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CINEsinAUTOR

Nota Dom Jul 11, 2010 2:06 pm
Colectivo CinesinAutor

Portada
(bitácora | Gerardo Tudurí en Rebelión | twitter)


Introducción

Las tesis iniciales están en el primer texto publicado en noviembre de 2008 en Madrid por el Centro de Documentación Crítica: Manifiesto. Realismo social extremo para el siglo XXI. Versión 1.0. Gerardo Tudurí. Madrid, 2008, escribió:El CsA es un modo de realización socio-cinematográfico que busca crear películas a partir de personas y colectivos de la sociedad que no suelen aparecer en imágenes fílmicas, ni tampoco están relacionados con la producción fílmica o audiovisual en general.

La clave de este modo de realización está en que los realizadores y realizadoras que ponen en marcha un proceso de CsA no establecen una relación de propiedad sobre el capital fílmico para beneficio propio sino que colectivizan progresivamente todo el proceso de producción.

Los realizadores operan poniéndose al servicio de las ideas y vivencias de los y las otras que sin saber de cine, aceptan y quieren producir sus propias imágenes cinematográficas.

Se trata de aprender cine haciendo cine.





Bibliografía compilada





Ensayo





Relacionado:



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Nota Dom Jul 11, 2010 2:07 pm
fuente: https://www.diagonalperiodico.net/cultu ... uturo.html


Cine sin autor, el cine inmediatamente futuro



El cine sin autor cuestiona conceptos como la propiedad de la película o si es posible realizar un cine colectivo que también comparta el proceso de producción y exhibición de los filmes. El colectivo Cine sin Autor explica en DIAGONAL qué principios rodean a esta experiencia creativa.



Colectivo Cine Sin Autor

Diagonal, número 106, martes 21 de julio de 2009




Este año, la editorial Uqbar y el Festival de Cine de Valdivia publicaron un libro del crítico australiano Adrian Martin llamado ¿Qué es el cine moderno? donde lanza en su capítulo titulado "Título de propiedad" la siguiente reflexión: "Aunque a ciertos directores les resulte psicológicamente traumático enterarse de que no son el centro del universo, muchos de nosotros, sea en calidad de espectadores, cinéfilos o críticos, tenemos una curiosa y paradójica relación de amor-odio con la idea convencional de autor (…) debemos establecer conexiones entre los filmes que no dependan siempre de la presencia de un ‘nombre’ que los legitime. ¡Debemos descubrir las películas sin autor!".

Las personas que conocen nuestro trabajo sobre el cine sin autor (CsA) y la ‘sinautoría’ como método de realización y teoría, entenderán que nos quedemos pensando por qué un libro que analiza una serie de autores que han determinado la modernidad cinematográfica pueda hacerse esta pregunta.

Y ya que llevamos unos años escribiendo y poniendo a prueba la posibilidad de una realización sinautoral, el libro nos deja una incertidumbre: o este tipo de reflexiones sobre el cine se detienen demasiado en el pasado inmediato o desde el CsA estamos reflexionando demasiado sobre el cine inmediatamente futuro.


Qué es el CsA

El cine sin autor es un modo de realización socio-cinematográfico que busca crear películas a partir de personas y colectivos de la sociedad que no suelen aparecer en imágenes fílmicas, ni están relacionados con la producción fílmica o audiovisual en general, buscando que se vean modificados por la construcción de la representación fílmica que producen. Nos preguntamos acerca de la utilidad social, emocional, cultural y política de los objetos culturales que creamos: ¿Para quién trabajamos?, ¿para que lo vea quién, cómo y dónde?, ¿para que produzcan qué efectos en quiénes?, ¿para que usen de qué manera la obra que ofrecemos?

