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MAALOUF, Amin

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MAALOUF, Amin

Nota Vie Jun 04, 2010 1:33 am


Introducción

Amin Maalouf, en árabe: أمين معلوف (Beirut, 25 de febrero de 1949), escritor libanés. Trabajó como periodista en Beirut y fue enviado especial en zonas controvertidas como Vietnam y Etiopía, hasta que comenzó la guerra civil en El Líbano en 1975, por lo que se trasladó a París como refugiado. Actualmente (2008) todavía vive allí.

Maalouf escribe en francés y sus libros han sido traducidos a mumerosos idiomas. Recibió el Premio Goncourt en 1993 por su novela La roca de Tanios. En su narrativa mezcla la realidad histórica con la ficción y culturas diversas como la occidental y la oriental.

Ha escrito las novelas León el Africano (1986), Samarcanda (1988), Los Jardines de Luz (1991), El primer siglo después de Béatrice (1992), La roca de Tanios (1993), Las escalas de Levante (1996), El viaje de Baldassare (2000), El amor de lejos (libreto de la ópera de Kaija Saariaho) (2000), Orígenes (2004). Y los ensayos Las cruzadas vistas por los árabes (1983), Identidades asesinas (1998) y El desajuste del mundo (2009)





Ensayo





Narrativa



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Nota Vie Jun 04, 2010 1:39 am
En el capítulo 1 de Identidades asesinas, Maalouf escribió:Desde que dejé Líbano en 1976 para instalarme en Francia, cuántas veces me habrán preguntado, con la mejor intención del mundo, si me siento "más francés" o "más libanés". Y mi respuesta es siempre la misma: "¡Las dos cosas!". Y no porque quiera ser equilibrado o equitativo, sino porque mentiría si dijera otra cosa. Lo que hace que yo sea yo, y no otro, es ese estar en las lindes de dos países, de dos o tres idiomas, de varias tradiciones culturales. Es eso justamente lo que define mi identidad. ¿Sería acaso más sincero si amputara de mí una parte de lo que soy? Por eso a los que me hacen esa pregunta les explico con paciencia que nací en Líbano, que allí viví hasta los veintisiete años, que mi lengua materna es el árabe, que en ella descubrí a Dumas y a Dickens, y los Viajes de Gulliver, y que fue en mi pueblo de la montaña, en el pueblo de mis antepasados, donde tuve mis primeras alegrías infantiles y donde oí algunas historias en las que después me inspiraría para mis novelas.

¿Cómo voy a olvidar ese pueblo? ¿Cómo voy a cortar los lazos que me unen a él? Pero por otro lado hace veintidós años que vivo en la tierra de Francia, que bebo su agua y su vino, que mis manos acarician, todos los días, sus piedras antiguas, que escriben en su lengua mis libros, y por todo eso nunca podrá ser para mí una tierra extranjera.

¿Medio francés y medio libanés entonces? ¡De ningún modo! La identidad no está hecha de compartimentos, no se divide en mitades, ni en tercios o en zonas estancas. Y no es que tenga varias identidades: tengo solamente una, producto de todos los elementos que la han configurado mediante una "dosificación" singular que nunca es la misma en dos personas.

En ocasiones, cuando he terminado de explicar con todo detalle las razones por las que reivindico plenamente todas mis pertenencias, alguien se me acerca para decirme en voz baja, poniéndome la mano en el hombro: "Es verdad lo que dices, pero en el fondo ¿qué es lo que sientes?". Durante mucho tiempo esa insistente pregunta me hacía sonreír. Ya no, pues me parece que revela una visión de los seres humanos que está muy extendida y que a mi juicio es peligrosa. Cuando me preguntan qué soy "en lo más hondo de mí mismo", están suponiendo que "en el fondo" de cada persona hay sólo una pertenencia que importe, su "verdad profunda" de alguna manera, su "esencia", que está determinada para siempre desde el nacimiento y que no se va a modificar nunca, como si lo demás, todo lo demás -su trayectoria de hombre libre, las convicciones que ha ido adquiriendo, sus preferencias, su sensibilidad personal, sus afinidades, su vida en suma-, no contara para nada. Y cuando a nuestros contemporáneos se los incita a que "afirmen su identidad", como se hace hoy tan a menudo, lo que se les está diciendo es que rescaten del fondo de sí mismos esa supuesta pertenencia fundamental, que suele ser la pertenencia a una religión, una nación, una raza o una etnia, y que la enarbolen con orgullo frente a los demás.


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