Avanti, en "Rosita", en Filmaffinity, el 28 de junio de 2018, escribió:La interesante propuesta de
Juan Antonio Bardem sobre
Picasso ocupa un periodo no demasiado extenso en la vida del malagueño, aunque sí fructífero, creativo y rompedor, enfrentado a su padre, a los críticos y algunos pintores de la época; narra lo que de alguna manera no era otra cosa que la manifiesta incredulidad del sorprendido ante tanta creación e innovación picassiana. A lo largo de cuatro episodios, Bardem recurre con frecuencia al
flashback, consiguiendo fusionarlo con la unidad narrativa en tiempo real.
En el primer episodio recurre a imágenes de archivo para mostrarnos el París que abre al nuevo siglo y a los viejos amigos Picasso (
Tony Zenet) y
Casagemas (
Pep Corominas), que contactan con
Isidro Nonell para cederles el estudio. Él solo tiene deseos de volver a su Barcelona natal y dejarse de exposiciones universales. Un buen inicio de miniserie que atrae la atención del espectador sin demasiado esfuerzo.
Bardem nos introduce un nuevo personaje en la narración:
Pere Mañach (
Joan Crosas), el primer marchante de Pablo en París, que unido al imperioso deseo de conocer a su admirado
Toulouse-Lautrec en su entorno habitual, el
Moulin Rouge, le generan una serie de expectativas que tienen como habituales los barrios de
Montparnasse y
Montmartre. Bardem dinamiza la narración, además del
flashback, con los continuos viajes de Picasso a Barcelona, Madrid, Málaga y París, a lo que hemos de añadir un importante retiro en
Gósol por prescripción médica y que tanto significó para su posterior vida parisina y su creación.
Los trágicos sucesos entre
Casagemas y Germaine, el amor de su vida, al que ella no le corresponde, los altercados en Málaga, su cada vez más incontrolado comportamiento social, le lleva al inesperado y trágico final de un pintor al que Picasso siempre tuvo en gran estima. En la trágica recreación de los acontecimientos podemos constatar la delicadeza con la que Bardem trata el tema.
En el segundo episodio Bardem nos introduce en el Paris de 1901, con Picasso y la producción prometida para su marchante, la promesa de este para exponer en las Galerías
Vollard, darle a conocer a un influyente crítico y la recomendación de este de buscar lazos de unión entre la producción poética de destacados autores como
Mallarmé,
Baudelaire o
Rimbaud junto a la vanguardia artística del momento. El mismo año en el que decide montar su primera exposición en
Els Quatre Gats.
En el constante devenir de los acontecimientos, Bardem nos sitúa nuevamente en París junto a un Picasso en su línea y decidido a seguir buscando, componiendo, entre otras obras la interesante producción sobre su recordado amigo, destacando el impresionante "Homenaje a Casagemas" que, ante las reacciones encontradas, solo tiene un mensaje clarificador de su postura referido al cuadro que habla sobre las cosas de la vida, conocido posteriormente como
"La vida".
Un
flashback nos transporta a lejanos momentos vividos en
La Coruña de 1894 y la
Málaga de 1886, donde el pequeño Picasso, llevado por la afición de su padre, director entonces de la academia, le enseña su afición colombófila, prendiendo en el joven pintor el motivo de las palomas, que será recurrente en su vida artística.
El episodio tres nos llega con la lluviosa primavera de 1904 en la que Picasso se relaciona con
Fernande Olivier (
Sara Fernández Ashton). Los acontecimientos y el amor hacia su pareja coinciden con su preocupación por la serie del circo tomando sin descanso múltiples actividades: Picasso y Olivier son presentados a compradores americanos, pinta a
Gertrude Stein, no sin cierta dificultad. Junto a
Manuel Hugué (
Jesús Alcaide), hablan sobre la serie rosa del circo.
Le presentan a Matisse (
Máximo Astray), con quien tiene diferencias de estilo irreconciliables: uno presume de que su pintura más reciente ha sido clasificada de
fovista, el otro (Picasso) le responde que así pintaba años atrás. Para
Matisse, Picasso se conforma con el dolor y la fealdad. Para Picasso “lo bello y lo horrible son parientes muy cercanos cuando el artista se sincera”.
En el episodio cuatro, Bardem centra su atención en la realización en
"Las señoritas de Avinyó", entre nuevos
flashback sobre los diferentes periodos del malagueño. Picasso se interesa por las nuevas vanguardias, los toros y por recuperar los años que vivió en la calle Avinyó, donde conoció a la Rosita (
Ana Malaver), que le atendió la primera vez que visitó el burdel. Es el momento en el que no cesa de abocetar sobre el nuevo cuadro, mostrándose convencido en querer renovarse, no repetirse, ir más allá.
El interesante final de la miniserie nos planta en 1906 ante la trascendental obra "Las señoritas de Avinyó": a Gertrude Stein, además de parecerle interesante toda la obra pictórica realizada en España, cree que toda obra de arte debe mostrar su parte fea del artista mostrando su lucha por la originalidad; Matisse se revela radicalmente a la propuesta: “lo que se propone Picasso es ridiculizar la pintura moderna”; un crítico de arte le recomienda dedicarse a la caricatura; su padre no comparte el atrevimiento del hijo.
Un coleccionista le reprocha que haya querido pintar la cuarta dimensión;
Braque respeta la propuesta, pero no comprende las deformaciones femeninas de los cuerpos por un pintor dotado para lo bello, no le gustan las horribles narices que ha pintado, a lo que Picasso se limita a decir que él ve así las cosas en el cuadro. Finalmente, "Las señoritas de Avinyó" es reconocido como una obra sobrecogedora y vital para la evolución de la pintura, actualmente forma parte de la permanente del
Metropolitan Museum de Nueva York.
Un buen trabajo de Juan Antonio Bardem que nos acerca un poquito más al convulso periodo de juventud de un malagueño fiel a sus principios, a su renovador mensaje de incansable búsqueda y a la fidelidad a sí mismo, como Bardem lo fue en su forma de hacer cine.