El equipo de realización sinautoral no establece una relación de propiedad sobre el capital fílmico para beneficio propio, sino que colectiviza progresivamente todo el proceso de producción y exhibición. Se trata de una apuesta de realismo social extremo que pretende hacer explosionar el cine como obra cultural capitalista, como acto individual autista y narcisista del artista o grupo de artistas, como exhibicionismo autoral, cuestionando la medida de eficacia basada en cantidad de público, audiencia u otros indicadores de rentabilidad económica para quienes financian la obra y la distribuyen. Decimos que una película de CsA es realista cuando el sujeto social de un film lo dota de realidad, lo interviene, lo okupa, habiendo adquirido la capacidad de decidir sobre todo sus momentos de creación.


Manifiesto desde y para una práctica cinematográfica

El pasado mes de noviembre publicamos el Manifiesto de Cine Sin Autor, versión 1.0 (Centro de Documentación Crítica de Madrid), un intento de reconceptualización de la cinematografía habitual, en el cual hablamos de “hacer cine con y desde la realidad, desde los residuos que va dejando el capitalismo y con plena intención de devolverlos a la conciencia audiovisual de nuestro mundo”.

Entendemos el CsA como una “circunstancia social de creación”. Provocamos una crisis en lo normal social de un grupo de personas concretas para iniciar desde ella una creación sin jerarquías y con libertad a través de un proceso de película.

Actualmente llevamos en marcha dos procesos, la experiencia Humanes de Madrid y la experiencia Sinfonía Tetuán. En la primera, propusimos en febrero de este año a un grupo de jóvenes de 17 a 21 años de la localidad de Humanes de Madrid si aceptaban el desafío de hacer una película propia desde ellos y ellas. La reflexión sobre sus vidas y su imagen fílmica que surge durante las sesiones de discusión y el rodaje son siempre grabadas para luego ir incorporándolas en los documentos fílmicos y devueltas una y otra vez a este grupo para que la intervengan y modifiquen según su particular punto de vista y necesidades de representación. Hablamos justamente de películas en making on, ya que cualquier material audiovisual obtenido en el transcurso de las sesiones podría ser incluido en la película final.


Las personas y los barrios tienen derecho a autorretratarse

¿Cómo lograr un retrato visual y sonoro colectivo del popular barrio madrileño de Tetuán con la participación activa de sus habitantes? Partimos de cinco piezas musicales y cinco temas a filmar (capital, natural, movimiento, migraciones y vida). Retratos silenciosos de sus habitantes, ruidos, obras, atascos, parques: vida en flujo, en fin. Lo rodado es devuelto al barrio a través de exhibiciones públicas, en un proceso constante que constará de tantas piezas como individualidades o colectivos están queriendo involucrarse en esta Sinfonía.





Antecedentes del Cine sin Autor

Mencionaremos brevemente cuatro de las que consideramos como más significativas:

    1) El cine tren de Alexander Medvedkin que recorría fábricas rusas con su laboratorio instalado en un tren. En el propio relato de Medvedkin podemos leer: “Utilizamos el cine documental, la crónica no como una información pasiva, sino como una intervención activa y crítica. Nuestros cameramen recorrían las fábricas, o las minas, o donde fuera, y descubrían allí que el plan se cumplía en un 40%, que los obreros se iban, que el jefe no era capaz de nada y que se emborrachaba, que los equipos estaban rotos, y cosas por el estilo”.

    2) La cinematografía del boliviano Jorge Sanjinés, sobre todo a partir de la película "El Coraje del Pueblo" aportó los métodos reconstructivos y la incorporación en el rodaje de la población indígena. La impecable calidad de varias de sus películas constituye una de las experiencias más profundas del cine de lo político y del cine político del siglo pasado.

    3) El mayo francés del 68 arroja muchas luces para nuestra práctica. La irrupción de esta sublevación provocó una verdadera crisis en muchos cineastas, quienes tomaron la decisión de explorar un cine sin firma personal. La figura de Medvedkin curiosamente aparece otra vez más en la historia del cine, pero ahora como apellido de grupos de cine corporativo, que mezcló en su producción a cineastas y obreros sin distinción de jerarquía alguna.

