya una comunidad que le de opciones a él para cambiar.


Habla de poner el foco en los agresores. Pero, ¿cómo se les convence para que cambien?

Convencer… es como un alcohólico. Cambiará cuando admita que lo es y que eso le perjudica. Eso es lo que yo intento hacer con el monólogo, con los chavales de quince años, intento que vean que son machistas y que de ahí quieran cambiarlo. Les sacudo. Y a veces lo consigo en el momento, otras años más tarde me los encuentro y se acuerdan de mí y otras no sirve de nada.


¿Cómo les afecta a ellos que el sistema sea machista?

Yo siento que los hombres están castrados. Yo estaría muy cabreada si fuera hombre. Porque si a mí no se me permite llorar, si soy siempre el que tiene que estar seguro de sí mismo, el que tiene que tomar las decisiones, estaría muy cabreado. Y este cabreo puedo volcarlo conmigo o con el otro. Los hombres no saben manejar las emociones, por eso nos necesitan a las mujeres. Y con dos hombres o dos mujeres que son pareja es lo mismo, porque no sabemos relacionarnos de otras formas. Uno en el terreno emocional se manejará de forma más insegura. Y la otra parte reconforta, dice la palabra exacta y en el momento exacto. La parte insegura lo compensa controlando de forma más física. Ahí es dónde empieza el maltrato. Controlan con quién hablas, cómo te vistes. Si le haces caso, es que le quieres. No saben gestionar el miedo a perder a alguien querido.

Yo no quiero que mi hijo sea un inseguro. Quiero que venga con once años y me diga que tiene miedo. Que se ha enamorado de una niña o un niño y lo quiere tanto que tiene miedo de perderle. Si me lo dice así, yo lloro de felicidad. Quiero un tipo seguro, que se maneje en lo emocional. Como su padre. A mí me gusta cuando mi pareja me dice ahora: tengo terror al vacío. Está sacando su problema. Cuando yo lo conocí necesitaba el alcohol para sacar toda la emoción. Se agarraba a cosas para sacar lo que sentía, ahora se agarra a sí mismo. Eso es lo que hay que conseguir.

Los hombres se pierden su paternidad, u otras formas de vincularse entre ellos. Me da tristeza… ¡Es que el sistema patriarcal nos oprime tanto!


Hacer el monólogo le exige mucho, tanto a nivel psicológico como físico, porque se abre completamente cada sesión. ¿Cuánto tiempo se ve haciéndolo? ¿Merece la pena?

Absolutamente, merece la pena. Ver a un pandillero que quería matarte levantarse para pedir ayuda, para reconocer que él es un Antonio, me lo da todo. Pero sí que es muy exigente.

Ahora que vengo a España para quedarme, quizás haga otras cosas. Pero siempre mi idea es trabajar con adolescentes en prevención de la violencia desde una mirada de sociedad patriarcal. Es decir, si hablo de bullying, o de cualquier otra violencia, siempre lo hago desde perspectiva patriarcal, porque al final es alguien encima de alguien, el blanco encima del negro, el heterosexual encima del homosexual, hay relaciones de poder siempre. Y para mí la célula más pequeña es la diferencia biológica entre un hombre y una mujer que ha generado una relación de poder. Todo lo demás está manchado por eso, el adulto sobre el joven, el rico sobre el pobre…. Cuando los chavales se golpean es porque un grupo se siente superior al otro. Yo siento que el amor es la revolución para cambiar esta mierda. Y eso no significa un amor ni romántico ni sensiblón. Yo puedo ser amorosa y ser asertiva, cabrearme y también sacar la agresividad, no en contra del otro pero sacarla.

Porque la rabia existe como energía y además es muy buena, si llevo once años haciendo el monólogo, es gracias a la rabia, a la que siento por lo que me pasó de joven, a la que siento por que el mundo sea tan injusto. Me sirve para hacer sesenta presentaciones en dos meses, dos o tres por día. Tengo treinta y tres años, acabo de parir un niño, hace catorce meses, con un parto muy duro. Y digo: ¿cómo puedo ser tan fuerte, a nivel físico? Es porque la rabia te mueve, si la canalizas bien.

    Otras referencias
    :str: Entrevista en Carne Cruda a Pamela Palenciano y a Iván Larreynaga, autores del libro Si es amor, no duele, donde se recoge por escrito la experiencia de Pamela en una relación de maltrato y comparte con los lectores una mirada crítica de la idea del amor romántico y cómo nos afectan los roles de género. La autora recorre España con su taller “No solo duelen los golpes”, sensibilizando principalmente en colegios e institutos sobre el maltrato.

Ficha técnica

    Formato: Monólogo teatral.

Intervenciones:





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    - Otras grabaciones del monólogo:
    Perú youtube / Leganés (Madrid) 14 de noviembre 2015 youtube / Sevilla 30 de marzo 2016 youtube



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