    4) La otra referencia es la del portugués Pedro Costa. Un caso personal pero muy significativo de la cinematografía actual que abandona su trabajo vinculado a la industria del cine y comienza una migración personal y cinematográfica con una pequeña Panasonic digital vinculándose estrechamente al barrio en proceso de desaparición de Fontainhas.

Re: CINEsinAUTOR

Nota Mar Dic 07, 2010 2:46 pm
Una pantalla en blanco y unas cámaras en la mano. ¿Y si el cine volviera a "corromper" a la juventud? Censura... en su origen


Gerardo Tuduri

CinesinAutor




Estados Unidos. Algo pasa.

“Unas salas situadas en la planta baja de un edificio -mal iluminadas, lúgubres y sin ventilación-, abarrotadas de hombres, muchachas obreras solas, hordas de niños también solos y familias enteras. Cines que funcionan sin parar desde muy temprano por la mañana hasta última hora de la noche. Al no haber horario, la gente entra y sale en cualquier momento: después de hacer compras, a la salida del trabajo, los domingos; en fin, siempre que dispusieran de quince o veinte minutos..."

¿Qué van a ver? Películas sobre “largas persecuciones, la corrupción en la política municipal, el escándalo de la trata de blancas, la explotación de los inmigrantes; un cine que defiende la causa de los obreros, que presiona a los “caciques políticos y a menudo otorgaba dignidad a la lucha de los pobres de las grandes ciudades”...

No es que se hubieran vuelto comunistas. Son los finales de la primera década del siglo XX.
¿Qué pasaba además? Que había un partido progresista que estaba generando un reformismo en el país. Que denunciaba la corrupción del Gobierno, la explotación de menores, las condiciones de vida en las ciudades, la prostitución y el alcoholismo. Que afirmaba que los bares, las salas de baile y los prostíbulos atentaban contra la vida familiar tradicional y que querían que el Gobierno creara un ambiente más habitable y reafirmara los valores morales tradicionales victorianos mediante una legislación protectora.

Fuente: http://cinesinautor.blogspot.com/

No estuvimos ahí. Tomamos por cierto el relato a Gregory D. Black en las descripciones que hace del cine de esos años, en su libro Hollywood censurado.

Dice que para estos reformadores progresistas, el cine era un medio de recreación especialmente problemático. “Sentados de un modo pasivo en la oscuridad, sus jóvenes mentes se dejaban corromper por películas perniciosas, mientras el aire viciado contaminaba los pulmones”. “Las horas de asueto determinan la moralidad de la nación”, decía un tal Joseph R. Fulk, delegado de educación de Nebraska.

Jane Addams, reformadora social escribía “todo lo que veían en la pantalla se transformaba directa e inmediatamente en acción". Le parecía increíble "que una ciudad permita que miles de jóvenes llenen sus influenciables mentes con las absurdidades (de las películas), las cuales sin duda se convertían en los cimientos de sus códigos morales”.

Los ministros, los trabajadores sociales, los reformadores de los derechos civiles, la policía, los políticos, los clubes de mujeres y las organizaciones ciudadanas se unieron al movimiento, acusando al cine de incitar a los jóvenes al crimen porque glorificaba a los criminales y de corromper a las jóvenes porque idealizaba aventuras amorosas ilícitas.

La campaña a favor de la censura creció. La prensa se tomó parte: El Pittsburgh Post afirmaba que muchas películas “no eran aptas para adultos decentes”; el News de Chicago se lamentaba con que “un invento que ofrece tantas posibilidades y que podría ser un entretenimiento sano se convirtiera en un medio para explotar el crimen, los robos y las tragedias”; En Kansas City detuvieron al propietario de un cine local por exhibir “películas inmorales”. No obstante, el Globe Democrat de Saint Louis, el Record de Nueva Jersey salen en su defensa y la polémica sobre la censura cinematográfica - sigue diciendo Gregory Black- atrajo la atención de todo el país cuando el 24 de diciembre de 1908 el alcalde de Nueva York, George B. McClellan dio repentinamente la orden de cerrar todas las salas de la ciudad.

Los nickelodeones eran un antro de perdición para la buenas costumbres y la moral norteamericana. Los productores, como siempre, solo querían obtener beneficios, no predicar.

El cuento es largo.

El final:

A un tal Frederick C. Howe, reformador social de Nueva York y Cleveland se le ocurre impulsar la idea de que el Estado debía hacerse cargo de la situación y regular este importante medio de expresión. Solo se producirá la película segura y sana, la puramente convencional. Los dirigentes de la industria terminarán censurando sus propios productos.

Para los años veinte, el nickelodeon había sido sustituido por enormes palacios que tenían cabida para miles de personas. Ir al cine era casi como ir al teatro o a la ópera. Los espectadores se encontraban en grandes vestíbulos ornamentados... y dotados de acomodadores y acomodadoras corteses y uniformados que los acompañaban a sus butacas. Se podía comprar tentempiés recién hechos y poco costosos y muchas de las nuevas salas disponían de guarderías con personal cualificado para que los padres pudieran disfrutar del espectáculo sin el coste adicional de una niñera.
Casi un kinépolis.

Se había adaptado el cine para la feliz concurrencia de su burguesía.

Todo ese barullo histórico que habíamos leído semanas atrás se nos cruzó en la cabeza mientras decíamos “acción” en medio de otro griterío menor para rodar una escena con los jóvenes de Tetuán en el parque contiguo a su instituto.

¿Por qué?

La moral, quizá.

Grabábamos dos escenas improvisadas (de un argumento general que no revelaremos, claro): una chica que trae la droga a un compañero de clase que de inmediato comienza a hacerse un porro para su fiel registro. Mientras, en la otra escena, un grupo de chicas conversan hasta que aparecen otras dos compañeras. Una lleva velo (tiene ascendencia marroquí en la vida real) y llega despotricando contra su madre por las frecuentes restricciones que le impone. Su colega comenta que está loca. De repente, una de las protagonistas ve una patrulla policial a lo lejos (no contratados por nosotros, lo juramos) y comenta airadamente: “menudos capullos, ya están ahí los cabrones esos”. La conversación sigue y en un momento, las demás amigas comienzan a incitar a la chica de origen marroquí a que se quite el velo para no parecerse a una virgen.

Trapicheo de droga, desobediencia a la familia y a la ley musulmana, insultos a la policía, amor en una fiesta privada, maltratos en una pareja de jóvenes...

Hemos puesto “una pantalla en blanco y unas cámaras en la mano” para que un grupo de jóvenes ejerza la posibilidad de autorepresentarse y liberen su potencia imaginativa. Partimos de una ausencia de censura. Su película les puede llevar a una controversia con su entorno inmediato y con la moral social familiar, la institucional, la policial, la vecinal ya que el Cine sin Autor se exhibe primero y durante su proceso mismo, en el propio lugar donde se está elaborando.
Quizá por eso nos vino ese cuento del cine del origen. Esa etapa convulsa sobre un cine de dudosa moral por sus contenidos y sus formas que estaba corrompiendo a la juventud norteamericana y atentando contra su moral.
Nos quedamos pensando. Es el segundo grupo de jóvenes que se embarca en un proceso cinematográfico con nosotros. Seguramente habrá más. Nos encantaría ver pequeñas hordas juveniles inundando los barrios en busca de sus películas, representando y desafiando críticamente la moral del mundo que les ha tocado vivir.
No estaría mal que un siglo después, en su Segunda Historia, el cine volviera a corromper a la juventud ya no por lo que sus películas muestran sino por las películas que los y las jóvenes mismas sean capaces de hacer organizándose.


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